Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
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CHEJOV


Calendario sin fechas, Josep Pla, p. 248

Lo que primero me impresionó fue la simplicidad de la escritura, el cuidado exacto de los detalles, el interés fabuloso por la habitualidad de la gente -exactamente de la gente modesta, pequeña, gris, misteriosa (sin misterio apreciable), aduladora, envidiosa, que nace, vive y muere-. La escritura es tan normal, tan acercada a la pequeñez de las cosas de la vida que a mí me parece que el escritor ruso ha contribuido como nadie a la destrucción del barroquismo literario y que esto lo ha hecho de una manera casi inconsciente y por razones de honorabilidad personal, es decir, por un anhelo de autenticidad y de verdad que se le han personalmente impuesto. La dirección de la literatura no es más, en todos los países, que esta. Chéjov adoró la literatura del conde Tolstói, como es perfectamente natural. Consideró a Dostoievski como un autor pretencioso, escasamente objetivo y de humanidad relativa. La descripción que hace de los rusos y de la Rusia de su tiempo no se puede comparar con nada de lo que se escribió en los diferentes países de Europa de su tiempo. No creo que haya, en este aspecto, precedentes: el alcoholismo, la superstición, el convencionalismo, la ignorancia, la sensualidad, el aburrimiento, el tedio, la manía de hablar, de filosofar, la pasión de la verborrea inseparablemente unida a la incapacidad para la acción, a la gandulería, a la inanidad de la cultura, al patriotismo ficticio, a la ineluctabilidad del clima, al criticismo pueblerino, a la inanidad de los éxitos y de los fracasos. A la nada absoluta y total. Chéjov es el notario vastísimo de la Rusia de su tiempo. Fabuloso escritor, de un gusto exquisito, de una expresividad eficaz, cultivadísimo, sencillo, simple, real, que es lo más difícil.


INCIPIT 137. EL PABELLON Nº6 / ANTON CHEJOV

En el patio del hospital se encuentra un pequeño edificio rodeado por todo un bosque de malezas, ortigas y cañas. Su techo está herrumbroso, la chimenea medio derruida, los escalones de la entrada podridos y cubiertos de hierbas; y del estuco sólo queda un rastro. La fachada delantera mira hacia el hospital y la de atrás al campo, del que la separa una tapia gris con clavos. Los clavos, con sus puntas hacia arriba, y la tapia, y el propio caserón tienen ese aspecto abatido y maldito que en nuestra tierra vemos sólo en los edificios de los hospitales y en las prisiones.
Si no teneis miedo a lastimaros con las ortigas, podemos ir por el sendero estrecho que nos lleva al caserón y veremos lo que pasa ahí dentro. Al abrir la primera puerta, entramos en el zaguán. Aquí, junto a las paredes y la estufa, se amontonan montañas enteras de desperdicios viejos del hospital. Colchones, batas viejas y rotas, pantalo-

INCIPIT 71. EL DUELO / ANTON P. CHEJOV

CAPITULO I
Eran las ocho de la mañana. Los oficiales, los funcionarios y los forasteros solían bañarse a esa hora en el mar, después de una noche de calor y bochorno, encamin´nadose luego a la cantina para tomarse una taza de café o de té. Ivan Andreich Layeski, joven de unos 28 años, rubio, enjuto, en pantuflas y con gorra del uniforme del Ministerio de Finanzas, encontró en la playa a nuemrosos conocidos, entre los que se halaba su amigo, el médico militar Samoilenko.
Con su gran cabeza rapada, sin cuello, colorado, narigudo, hirsutas las negras cejas y las grise patillas, gordo, panzó, y por añadidura, con un bronco vozarrón de sargemto, Samoilenko producía una primera impresión desagradable, de déspota y cascarrabias; pero a los tres días de conocerle, su rostro comenzaba a parecer bondadoso, simpático y hasta bello. Pese a la bastedad de su figura y a la rudeza de su tono, era persona delicada, infinitamente buena, afable y servicial. Se tuteaba con toda la ciudad, prestaba dinero, curaba, casaba, reconcialiaba a las enemistades y organizaba excursiones durante las cuales asaba deliciosos espetones de cordero al estilo caucasiano y hacía una sabrosísima sopa de pescado. Siempre estaba gestionando algo a favor de alguien, y nunca se le veía triste. La opinión general le tenía por hombre intachable, y sólo se le conocián dos debilidades: la primera, que se avergonzaba de su bondad

2 RUSOS: NABOKOV Y CHEJOV

NABOKOVIANA
Me gustaría citar un resumen de la lectura que hizo Vladimir Navokov del relato “La dama del perrito”:

Todas las reglas de la narrativa han sido quebrantadas en esta maravillosa historia de veintitantas páginas. No hay un problema, no hay un verdadero clímax, no hay un punto final. Es una de las más grandes historias que se han escrito jamás.
Vamos a repetir los distintos elementos que son típicos de éste y otros cuentos de Chejov.
Primero: La historia está contada con la mayor naturalidad, no de sobremesa y junto a la chimenea como en el caso de Turgenev o de Maupassant, sino como cuando una persona le va contando a otra las cosas más importantes de su vida, despacio pero sin interrupción, en voz más bien baja.
Segundo: La caracterización, exacta y rica, está lograda mediante la selección cuidados y la distribución atenta de algunos rasgos mínimos pero sorprendentes con un absoluto desdén de la descripción sostenida, la repetición y el marcado énfasis de los asuntos corrientes…
Tercero: No hay moraleja ni un mensaje particulares
Cuarto: la historia está basada en un sistema de olas, en las tonalidades de tal o cual estado de ánimo… En Chejov lo que tenemos es un mundo de ondas en vez de partículas de materia…



Sexto: En realidad la historia no termina, porque mientras las personas sigan vivas no hay conclusión posible y definida de sus conflictos, sus esperanzas o sus sueños.
Séptimo: El narrador parece poner mucho empeño en aludir a minucias, que en otro tipo de relatos funcionarían como postes indicadores que denotasen giros de la acción… Pero precisamente porque estas minucias carecen de contenido, son importantísimas para reflejar el ambiente real de la historia.


Permítaseme que añada aquí una frase que me parece particularmente significativa (y que Nabokov incluye en su punto quinto): “En realidad sentimos…. Que, para Chejov, lo elevado y lo bajo no son distintos, que la tajada de sandía, el mar color lila y las manos del gobernador son puntos esenciales de ‘la belleza más compasión’ del mundo”

Cómo lee un buen escritor, de Francine Prose, p. 267

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