Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
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LA CRISIS

Las dimensiones finitas, AG Porta, p. 172
La pirámide de Maslow-no confundir con Madoff, el estafador-muestra las necesidades del ser humano en una secuencia que le lleva de la pura supervivencia hasta el crecimiento personal, y la expone en cinco pisos de un triángulo en cuya base se encuentran las necesidades fisiológicas y en la cúspide las de autorrealización, avanzando de la primera hasta la última a través de la seguridad, las necesidades sociales y la estima. Reconozcco que no necesito demasiado para vivir. En aquella época tampoco. La seguridad en el empleo debió de ser mi objetivo principal y luego, en lugar de ir escalando, probablemente tanto me diera una cosa como otra. O tal vez sea que de pronto me encontré en la cima sin haber pasado por los pisos intermedios-o los pasé todos a la vez-como quien sube en ascensor y se ahorra las escaleras. Si he de ser sin cero, juraría que mi objetivo siempre ha sido llenar las horas con algo. Creo que no se me subió la fama a la cabeza al menos no mucho, ocurrió que simplemente no tuve tiempo de digerir nada. No cambié de domicilio ni de barrio, ni siquiera compré aquel televisor que no echaba en falta,: seguí trabajando sobre el piso de madera, amontonando los periódicos y algún que otro libro junto a los que había llevado en la bolsa que me preparó Jeanine (quedaban bien amontonados junto a las cubiertas de Primal Scream). Algunos días seguía tomando el autobús para acudir a la oficina. Como les creo al corriente de lo que ha venido sucediendo hasta el día de hoy-diciembre de 2013-con la crisis o las sucesivas crisis que se han ido engarzando una tras otra, me ahorraré relacionarles cuántas veces han caído las bolsas; cuántas veces se anunció una fecha final; en cuántas ocasiones  se ha acudido al rescate de bancos.

CRISIS ECONOMICA

Las dimensiones infinitas, AG Porta, p. 47-48
Ahora, cuando hasta los barrenderos de la calle lo sabían de sobra, el ministro de Economía reconocía que aquélla era la mayor crisis que se había desatado desde que tenía uso de razón. Seguramente un ministro no puede decir lo que piensa, ni puede salir en televisión cuando los ciudadanos todavía duermen el sueño de los justos para explicarles que la fiesta ha terminado y que va a ser mejor que ahorren para los tiempos que se avecinan, porque entonces todo el mundo, incluyéndome a mí, se le echaría encima. Pero yo, un  rookie de nada, ya sabía hacía tiempo que esto terminaría así......-es decir, mal-y me reventaba que el ministro y el presidente de gobierno hubiesen estado haciéndose el tonto de aquella manera. En la página contigua, otro presidente, el de la patronal de las pequeñas y medianas empresas, escribía que sus asociados se ahogaban por falta de crédito. Pensé que sería bueno que les arreglaran los problemas porque en el fondo, aunque yo no entendiera de macroeconomía, sí tenía claro que de otro modo pronto no tendría de qué comer. En mi cartera no había más que un par de grandes empresas, las demás eran medianas. Es lo que tiene ser el último de la fila de la delegación española de una multinacional con sede en Fráncfort. Pasé las páginas y me fui a ver qué ocurría en Estados Unidos. Allí los congresistas ponían condiciones para prestar dinero a los bancos, exigiendo cosas tales como que se limitaran las indemnizaciones de sus ejecutivos. De todos modos, en todas partes cuecen habas y a una corresponsal en Nueva York recuerdo haberle leido algo así como que la Reserva Federal había rescatado Bear Stearns por treinta mil millones de dólares y lo había regalado a JPM Chase; que Lehman Brothers se había declarado en bancarrota y que Goldman Sachs y Margan Stanley cambiaban de categoría para convertirse en bancos de barrio. Eso sí, recibiendo todos los beneficios de los capitales de emergencia, es decir, el dinero de los contribuyentes. 

TERCERA EDAD

Francamente, Frank, Richard Ford, p. 134-135
Ann, sin embargo, está empleando bien su dinero, y anda por aquí tan contenta como un pez de colores. Carnage Hill anuncia todo menos la disuasión. En el vestíbulo se exhibe su “Certificado Platinum” de la Federación de la Sociedad de la Tercera Edad Bien Vivida, con sede en DalLas: el centro nacional de investigación sobre el significado de la muerte. El objetivo de Carnage Hill es poner al envejecimiento una nueva etiqueta, la de fenómeno que debe esperarse con impaciencia. Por tanto, nadie que tRabaje dentro lleva uniforme. Land's End suministra una ropa informal elegante, de colores serios y suave al cacto. A nadie se le llama “empleado” ni se le trata como a tal. En cambio, da la impresión de que hay unos amables “desconocidos”, atentos a todo, bien vestidos, bien arreglados, que se toman interés y ofrecen ayuda a quienquiera que la necesite. La mitad de los cuidadores son asiáticos, más eficientes en este tipo de cosas que los anglosajones, los negros y los habituales italianos de Jersey. Todo en el interior es sostenible, solar, verde, gestionado por sensores, sin papel y sin intervención manual, y es caro más allá de lo imaginable. Hay Prius de cortesía en un garaje subterráneo con climatización geotérmica. A través de dispositivos inalámbricos se informa a los residentes de cuándo deben tomarse la medicación. En las televisiones, juegos de ordenador registran el nivel basal cognitivo de los residentes (si es que recuerdan cómo se juega). Hay incluso cementerios virtuales que los invitan a grabar vídeos de sí mismos de modo que sus seres queridos puedan ver a la da Ola cuando aún tenía cerebro. “Envejecer es una experiencia multidisciplinar”, informa el folleto corporativo, Muses, a los solicitantes. Carnage Hill, siguiendo esa idea, es, pues, un “laboratorio viviente para norteamericanos canosos”.

DE LA MUJER -GRIEGA-

De Pan, educación, libertad de Petros Márkaris, p. 31
 -Mamá, (hablas en serio? (Montarás un comedor social aquí cada noche?
-(Acaso te molesta? Al mediodía, Fanis come en el hospital Tu padre pica cualquier cosa en comisaría. Tú pasas con un bocadillo, y yo, con pan con queso y un té. Por las noches  cenaremos juntos mientras dura este castigo divino.
-Tu madre tiene razón -dice Fanis a Katerina-. Yo estoy de acuerdo, pero con una condición .
-¿Qué condición? -quiero saber.
-Que compartamos los gastos -contesta Fanis-. Una semana pagáis vosotros y la siguiente pagamos nosotros.
-Durante un tiempo, no hará falta que pague nadie –anuncia Adrianí-. Después ya veremos.
-¿Te has liado con el encargado del súper y te da la comidagratis? -bromeo.
-No. Tengo unos doscientos euros apartados.
-(De dónde los has sacado? -pregunto sorprendido.
-De ningún sitio. Los he ahorrado. Hace meses que pienso que en cualquier momento dejarán de pagarte. Así que, cada vez que iba a la compra, apartaba algunas monedas. Tres euros unas veces, otras, cinco. Poco a poco he conseguido ahorrar unos doscientos.
-¿Cómo se te ocurren estas ideas? -me admiro-. Yo también me temía una suspensión de pagos, pero nunca pensé en ahorrar.
-Así es la mente femenina: pare ideas. -Adrianí ya ha soltado su máxima-. Por lo demás, volveremos a los pueblos donde nacimos. Comeremos carne de uvas a peras y sobreviviremos con verduras y legumbres. Hace años que los expertos aconsejan alimentarse de manera sana. Mira por dónde, ahora lo haremos por obligación. En cuanto al ahorro, mi madre, que en paz descanse, me decía: «Gota a gota se llena la bota». Y cada noche cenaréis hasta relameros.

Pienso que Adrianí acaba de ponerse aJ mando de las dos familias. Durante los últimos cuatro años han mandado la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Mejor que se haga cargo Adrianí.

WIKIPEDIA

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