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21/3/15

Un cuento de la vieja frontera


Ningún otro cineasta (de los pioneros) profesó el amor por el cine de forma tan vehemente como Fritz Lang (uno de sus inventores).
El cine es un vicio. Lo amo íntimamente.
Cada película de Lang, una historia de amor. No imaginaba rodar una película sino con el corazón. Llamar con el corazón para abrir los ojos, su poética. Un romántico, Lang.

la conversación con Godard (otro romántico) 
para la serie Cineastas de nuestro tiempo.

Veo una vez más Rancho Notorious (1952). Una película (desesperadamente) romántica.


Quizá la vez que más me haya gustado después de la primera vez hace ya tanto. O sea, me sigue gustando mucho. (Sobra decir que las imágenes que amojonan esta entrada -tan deslucidas las más- deben verse apenas como rastros para despertar -si acaso- la memoria de la belleza que cobijan los fotogramas de Rancho Notorious.)


Un noir con visos de western onírico y fantasmal. O viceversa. Un lang por el derecho y por el revés. Por temas, formas y motivos, un lang de todas todas. Empezando por esa mano. Esa garra.


Un crisol de figuras langianas. Odio, crimen, venganza (como desgrana The Legend of Chuck-a-Luck, la canción que escuchamos mientras pasan los créditos al comienzo de la película). El broche maldito. El destino. La justicia. La caza del hombre. Ese rápido encadenado entre la mano (garra) de Beth y Kinch (su asesino), que se lava los arañazos del rostro en el agua de un riachuelo.


El plano del espejo roto durante el tiroteo de la barbería.


Una organización secreta. Altar Kane (Marlene Dietrich), una femme fatale langiana a más no poder (aunque con ecos de su Frenchy en Destry Rides Again -aquí Arizona- de George Marshall).


Altar Kane, una Mabuse que pierde el control de su vida por amor. (La encubridora del título español.) Ese rancho (el Chuck-a-Luck) donde Altar Kane mueve y sujeta todos los hilos (donde todos los hilos conducen a ella), y nos remite a otro de los filmes mudos de Lang, Las arañas. Un mito de la frontera, Altar Kane, como la propia Marlene Dietrich, un mito del cine -un sueño de luz- revelado por Sternberg.


Una película de umbrales -puertas, ventanas, marcos- que montan un teatro para el tránsito -y el trabajo- de la mirada. Ver y ser visto, y aun la porfía por desentrañar con la mirada, deviene la matriz de la puesta en escena en Rancho Notorious.


Miradas que trazan triángulos de amor y culpa. Miradas cautivas de un pasado mítico que se cruzan con aquella mirada prendida de un crimen, con fiebre de venganza. El círculo fatal: Vern (Arthur Kennedy) contemplando a su chica muerta al principio y a Altar Kane al final.


Un filme de la frontera -iluminado por Hal Mohr (el director de fotografía de Destry Rides Again)- que refulge de rojos, un espejo donde se mira Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray, y emparentado también en nocturnidad con Una pistola al amanecer (1956) de Jacques Tourneur.


Quienes ningunean Rancho Notorious mencionan los fondos pintados y cosas así, en fin, sus pecados contra el naturalismo. Hay cegueras que no las remedia el oculista. Uno casi estaría por decir que si no te gusta Rancho Notorious (o El tigre de Esnapur o La tumba india) es que -en realidad- no te gusta Lang.


Godard apuntó que la puesta en escena de Lang es de una precisión que roza la abstracción. Una abstracción que dota a la película de un aire fantástico preñado de un romanticismo arrebatado y febril.


El paso (y el peso) del tiempo.
Me gustaría que te fueras y volvieras hace diez años,
 le dice Altar a Vern.
El tiempo nos ha unido y el tiempo ata más que una cuerda,
le dice Frenchy (Mel Ferrer) a Altar.

Fritz Lang con Marlene Dietrich en 1935.
¿Hace falta decir que Lang rodó Rancho Notorious 
para Marlene, por amor a Marlene, 
para filmar su amor por Marlene?
¿Decir que Lang es Vern y es Frenchy 
y cuantos aman a Altar en Rancho Notorious?

Los personajes no son lo que son. Son lo que han sido (lo que han hecho y lo que les ha ocurrido). Todos los personajes -así se desprende de la puesta en escena de Lang- atraviesan el filme dominados por fuerzas cuyo origen, significado y profundidad jamás comprenden.


La regla de oro del Chuck-A-Luck: las preguntas sobre el pasado, prohibidas. Un pozo de la memoria cegado. Pero, ya se sabe, el pasado nunca pasa, ni siquiera es pasado. O, si se quiere, el tiempo pasa, pero pesa.


Ya sabéis cuánto nos gustan (a nuestro hijo también) las películas donde los objetos (Pasión de los fuertes, de Ford, o Río rojo, de Hawks) amojonan el trayecto de una película, como el broche que Vern le regala a su amada al comienzo de Rancho Notorious -el broche ausente en el cuerpo yacente de Beth- y que descubre en el pecho de Altar en el curso de una canción.


Una canción que ha despertado mundos subjetivos (de un tiempo mítico) al compás de las obsesiones de cada cual. Altar va dirigiendo cada verso a un personaje: un chico tiene buenas intenciones /  pero no mandes a un chiquillo / hacer el trabajo de un hombre... Hasta cautiva a Vern. Entonces se quita el chal y lo enlaza al cuello de Frenchy, y deja a la vista el broche de Beth.


(Cómo no recordar otro objeto langiano: la flecha en la boina de Joan Bennett en Man Hunt, que hilvana su ausencia -y su memoria- en el filme.)


Lang nos pone en el sitio justo para comprender las razones que empujan a Vern por el camino de la venganza, pero también para percibir la ceguera de su odio y comprender -mientras la contemplamos- cuánta destrucción engendra el odio: sobre el destinatario y sobre quien lo experimenta. Vern no puede recuperar a Beth y pierde a Altar: no recupera lo perdido y pierde lo que podría tener.


Vemos el beso de Vern y Beth como verá Vern el de Altar y Frenchy en el rancho notorious.  Crear una escena que tendrá su culminación cien escenas más adelante, le contaba Lang a Godard en El dinosaurio y el bebé.


La película empieza con un final feliz, después de eso no hay nada que contar. Y así es, porque lo que se va a contar quedará suspendido sobre una herida en el corazón, una hendidura en el tiempo que ya nada podrá suturar. Una herida que devora la trama como un agujero negro. Rancho Notorious es la historia de lo que no pudo ser.


Escuchad la leyenda del Chuck-a-Luck, un recuerdo de años pasados devanando un cuento sobre la vieja frontera...  dice la canción The Legend of Chuck-a-Luck que escuchamos al comienzo y al final de la película.(Un aquel de cuento resuena en el tejido de las imágenes de los filmes de Lang.)  Chuck-A-Luck  era el título que prefería el cineasta. Le dijeron que el público no lo entendería; ¡pues anda que Rancho Notorious!

En Uruguay 
(no sé si en algún país más) 
se tituló El refugio.

Tanto Lang como su guionista Daniel Taradash se atribuyeron la idea de pespuntar la película como si de un romance se tratara, El guionista recordaba así su trabajo con el cineasta en Rancho Notorious:
Era un fanático del Oeste americano, tenía una biblioteca maravillosa sobre el tema. (...) Con Fritz Lang aprendí más sobre escritura de guiones que con ninguna otra persona. (...) Aprendí cómo se coreografía un guión.
Lang revisaba cada día el trabajo de Taradash y preparó a su lado, sobre las páginas que le iba pasando el guionista, la planificación de la película, el guión de trabajo del director. La mejor de las escuelas posibles.


Ken Darby, el autor de la canción, se refirió a Rancho Notorious como un cantar de gesta del viejo Oeste. El cantar de la frontera de Lang. Un canción de amor para Marlene Dietrich.