De Providence, de Juan Francisco Ferré, p. 308Agradecí que no hubiera nadie en el salón esperándome y me senté a descansar en uno de los sillones sin encender la luz para no llamar la atención de los demás ocupantes. Subí después a la segunda planta, pero la habitación donde había pretendido desnudar a Eva contra su voluntad, como comprobé con disgusto, la ocupaban ahora Andy y Phil, durmiendo abrazados en la misma cama. Roncaban en estéreo y en la habitación había un olor repelente. Sentí más asco todavía, pero ahora ese sentimiento me hería y provocaba un dolor agudo, antes al menos me había servido de consuelo. Hallé a Eva en un pequeño dormitorio trasero, atravesada en la cama de cualquier manera, dormida encima de las sábanas y la coicha. Me desnudé y me acosté junto a ella mientras la División del Placer cantaba Love will tear us apari dentro de mi cabeza, como un concierto sólo para fans en un club decrépito y exclusivo de las afueras de cualquier ciudad industrial del mundo. La póstuma voz de lan Curtis, el vocalista de Joy Division, reciclaba versiones del mismo estribillo desgarrador en un bucle acústico que en sí mismo constituía ya una forma creativa de suicidio. El amor nos destruirá de nuevo. Esta vez sin remedio...
Estaba helado. Me abracé a Eva tiritando antes de quedarme dormido. Cuando desperté, Eva se había levantado y pate- cía estar mirando algo por la ventana con gran atención. Eran las seis y media y entraba un poco de luz en el dormitorio. Me levanté para besarla y abrazarla, creyendo que existía de nuevo una oportunidad de reconciliarnos. Estaba llorando y se apartó de mí, como asqueada. Según pude observar sin sorpresa, Andy y Phil habían madrugado y estaban cargando el todoterreno aparcado detrás de la casa con sus grandes mochilas y su equipo de buceo. No sentí ningún alivio cuando los vi marcharse unos minutos después de que Eva abandonara la habitación sin decirme nada.