Al principio las cosas aparecen.
La escritura es un gesto desafiante al que ya nos acostumbrarnos: donde no
había nada, alguien pone algo y los demás lo vemos. Por ejemplo la pradera: un
territorio interminable de pastos .Uros. No hay árboles: los mata el viento, la
molicie del verano, las nieves turbulentas del invierno. En el centro del
llano, hay que poner a unos misioneros españoles y un templo, luego unos
colonos, un pueblo de cuatro cruces. Alguien pensó que ese pueblo era algo y le
puso un nombre: Janos. Tal vez porque tenía dos caras. Una miraba al imperio
español desde uno de sus bordes, el lugar donde empezaba a borrarse. La otra
miraba al desierto y sus órganos: Apachería.
En algún momento el sitio resultó
estratégico: tenía pozos artesianos. Mandaron unos soldados, construyeron un
presidio amedrentar a los habitantes originales del terreno y darles sensación
de seguridad productiva a los colonos que ya han dejado de ser españoles y
ahora eran criollos, negros, keralombardos, chinos, irlandeses. Llegaban pocas
migrantes, se casaban con indias, sus hijos ya eran otra cosa: ·chiles, altuenses,
mexicanos, sabrá Dios. Luego otro sintió que debería medrar con el trabajo de
los ganaderos, los comerciantes, el panadero y la maestra y puso una alcaldía
que aunque estaba centro parecía que había quedado afuera solo porque Janos era
tan chico que no tenía periferia.