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Uno de los motivos de este parétensis en el mundo de las reseñas era la falta de motivación. Aunque he ido leyendo, los libros que se han ido acabando se caracterizaban por ser lo de siempre, más de lo mismo, absolutas nadas. No eran libros malos ni buenos. Sólo eran líneas ensuciando papeles. Me faltaba encontrar esa novela que me motivara y me devolviera la maravillosa sensación de esta leyendo con todo lo que implica esa palabra de descubrimiento y emoción. Hasta que copiando la lectura de un cliente, me llevé a casa Acero.
Y PAM.
Acero ha supuesto una de las lecturas más estimulantes de lo que llevo de año y como aficionado al fantástico y a la novela vampírica, un bálsamo y un oasis entre tanto chupasangre adolescente, entre tanto cazavampiros hiperarmado, entre tanta morralla romántica en el peor sentido del término.
Justine es un vampira de origen medieval que sobrevive en nuestra época gracias a olvidar siglos de historia. Keith es un músico con las manos destrozadas que cuida a Justine durante el día, la acompaña de caza por la noche y le habla de música y películas. Son dos seres heridos física y emocionalmente que se encuentran, se entienden y se enamoran sabiendo lo efímero que es el amor entre alguien que parece enterno y alguien condenado a envejecer y morir. Juntos han creado un mundo privado que llenan con palabras, música, sexo y paseos nocturnos que los acerca a lo que ninguno de los dos acaba de recordar haber sido; algo parecido a ser felices. Pero el mundo, las deudas de cada uno, sus errores, los heridos que han olvidado, vuelven y se inmiscuyen en su frágil paraiso y los enfrentan a un mal atávico y enterno.
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Aquí nos encontramos con una historia de amor dura, seca, hermosa, triste, perturbadora, en ocasiones desagradable, tranquila, madura y violenta. Con unos personajes machacados y heridos. Con una violencia en ocasiones extrema producto de un mal que ignora el dolor ajeno, la compasión y la empatía. Con unas descripciones crudas. Con momentos de profunda poesía (recuerdo ese parrafo donde Justine y Ketih follan y todo se convierte en un cuadro de El Bosco y el lenguaje se pervierte y se nutre de la plasticidad de la oscuridad y la sangre) y con una ciudad, Los Ángeles, que es un personaje más en el deambular de seres perdidos por las heridas del pasado. Un estilo acerado, trabajado, seco y poético... era como estar leyendo una película de John Cassavetes.
Pero más allá de la violencia, del mal, de la oscuridad, de la ciudad, Acero es una desgarradora y muy triste historia de amor. Profunda y dolorosa. La historia de dos seres heridos que intenta curar sus heridas y alcanzar una felicidad que parece que no les está permitida.
La vida es esencialmente misteriosa, y Keith parece haberlo aceptado. Cuando él y Justine follan, la alquimia de su unión crea un nuevo mundo oscuro completamente distinto a todo lo que cualquier otro pueda haber conocido, un mundo como una jungla hipnótica que nunca ha visto el sol, una jungla de enromes frutos pulposos de metal fundido y flors de acero goteante, insectos ciegos que llenan la noche y luego se alejan volando para siempre, animales que copulan sobre pagajosos árboles en forma de joya, penes sangrantes que se retuercen como serpientes alrededor de tendones y las ramas óseas en direccion de las negriazules lagunas de un líquido brillante...
Una gran novela para lectores sin miedo y exigentes que a un libro le piden algo más que "enganche". Una lección de literatura y como, gracias a una gran intuición literaria, talento y sensibilidad, se puede actualizar y dotar de nuevos signficados a un mito que muchos parecen empeñados en enterrar.