Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.518. ¿QUIEN MATO A BAMBI? / MONIKA FAGERHOLM


GUSTEN A LA ORILLA DEL LAGO, 1

Se puede empezar aquí. Una mañana de septiembre de 2014.

Gusten Grippe baja a la orilla del agua. El lago Kallsjon, la ciudad de las villas; hace ya que no va allí por su cuenta, hace bastante. Una vez, varios años atrás, se mudó de la ciudad de las villas, donde se había criado, y prometió no regresar jamás. O sea, ¿qué hace aquí ahora justo esta mañana de septiembre de comienzos de un otoño que lo obligará a volver a aquello que abandonó un día? La respuesta: nada. Ningún pensamiento, ningún objetivo. Simplemente, ha venido a parar aquí durante su habitual carrera matutina. Sí, aún sucede, a veces viene a correr a la ciudad de las villas, coge el coche hasta aquí desde el pueblo vecino, donde reside en la actualidad, con elegancia, en una lujosa guarida de soltero de dos plantas (nuestro Gusten es agente inmobiliario, el agente infernal lo apodan, por lo bueno que es). Quizá sea un presagio, una señal, algo relacionado con el sexto sentido. A lo sumo seguramente solo una casualidad, una irónica coincidencia.

Pero una vez, cuando Gusten era niño, este era su mundo: la ciudad de las villas, el lago Kallsjon, las playas circundantes, las fincas que rodeaban el lago, y el bosquecillo y el sendero deportivo que discurre a la orilla de la fangosa corriente de agua que no es ni profunda ni fría ni peligrosa


BOTONES


En otoño, KO Knausgard, p. 213

Mis hijos crecen sin ninguna caja de botones y nunca han visto coser a sus padres, porque cuando aquí se cae un botón tirarnos la prenda y comprarnos una nueva. No me gusta, cada vez que ocurre me lleno de una ligera sombra de tristeza, no es así como debe ser. Pero ¿por qué? ¿Pongo austeridad y pobreza por encima de la abundancia? Sí, de alguna manera debo hacerlo. La abundancia es mala, la austeridad es buena; también eso forma parte de la herencia. ¿Y no es verdad que pocas ideas representan mejor la civilización que esa? Tal vez lo más característico de la naturaleza sea la abundancia, una salvaje riqueza de hojas y hierba, tallos y ramas, un derroche ilimitado de clorofila, de lo cual la esencia del botón, que pulcra y modestamente, pero con eficacia, mantiene unida la camisa, es el contraste total. Eso se obvia en aquellas ocasiones en las que el deseo le vence a uno, y con la garganta obstruida y el sexo palpitante no puede esperar el tiempo que se tarda en desabrochar todos los botones, y coge cada parte de la camisa o la blusa y la desgarra de un movimiento violento, para entrar en lo ilimitado, frenético y derrochador. Eso constituye siempre la mayor tentación en el reino de la moderación, precisamente porque es contenida y regulada por el principio de los botones. Este principio no radica en ninguna idea, sino en la labor diaria de las manos con los pequeños discos cuando los empujan despacio y verticalmente dentro de las pequeñas ranuras de la tela de la otra parte de la camisa, y luego los vuelven a enderezar cuando la han traspasado, de modo que forman un cierre y constituyen la técnica que utilizamos para ocultar el cuerpo tras la ropa y ejercitarnos en el autocontrol.


TELÉFONOS


En otoño, KO Knausgard, p. 191

Tan despacio transcurre la elaboración interior de la realidad que cuando pienso en un teléfono sigo viendo en mi imaginación ese teléfono gris estándar que se usaba en Noruega en las décadas de 1970 y 1980. Constaba de dos partes, un auricular ligeramente curvado que se ensanchaba en una forma semicircular en cada extremo, con la superficie perforada por pequeños agujeros. Uno de los extremos se ponía junto al oído, dentro había un altavoz por el que se podía escuchar la voz de la persona a la que se llamaba, el otro se colocaba junto a la boca, ya que contenía un micrófono que captaba tu voz y se la enviaba al receptor.  La otra parte del teléfono era el propio aparato, unido al auricular por un cable en espiral. El aparato solía estar colocado en una mesa, y en el centro tenía un disco giratorio con un agujero para cada uno de los diez números, ajustados al tamaño del dedo índice. En lo alto tenía una horquilla en la que descansaba el auricular cuando no se usaba. En la horquilla había dos trozos de plástico blanco, que regulaban la línea saliente. Cuando el auricular reposaba  sobre ellos, este los presionaba y la línea quedaba cerrada, mientras que cuando el auricular se descolgaba, se levantaban y la línea se abría. Se oía entonces una señal regular e ininterrumpida en el altavoz del auricular. Cuando se marcaba en el disco el número de la persona con la que se quería hablar, la señal cambiaba. Empezaba a sonar una serie de señales breves, lo que significaba que la línea estaba ocupada, o bien una serie de señales un poco más largas, lo que significaba que la línea estaba abierta, y si alguien levantaba el auricular al otro lado de la línea, se podía empezar a hablar.


LABIOS GENITALES


En otoño, KO Knausgard, p. 115

Labios genitales es el nombre de los pliegues alargados que, partiendo de ambos lados, se encuentran encima del orificio de la uretra y la apertura de la vagina de las mujeres, cubriéndolos como una especie de cortina de piel.  Hay dos pares de labios genitales, los externos y los internos. En los bebés, la piel es lisa, y la raja un poco redondeada que se abre entre las dos partes abultadas, como una especie de almohadillas, tiene una forma y un tamaño que recuerda a la rendija por la que se echan las monedas en una máquina. Cuando la niña está tumbada en el cambiador, se mete a veces la mano en la raja y aparece lo que hay más adentro, algo un poco rojizo y húmedo. El padre solo puede lavar esta parte del cuerpo de una niña los primeros años, al menos yo lo viví así; en cuanto las niñas tuvieron edad suficiente, les di una manopla enjabonada y les pedí que se lavaran ellas mismas en la bañera. Lo hice así porque durante las últimas décadas la mirada masculina ha sido puesta en entredicho, y el vago pero constante sentimiento de culpabilidad que despertaba había penetrado en la relación entre padre e hija, relación que, en cuanto a desnudez, se caracterizaba por una exagerada prudencia. Pues sí, hasta dentro de este texto ha penetrado la culpabilidad, porque, en el fondo, ¿esta comparación no equivale a convertir el órgano sexual femenino en un objeto, y no es, por tanto, en última instancia, algo misógina?


BOCA


En otoño, KO Knausgard, p. 89

La boca es uno de los cinco orificios del cuerpo, y como tal, un lugar para el intercambio entre el cuerpo y el mundo. La parte exterior de la boca la constituyen los labios, dos almohadillas relativamente largas y estrechas, colocadas horizontalmente una contra otra en la parte delantera de la cabeza, en la zona inferior de la cara, debajo de la nariz. Estas almohadillas se distinguen de las demás partes visibles del cuerpo por su color rojizo, en contraste con la piel blanca, amarilla-blanca, marrón o negra que cubre el resto de la cara. También se distinguen por estar húmedas. Tanto la humedad como el color son, por lo demás, una característica de la parte interior del cuerpo. Es porque los labios pertenecen a la vez a lo interior y a lo exterior: son la desembocadura. Esas zonas indeterminadas, que no son ni una cosa ni la otra, surgen siempre donde lo interior se encuentra con lo exterior, lo húmedo con lo seco. En el cuerpo, este es el caso del ano, que, al igual que los labios, es húmedo y tiene un color y una consistencia diferentes a la piel que lo rodea, entre ligeramente rojizo y beige y un poco baboso.


INCIPIT 1.519. 14 DE ABRIL / PACO CERDA


Emilio

Acabas de morir.

Nadie lo sabe, Emilio, pero tú estás muerto.

No lo sabe Visitación, que andará dormida en casa. No lo saben tus hijos, dos niños y una niña ya sin padre nuestro. No lo sabe tu madre anciana en este silencio quebradizo que anuncia la aurora. No lo sabe tu cuñado. Él fue quien te sumó anoche a la manifestación.

No tenías sueño y fuiste al cine. La película era mejor que la del pobre encuadernador en paro con los cincuenta recién cumplidos que cada día proyecta el espejo. Salías del teatro, luna nueva en el cielo de Madrid, y esa marea humana te sorprendió. Vivas ardorosos. Vivas enardecidos. Gargantas henchidas de fe. Entre ellas, la de tu cuñado.

Estaba en el Círculo Republicano cuando los manifestantes irrumpieron, pidieron una bandera tricolor y la ataron a un palo. Hamelín ya tenía flauta. Y la gente, tu cuñado también, siguió a la flauta.

Como en toda película, se lo advertiste: No te metas en líos y vete a dormir. Es la frase del secundario que va a morir. Cómo pudiste no darte cuenta.


EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS


Huaco retrato, Gabriela Wiener,p 113

El racismo científico vivió su apogeo en el siglo XIX gracias a los avances en varias ramas del conocimiento ilustrado que ayudaron a crear las bases de una concepción racista de las sociedades. Biólogos y antropólogos se aplicaron en dividir la especie humana en clases a partir de su color de piel y otros rasgos físicos, estableciendo una jerarquía entre personas y otorgándole a la raza blanca la supremacía. Fue en la segunda mitad de la centuria que los imperios europeos usaron estas teorías para justificar la explotación colonial y las políticas genocidas en América, Asia, Oceanía y sobre todo en África. En 1885 se legalizó el reparto de África en la Conferencia de Berlín, un encuentro entre doce países europeos, Estados Unidos y el imperio otomano para atribuirse derechos territoriales exclusivos sobre este continente sin preguntárselo a los pueblos que lo habitaban. Esta visión del mundo legitimó que el rey Leopoldo II de Bélgica se quedara el Congo como propiedad privada, su parque de diversiones personal para esclavizar, torturar y asesinar sanguinariamente congoleños. Francia conquistó Madagascar y destruyó Tombuctú y el Reino de Dahomey. Gran Bretaña hizo lo mismo con  Benín. En 1906, en la Conferencia de Algeciras, Francia y España se repartieron Marruecos.


INCIPIT 1.517. LOS POZOS DE LA NIEVE / BERTA VIAS MAHOU


Entre y pregunte sin más

Mi abuelo, al tomar el café, me hablaba de Juárez y de Porfirio, los zuavos y los plateados. Y el mantel olía a pólvora. Mi padre, al tomar la copa, me hablaba de Zapata y de Villa, de Soto y Gama y los Flores Magón. Y el mantel olía a pólvora. Yo me quedo callado. ¿ De quién podría hablar. .. ? Has recordado este poema, un poema con aires de canción, y los tiempos en los que el mantel olía a pólvora han vuelto a ocupar tu memoria. Y una extraña necesidad, la de venir hasta aquí, para acabar paseando como ahora paseas,  entre las cruces, cuando la nieve vuelve a caer. Te subes el cuello del abrigo, te frotas las manos, vuelves hacia la entrada y te detienes ante la estela bajo un tejado a dos aguas para leer la inscripción que al entrar ignoraste. En este cementerio descansan veintiséis soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial y ciento cincuenta y cuatro de la Segunda.

Pertenecían a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, a submarinos y otros navíos de la armada hundidos junto a nuestras costas. Algunos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por todo el país, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde ellos alcanzaron a llegar. .. Has venido a pie, desde Cuacos de Yuste, dejando un largo rastro en la nieve. Las pisadas oscuras. Los cristales de hielo aplastados, derritiéndose.


INCIPIT 1.516. DIBUJOS RECUPERADOS / FRANZ KAFKA


PRÓLOGO

Ala muerte de Kafka, en 1924, su amigo y albacea Max Brod recogió en Praga y otros lugares frecuentados por el escritor todos los legajos, escritos y documentos relativos a la vida y la obra del autor. Kafka había aprobado publicar en vida solamente siete pequeños volúmenes de narraciones; entre ellos, Contemplación (1913) y Un artista del hamhre (1924 ), que llegó a librerías a las pocas semanas de haber fallecido el escritor, quien en su lecho de muerte corrigió parte de las pruebas de imprenta que la editorial berlinesa le había enviado.

Brod editó sin dilación las tres novelas de Kafka El proceso, El castillo y El desaparecido (con el nombre apócrifo de América), y más tarde se hizo cargo de la edición o reedición de casi todos los textos narrativos de este. Pero lo hizo con escasa competencia filológica, extrayendo de los diarios pasajes de factura narrativa y que a menudo tituló de manera arbitraria. A su vez omitió fragmentos -en especial por lo que se refiere a la correspondencia- relativos a personas todavía vivas entonces. Mucho después, a partir del año 1982i un grupo internacional de filólogos procedió a la edición crítica de todos los textos conservados de Kafka bajo el sello alemán Fischeri que debe ser considerada la edición canónica de la obra del autor.


«Pueblo Negro»


Huaco retrato, Gabriela Wiener,p 109

A algunos metros de donde Charles da su discurso, en el Palacio del Trocadero, se levanta una de las atracciones más populares del recinto, el zoo humano «Pueblo Negro», que recrea una comunidad africana con cuatrocientos nativos auténticos importados para la ocasión, como un Disney del colonialismo. El museo se inspira en las exhibiciones humanas del zoólogo y capataz de circo alemán Carl Hagenbeck que seguirían funcionando hasta 1930 en el Jardín de Aclimatación de París, un lugar didáctico para enseñar a los franceses cómo funcionan sus colonias. Miles de visitantes pagaron una entrada para ver a seres vivos en cautiverio, con la excusa del conocimiento. En Alermania y Bélgica también fueron una atracción muy popular y recién en 1958 se cerró el último zoo con personas en Bruselas. Esa vez, cientos de congoleños, muchos de ellos niños, se exhibieron detrás de un cerco de bambú. Los encargados de la exposición animaban a los visitantes a lanzar dinero o plátanos si aquellos estaban demasiado quietos.

Las reconstrucciones estrafalarias en cartón piedra de aldeas enteras fueron pobladas por nativos reales secuestrados o traídos a Europa con engaños. Una familia al completo fue raptada de la bahía San Felipe, en Tierra del Fuego, y sus integrantes, atados con cadenas, fueron expuestos entre rejas, sin posibilidad de asearse para verse salvajes y para simular que eran caníbales cada tarde les tiraban trozos de carne cruda. En  el Jardín de Aclimatación dos familias de mapuches formadas por seis hombres, cuatro mujeres y cuatro niños fueron exhibidos jugando el palín y tocando la trutruka.

Por esa misma época, en Madrid, en el señorial parque del Retiro, justo al lado del Palacio de Cristal, España tuvo la oportunidad de estar a la última en moda colonial abrazando la tendencia de los zoos humanos europeos. Es verdad que al mellado imperio ya le quedaban pocas colonias para entonces pero no quiso ser menos que el resto de potencias e inauguró en octubre de 1887 su propio parque temático del racismo con un centenar de indígenas filipinos, entre ellos chamorros, tagalos y carolinos. Los madrileños y madrileñas pudieron apreciar cómo discurría la vida cotidiana de sus colonizados, pero también los catalanes. Cerca a la plaza de Cataluña se abrió al público el zoo Negros Salvajes.


Sección Femenina


Presentes, Paco Cerdá, p. 171

No es digna de llamarse falangista aquella que no sienta el ímpetu revolucionario, aquella a la que le parezcan duros los colores de la bandera roja y negra, aquella que se asuste ante la palabra camarada. Eso lo ha mandado Ella, la guardiana de las esencias, la sacerdotisa que custodia con pura, rigurosa y casi sublime lealtad el fuego sagrado de la Falange. No quiere señoritas inútiles ni lindas muñecas. Abomina de la ñoñería de tiempos pasados. Su maquinaria de propaganda bombardea: Una mujer fascista no puede ser cursi ni repipi ni tener el espíritu blando. Hay que acabar con cierta tradición. La mujer honrada, la pierna quebrada y en casa. Ese refrán, dice, es consecuencia de los siete siglos de dominación musulmana. Ahora, dice, cuando la mujer honrada tiene deberes que cumplir se echa a la calle y la invade con su ímpetu. Esa es la nueva feminidad de este tiempo. Las falangistas de la Sección Femenina han superado el encargo inicial de José Antonio: una vida de sumisión, de servicio, de ofrenda. La guerra todo lo ha cambiado. Es cierto: la guerra ha terminado, pero la guerra no ha terminado. Sería inútil la guerra si, una vez acabada, volvierais a la comodidad y al descanso, advierte La Mujer a sus falangistas. La guerra no era el final, solo el principio. Al principio eran siete. Pilar, Inés, Lola, Dora, Luisa Ma, María Luisa y Marjorie. Solo siete. Hoy son más de seiscientas mil, un gran músculo del nuevo Estado. La guerra las ha catapultado. Han pasado de ser una pequeña sección de un irrelevante partido a convertirse en la organización femenina de masas más grande de la Historia de España. Con su épica revolucionaria. Con su leyenda forjada en el yunque del sacrificio. Durante la guerra han caído cincuenta y siete mujeres de la Sección Femenina.


Miguel de Molina


Presentes, Paco Cerdá, p. 55

si se escondiera, no sería el gran Miguel de Molina, y por eso esta noche, aun doliéndole todo, aun sintiendo el miedo cerca y saberse perseguido por los heraldos de la muerte, quiere gustar y triunfar y volver a sentir, sobre las tablas del Pavón, esa droga que le embriaga más que el coñac: el aplauso.

Solo hace tres días que reapareció. Los rumores se habían desatado. Qué le ha pasado a Miguel de Malina. Nadie lo sabe. Solo él. El público sabe que es una estrella del espectáculo. Que en la República demostró que un hombre puede cantar cuplés flamencos sin imitar a nadie ni vestirse de mujer. Que el vuelo de las mangas de dos metros de su primera blusa, seda georgette verde nilo con lunares de terciopelo rodeados de pedrería, había cautivado. Que en la guerra había cantado por el frente republicano para animar a las tropas y a la retaguardia y también a los pobres heridos y enfermos en los hospitales, sentado él en una silla desvencijada junto a sus camas y contándoles pasajes divertidos de su vida y anécdotas alegres de la gitanería que tan bien conoció en su infancia y juventud. Es Miguel de Molina. El de na te pido na te debo, me voy de tu vera olvídame ya. El de ojos verdes, verdes como la albahaca, verdes como el trigo verde y el verde verde limón. El cantante libre y del pueblo. O como la otra noche le dijeron, asco en la boca y odio en las garras cuando iban a darle la paliza: un marica y rojo. Por eso ha desaparecido una semana entera del Pavón.


OSCAR WILDE


Bartebly y compañía, Vila-Matas, p. 122

51) Siempre fue una vieja aspiración de Osear Wílde, expresada en El crítico como artista, «no hacer absolutamente nada, que es la cosa más difícil del mundo, la más difícil y la más intelectual».

En París, en los dos últimos años de su vida, gracias nada menos que a sentirse aniquilado moralmente, pudo hacer realidad su vieja aspiración de no hacer nada. Porque, en los dos últimos años de su vida, Wílde no escribió, decidió dejar de hacerlo para siempre, conocer otros placeres, conocer la sabía alegría de no hacer nada, dedicarse a la extrema vagancia y al ajenjo. El hombre que había dicho que «el trabajo es la maldición de las clases bebedoras» huyó de la literatura como de la peste y se dedicó a pasear, beber y, en muchas ocasiones, a la contemplación dura y pura.

«Para Platón y Aristóteles -había escrito-, la inactividad total siempre fue la más noble forma de la energía. Para las personas de la más alta cultura, la contemplación siempre ha sido la única ocupación adecuada al hombre.»

También había dicho que «el elegido vive para no hacer nada», y así fue como vivió sus dos últimos años de vida. A veces recibía la visita de su fiel amigo Frank Harris -su futuro biógrafo-, que, asombrado ante la actitud de absoluta vagancia de Wilde, solía comentarle siempre lo mismo:

- Ya veo que sigues sin dar golpe ...

Una tarde, Wilde le contestó:

-Es que la laboriosidad es el germen de toda fealdad, pero no he dejado de tener ideas y, es más, si quieres te vendo una.


CRISTIANOS ANTIGUOS


Elizabeth Finch, Julian Barnes, p. 94

Estos galileos arribistas, además, hacían gala de una naturaleza histérica, como evidenciaba su afición por el martirio, algo que, en palabras de Juliano, «los llevaba a encontrar la muerte deseable, pensando que si se arrancan su vida violentamente subirán volando hacia el cielo».

Por último, el Apóstata se muestra perplejo ante la absoluta falta de sofisticación del cristianismo, su rechazo a reconocer a los expertos, su inclinación a alabar al idiota y al simplón por delante del escriba y el sabio. Thomas Taylor, traductor de la obra de Juliano al inglés en 1809 y él mismo «politeísta filosófico», se explayó con entusiasmo sobre este punto:

No parece sino que Cristo encontraba sus delicias en estar con los niños, las mujeres y los pescadores. [A los apóstoles] les predica la insensatez, y les enseña que se aparten de la sabiduría, llamándolos a imitar a los niños, a los lirios, el grano de mostaza, y a los pájaros; todos ellos seres sencillos, sin pretensiones, que se dejan guiar por el instinto, sin artificio y cuidado alguno [ ... ]. En la Escritura, además, se menciona con frecuencia a ciervos, venados y corderos [ ... ]. Ahora bien, no hay animal más simple que este. Así lo atestigua el dicho de Aristóteles que habla del «espíritu borreguil», tomado sin duda de la estupidez de este animal, y que, según él, solía aplicarse como injuria contra zafios y majaderos. Pues bien, este es el rebaño del que Cristo se proclama pastor. Y hasta él mismo se complace con el nombre de cordero.

Cabe señalar que estudios científicos recientes han demostrado que, en contra de la creencia tradicionalmente instaurada, las ovejas son en realidad animales de gran inteligencia y complejidad emocional, con buena memoria y capacidad de entablar amistades y de sentir pesar cuando mandan a sus compañeras al matadero.


INCIPIT 1.515. UN LUGAR INCONVENIENTE / JONATHAN LITTELL Y ANTOINE D'AGATA


Otra vez

1. En 1990, una mujer que entonces me era cercana remitió una solicitud a Maurice Blanchot para una revista que ella editaba. La respuesta le llegó en forma de dos cartas: una, manuscrita y personal, la otra, mecanografiada y pública. Yo traduje esta última (bajo pseudónimo) para la revista en cuestión. Empezaba así: «Estimada señora, disculpe que le responda con una carta. Leyendo la suya, donde me solicita un texto para ser incluido en el número de una revista universitaria americana (Yale) con el tema "La literatura y la cuestión ética", sentí miedo, casi desesperación. "Otra vez, otra vez", me dije. No es que pretenda haber agotado un tema inagotable, al contrario, tengo la certeza de que ese tema vuelve a mí porque es intratable»!

2. Un tema intratable que vuelve a mí. También podríamos verlo corno una pedrada en la cabeza que me noquea, que me deja atontado. Ni siquiera había empezado y ya estaba exhausto. De nuevo Blanchot: «Querer escribir, menudo absurdo: escribir es la degradación de la voluntad».

3. Fue a principios de 2021, cuando Europa salía a duras penas del Covid. Un amigo me pidió que escribiera sobre Babyn Yar. «¿Por qué no escribes algo sobre Babyn Yar? Deberías escribir sobre Babyn Yar.» ¿Otra vez? Oh, no, otra vez no.


INCIPIT 1.514. ELIZABETH FINCH / JULIAN BARNES


Se plantó frente a nosotros, sin apuntes, libros ni nervios. El atril lo ocupó su bolso. Echó un vistazo alrededor, sonrió, en silencio, y comenzó.

-Habrán observado que el título de este curso es «Cultura y civilización». No se alarmen. No los voy a acribillar a gráficos circulares. No voy a intentar embuchar les datos como a un ganso cebado; lo único que se consigue con eso es una hipertrofia en el hígado, lo cual no sería sano. La próxima semana les proporcionaré una selección de lecturas totalmente opcional; ni perderán nota por ignorarla, ni la ganarán por estudiarla sin descanso. Les daré clase como a los adultos que sin duda son. La mejor forma de educar, como. sabían los griegos, es la colaborativa. Pero ni yo soy Sócrates, ni ustedes una clase de Platones, si es que es ese el plural correcto. No obstante, dialogaremos. Por otro lado, dado que ya no están en el colegio, no me dedicaré a dispensar blandos gestos de aliento y flojas palmaditas en la espalda. Para algunos de ustedes, puede que yo no sea la mejor profesora, en el sentido de la más adecuada a su temperamento y mentalidad. Vaya esto por delante para quien corresponda.


EL TRIUNFO DEL PAGANISMO


Elizabeth Finch, Julian Barnes, p. 108

Para sus partidarios de los siglos venideros, Juliano era esa figura seductora: un Líder Perdido. ¿Y si hubiese gobernado durante treinta años más, relegando el cristianismo año tras año y volviendo a consolidar, de un modo gradual, y más tarde contundente, el politeísmo de Grecia y Roma? ¿ Y si sus sucesores hubieran proseguido con esa política durante siglos? ¿Qué habría pasado entonces? Quizás no hubiese hecho falta un Renacimiento, dado que las antiguas tradiciones grecorromanas seguirían intactas, y las grandes bibliotecas de la erudición no se habrían destruido. Puede que no hubiese sido necesaria una Ilustración, porque ya se habría producido en gran parte. Se habrían evitado las distorsiones sociales y morales seculares impuestas por una religión de Estado poderosísima. Cuando llegase la Edad de la Razón, llevaríamos ya catorce siglos viviendo en ella. Y los sacerdotes cristianos que hubiesen sobrevivido, con sus creencias peculiares, excéntricas, pero inofensivas -o más bien, neutralizadas-, se codearían en igualdad de condiciones con paganos y druidas, abrazaárboles y dobladores de cucharas, judíos y musulmanes, etcétera y etcétera, todos ellos bajo la protección benévola y tolerante de lo que a la postre habría sido el helenismo europeo. Imaginemos los últimos quince siglos sin guerras religiosas, tal vez sin ninguna intolerancia religiosa o incluso racial. Imaginemos la ciencia liberada de las trabas de la religión. Borremos a todos aquellos misioneros que les metían la fe con calzador a los pueblos indígenas, acompañados de soldados que les robaban el oro. Imaginemos la victoria intelectual de lo que creían la mayoría de los helenistas: que si algún placer podíamos disfrutar en la vida, era en esta breve estancia terrenal nuestra, no en un cielo absurdo y disneyficado después de muertos.


ANTIOQUIA


Elizabeth Finch, Julian Barnes, p. 98

De camino a Persia, Juliano se detuvo en la ciudad de Antioquía. Le resultó repulsiva en muchos aspectos: cristiana, sibarita, corrupta, avara y holgazana. Pero contenía también uno de los templos paganos más sagrados: el de Apolo en el arrabal de Dafnea, levantado justo en el lugar en el que Dafne, huyendo, se había transformado en un árbol de laurel. En su interior había una estatua de Apolo hecha de madera de vid, de treinta metros de alto y envuelta en un manto de oro: se decía que igualaba en magnificencia a la de Zeus en Olimpia. Desde Constantinopla, Juliano había mandado instrucciones para restaurar el templo y disponerlo todo para su llegada. Había imaginado bestias listas para el sacrificio, libaciones, y a la juventud de la ciudad espléndidamente ataviada para darle la bienvenida. Pero no encontró nada de eso. Cuando preguntó qué habían preparado para los sacrificios, el sacerdote sacó un ganso mísero y solitario, que él mismo había traído de casa.

Pero el problema iba más allá de la indolencia y la insolencia.El lugar estaba corrompido desde que el propio hermano de Juliano, Galo, antiguo gobernador de Antioquía, había construido justo al lado del templo una iglesia en honor a san Babilas, un mártir cristiano local, y había depositado allí los restos del santo. En Delfos, Juliano había consultado a la sacerdotisa de Apolo y le había preguntado por qué el oráculo ya no hablaba. «¡Los muertos», le contestó, «me impiden hablar! ¡Desgarra las urnas, extrae los huesos, echa de aquí a los muertos!» Juliano obedeció esta instrucción; retiró el sarcófago de Babilas y lo devolvió a la tumba de la que Galo lo había sacado. Hubo protestas callejeras que rozaron la revuelta, se gritaron insultos al emperador; algunos cristianos terminaron arrestados y fueron «torturados con látigos y uñas de gato». Un par de días más tarde, el Templo de Apolo ardió por completo, y los treinta metros de la deidad de madera quedaron reducidos a cenizas. Como es lógico, las sospechas recayeron sobre los cristianos (pese a que un adorador pagano que había tenido un descuido con los cirios era el culpable).


JULIANO EL APOSTATA


Elizabeth Finch, Julian Barnes, p. 88

Juliano fue un emperador romano que jamás puso un pie en Roma. Un emperador accidental; aunque, en aquellos tiempos, acceder al poder imperial por accidente era un hecho más habitual. Vivió su juventud como estudioso, lejos de la corte, lejos de menesteres militares. En el año 351, convocaron a su hermano Galo a la corte de Milán, lo nombraron César, lo mandaron a gobernar el Este, lo hicieron volver al cabo de tres años, lo juzgaron por corrupción y lo ejecutaron. Cuando convocaron a Juliano a Milán, él medio esperaba que lo eliminasen también. Pero encontró la protección de la segunda esposa del emperador Constantino, Eusebia, y es posible, además, que aquel muchacho estudioso no fuera considerado una gran amenaza. Lo pusieron al frente del ejército occidental del imperio en la Galia, dando por hecho -al menos, según su propia versión- que fracasaría. Eusebia le proporcionó obras de filosofía, historia y poesía para que pudiera proseguir con sus estudios mientras acababa con las diversas tribus germánicas. Cruzó el Rin tres veces en guerras pacificadoras; sus tropas lo proclamaron augusto a las puertas de París. Burló los intentos de hacerlo regresar a Milán, y marchó para enfrentarse a Constando, que gobernaba en la mitad oriental del imperio. Cuando los ejércitos se aproximaban ya, tuvo lugar un feliz accidente: Constando murió de fiebres en Mopsuestia en 361, y dejó a Juliano sin oposición.

Mediante el Edicto de Milán de 313, Constantino y su coemperador, Licinio, habían despenalizado el cristianismo. El Estado pasó así a ser oficialmente neutral en lo tocante a la religión, si bien se concedió a los sacerdotes cristianos libertad para viajar sin restricciones por todo el imperio y se los eximió de obligaciones tributarias. Tras la muerte de Constantino en el año 337, sus hijos Constantino II y Constando II gobernaron como cristianos. De modo que cuando, al convertirse en emperador, Juliano se proclamó pagano y anunció que no volvería a pisar jamás una iglesia cristiana, no estaba desinstaurando el cristianismo, porque en ningún momento se había instaurado. Los cristianos, por descontado, no lo vieron así, y algunos sospechaban que, en caso de que Juliano regresara victorioso de su guerra en Persia, se centraría en la persecución de su Iglesia. ¿Qué le impedía prohibir de nuevo la religión cristiana y erigirse en un segundo Diocleciano?


DUCHAMP


Bartebly y compañía, Vila-Matas, p. 67

Duchamp dejó la pintura más de cincuenta años porque prefería jugar al ajedrez. ¿No es maravilloso? Le imagino enterado perfectamente de quién fue Duchamp, pero permítame ahora que le recuerde sus actividades como escritor, permítame que le cuente que Duchamp ayudó a Katherine Dreier a formar su personal museo de arte moderno, la Société Anonyme, Inc., le aconsejaba las obras de arte que debía coleccionar. Y cuando en los años cuarenta se hicieron planes para donar la colección a la Universidad de Yale, Duchamp escribió treinta y tres noticias críticas y biográficas de una página sobre artistas, desde Archipenko a Jacques Villon.

«Jugador de torneos de ajedrez y artista intermitente, Marcel Duchamp nació en Francia en 1887 y murió en 1968 siendo ciudadano de los Estados Unidos. Se sentía en casa en ambos mundos y dividía su tiempo entre ellos. En el Armory Show de Nueva York, en 1913, su Desnudo bajando una escalera divirtió y ofendió a la prensa, provocando un escándalo que le hizo famoso in absentia a la edad de veintiséis años y le atrajo a los Estados Unidos en 1915. Tras cuatro años de existencia en Nueva York, abandonó aquella ciudad y dedicó la mayoría de su tiempo al ajedrez hasta 1954. Algunos jóvenes artistas y conservadores de museos de varios países redescubrieron entonces a Duchamp y su obra. Él había regresado a Nueva York en 1942, y durante su última década allí, entre 1958 y 1968, volvió a ser famoso e influyente.»

Incluya a Marcel Duchamp en su libro sobre la sombra de Bartleby. Duchamp conocía personalmente a esa sombra, llegó a fabricarla manualmente. En un libro de entrevistas, Pierre Cabanne le pregunta en un momento determinado si se dedicaba a alguna actividad artística en esos veinte veranos que pasó en Cadaqués. Duchamp le contesta que sí, pues cada año reconstruía un toldo que le servía para estar a la sombra en su terraza. A Duchamp siempre le gustó estar a la sombra. Le admiro mucho y, además, es un hombre que trae suerte, inclúyalo en su tratado sobre el No. Lo que más admiro de él es que fue un gran embaucador.

En la foto Etant donnés

Ferrer Lerín


Bartebly y compañía, Vila-Matas, p.56

16) Es como si últimamente les hubiera dado a los escritores del No por ir directamente a mi encuentro. Estaba tan tranquilo esta noche viendo un poco de televisión cuando en BTV me he encontrado con un reportaje sobre un poeta llamado Ferrer Lerín, un hombre de unos cincuenta y cinco años que de muy joven vivió en Barcelona, donde era amigo de los entonces incipientes poetas Pere Gimferrer y Félix de Azúa. Escribió en esa época unos poemas muy osados y rebeldes -según atestiguaban en el reportaje Azúa y Gimferrer-, pero a finales de los sesenta lo dejó todo y se fue a vivir a Jaca, en Huesca, un pueblo muy provinciano y con el inconveniente de que es casi una plaza militar. Al parecer, de no haberse ido tan pronto de Barcelona, habría sido incluido en la antología de los Nueve Novísimos de Castellet. Pero se fue a Jaca, donde vive desde hace treinta años dedicado al minucioso estudio de los buitres. Es, pues, un buitrólogo. Me ha recordado al autor austríaco Franz Blei, que se dedicó a catalogar en un bestiario a sus contemporáneos literatos. Ferrer Lerín es un experto en aves, estudia a los buitres, tal vez también a los poetas de ahora, buitres la mayoría de ellos. Ferrer Lerín estudia a las aves que se alimentan de carne -de poesía- muerta. Su destino me parece, como mínimo, tan fascinante como el de Rimbaud.


INCIPIT 1.513. PRESENTES / PACO CERDA


Las luces se han apagado. Y ahí está él. Presente.

El Fundador, el Profeta, el Ausente.

El Maestro, Glorioso Mártir, César Eterno.

El Héroe Nacional, Figura de la Raza, Primero de los Caídos.

La Muerte que Vive, Novio de España, Artífice del Imperio.

El Elegido, Genio Creador, el Nunca Muerto.

Está ahí, yacente frente al altar, orlado de nombres pomposos, rehén de unos laureles que alejan y mortifican. Y sin embargo, perforando la neblina de este amanecer marino que arrulla a Alicante entre volteos tristes de campana, en las calles agitadas por la muchedumbre y  dentro de esta iglesia solo resuena un nombre humilde, común, pequeño: José Antonio.

Por él, y no por Dios, se han apagado las luces.

Cuando el obispo ha levantado la sagrada forma, una corneta ha sonado. Las luces del templo han dejado de brillar. Afuera sestea la madrugada. En el interior de San Nicolás no hay oscuridad, solo penumbra. Veinticuatro hachones de fuego arden con llamas temblorosas, ascendentes, puro Greco expresionista. Esos fuegos primitivos encuadran el túmulo funerario. Imponente. Oscuro. Permanece elevado a tres metros de altura. Para verlo, los mentones se alzan en reverencia y admiración. En lo alto, sobre un catafalco forrado de terciopelo negro,  brilla la caja de ébano. Dentro reposa él. Presente. Dispuesto a emprender el viaje más largo, de lo terrenal a lo redentor.


INCXIPIT 1.512. CARNICERO / JOYCE CAROL OATES


Nota del editor

Por la presente, hete aquí una biografía que recoge diversas voces, principalmente, la de mi difunto padre, el doctor SilasAloysius Weir (1812-1888), quien fuera durante treinta y cinco años director del Manicomio Estatal de Lunáticas de Trenton, en Nueva Jersey, y, por consenso entre sus colegas médicos, cirujanos y psiquiatras, «padre de la ginopsiquiatría », véase, la psiquiatría especializada en la mujer. Sin embargo, Silas Aloysius Weir también fue pionero en otros aspectos de la medicina, como revelará esta biografía.

En un principio, como albacea testamentario de mi padre, mi intención había sido reunir un compendio de testimonios de sus colegas de profesión con respecto a su obra pionera, en conmemoración del (décimo) aniversario de su fallecimiento; buena parte de mi propósito original se mantiene, sin duda, aunque otros documentos -de fuentes insospechadas- y mi propio comentario han ensanchado esta obra.

He descubierto que resulta imposible obtener una representación fiel de la vida y la carrera de Silas Aloysius Weir. Como valiente pionero de su campo, si bien a veces obstinado, es natural que mi padre despertase mucho resentimiento, rivalidades y censura en su época; tras su muerte, las posiciones con respecto a su reputación se han recrudecido y por lo general, caen de uno de estos dos lados: apoyo o denuncia.

Mi propia posición, como albacea, pero también como su primogénito es, no obstante, objetiva, espero.


INCIPIT 1.511. BRUJERIA / GONZALO TORNE


1. iVERANO BOMBA!

¿Qué nos retiene en un sitio? ¿Por qué nos quedamos al lado de alguien? A menudo me ha parecido intuir una posible respuesta a estas preguntas, pero enseguida se me ha escurrido entre los dedos ... Así que no empezaré divagando, prefiero hablaros del verano en el que conocí a Laura Pons en el mismo pueblecito costero donde de niño pasaba las vacaciones, aunque solo mi madre se instalaba allí durante el verano largo que arranca con el primer sol de mayo y se prolonga hasta que el viento de noviembre impide el baño. El pueblecito está contado enseguida. Queda en esa zona del sur de Europa que los catalanes insistimos en considerar un norte. Lo rodea un semicírculo de montañas cubiertas de pinos con las laderas salpicadas por masías dispersas: a medida que desciende el terreno las viviendas se acumulan hasta formar un tejido urbano alrededor de la plaza, donde el ayuntamiento y la iglesia coinciden en darle la espalda a la doble hilera de casas que se abren al mar como un anfiteatro. A veces la puesta de sol incendia el mar, pero solo los días que las embarcaciones se mecen bajo la luz blanca de junio el conjunto cumple con la promesa de los pueblos de postal.


INCIPIT 1.510. CONVERSACIONS CON IAN McEWAN


INTRODUCCIÓN

En mayo de 2008, Ian McEwan y Steven Pinker mantuvieron una charla en público en el marco del Festival Voces del Mundo del PEN American Center. Su conversación giró en torno a la comunicación, la psicología evolucionista y cómo, en palabras de Pinker, «si uno repasa la transcripción de una conversación, es evidente la poca comunicación de datos que se produce. En gran parte se compone de insinuaciones y eufemismos, y contamos con que nuestro interlocutor rellenará los huecos». En un diálogo, el contexto es importante, lo mismo que los matices de la expresión y el tono, y el proceso de trasladar los intercambios verbales a la página origina, indudablemente, leves pérdidas de significado o de intencionalidad. McEwan es muy consciente de este hecho, y su implicación en las conversaciones reunidas en el presente volumen revela hasta qué punto le interesan la especificidad del lenguaje y la exactitud del sentido. Las conversaciones son muy reveladoras, pero, lo que aún es más importante, documentan un diálogo permanente entre el autor, sus obras y sus lectores. A través de esta serie de apasionantes y francos debates, McEwan ofrece una visión única de su proceso de escritura y proporciona acceso a las múltiples facetas de su persona como autor famoso, erudito, padre y escritor.


Ian McEwan


Conversaciones con Ian McEwan, p. 258

McEwan: Bueno, no creo que estar en la cámara acorazada de una biblioteca sea una vida póstuma, pero probablemente es la única vida póstuma que voy a tener, y en eso seré más afortunado que la mayoría. No veo razón alguna para pensar que algo sobrevivirá a la extinción de mi cerebro y mi cuerpo. A medida que te adentras en los sesenta, es inevitable que tu obra quede permeada por un sentido más potente de tu propia finitud. En realidad, es casi como una disciplina. Incluso en el sentido de lo más trivial, pienso en lo oneroso que es tener otro verano húmedo y nublado cuando ya sólo te quedan diez o veinte. De modo que hay una verdadera sensación de que el tiempo se acaba.

Una vez le pregunté a Updike sobre este asunto. Me dijo que estaba pensando en deshacerse de muchos libros porque tal vez se mudase a un lugar más pequeño, y yo le comenté: «Vaya, eso le producirá mucha angustia». Y él me respondió: «Bueno, eso es lo que habría pensado hasta los cincuenta y cinco años o así, pero luego algo sucede. Empieza a importarte menos. Es curioso -continuó- que pensar en tu muerte no te llene de la misma tristeza o miedo que te producía cuando tenías treinta años». Y creo que empiezo a notar un hálito de eso mismo. Así que, tal vez, sin religión te resignas biológicamente de todos modos. Simplemente te importa menos.


BARTEBLY


Conversaciones con Ian McEwan, p. 237

Querría preguntarle acerca de Bartleby el escribiente, porque se diría que rompe todas las reglas de la comunicación humana. No quiere entrar en el juego y vuelve loco al narrador del relato de Melville. En determinado momento, el narrador se da cuenta de que ése es su destino, de que Dios le ha mandado a Bartleby, y de que su papel en la vida es simplemente proporcionarle a Bartleby un lugar tras la mampara de su oficina en el que estar. Luego pasas la página y no quiere más que librarse de ese horrible íncubo. Pasa de un estado de ánimo a otro. En cierto modo, es una historia paralela a «Los muertos », porque la muerte de Bartleby produce también una poderosa sensación de humanidad. El descubrimiento por parte del narrador del único pequeño dato que ha podido averiguar sobre la vida de Bartleby-que tuvo un trabajo en otra oficina que consistía en abrir cartas muertas cuyos remitentes habían fallecido- produce el famoso grito: « ¡Ah, Bartleby! ¡Ah, humanidad!» al final del relato. Pero me pregunto, desde el punto de vista cognitivo, ¿qué le pasa a Bartleby? Siempre he pensado que era autista.

Pinker: Es posible. El déficit cognitivo más evidente en el autismo es la falta de intuición, que es precisamente lo que usamos para leer entre líneas, para meternos en la mente de otros e imaginarnos qué quieren decir. A menudo, a las personas autistas se les escapan las sutilezas de la conversación, al menos por lo que respecta a la comprensión. Un amigo mío, que tiene un hijo autista, llamó a su casa un día y el chico cogió el teléfono. Mi amigo le preguntó: «¿Está tu madre en casa?» y el chico dijo: «Sí». Y eso fue toda la conversación. Su madre estaba en casa. No comprendió que le estaba pidiendo hablar con la madre.

McEwan: Bartleby muestra esa falta de conciencia.


LOS MUERTOS


Conversaciones con Ian McEwan, p. 233

En el relato de James Joyce «Los muertos», Gabriel sale, con su esposa Gretta, de la fiesta que dan sus tías, un acontecimiento anual que tiene lugar en fechas navideñas. Gretta se ha detenido en el rellano a escuchar una canción y una música de piano que proceden del salón, y que Gabriel no puede oír. Luego ella baja la escalera y ambos salen a la calle con el cantante, que es bastante famoso. Es una noche fría y húmeda, y Gabriel comienza a sentir un creciente deseo por Gretta. Le gustaría saltar por encima de todos los años que han pasado cuidando de sus hijos y preocupándose por asuntos domésticos, todas las penas que han padecido, y regresar al momento en que se conocieron. Con cierta dificultad, consiguen un coche, un coche de caballos, y él espera con ansia el momento en que llegarán a su habitación de hotel. Luego ocurre una terrible sucesión de malentendidos. Él cree que ella se da cuenta de que él la desea. Ella le besa levemente, pero está pensando en otra cosa, y a él le irrita que algo se interponga entre ellos. A continuación, ella suelta su famosa confesión de que la canción que escuchó antes: «The Lass of Aughrim», le ha hecho recordar a un muchacho de diecisiete años, Michael Furey, que antaño estuvo enamorado de ella. Gabriel siente un relámpago de furia celosa hacia este rival y dice con amargura: « ¿Quizá por eso querías ir a Galway con la chica de los Ivors?». La pareja tiene cuarenta y muchos o cincuenta años. Y ella dice: «Murió ... , creo que murió por mí». Luego le cuenta la dolorosa historia de cómo este chico, que se estaba muriendo de tuberculosis, salió en medio de la lluvia, se colocó bajo su ventana y cantó esa canción. Ella tuvo que regresar a Dublín, al convento donde estudiaba, y una vez allí le llegó la noticia de que él había muerto. Es una de las representaciones más hermosas de cómo las mentes de dos personas siguen caminos completamente distintos. Él cree estar iniciando una seducción y ella está inmersa en un dolor que luego se convierte también en el de él. Él se pone a pensar en los muertos, y Joyce hace la famosa evocación de la nieve que cae sobre las llanuras centrales y sobre las agitadas olas de Shannon y sobre la tumba de Michael Furey y sobre las colinas sin árboles. Diría que esta conversación a media noche entre Gabriel y Gretta es tal vez lo mejor que Joyce escribió jamás.


El marido domesticado


Brujería, Gonzalo Torné, p.65

Julio se había abrochado la americana y era desconsolador cómo se le ajustaba a la cintura. Sudaba. Le crecían pelillos en el hueco del mentón, ningún afeitado podía rasurarle. Qué pena, qué lástima, todo sería más sencillo si Laura fuese una belleza discreta de la que disfrutar en privado. Pero su atractivo es la bandera de los Pons, sin ella ¿quién iba a fijarse en ti? No te creas único, he conocido a muchos como tú. Antes de perderla la harás sentir inferior, le faltarás al respeto, la chantajearás con vuestros hijos, le regalarás joyas y viajes para mantenerla sujeta y desilusionada en esa órbita donde el matrimonio empieza a parecerse a la prostitución. Te justificarás diciendo que estás obligado para evitar que vuestro mundo colapse. ¿Qué crees que estás salvando? Una convivencia que os sabéis de memoria, discusiones interpretadas mil veces como un hábito del cerebro, tensiones y aburrimiento, desengaños, y la costumbre de confundir la ilusión con la responsabilidad. ¿ Y qué vas a ofrecerle si decide irse aunque sea por unas semanas? ¿Tu grotesca dependencia? Pobre Julio, deberías ser más cuidadoso antes de abrir la puerta de tu casa. Te comprendo pero no te compadezco, representas a la clase de hombre en la que siempre he evitado convertirme: el marido domesticado.


INCIPIT 1.509. BARTEBLY Y COMPAÑIA / ENRIQUE VILA-MATAS


Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy feliz. Hoy más que nunca porque empiezo -8 de julio de 1999- este diario que va a ser al mismo tiempo un cuaderno de notas a pie de página que comentarán un texto invisible y que espero que demuestren mi solvencia como rastreador de bartlebys.

Hace veinticinco años, cuando era muy joven, publiqué una novelita sobre la imposibilidad del amor. Desde entonces, a causa de un trauma que ya explicaré, no había vuelto a escribir, pues renuncié radicalmente a hacerlo, me volví un bartleby, y de ahí mi interés desde hace tiempo por ellos.

Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados  lapsos, se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street; que nunca bebe cerveza, ni té, ni café como los demás; que jamás ha ido a ninguna parte


INCIPIT 1.508. HUACO RETRATO / GABRIELA WIENER


Lo más extraño de estar sola aquí, en París, en la sala de un museo etnográfico, casi debajo de la Torre Eiffel, es pensar que todas esas figurillas que se parecen a mí fueron arrancadas del patrimonio cultural de mi país por un hombre del que llevo el apellido.

Mi reflejo se mezcla en la vitrina con los contornos de estos personajes de piel marrón, ojos como pequeñas heridas brillantes, narices y pómulos de bronce tan pulidos como los míos hasta formar una sola composición, hierática, naturalista. Un tatarabuelo es apenas un vestigio en la vida de alguien, pero no si este se ha llevado a Europa la friolera de cuatro mil piezas precolombinas. Y su mayor mérito es no haber encontrado  Machu Picchu, pero haber estado cerca.

El Musée du quai Branly se encuentra en el VII Distrito, en el centro del muelle del mismo nombre, y es uno de esos museos europeos que acogen grandes colecciones de arte no occidental, de América, Asia, África y Oceanía. O sea que son museos muy bonitos levantados sobre cosas muy feas. Como si alguien creyera que pintando los techos con diseños de arte aborigen australiano y poniendo un montón de palmeras en los pasillos, nos fuéramos a sentir un poco como en casa y a olvidar que todo lo que hay aquí debería estar a miles de kilómetros. Incluyéndome.


INCIPIT 1.507. A RESGUARDO / DAVID LEAVITT


-¿Estaríais dispuestos a preguntarle a Siri cómo asesinar a Trump? -preguntó Eva Lindquist.

Eran las cuatro de la tarde de un día de noviembre, el primer sábado tras las elecciones presidenciales de 2016, y Eva estaba sentada en el porche cubierto de su casa de fines de semana en Connecticut, en compañía de Bruce, su marido; sus invitados, Min Marable, Jake Lovett y la pareja formada por Aaron y Rachel Weisenstein, ambos profesionales de la edición literaria; Grady Keohane, un coreógrafo soltero que tenía una casa en las cercanías; y la prima de Grady, Sandra Bleek, que acababa de dejar a su marido y pasaba unos días con su primo mientras se adaptaba a su nuevo estado. No estaba en el porche Mate Pierce -un amigo de Eva más joven que ella (treinta y siete años)-. Estaba en la cocina, preparando una segunda tanda de scones, había tenido que tirar la primera ya que había olvidado añadirle la levadura.

Un benévolo atardecer de otoño iluminaba la escena, que era de bienestar y placidez: la estufa de leña caldeaba el porche, y los invitados estaban acomodados en el sofá y los sillones de mimbre blanco, con los cojines que Jake había tapizado


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