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"El alquimista" de Paulo Coelho, "A de amor" de David Levithan, "La gente feliz lee y toma café" de Agnès Martin-Lugand

Hoy toca tres mini reseñas (así adelantamos lecturas del reto).
Estas novelas tampoco merecen mucho más.

El alquimista, Paulo Coelho, Planeta
L'alquimista, Paulo Coelho, Proa

No os podéis imaginar la profunda pereza que me daba la lectura de la archifamosa novela de Paulo Coelho. Ha sido un libro que pese a tenerlo desde el principio del reto, iba retrasando. Esta semana no podía retrasarlo más. Un café cargado y dos horas por delante. Y si su lectura me provocaba tedio y pereza, su reseña no os lo podéis ni imaginar.

Primero de todo dejar claro que creo que las valoraciones que de forma habitual hacemos para otras novelas no pueden aplicarse en este caso. Conceptos como ritmo, estilo, profundidad de historia o personajes no pueden aplicarse en el caso de El Alquimista. Coelho nos presenta una historia de "ideas", de mensaje y todos los elementos de los que se sirve solo están para vendernos unas ideas, una filosofía, un mensaje con algo de afan didáctico y mucho de gran verdad. No existe un mínimo de complejidad en los personajes, por ejemplo. Son tipos, títeres que solo están como vehículo para el viaje espiritual del protagonista y para presentar la idea de la vida, el universo, la espiritualidad y el amor que tiene el autor. Una fábula sin ningún tipo de valor literario que se alarga demasiado, repite hasta la saciedad las mismas ideas y apuesta por la obviedad y el cliché (el niño interior, lo que importa es el viaje, no el destino, creer en uno mismo para conseguir los sueños, etc.). Amén de ser terriblemente aburrido, tener un estilo inexistente y pese a su brevedad, tener una sobreabundancia de páginas que no vienen a nada más que a repetir lo que nos han explicado hace poco.

Eliminado, pues, cualquier tipo de placer literario queda el mensaje y, la verdad, a mí estas fábulas espirituales construidas en mensajes manidos y obvios no me gustan. Cuatro soluciones fáciles, cuatro clichés de autoayuda donde se nos dice que somos especiales y que las fuerzas del universo conspiran para hacernos felices. Un mensaje de fuerte contenido religioso y donde los hombres buscan, y las mujeres esperan.

Borges en el cuento original explica exactamente lo mismo, mucho mejor y en solo una página.

A de amor, David Levithan, Grijalbo
A d'amor, David Lecithan, Ara Llibres

De este autor conocía una de sus novelas juveniles, la muy recomendable y simpática Cuaderno para dos que coescribió con Rachel Cohn. Así que cuando propusieron este A de amor pensé que sería interesante ver alguna otra faceta de David Levithan.

Y sí, interesante ha sido. Una historia de amor cotidiana y sin nada especial, pero explicada de una forma diferente... una especie de diario del protagonista estructurado como un alfabeto donde va puntuando, reflexionando, callando los detalles de su historia de amor por medio de definiciones.

Interesante, sí, pero en mi opinión fallido ya que no consiguió que me interesara por los protagonistas, por su historia o problemas. Grandes vacíos de información, saltos temporales, muchos silencios, medias palabras que obligan al lector a completar la historia... todo esto es muy interesante y resulta un reto ir añadiendo los detalles, poniendo voz a todo lo que callan los protagonistas. Pero en mi caso ha sido bastante frustrante porque en ningún momento he hecho míos a los protagonistas o su historia. Hay una evidente falta de desarrollo en su historia, una mayor profundidad en el análisis de sus sentimientos, miedos, enfados y pasión.

Y no podía dejar de pensar que por momentos se quedaba más en la frase ingeniosa que en el desarrollo de una historia. Un experimento interesante que no lleva más de hora y media de lectura, pero que en mi opinión se queda a medio camino.

La gente feliz lee y toma café, Agnès Martin-Lugand, Alfaguara

Lo mejor que se puede decir de esta novela es que es corta. Uno empieza a leerla sin mucho entusiasmo y a las dos horas ya está acabada y en proceso de olvido. Rápida, breve, sin complicaciones, sin estilo, sin personajes y con una historia que es puro planteamiento olvidando que toda novela tiene que explicar algo, por mínimo que sea. Y esta, que en principio es una historia de superación, se queda en repetir, en alargar y en su tramo final, en correr.

Diane pierde a su marido y a su hija en un accidente de coche. Deprimida, se da una última oportunidad y se va a vivir a un pueblo de Irlanda donde la gente es maja, sonríe siempre, los perros son super cariñosos y los vecinos están mazo que te peinas aunque tengan un carácter de mierda.

La novela está vertebrada en tres fuertes pilares.
- La ausencia de cualquier tipo de estilo literario. Frases cortas, ausencia de descripciones, vocabulario limitado. La nada absoluta. Páginas donde no pasa nada, repetición de las mismas escenas para explicar exactamente lo mismo, atropellamiento en su recta final para acabar cerrar una historia que no existe...
- Nada mejor para crear una historia que moverse entre clichés. A saber, el macho alfa atormentado, el mejor amigo gay promiscuo y muy divertido, la amiga guapísima y alocada, la mala guapísima y arpia, el perro simpático y juguetón, el encantador pueblecito donde todos son majos en contraposición con la ciudad donde todo el mundo anda enfurruñado, etcétera.
- Un argumento inconsistente y banal plagado de todos los lugares comunes de la peor literatura romántica que no quiere pasar por tal. La gente feliz lee y toma café es una novela romántica, pero que intenta no parecerlo camuflándose en una novela de superación. La tensión sexual, las primeras peleas que ocultan una atracción, la aparición de la arpía, el encuentro de dos personas heridas... Al menos, honestidad.

La gente feliz lee y toma café es una novela superficial, aburrida, tópica, inconsistente, contradictoria y con personajes que se contradicen y un final ridículo en su intento de dejar al lector con una sensación agridulce.

Al menos es corta.

Por cierto, el título hace referencia a un café literario donde trabaja la protagonista. Aparece al principio y al final y no pinta mucho.