Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel
Mostrando entradas con la etiqueta Wolfe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Wolfe. Mostrar todas las entradas

INCIPIT 907. EL PERIODISMO CANALLA / TOM WOLFE

Enrollados. Formas de vida y temores ante el cambio de milenio: un mundo americano
En los Estados Unidos del2000, la expresión “clase trabajadora” había caído en desuso y el término “proletariado” resultaba tan obsoleto que sólo unos pocos y viejos académicos marxistas con pelos asomando por las orejas lo conocían. El típico electricista, técnico en aparatos de aire acondicionado o reparador de alarmas antirrobo llevaba una vida tal que habría asombrado al propio Rey Sol. Pasaba las vacaciones en Puerto Vallarta, Barbados o Saint Kitts-Nevis. Antes de la cena, salía a la terraza de un hotel de lujo con su tercera esposa, ataviado con una camisa hawaiana abierta hasta el ombligo para permitir que sus cadenas de oro tintinearan sobre el velludo pecho. Los dos pedían agua con gas Quible, procedente del estado de West Virginia, puesto que las marcas Perrier o San Pellegrino les parecían demasiado vulgares.

Con mis respetos a Robert Lacey y Danny Danziger, por su encantador libro El año 1000. Formas de vida y temores ante el cambio de milenio. Ediciones B, Barcelona, 1999.

INCIPIT 823. TENGO ALGO QUE DECIROS / THOMAS WOLFE

A las siete sonó en tono bajo el teléfono de al lado de mi cama. Me di la vuelta y luego me desperté de pronto de uno de esos sueños intranquilos y poco profundos que experimenta uno cuando se ha acostado tarde sabiendo que tiene que levantarse temprano. Era el portero.
-Son las siete - dijo.
Respondí:
-Muy bien. Gracias. Ya estoy despierto.
Luego me levanté, luchando aún sin ganas contra una fatiga acorchada que seguía pidiendo más sueño y con una tensión de ansiedad que me roía y me exigía acción. Al mirar a la habitación, me aseguré. En el departamento del equipaje estaba mi viejo baúl, ya hecho y preparado. Ahora no quedaba mucho más que hacer, excepto afeitarme, vestirme e ir a la estación. El tren no salía hasta las ocho y media y no había que andar más que tres minutos para llegar a la estación. Metí los pies en las zapatillas, me acerqué a las ventanas, tiré del cordón y abrí las pesadas persianas.

Era una mañana gris. Allí abajo, excepto un taxi o un coche de vez en cuando, el zumbido silencioso de una bicicleta o alguien que iba andando rápidamente al trabajo, con el paso largo y cansado de primeras horas de la mañana, estaba desierta y silenciosa la Kurfürstendamm. En el centro de la calle, por encima de las vías del tranvía, ya habían perdido los árboles la frescura del verano –esa profunda intensidad del verde alemán que da a todo su follaje una especie de oscuridad boscosa, un sentido legendario de magia y de tiempo. Tenían las hojas, ahora, polvorientas y descoloridas. Se veía, de vez en cuando, que ya empezaba a salirles el tono amarillento del otoño.

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia