La veritable confessió de Charlotte Doyle, Avi, ed. Bambú, 2010.
Las verdaderas confesiones de Charlotte Doyle, Avi, ed. Alfaguara, 2011
Una muchacha de trece años que ha vivido siempre entre algodones que debe hacer una viaje marítimo entre Inglaterra y América para reunirse con su familia. Viajará sola amparada en su orgullo, sus prejuicios sociales y un diario que le ha comprado su padre advirtiéndole que lo leerá por entero para comprobar su sintaxis y ortografia. Una vez a bordo conocerá a una ruda y violenta tripulación y a un capitán que resume todas las bondades en las que siempre ha creído. Pero el viaje es largo, la mar, caprichosa y las cosas no son siempre lo que parecen. Y Charlotte acabará acusada de asesinato y juzgada bajo pena de muerte.
Esta es una novela que parece escrita en otra época.
Me explico, ante la proliferación de novelas de ambiente gótico y fantástico llenas llenitas de criaturas maravillosas, seres de la imaginación, grandes epopeyas y enormes viajes, de repente aparece publicada una novela que lo que hace es recuperar el sabor de las viejas novelas de aventuras de toda la vida. Charlotte Doyle nos devuelve a la boca el sabor a sal de las novelas de Stevenson, Verne, Salgari y todos aquellos que alguna vez nos hicieron soñar con la posibilidad de escaparnos de casa y enrolarnos como grumetes en un barco.
Una historia sencilla y lienal de aventuras, misterio, descubrimiento y que no es más que una de esas historias de crecimiento personal, de autodescubrimiento y maduración que nos remiten de forma directa a dos de los más grandes clásicos del género de la aventura marítimas. Esas pedazos de obra maestras que son La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson (y que, además, es una de las doce mejores novelas de todos los tiempos) y Capitanes intrepidos de Rudyard Kipling y que yo siempre recordaré por Spencer Tracy.
¿Estoy diciendo que Charlotte Doyle es igual que Jim Hawkins o que Harvey Cheyne? Como novela, no. Charlotte Doyle no es una obra maestra. Vacila, en algún momento es repetitiva y quizá depende mucho de esos modelos, pero es una buena novela de aventuras maritimas. Y esto es mucho. Charlotte Doyle es el típico personaje que evoluciona de cría caprichosa y prejuiciosa a heroina del barco. Vence sus temores, se vence a sí misma y, como siempre, descubre a desconfiar de las apariencias.
Pero lo mejor de esta novela es el barco. Es la sal. Las velas y los cabos. La estrechez de los camarotes. Las manos llenas de ampollas y duricias. El viento. La calma chicha. Los cuchillos. Las miradas de los marineros. La desconfianza. El día a día y la vida en un barco del siglo XIX con sus largas y peligrosas travesias. Para los que crecimos con los nombres de Salgari, Stevenson, May, Conrad o Verne, esta Charlotte Doyle es una pequeña joya que nos devuelve el sabor de la aventura más pura.