Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
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INCIPIT 1.152. UNA LUZ ABRASADORA, EL SOL Y TODO LO DEMAS / JON SAVAGE


Stephen Morris: Era bastante reservado en cuanto a lo que escribía. Creo que una vez comentó con Bernard algunas de las canciones por encima. Era completamente distinto a cuando se subía al escenario. Era tímido, hasta que se bebía un par o tres de Breakers, el licor de malta. Eso le animaba un poco. La primera vez que vi a Ian siendo Ian en el escenario, no me lo pude creer. Aquella transformación en un molinillo frenético.

Deborah Curtis: Era muy ambicioso. Quería escribir una novela, quería componer canciones. Parecía que todo se le daba bien. Joy Divison fue el lugar donde confluyó todo.

Tony Wtlson: Todavía no sé de dónde salió Joy Division.


SUICIDIO

De Prisión perpetua, de Piglia, p. 142


KAMIKAZE. Había comenzado un relato sobre los suicidas japoneses y había realizado una pequeña investigación sobre las cartas que los soldados enviaban a sus padres antes de morir (y esto se ligaba con una historia familiar que no venía al caso contar ahora). // Indecisión: típica conducta suicida. No puede elegir y para librarse de la parálisis que lo «captura» escapa por el camino del crimen. // Muchos criminales matan por esas minucias, viven en el océano de las grandes pasiones y les cuesta abrir una puerta que les permita salir del sótano. X, en un suburbio de Kioto, era martirizado por su mujer y no podía «separarse». Todas las noches pensaba que al día siguiente iba a mudarse, incluso compraba los diarios y recorría la sección de avisos clasificados y marcaba los departamentos disponibles que se adaptaban a sus necesidades. Debía salir con el diario, visitar esos cuartos vacíos, hablar con las porteras, subir las escaleras, elegir el lugar adecuado y luego buscar una cama, comprar una mesa donde instalar sus aparatos de óptica. //X, indeciso nato, obrero mecánico. Preso dice que «extraña el trabajo». // Marineros y prostitutas son observados desde la torre del Building: veinte pisos sobre el nivel del mar. Desde lo alto, las dársenas son una estampa japonesa. Las hormigas microscópicas se mueven entre los barcos y los depósitos. //Un kamikaze haría volar con un solo vuelo ese paisaje.

JOY DIVISION EN PROVIDENCE

De Providence, de Juan Francisco Ferré, p. 308
Agradecí que no hubiera nadie en el salón esperándome y me senté a descansar en uno de los sillones sin encender la luz para no llamar la atención de los demás ocupantes. Subí después a la segunda planta, pero la habitación donde había pretendido desnudar a Eva contra su voluntad, como comprobé con disgusto, la ocupaban ahora Andy y Phil, durmiendo abrazados en la misma cama. Roncaban en estéreo y en la habitación había un olor repelente. Sentí más asco todavía, pero ahora ese sentimiento me hería y provocaba un dolor agudo, antes al menos me había servido de consuelo. Hallé a Eva en un pequeño dormitorio trasero, atravesada en la cama de cualquier manera, dormida encima de las sábanas y la coicha. Me desnudé y me acosté junto a ella mientras la División del Placer cantaba Love will tear us apari dentro de mi cabeza, como un concierto sólo para fans en un club decrépito y exclusivo de las afueras de cualquier ciudad industrial del mundo. La póstuma voz de lan Curtis, el vocalista de Joy Division, reciclaba versiones del mismo estribillo desgarrador en un bucle acústico que en sí mismo constituía ya una forma creativa de suicidio. El amor nos destruirá de nuevo. Esta vez sin remedio...
Estaba helado. Me abracé a Eva tiritando antes de quedarme dormido. Cuando desperté, Eva se había levantado y pate- cía estar mirando algo por la ventana con gran atención. Eran las seis y media y entraba un poco de luz en el dormitorio. Me levanté para besarla y abrazarla, creyendo que existía de nuevo una oportunidad de reconciliarnos. Estaba llorando y se apartó de mí, como asqueada. Según pude observar sin sorpresa, Andy y Phil habían madrugado y estaban cargando el todoterreno aparcado detrás de la casa con sus grandes mochilas y su equipo de buceo. No sentí ningún alivio cuando los vi marcharse unos minutos después de que Eva abandonara la habitación sin decirme nada.

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