Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
Mostrando entradas con la etiqueta Vida. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vida. Mostrar todas las entradas

CINE MOLECULAR


Vida, la gran historia, Arsuaga, p. 114
Dice Richard Dawkins que Francis Crick y James Watson (los descubridores, en 1953, de la estructura de la molécula de la herencia biológica) deberían ser venerados como Aristóteles y Platón porque gracias a ellos sabemos que los genes son largas cadenas de información digital y nada más. Le propinaron así el golpe letal definitivo al vitalismo, que es la creencia de que hay una diferencia fundamental entre la materia inanimada y la viviente.
Efectivamente, el código genético es digital, con cuatro letras (las bases del ADN). Y lo es de tal manera que se ha podido hacer lo siguiente: se partió de una corta película histórica de un minuto de duración, que había sido digitalizada. A continuación se pasó del código digital binario (ceros y unos) al código genético de las cuatro bases (GACT). La información de la película, ahora escrita en lenguaje genético, fue enviada en un archivo de texto desde la universidad de Columbia en Nueva York a una compañía de San Francisco, que sintetizó la información en forma de molécula de ADN, que fue despachada de vuelta a Nueva York en un frasco. En la Universidad de Columbia se efectuó la lectura en sentido contrario, pasando del código genético al código binario, y de la molécula de ADN se llegó a la película digital sin ningún error.
Se dijo entonces, a la vista del éxito, que la cadena de ADN se podría insertar en el genoma de un organismo, que podría vivir con ella sin problemas y hasta multiplicarse, produciéndose así una población entera con la película (o un libro o cualquier otra información digital) en su genoma. Y efectivamente, eso fue lo que se hizo poco después (las dos noticias se han  producido en el año 2017): insertar una secuencia de imágenes de un caballo galopando' en una bacteria (Escherichia col!) por medio de la técnica CRISPR de edición genómica (un corta y pega genético). La bacteria con la inserción se multiplicó, y muchas más bacterias llevaron la película del caballo al galope con asombrosa fidelidad.
Incluso se especula con que el ADN será el soporte de la información en el futuro, porque es una molécula estable que dura mucho tiempo y permite almacenar grandes cantidades de datos.
No hay, pues, nada mágico, sino digital, en lo más íntimo de la materia viva, el soporte de la información, pero eso no la hace menos maravillosa.

LA VIE EN ROSE

La vida negociable, Luis Landero, p. 358
Cuando salimos de la residencia, yo estaba confuso como nunca hasta entonces. No entendía que la vida pudiese ser tan irrisoria, tan fea, tan trivial, y a la vez tan dramática, tan misteriosa y llena de belleza ... Un breve río hacia la mar, es cierto, pero un río tan ancho y caudaloso que sus orillas no se ven ni se logra hacer fondo. Todo tan evidente y tan sencillo y todo a la vez tan extraño, tan inexplorado. Todo tan a la vista y todo tan ignoto. Y tan superficial como profundo. Y todo esto, este extraño negocio de vivir, con su mágico laberinto, con sus grandes palabras y sus grandes promesas de futuro, con su incansable afán de plenitud, y todo más soñado siempre que vivido, todo esto, ¿qué sentido tiene?, ¿en qué proporción se mezclan lo ridículo y lo sublime, lo trascendente y lo banal, la comedia y el drama, la épica y el folletín ... ? Era domingo, y yo caminaba con mi moneda nueva bien guardada en el puño. Y así iba, intentando sacar una moraleja para mi historia, cuando cerré los ojos, súbitamente deslumbrado por el sol, y me llené por dentro de chiribitas y explosiones de luz.
Tengo hambre, ¿tú no?, dijo Leo.

Y allá que nos fuimos también nosotros a comer. Y en eso, ioh mundo prodigioso!, quedó todo el prodigio.

¡VIVE¡

De Hoy he conocido a alguien de Milena Busquets, p. 118
La señora Verdi se levantó de golpe.
-Discúlpame un instante. Voy a buscar la grapa. El té ya no es lo adecuado.
Ginebra temió que quizá no volviera, que le pareciera indigno andar con un hombre casado, que mandara a Joaquín para que la despidiera y le indicara que no debía volver a poner los pies en aquella casa.
La señora Verdi regresó a los pocos minutos con la botella y dos diminutas copas talladas. Bebieron en silencio. Ginebra ya se había arrepentido de haber re velado su secreto. Pero se sentía a la vez feliz y desgraciada, desorientada y sola.
Ofelia apuró su copa, y la miró, seria.

-Ginebra -le dijo-, la vida pasa muy deprisa. Es un tópico y es cierto, aunque, por otra parte, suele dar tiempo para todo. Pero bueno, la verdad es que pasa deprisa. El único consejo que te puedo dar es que disfrutes, que lo pases bien. Te gusta y le gustas, sois dos personas fabulosas, lo pasáis juntos de maravilla, y os queréis. No pienses más allá, vive este momento. No le pidas a Norman lo que no te puede dar, y disfrutad de lo que sí os podéis y os queréis dar. Es genial, vívelo. Uno se arrepiente a menudo más tarde de las cosas que dejó pasar, que decidió no vivir. A menudo lo que uno no vivió es lo que luego nunca olvida. ¿Lo entiendes, pequeña?

SEMINAL

De La invención de la soledad de Paul Auster
La chica se aproximaba cada vez más y comenzó a describirle todas las cosas lascivas que podría hacerle en «la habitación del fondo» si estaba dispuesto a pagar. Sus proposiciones eran tan directas y en cierto modo graciosas que él acabó aceptando. Por fin decidieron que le chuparía el pene, pues afirmaba tener un talento extraordinarío para aquella actividad, y en efecto se dedicó a la tarea con un entusiasmo sorprendente. Unos minutos más tarde, en el preciso instante en que se corría dentro de su boca con un largo y palpitante chorro de semen, A. tuvo una visión que lo ha acompañado desde entonces: cada eyaculación contiene miles de millones de espermatozoides -o más o menos la cantidad equivalente al número de habitantes del planeta- y eso significa que cada hombre guarda en sí mismo el potencial de un mundo entero. Y en lo que ocurriría, si esto pudiera ocurrir, se encuentra toda la gama de posibilidades: las semillas de idiotas y genios, de bellos y deformados, de santos, catatónicos, ladrones, corredores de bolsa y equilibristas. Cada hombre, por lo tanto, es un mundo entero y alberga en sus propios genes un decálogo de toda la humanidad. O, como dice Leibniz: «cada sustancia viva es un perpetuo espejo viviente del universo». Pues el hecho es que estamos formados por la misma materia que surgió de la primera explosión, de la primera chispa en el vacío infinito de espacio. O al menos eso se dijo a sí mismo, en aquel momento mientras su pene estallaba en la boca de la mujer desnuda cuyo nombre ha olvidado. Pensó: la irreductible mónada. Y luego como si por fin lograra asimilarlo, pensó en la célula microscópica y furtiva que se había abierto camino en el cuerpo de su mujer, unos tres años antes, para convertirse en su hijo.

Por otra parte, nada. Languidecía, sudaba en el calor del verano. Como un Oblomov contemporáneo acurrucado en su sofá no se movía a no ser que fuera imprescindible.

LA VIDA

De Viaje a la India, de EM Foster, p. 167
La vida, en su mayor parte, es tan insípida que no hay nada que decir acerca de ella, y los libros y las conversaciones que quieran describirla como interesante se ven obligados a exagerar, con la esperanza de justificar su propia existencia. Dentro de su envoltura de trabajo u obligaciones sociales, el espíritu humano se dedica sobre todo a dormitar, advirtiendo la diferencia entre placer y dolor, pero mucho menos vigilante de lo que quisiéramos creer. Hasta en el día más emocionante hay períodos durante los que no sucede nada, y aunque seguimos exclamando “Cómo me divierto” o “estoy horrorizado” no somos sinceros. “En la medida en que siento algo, eso que siento es placer, horror ...” En realidad no se trata más que de eso, y un  organismo perfectamente equilibrado guardaría silencio.

"Live all you can ... Live, live!

De La parte inventada de Rodrigo Fresán, p. 76-77
* «¿Momento más escalofriante y emocionante de mi vida como lector? Muchos. Pero tal vez el que mejor recuerdo es el de alcanzar las últimas páginas del último volumen de En busca del tiempo perdido y, luego de una inesperada, infrecuente separación de párrafos, leer que el narrador/autor Marcel nos confiesa, casi incómodo pero orgulloso:"Lo que yo quería escribir era otra cosa, otra cosa más larga y para más de una persona. Más larga de escribir". Y, claro, Proust se refiere alli exactamente a eso que estamos leyendo donde nos dice que aspiraba a otra cosa. Toda la historia -no de la literatura pero sí de los escritores- en una línea, en una línea breve.
* Más: «0 aquel otro momento, en The Ambassadors de Henry James. Ese "Live all you can ... Live, live!" con el que, en Francia, el viajero y enviado en una supuesta misión de rescate, el maduro pero no muy experimentado Lambert Strether, de pronto siente que lo comprende todo. Y que ya nunca podrá volver a ser quien fue, aunque ya no le quede mucho de vida para intentar ser otro. Como consejo, convengámoslo, no es mucho más profundo o sabio de lo que solemos encontrarnos en las tripas de una galleta de la fortuna. Pero en el centro de una novela de James, una de sus últimas novelas, esa orden y pedido casi desesperado, adquiere otro peso y resonancia. Para decirlo de otro modo: uno de esos instantes en que la literatura, desde el acto mismo de hacer literatura, se da cuenta  de cosas que la vida no alcanza ni jamás alcanzará a comprender por sí sola. De ahí la importancia y la existencia de la literatura. La buena ficción -si sabemos aprovecharla- es un manual de instrucciones para nuestra no-ficción 

LA VIDA COTIDIANA EN LA GUERRA

De El balcón en invierno de Luis Landero p.129-130
Siempre me ha intrigado, como un rasgo significativo y misterioso de la psicología humana, que la vida de diario encuentre un cauce para seguir fluyendo como si tal cosa durante las guerras, que los niños sigan jugando, los músicos haciendo música, los bailarines danzando, los escritores (que acaso ni siquiera hacen mención en sus libros al momento histórico que viven) escribiendo, las muchachas poniéndose guapas, los novios bailando incansablemente a media luz ... Es inquietante, y reveladora de los fondos turbios de nuestra alma, la facilidad que a veces tenemos para convivir con el horror y para reajustar o acomodar a las circunstancias, de un día para otro, nuestra tabla usual de valores.
En estos casos, siempre me acuerdo de la siguiente historia. Dos jóvenes filósofos alemanes se encuentran un día de finales de julio de 1914. ¿Te has enterado ya de lo sucedido?, pregunta Falkenfeld, trémulo de ansiedad. Sí, claro, Sarajevo, dice Herbert Marcuse, que es quien cuenta el suceso. No, no, dice Falkenfeld, escandalizado, que mañana se suspende el seminario de Rickert. ¿Qué pasa, que está enfermo? No, es por la  amenaza de la guerra. Y precisamente mañana me tocaba a mí exponer el trabajo sobre Kant. Falkenfeld fue llamado a filas. Me va bien, como siempre, le escribe a Marcuse desde las trincheras, solo que el ruido de los cañones me ha dejado casi sordo. Más abajo dice: Sigo opinando que la tercera antinomia de Kant es más importante que toda esta guerra mundial. Más abajo especula sobre la posibilidad de que una granada francesa hiera su cuerpo empírico, y acaba diciendo: iViva la filosofía  trascendental! A Falkenfeld lo mataron en  el frente poco tiempo después.

Cuando conocí esta historia, pensé de inmediato en mi padre, que regresó de la guerra derrotado no por la armas sino por las letras, por la visión alucinada de una realidad desconocida y ni siquiera imaginada o soñada hasta entonces por él. Descubrió el ancho mundo, y con él el progreso, los prodigios de la modernidad, las complejidades y el brillo de la vida urbana, la invitación a la aventura de los barcos que zarpan hacia los confines oceánicos, y la ilustración y el saber, claro está: el hombre que sabía hablar en francés o en inglés, el que sabía tocar el acordeón o la guitarra, el que sabía hacer versos, el que sabía expresarse con una elocuencia que te embelesaba y persuadía ya de antemano, el que sabía escribir a máquina con todos los dedos a la velocidad del rayo, el que sabía ser ingenioso, el que sabía pintar, el que sabía juegos de manos, el que sabía de mecánica, de medicina, de leyes, de política ... 

POR FIN ME SUCEDIO ALGO

De Respiración artifical de Ricardo Piglia, p.26
Era siempre elusivo y si hubiera que buscar un lugar donde pueda decirse que quiso anticipar lo que pasó, sólo podría encontrar esta especie de frágil estampa. Estoy convencido de que nunca nos sucede nada que no hayamos previsto, nada pata lo que no estemos preparados.   Nos han tocado malos tiempos, como a todos los hombres, y hay que aprender a vivir sin ilusiones. El amigo de un amigo tuvo una vez un accidente: un tipo medio loco lo atacó con una navaja y lo tuvo secuestrado en el baño de un bar casi tres horas. Quería que le dieran un auto y pasaporte y que lo dejaran cruzar al Brasil, de lo contrario iba a tener que matarlo (al amigo de mi amigo). El loco temblaba como un endemoniado y le puso la navaja en la garganta y en un momento dado lo obligó a arrodillarse y a rezar el padrenuestro. La cosa se iba poniendo cada vez peor, cuando de golpe al loco se le pasó el revire y soltó el arma y empezó a pedirle disculpas a codo el mundo. Un momento de nervios lo tiene cualquiera, decía. El amigo de mi amigo salió del baño caminando como dormido y se apoyó en una pared y dijo: Por fin me ha sucedido algo. Por fin me ha sucedido algo, ¿no es sensacional?, me escribía Maggi.

LA VIDA ES UN PROCESO DE DEMOLICION

De Chet Baker piensa en su arte de Vila-Matas, p. 208


A pie de foto, Sophie había escrito: «Y yo, por mi parte, te envío un retrato de mi madre. Es el que ha elegido para que figure en su tumba y que irá acompañado de este epitafio: Ya empezaba a aburrirme. Te envío su foto porque de alguna forma ella se interpone entre la isla de Pico y yo. Me han dicho que estarás el 16 de marzo en París. Tal vez entonces podamos vernos».
Tenía que ir, en efecto, el16 de marzo al Salón del Libro de París. Pero ese día aún quedaba lejos. Me pareció que debía esperar demasiado para ese reencuentro. Era -pensé- como si estuviéramos destinados ella y yo a comunicamos con cuentagotas. Pero ¿ qué otra cosa podía hacer? Aunque estar inactivo me ponía nervioso, no podía matar a su madre para que Sophie comenzara a pasar a la acción y llevara a cabo su viaje.
Escribí en mi cuaderno rojo: Hay alguien en París que quiere que descubra que ya no quiero escribir. Y lo intenta, además, con una perversidad desaforada. Tendré que escribir sobre eso para poder seguir escribiendo.
Unos días después, decidí atreverme a enviarle a Sophie un nuevo e-mail que tal vez pudiera desbloquear algo –no me hice demasiadas ilusiones al respecto- la situación en la que me encontraba. Y escribí: La vida es un proceso de demolición (Francis Scott Fitzgerald).

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia