Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
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SAUL BELLOW


Impón tu suerte, Vila-Matas, p. 246
Ayer, por cierto, releí la odisea tan singular que narra Bellow en “Algo por lo que recordarme”, relato perfecto, incluido en la gran antología de sus cuentos. El argumento es algo complejo pero, a grandes rasgos, trata de un narrador, ya viejo, que recuerda un solo día de su adolescencia, en el Chicago de la Depresión. En el día que recuerda y que sabe que no olvidará nunca, una mujer le atrajo hasta su dormitorio, y una vez allí huyó dejándole desnudo, pues para robarle tiró toda su ropa (incluso el libro religioso que él estaba leyendo tan religiosamente) por la ventana. Le tocó entonces volver a su casa, a una hora de distancia, atravesando el helado Chicago. Su odisea, cuando hubo conseguido que le prestaran unos harapos para el regreso, incluyó la idea de volver a comprar el libro -sagrado para él- que le habían robado. Pero, eso sí, para volver a comprarlo tenía que robar a su madre, que escondía su dinero en otro libro sagrado. Según el crítico Robín Seymour, esta historia que no pierde de vista el carácter sagrado de las escrituras que meditan sobre el mundo sitúa en primer plano preguntas que deberíamos hacernos más a menudo; preguntas tan profanas como religiosas, preguntas a nuestra conciencia. ¿Cuáles son los días de nuestra vida que no olvidamos y por qué los recordamos siempre? ¿Cuáles fueron nuestros días de conmoción y reflexión? ¿Cuántas veces recordamos que la actividad de la lectura puede tener un carácter profano o religioso, pero en cualquier caso sagrado?

SER JUDIO

Ravelstein, Saul Bellow, p. 254-255
Me di cuenta de que seguía un rastro de ideas o de esencias judaicas. Era raro ahora que, en una conversación, saliera a relucir Platón o Tucídides. Ahora las Sagradas Escrituras lo desbordaban. Hablaba de religión y del difícil proyecto de ser hombre en el sentido pleno, ser hombre y nada más que hombre. A veces era coherente. Las más de las veces me desorientaba.
Cuando se lo comenté a Morris Herbst, éste dijo:
-Por supuesto que seguirá hablando sin tapujos mientras le quede un soplo de aire en el cuerpo. Para él esto es prioritario porque está conectado con el gran mal.

Entendí muy bien a qué se refería. La guerra había dejado claro que prácticamente todo el mundo estaba de acuerdo en que los judíos no tenían derecho a la vida. Son cosas que te penetran hasta los huesos. Hay algunos que pueden optar, su atención se ve solicitada por ésta u otra cuestión y, acosados por diferentes cuestiones, optan por la que más se acomoda a sus inclinaciones. Pero en el caso de “los elegidos” no hay opción. Nunca se había oído hablar de un odio de tales proporciones, nunca se había sentido, nunca se había negado de tal forma el derecho a la vida, y la voluntad que reclamaba muerte se había visto confirmada y justificada por el inmenso acuerdo colectivo de que el mundo mejorada con la desaparición y extinción de    aquellos seres. Rismus: ésa era la palabra que empleaba el profesor Davarr para designar la agresión, el odio, la determinación de desembarazarse de la población intrusa despachándola en hornos crematorios o en fosas comunes. No es preciso profundizar más en la cuestión. Pero la conclusión a la que personas como Herbst y Ravelsrein habían llegado era que es imposible librarse de los propios orígenes, es imposible no ser judío. Los judíos, según Ravclsrein y  erbst, de acuerdo con la línea trazada por su maestro Davarr, eran, desde el punto de vista histórico, testigos de la ausencia de redención.

EL TIEMPO Y EL ARTE

Ravelstein, Saul Bellow, p. 273-274
Yo no sabía lo enfermo que estaba. Lo único que sabía es que me sentía terriblemente irritable, me había salido de los raíles, estaba un poco trastornado. Me daba cuenta de que no hacía más que repetir las mismas cosas y de que Rosamund estaba angustiada. Rosamund no sabía qué hacer. Probablemente se sentía culpable de haberme traido a aquel lugar. Vale la pena que describa una de mis obsesiones. Muchas veces había dicho a Rosamund que uno de los problemas que comporta la vejez es la rapidez con la que transcurre el tiempo . En varias ocasiones le había comentado que los días pasaban raudos “como las estaciones subterráneas vistas desde un tren expreso”. Para ilustrárselo le había citado La muerte de Ivan Illych. En la infancia los días son muy largos pero en la vejez pasan en un vuelo, “más veloces que la  lanzadera”, dice Job. Ivan Illych también habla de la lenta ascensión de una piedra lanzada al aire. “Cuando vuelve a la tierra, se acelera a razón de nueve metros setenta y cinco centímetros por segundo.” Estamos bajo el influjo del magnetismo gravitacional y todo el universo participa en esa aceleración del final de cada uno. Si pudiéramos recuperar la plenitud de los días que vivimos en nuestra infancia ... Pero a mí me parece que nos familiarizamos demasiado con los datos de la experiencia. Nuestra forma de organizar los datos que se precipitan al estilo gestalt --es decir, en formas progresivamente más abstractas-acelera las experiencias convirtiéndolas en una comedia que es un peligroso desbarajuste proyectado hacia adelante. Nuestra necesidad de eliminación rápida suprime los detalles que seducen, atraen o entretienen a los niños. El arte es lo único que se salva de esta aceleración caótica. La métrica en la poesía, el compás en la música, la forma y el color en la pintura. Tenemos la sensación de que aceleramos la velocidad con la que corremos hacia la tierra y que acabaremos estrellándonos en la tumba.

RAVELSTEIN

Ravelstein, Saul Bellow, p. 200
-0 sea que van a ver a un hombre que preferiría no morir y le exponen su plan de suicidio.
-Hace varias semanas que Battle me lo insinuó. Es un hombre muy inteligente, pero tiene un carácter muy fuerte. Y esto le impide expresarse. La sensata es ella, ha venido con un vestido azul lleno de botones, dos hileras de botones en la parte delantera. Es una mujer menuda. ¿O será que su voluminoso marido la empequeñece? En fin, tiene una carita británica muy graciosa, una cara que te mira desde abajo. Estoy seguro de que los niños, cuando la ven, deben de encontrarla encantadora, simpática ...
-¿De qué se quejan, pues?
-Se quejan de que se hacen viejos. Todas las personas cultas cometen el mismo error, creen que la naturaleza y la soledad van a sentarles bien. La naturaleza y la soledad son veneno --dijo Ravelstein-. Al pobre Battle y a su mujer les deprimen los bosques. Eso es lo primero que hay que tener en cuenta.
-¿Y tú qué les has dicho?
-Les he dicho que han hecho bien contándomelo. Ojalá que la gente, cuando tiene ideas suicidas, pidiera consejo. Si se sienten de esa manera es porque les falta una comunidad, gente con quien hablar.
-Quizá sea la idea que se hacen de pagar un tributo. Tal vez ésa sea su manera de decir que la vida, sin su amigo Ravelstein, no tiene ningún valor-dije.
-Bien, yo los quiero mucho -dijo Ravelstein-.Se han inventado esa manera solapada de hacerme saber que no me iría solo.
-Es evidente que hablan de ti todo el tiempo y que han pensado que tal vez te convertirías en un referente ausente.

-0 sea que, si yo muero, también ellos pueden morir -dijo Ravelstein con esa manera suya de explicar las cosas.

LA CONDENA

Ravelestein, Saul Bellow, p. 241-242
No tienes más que pensar en los centenares de miles de millones de personas aniquiladas por razones ideológicas ... , es decir, ejecutadas con un pretexto de racionalidad. Había que contar con una normativa, era de considerable valor como manifestación de orden o de firmeza en los propósitos. Pero las formas más desatinadas de nihilismo son las del militarismo alemán estricto. Según Davarr, un gran analista, el militarismo alemán generó el nihilismo más extremo y desolador. Para la masa de los soldados rasos esto condujo al celo revanchista y asesino más sangriento y desatinado. En él estaba implícito, al ejecutar las órdenes, que toda la responsabilidad correspondía al nivel superior, fuente de la que manaban las órdenes. De ese modo, todos quedaban absueltos. Estaban locos de atar. Así era cómo la Wehrmacht eludía la responsabilidad por sus crímenes. Ravelstein me dijo que se suponía que eran métodos civilizados utilizados para atenuar una conducta culpable. Y añadió: “Pero en esto hablo por hablar”, Él tenía opiniones muy definidas sobre todas las cuestiones, pero hacia el final de su vida, cuando hacía referencia de una manera oblicua a su situación, acostumbraba a expresarse con más tristeza que ironía, ¿no crees, Rosie?
-De todos modos, la tristeza no lo tendría hundido mucho tiempo.

-Existía una voluntad general de vivir con la destrucción de millones de seres humanos. El talante del siglo era aceptar aquella circunstancia. En el campo de batalla, el ser humano queda cubierto por las concesiones especiales que amparan a los soldados. Pero a lo que me estoy refiriendo es a las cuantiosísimas muertes ocurridas en los gulags y en los campos de concentración alemanes. ¿Por qué ese siglo -no veo otra manera de formular la pregunta- ha suscrito tanta destrucción? Cuando analizamos estos hechos vemos en ellos una condena que cae sobre todos nosotros.

INCIPIT 799. RAVELSTEIN / SAUL BELLOW

Raro es que los benefactores de la humanidad sean personajes divertidos. Ése, por lo menos, es el caso de América. Si alguien quiere gobernar el país tiene que entretenerlo. En tiempos de la Guerra Civil la gente se lamentaba de los chistes de Lincoln. Quizá él considerase que la seriedad estricta era mucho más peligrosa que cualquier cuchufleta. Los críticos, con todo, decían de él que era frívolo y hasta su mismo ministro de Defensa lo calificó de simio.

Entre los papanatas e impostores que formaron los gustos y mentalidades de mi generación, H. L. Mencken se llevó la palma. Mis compañeros de enseñanza secundaria, lectores del   American Mercury, estaban al corriente del juicio de Scopes cuando Mencken informó acerca del mismo. Mencken estuvo muy duro con William Jennings Bryan y también con el Bible Belt y el Boobus Americanus. Clarence Darrow, que defendía a Scopes, representaba la ciencia, la modernidad y el progreso. Tanto para Darrow como para Mencken, Bryan, el Creacionista Especial era un redomado abscurdo del Cinturón Agrícola.

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