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Donde hablo de unas pocas recomendaciones para este Sant Jordi por si alguien no tiene ni idea qué comprar, leer o regalar

Muchas personas...
¿Muchas?
Bueno, bastantes.
¿Y esas son?
Una cuantas.
¿Pero unas cuantas o bastantes?
Pues...
Un número, solo queremos un número.
Nadie, nadie me lo ha pedido, ¿vale?
Vale, solo queríamos dejarlo claro.

Pues eso, respira, respira... nadie me ha pedido una lista de recomendaciones para este próximo Sant Jordi que se aproxima cual jinete apocalíptico dejando tras de si un reguero de sangre e inocentes llorosos. Pero me apetecía. Y de forma humilde, pero jactanciosa, dejo una serie de títulos que me parecen interesantes y que sería una lástima que pasaran desapercibidos entre tanto título inflado de publicidad, pero vacío de contenidos.

Nefando y Mandíbula de Mónica Ojeda, editorial Candaya

Ni fáciles, ni complacientes, ni cómodas, pero poseedoras de una intensa fuerza literaria y una contundencia estilística y argumental sin discusión. 

El largo viaje a un pequeño planeta iracundo, 
Becky Chambers, Insólita editorial, trad. Alexander Páez

Deliciosa space-opera con gran ritmo y mejores personajes. Divertida, optimista y con un enorme sentido de la maravilla y de la aventura.

A ver cómo te lo explico. El feminismo explicado a las mujeres de Ramiro Vivó Huevo

Por fin una voz masculina y sabia explica a las mujeres qué es eso de ser feminista, las distinciones entre feminismo bueno y feminismo del otro y como combinar ser feminista con ser una mujer de verdad. Lo recomiendo de forma entusiasta porque el autor se ha llevado mis películas de John Carpenter y las necesito de vuelta.

Refugio, Terry Tempest Williams, errata naturae, trad. Regina López Muñoz

Lo que empieza siendo un libro sobre un desastre ecológico acaba siendo una historia sobre la familia, la enfermedad, la muerte y el renacimiento. Una preciosidad de libro.

Deja que te cuente, Shirley Jackson, Minuscula, trad. Paula Kuffer

Es un libro de cuentos y ensayos inéditos de Shirley Jackson.
¿Es necesario añadir algo más?
Estamos hablando de una de las mejores escritoras del siglo XX y autora de uno de los mejores cuentos de la historia, de la mejor novela de casas encantadas y de una obra maestra por la que me pego en los patios de los colegios como es Siempre hemos vivido en el castillo. Que ahora nos llegue este puñado de relatos y ensayos inéditos es un regalo que no nos merecemos, pero que celebramos con sacrificios de malos escritores y bailes nocturnos en pelotas.

El calçotets del llop de Wilfrid Lupano, Mayana Itoïz y Paul Cauuet

Divertidísimo álbum ilustrado con mucha más mala leche de lo que puede parecer en un principio. La amenaza de un lobo, la desaparición de tres cerdos y una economía local basada en el miedo.

El caso de la contorsionista yeyé de Justo Pantaleón

Primer caso del detective filatelico Pedro Pasías. Trepidante, adictiva y demasiado violenta. Aunque le sobran setecientas páginas y hay un exceso de sospechosos y de recetas de tiramisú es una de mis apuestas para este Sant Jordi y una de las novela que más me han gustado esta temporada. Será porque la leí con fiebre.

Pájaros en la boca y otros cuentos de Samanta Schweblin, Literatura Random House

Brillante antología de relatos de una autora muy interesante.
La crueldad y la poesía. El humor descarnado. La realidad filtrada por lo fantástico.

Silverville, Victoria Álvarez, Nocturna ediciones

A ver, que no la he leído todavía, pero Victoria Álvarez tiene toda mi confianza.
Además, es un western.

Una temporada salvaje, Joe R: Lansdale, Siruela, trad. Miguel Rosa

Algo sencillo que, por supuesto, se complica sobremanera. Si no, no sería divertido.
Un thriller violento lleno de humor negrísimo y mucha mala leche.
Como el día de Sant Jordi o la semana antes de empezar el cole, vamos.

Lucy, Jamaica Kincaid, Les Hores editorial, trad. Carme Geronès

Ya he hablado de esta maravillosa novela en mi anterior entrada, pero no está mal repetirlo por si hay algún despistado. Raza, género, inmigración, maternidad, clase... de todo esto y más siempre bajo la mirada nada inocente de una fascinante narradora.


Un legionario para el pecado, Claudia del Moral

¿Viajes en el tiempo, romanos buenorros que deshidratan con la mirada, sexo salvaje en el muro de Adriano, palomas vengativas? Sí, por fin nuestra plegarias se han escuchado y se ha reeditado una de las primeras y más buscadas novelas de Claudia del Moral. Cuando la diosa de la novela romántica ha anunciado su triunfal regreso cual Cleopatra entrando en Roma, es un buen momento para recuperar esta novela (primera de las setenta que consta la serie de Pasiones a la romana). Una novela inolvidable que permanecerá en la memoria porque, como dice un momento el protagonista Maximus Enormus, cuando dos genitales llenos de pasión están destinados a ahogarse en sus ríos, ni todo el poder de Roma podrá detenerlos.

Negorith, Iván Ledesma, Bridge

Una de las novelas con las que mejor me lo he pasado, esta oscura fantasía urbana de Iván Ledesma es de lo más interesante en literatura juvenil que podemos encontrar en las librerías. Si llego a leer con catorce años esta mezcla Stephen King, Clive Barker, Buffy, Gaiman, mi mundo hubiera explotado. Y aunque se pueden rastrear las influencia de Ledesma, no pierde ni un ápice de personalidad. Ágil y muy rápida.

Supergirl, fuera de lo común, de Mariko Tamaki y Joëlle Jones, ed. ECC

Desde siempre, debilidad por Supergirl. Y esta visión del origen del personaje es una maravilla. El sentirse diferente, incapaz de comunicarse, miedos que no se pueden explicar... vamos, la adolescencia. Sin olvidar el elemento heróico. Un personaje rico y complejo rodeado de unos secundarios excelentemente escritos y con un dibujo fresco, innovador y fascinante.

Alan Smithee NO salvó el mundo, Sergi Álvarez, Orciny Press

No estoy muy seguro de si ese tipejo llamado Alan Smithee merece estar en esta lista, pero Sergi Álvarez sí por aguantarlo. Una historia real de como Alan Smithee no salvó el mundo que se puede leer como una crónica apocalíptica, una novela de humor o una sofisticada sátira y reflexión sobre los límites entre homenaje y plagio, la tan cacareada falta de originalidad de la ficción de género contemporánea o sencillamente una tontá.
Sea como sea, pasé un rato genial leyendo esta trepidante aventura.

Tots els contes, Katherine Mansfield, Proa, trad. Pep Julià, Anna Llisterri i Marta Pera

Todos los cuentos de Katherine Mansfield. 
Todos.
¿En serio es necesario añadir más?

Dungeons & dragons 5a edición, Edge

El juego de rol de toda la vida vuelve a lo grande. Mejorado, más sencillo y más rápido. Lo poco que llevo jugado con el sistema y tiene todo mi favor.
¿Qué no jugáis a rol? ¿Y a qué estáis esperando?

Fantasma, Laura Lee Bahr, Orciny Press, trad. Hugo Camacho

Han pasado meses y la leí el año pasado, pero sigue siendo de lo mejor que he leído este año.
Evasiva, difícil, compleja, divertida, tierna, cruel, hermosa.
Un rompecabezas al que le falta un par de piezas y dos de las que tienen son de otro juego.

Visceras y sensibilidad, Jorge Jiménez del Moral

El thriller sobrenatural de la temporada.
Una multitud de escritores, influencers, youtubers y lectores en general aparecen muertos por todo el mundo de las más diversas formas, pero con el factor común de libros incrustados por los orificios.
Aparece una novela inédita de Jane Austen; una violenta fantasía gore de educados caníbales en Bath.
La tumba de Jane Austen en la catedral de Winchester aparece profanada.
¿Casualidades? No, el zombi de Jane Austen ha salido de su tumba y vaga por el mundo gracia a sus poderes de teletransportación para eliminar a todos aquellos que han hecho uso o mala lectura de su obra. Solo un descendiente de Mark Twain, una imitadora de Elisabeth Bennet de las Vegas y un simpático mono robot podrán detenerla.

En serio, lo mejor del año.
Me sabe mal por Orciny Press porque se han perdido la novela bizarra de la década.

Y lo dejo aquí.
No están todos los que quería, pero es lo que hay. La nena se ha despertado de la siesta y hay prioridades. Si puedo, edito y añado más.
Sed felices esta diada de Sant Jordi y permitios muchos caprichos.
Y si pasáis por la plaça de Cal Font de Igualada, buscadme en una de las paradas y traedme un zumito o algo para comer. Seré el librero tó grande y sexi.

Novedades improbables VI. Tres novelas para este Sant Jordi.

Se acerca Sant Jordi.
Y creo que es buena idea que aproveche el blog para recomendar algunas novelas que corren el riesgo de pasar desapercibidas ante la avalancha de títulos.
De momento, tres novelas que merecen nuestra atención y que os prometo os harán pasar momentos inolvidables.

La guarderia del terror, Álex Flesh, Ediciones B

La novela de terror de la temporada. Ganadora del prestigioso premio internacional Muerte o susto que otorga la Asociación de Aficionados a los Sustos Literarios.

Frank Bonnaro está cansado. Cansado de la violencia de las calles, de desarticular día sí, día también, laboratorios de metanfetaminas, de tener que lidiar con jóvenes existencialistas que no encuentran sentido a nada y por eso no tiene sentido pagar en los supermercados. Está cansado de ver cómo el sistema libera a los turistas que caminan sin pantalones por las calles y se orinan en los ancianos. Harto de tener que luchar siempre contra los mismos psicópatas que se infiltran en las interminables convenciones de disfraces de muñecas legionarias. No puede más y el día que ve como alguien arranca impunemente la etiqueta con su nombre de su grapadora, SU grapadora, decide mandarlo todo a la mierda y con cuatro tiros y una hoja de dimisión deja su trabajo en la policía y decide que ha llegado la hora de montar el negocio de su vida y de sus sueños: una guardería sin licencia en su piso de soltero.
Y tiene éxito. Hasta que empiezan a suceder cosas raras. Cosas inexplicables como un niño que muerde a otro niño y admite su culpa. Una madre que no pone jersey a su hija pequeña pese a que otras madres han comentado que hace un poco de frío. Un niño que se mete lo dedos en la nariz y no se come los mocos. Demasiadas cosas inquietantes. Una sencilla y rápida búsqueda por google arrojará luz al misterio: la guardería se construyó encima de un cementerio indio construido encima de las ruinas de un templo maya maldito construido encima del cráter donde hace billones de años llegaron criaturas infernales donde por casualidad había una puerta que si se abre conduce directamente a una dimensión plagada de criaturas informes que quieren volver.

Miedo. Pero miedo miedo miedo miedo. De los de llorar por la noche y arrojar el libro a la cabeza de la primera persona que te toca. Miedo de hacerse aguas mayores en los pantalones y no cambiarse porque no estás seguro de si eso que hay en el baño es papel higiénico o una lengua maldita.

Un nuevo rey del terror. Alex Flesh  explora los límites entre la puericultura y el infierno. Imágenes poderosas e inquietantes como ese niño que comparte sus juguetes o esos niños en silencio cuando después de hacer desaparecer tres kilos de chucherías no muestras signos de hiperactividad. Una novela que deja claro que el infierno no es ni uno mismo ni los otros, sino un lugar lleno de niños en silencio que abren puertas dimensionales a jinetes del infierno vestidos de mayas.

Una novela ideal para pasar miedo y decir, jo qué miedo he pasado, me he hecho caquita.

Frank dejó a un lado el muñeco de Dora La Exploradora y agarró el cuchillo con el pelaba las mandarinas a los niños en la merienda. 
Un silencio silencioso se extendía por toda la guardería. 
No era normal.
Los niños habían estado comiendo chocolate. 
Les había hecho beber Coca-Cola con azúcar.
Y nada.
Silencio.
Frank entró en su antiguo despacho, reconvertido en zona de dormir. Encendío su linterna y allí estaban. Veintidós niños y niñas con los ojos abiertos mirándole. En silencio. Y cada uno llevaba en una manita un tomo de la historia completa de las Guerras Aztecas contra Mayas.
Un silencio de muerte y desolación que se rompió cuando Arturito abrió la boca y dijo...
- Gu gu ta ta.
Y las puertas del infierno maya se regresaron a esta dimensión.

El paseo por el pasillo (Tú eres mi destino 2.5/4_43b), Dolores Scott, Roca Editorial.

Hace quince años Dolores Scott publicó la última parte de su exitosa pentalogía Tú eres mi destino donde explicaba la historia de una chica buena que escribe los apuntes con pautas que conoce a un chico malo que conduce una moto sin casco y bebe cerveza con alcohol, detiene una invasión extraterrestre, descubre que él es un cambiaformas, que ella es un lápiz de otra dimensión con sentimientos y que sus padres no son sus padres si no sus tíos segundos por parte de madre y otras muchas sorpresas y giros argumentales que llevaron a sus millones de fans a la demencia.

Tras estos cinco volúmenes, publicó Tú eres mi destino. Los origenes, la trilogía Los orígenes de Los orígenes de Tú eres mi destino, la precuela de la segunda parte de la pentalogía original, tres spin-off donde exploraba la vida de los tres personajes secundarios favoritos de la tercera novela, además de una serie de pequeños capítulos que vendían solo en formato digital que relataban momentos que sucedían entre novelas, capítulos o puntos y apartes. Todo esto sin contar con las ediciones extendidas en las ediciones especiales en rústica especial que contenían capítulos extras y las novelas breves que la autora publicaba en su página web donde los mismos sucesos que los lectores tanto aman se explicaban desde otro punto de vista.

Y ahora, quince años después, Dolores Scott publica El paseo por el pasillo, Tú eres mi destino 2.5/4_43b, una breve novela de trescientas páginas que viene a dar luz a uno de los momentos que más han llenado de discusiones los foros, ¿qué le pasó a Alborada durante el cambio de clase en la segunda novela? ¿Qué sucedió entre Biología y Biología avanzada para que las risas con las que acaba un capítulo empiecen con llantos en el capítulo siguientes? ¿Cuáles fueron las crueles palabras que le dirigió Jonhson cuando se lo encontró apoyado en el marco del aula de Biología molecular?

Un ocho y medio en Biología es más de lo que esperaba. ¡No es tan difícil como Rhonda y BettyBey me habían dicho! Y eso que no pude estudiar todo lo que quería después de los acontecimientos que llevaron a la destrucción de Nueva Las Vegas.
Me pongo bien el flequillo, me cuelgo la mochila al hombre y salgo de clase atravesando la puerta abierta. No puedo evitar que mi mirada se vuelva hacia el marco. Allí es donde Johnson me besó por primera vez y aun siento incontrolables temblores al recordarlo. Se me caen los libros al suelo, pero no tengo que recogerlos porque uno de esos insoportables gordos con gafas y pantalones de pana que me rondan siempre me lo alcanza.
- Hola Alborada.
No le contesto. 
Ni quiero ni puedo porque Johnson me está mirando. 
Lo sé. 
Lo noto. 
En cada célula de mi cuerpo y en cada átomo de humedad que puebla mi entrepierna. Mi cerebro me dice que no lo haga, que no mire, que no lo busque, pero no puedo evitarlo y mi subconsciente tira de mí y alzo mis ojos mientra aparto de un empujón al fracasado con granos que me ha dado el libro.
Allí está. Tan alto, tan guapo y con esa mirada de armadillo en celo que hace que me erice.
Apoyado en el quicio de la puerta de Biología molecular con esa mirada de niño malo que me hace querer aliviarlo todos los dolores del mundo.
Y entonces me doy cuenta y no puedo evitar temblar y sentir un pánico terrible. ¡Ahora tengo Biología avanzada! Y el aula está en la otra ala del insituto. Al lado de las colección de estatuas ecuestres. Y para ir allí tengo que pasar por delante de Jonhson.
¿Por qué esto solo me pasa a mí?

Con forma de serpiente (Sexys payasos & Calientes psicópatas 1), Claudia del Moral, Moralismos Editorial

¡Por fin la nueva y esperada saga de Claudia del Moral! Primero fueron los highlanders, luego, vampiros, caballeros unicornios, raperos cristianos, cambiaformas armadillos... criaturas fantásticas e imposibles que se convirtieron en el nuevo paradigma erótico para millones de lectores. Y cuando parecía que la voz de Claudia se había apagado, irrumpe en el panorama literario con una nueva saga y unos nuevos personajes que harán que miles de lectores en todo el mundo se estremezcan y convulsionen.

Annabeth es la estrella de las fiestas infantiles. Una sexi e inocente payasa que con su escultural cuerpo, su habilidad con los globos y sus chistes de "tírame del dedo" amenizan cualquier party de las mejores familias de Detritus City. O por lo menos lo era hasta que en la ciudad se abrió la agencia "Ríete tú de mí" donde un grupo de macizos payasos de perfectas abdominales y glúteos duros se han convertido en la sensación de la temporada. Ahora son ellos los que hacen todas las gracias a los niños, niñas, madres y padres con sus pómulos cincelados, sus hábiles dedos y su lengua afilada.

Pero Annabeth no está dispuesta a que estos guapos payasos le arruinen el negocio y decide que la mejor forma no es hacer una oferta de 2x1, si no matarlos a todos y de la forma más cruel y psicopática posible. Porque Annabeth utilizaba el clown para hacer feliz a los niños y para mantener a raya una psicopatía que le obliga a hacer divertidas formas de animales con intestinos humanos. Sin trabajo y sin la risa inocente de los infantes, Annabeth se lanza a una orgía de pintura facial y visceras humanas. Hasta que topa con PoPo, un sexi payaso embadurnado en aceite con un talento natural para embadurnarse los abdominales de nata montada y su ansía asesina se tambalea. Quiere matarlo, pero es tan guapo y quizá a él no le haga gracia que haya matado a sus compañeros de agencia... La fiesta infantil acaba de empezar...

"Es sexi, caliente y perturbadora. Ha transformado mi mayor terror infantil en la fantasía preferida", un usuario de Amazon que firma como Anónimo335.

"Pero, ¿está novela va en serio?", Kamikaze, editor del blog sin criterio meespachurrocontralibros.blogspot.com

"Me ha encantado. Es una mezcla perfecta entre  Pretty woman, Patch Adams y La matanza de Texas. Como si Hannibal se enamorara y conociera a la prota de New Girl, pero sin abandonar su dieta. Y con una portada superchula", Evora Cai, youtuber.

Estas son algunas de las entusiastas críticas que ha recibido esta nueva novela de Claudia. Una novela que lo tiene todo y que da más de lo que cualquier persona cuerda pediría. Globos, tartas, maquillaje facial, cuerpos de infarto, chistes de toc toc, baños de sangre, insinuaciones de ardientes escenas de canibalismo y muchas risas.

PoPo le dio el globo con forma de corazón.
- ¿Es para mí? - dijo una emocionada Annabeth.
Moc, moc.
Nunca una bocina había sonado tan sexi.
- No lo merezco.
Moc, moc.
- Pero si he matado a tu mejor amigo... y antes de morir le obligué a comerse el pie con el que hacía la imitación de Bob Esponja.
Moc, moc - era casi un sollozo. Dos bocinazos donde se resumían el amor y el dolor de toda una vida dedicada a hacer reír y la ilusión y el dolo que supone enamorarse de la asesina psicópata que ha matado a tu mejor amigo.
- No lo merezco - dijo en susurros mientras dejaba que se abrieran las compuertas de sus hermosos lacrimales.
PoPo dejó a un lado la bocina y con sus grandes y suaves manos acarició la perfecta cara de Annabeth. Con el pulgar recogió una de sus lágrimas mezclada con maquillaje y se la llevó a los labios. Annabeth dejó escapar un gemido al ver que una persona de la que se había enamorado se alimentaba de ella. 
- El maquillaje es tóxico - pero a él no le importaba. 
Como no le importó quitarse el sombrero de copa, el babero y los pantalones seis tallas más grandes y quedar completamente desnudo ante los ojos de Annabeth. El enorme y grueso pene de PoPo, largo como el brazo de Annabeth y tan ancho como un extintor, la tentaba a que jugara con él e hiciera todas la formas que su imaginación supiera. Annabeth no se hizo rogar y empezó a jugar con él, a girarlo, moverlo, cruzarlo... una serpiente, un cencerro, un columpio, Jesucristo, dragones... miles de formas y siluetas puntados por los bocinazos que emitía PoPo, cada vez más sexis, más calientes.
Moc, moc, moc, moc, moc.

Escuela Claudia del Moral para jóvenes y apasionados escritores

Una pequeña pausa en el reto para dar una buena noticia.
Claudia del Moral ha vuelto y con más ganas que nunca.

A lo largo de este año son muchos los interesados que me han remitido cartas, privados, palomas, corzos, vaqueros, saltamontes, mensajes telepáticos, columnas de humo, conejos en una olla y otras formas de comunicación preguntando qué ha pasado con Claudia del Moral. ¿Se ha retirado? ¿Ha dejado de escribir y se dedica a la vida contemplativa o a resolver crímenes en trasatlánticos de lujo acompañada de su fiel y cachas Diógenes? ¿Ha muerto y ahora su cadáver momificado es adorado por una oscura secta de fan girls? ¿Por qué ha pasado de publicar seis novelas al mes de las más ardientes temáticas a este insoportable silencio que está conduciendo a sus innumerables fans a la locura y al canibalismo? ¿Qué ha pasado, por amor de un dios?

Muchas cosas han pasado. De algunas de ellas tengo prohibido hablar ya que sus ramificaciones políticas, sociales y sensuales aun están marcando el devenir de este mundo. De las demás, ahora me dispongo a hablar.

Como todos sabéis, Claudia suele pasar la mayor parte de la año en su sencilla villa en Capri.

Villa Claudia o Casa Pasión.
El lugar donde Claudia del Moral ha perpetrado sus mejores creaciones.

Esta crisis se inició cuando Claudia estaba corrigiendo las galeradas de la décimo octava entrega de su famosa serie "Highlanders en patines" y se dio cuenta de que el argumento que había utilizado para relatar las eróticas aventuras rodantes del agresivo, pero dulce Patrick "El tonelero" y la aguerrida e indómita Megan Vargas era igual, salvo el patinete del protagonista, al que ya había utilizado en la trigésimo tercera parte de su saga "Vampiros sin calzones". Quedó consternada ante su ordenador de marfil sintiendo como una terrible idea iba introduciéndose en su prodigioso cerebro cual gusano en la hrida del despistado campista que no ha sabido cauterizarla y deja parte de carne palpitante y correosa como tentación de parásitos. Se dio cuenta de que se había quedado sin ideas. Vacía como una ánfora griega e igual de hermosa. Quizá después de más de dos mil novelas, la llama de su inspiración se había agotado. Apagó el ordenador, llamó a la editorial y a sus abogados para informarles de que no podía continuar y se adueño de ella una profunda tristeza que ni los sugestivos masajes de nalgas de Diógenes podía aliviar.

Diógenes, apoyo siempre fiel de Claudia.

Por primera vez en su vida, Claudia no podía escribir. Pasaba los días encerrada en su mísera villa en Capri escuchando música renacentista francesa y contemplando indiferente las rutinas de abdominales de Diógenes. No podía escribir. Sus historias eran las de siempre, era una fracasada y ni las noticias de tumultos en librerías por la falta de sus novelas podía alegrarla. Admiradores, fans, locos, escritores envidiosos, todos ellos se interesaban por la suerte de Claudia, pero solo recibían silencio y perdigones. Claudía había entrado en un pozo de desesperación que parecía no tener fin.

Hasta que un día, después de una rutinaria sesión de sexo de seis horas, Diógenes prendió una llama. Quizá había llegado a la hora de compartir. De enseñar a otros escritores todo lo que ella llevaba dentro, todos sus conocimientos de técnica y creación para conseguir las más húmedas y tórridas novelas de amor y pasión. En un primer momento rechazó la idea, pero al paso de los días fue dándole vueltas y sí, de acuerdo, quizá fuera una forma de volver al mundo, reconectar con la literatura y sus seguidores y devolver el cariño que a lo largo de los años le habían dado. Una escuela, un lugar donde jóvenes escritores tuvieran cobijo, apoyo y comida para crear sus obras. Séis meses de convivencia en su pequeña villa capriana bajo la férrea tutela de una profesora tan exigente como Claudia. Cuatro escritores jóvenes seleccionados de todo el mundo que contarían con la ayuda de una figura como Claudia para alumbrar sus primeras novelas. Dicho y hecho. Anuncio, selección y la primera generación de pequeños clauditos con sus respectivas novelas. Seis meses de duro trabajo (que iremos relatando, pero sobre todo en el blog dedicado a Claudia) que cristalizan en novelas como esta:

Pasión supervividora, Agnes Tibaldi, próxima publicación.

La ambición de la joven escritora Agnes Tibaldi es la de convertirse en la reina indiscutible del género romantic survivor, novelas distópicas de supervivencia en entornos hostiles donde el amor tiene una segunda oportunidad. Su primera novela es la prueba indiscutible de que es una voz narrativa que dará mucho de que hablar.

Un mundo futuro dominado con mano y pie férreo por La Corporación Malvada, un gobierno distópico y tirano que tomó el poder tras el desastre conocido como La Gran Deflagración que dejó el mundo hecho unos zorros. Para conmemorar el día de su toma de poder, y para controlar la población de adolescentes rebeldes que exigen derechos y wifi en el metro, todos los años se organizan los Juegos Salvajes donde un par de centenas de jóvenes y jóvenas son abandonados en entornos hostiles sin nada más que ajustados trajes de cuero y un mondadientes. Entre estos adolescentes se encuentra Sylvia, la más rebelde de las rebeldes, con un precioso pelo natural, ojos almendrados, control inaudito de su peso y un fuerte carácter que quizá no le servirá de nada cuando conozca en esa selva plagada de animales mutados al misterioso, callado y guapísimo Trevor. Ella quería cerrar su corazón, pero los ojos de Trevor parecían tener el poder para hacérselo abrir. El corazón y otras cosas que una señorita siempre mantiene cerradas.

Sylvia se contempló en el arroyo que discurría dentro de su cabaña y admiró su reflejo. Aunque habían pasado seis horas, aun sentía los labios palpitantes por el beso que le había robado Trevor. Su generoso pecho se agitaba al recordar el momento en que Trevor se abalanzó hacia ella y ella, a pesar de querer resistirse, se había dejado comer la boca por el chico al que había jurado odiar. ¿Cómo se había atrevido? ¿Y por qué sentía que le había gustado?
Un alboroto en el Claro interrumpió sus profundos pensamientos. Salió de su cabaña y vio como un grupo de chicos a los que no conocía por nombre, pero que pertenecían al grupo que había bautizado como Carnaza, llevaba en brazos a Trevor.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó presintiendo lo peor.
- Un Osoespín nos ha atacado cuando nos disponíamos a recoger moras. Trevor nos ha salvado al enfrentarse al Osoespín con su mondadientes. Lo ha matado, pero...
- ¿Pero?
- El Osoespín le ha clavado su aguijón en el vientre. Queríamos atenderlo allí mismo, pero antes de desmayarse nos ha dicho que solo tú podías curarle.
- Está bien - dijo -. Nunca he curado a nadie, pero no debe de ser tan difícil sacar del vientre un aguijón.
Lo llevaron a su tienda mientras ella se preguntaba si quería salvarlo. Quizá si lo hacía él volviera a besarle. Lo quería y lo odiaba por igual.
Los chicos de Carnaza lo dejaron encima de una mesa.
- Quitadle la camisa - dijo Sylvia. 
Lo que vio la dejó sin aliento.
Un pecho liso, fuerte y duro. Una deseable tableta de chocolate la invitaba a acariciar y lamer cada recodo. Un ligero vello parcelaba el marmóleo pecho de Trevor y se perdía más allá de su ensangrentado vientre hacia partes que Sylvia solo imaginaba por las noches con la mano inquieta. Se quedó sin respiración, con el corazón palpitando, sintiendo como sus pezones se endurecían y bailaban dentro de su sostén de cuero, como una oscura humedad le invadía su entrepierna provocando que a cada uno de sus pasos le acompañara un ligero sonido que parecía sinónimo del deseo que le despertaba aquel hombre que se hallaba ante sí. Pasó unos minutos contemplando aquel cuerpo perfecto hasta que la chirriante voz de uno de Carnaza la sacó de su ensueño; una voz donde se adivinaba el deseo que ella le despertaba.
- Deberías hacer algo... se está desangrando. Y el olor que desprende esta atrayendo a las Arañas Lobo.
¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde había quedado su decisión de no volverse a sentir atraída por ningún hombre? Solo tenía ganas de llorar, pero no podía. Tenía que salvar una vida. Otra vez.

Impresionante, ¿verdad?
Pues esta es solo una pequeña muestra del talento que ha nacido en la nueva Escuela Claudia del Moral para jóvenes y apasionados escritores. En los próximos días tanto aquí como en el blog dedicado a la vida ejemplar y obra de Claudia, Todo Claudia del Moral, encontraréis más información, más adelantos, más talento y mucha más sorpresas.

Novedades improbables. Especial Noche de difuntos

Copiando sin pudor y con alevosía una sección del blog de la buena amiga Sasy, me he decidido a recomendar una serie de libros de misterio y terror que os pondrán los pelos como escarpias, os obligarán a cambiaros la ropa interior mínimo dos veces, con los que no podréis dormir en semanas y os provocaran espasmos y las más horribles pesadillas que vuestra mente puede crear.

O no.

Bloguea IMM Blog con V y muere, Robert Fynchon, ed. Roca, 2013

La comunidad bloguera está en tensión. Una serie de misteriosas muertes está acabando con alguno de los blogueros más populares de la red. Los encuentran en sus habitaciones con las cabezas incrustadas en la pantalla. La policía está desconcertada ya que una vez descartado que se trataran de suicidios por finales de saga decepcionantes o elección de actores que no pegan nada con el personaje, no tiene ninguna pista más allá de que hay alguien que está matando a jóvenes cuyo único punto en común era tener blogs de literatura juvenil.
Andy Pérez es un policía novato que acaba de salir de la academia, pero que descubre una pauta en los que ahora se consideran asesinatos: todos los blogueros muertos hacía unos curradísimos IMM Blog con V. Después de este descubrimiento, se decide que Andy haga un trabajo de incógnito: abrir un blog de literatura juvenil, conseguir popularidad, visitas y seguidores a toda costa y hacer IMM Blogs con V con muy buenas ediciones. De esta forma el inocente Andy verá cómo su tranquila vida cambia de forma radical al entrar en contacto con el sórdido mundo de los blogs literarios: seguidores, concursos, retos imposibles, envíos editoriales, comentarios enojosos y publicitarios, competitividad, reseñas a última hora, novedades... Y vídeos donde enseña libros y que alguien, en un oscuro rincón de la ciudad, ha dado un paso definitivo hacia la locura y la maldad. Alguien obsesionado con los IMM Blog con V y con quien aparece en esos vídeos enseñando los libros que han llegado a sus manos ese mes. Alguien solitario cuyo único contacto con la realidad son esos vídeos de aficionados a los que baja la voz y gusta imaginar que dicen su nombre entre palabras de amor y alguna cochinada.

Robert Fynchon ha escrito uno de los mejores thrillers de la temporada que va más allá de la típica caza del asesino, sino que acaba juguetando con la novela de terror, la tradición inglesa del satanismo y la crítica literaria.

- No se trata de suicidios - dijo Andy fingiendo una calma que no sentía.
- ¡Qué! - exclamó el jefe Harley -. Todos nuestros expertos psicólogos coinciden que se trata de suicidios colectivos provocados por la elección de ese tal Garred Bingley para interpretar a... - echó un vistazo a sus notas -. Gail Underwood, rey de los unicornios en la película Amor cornudo.
- Pensábamos que había quedado claro - apostilló Jude.
- No, pero no era eso. He estado en contacto con blogueros por medio de los blogs y en todas las redes sociales que conocemos. Por mucho que les disgustara la elección de Garred Bingley, nunca se suicidarían por ese motivo. 
- ¿Por qué? - el jefe Harley parecía que empezaba a interesarse.
- Les gusta demasiado quejarse. Y hay otra cosa. ¿Podemos ver el IMM Blog con V 63 del blog "Libros, letras y margaritas"?
- Ya lo hemos visto no sé cuántas veces.
- Por favor.
- Adelante Jude, póngalo - dije el jefe Harley -. Espero por su bien que tenga un buen motivo para hacernos ver de nuevo eso.
- Lo tengo, jefe. 
Jude puso el vídeo y de nuevo pudimos ver el último IMM Blog con V que había grabado Cabecita. Se la veía en su habitación. Sonrió a cámara, agitó su mano y volvieron a escuchar sus últimas palabras.
- Hola chicos. Bienvenidos a una nueva entrega de un IMM Blog con V. Es ya el... ummm... 63 si no recuerdo mal. Hoy no me entretengo y empiezo con los libros porque hay un montón entre compras, envíos, novedades, visitas a la bibliotecas y robados a los niños en el parque. Empiezo con este, Cómo conquistar a un caníbal de la maravillosa Claudia del Moral. Cómo podéis ver es un libro con páginas que van una detrás de otra. Tapa dura y va de una chica que conoce a un chico que es caníbal y tiene muy buena pinta porque a mí me gusta todo lo que escribe Claudia es tan... no sé... intensa y...
- Fíjense ahora - dijo Andy.
Cabecita seguía hablando sin darse cuenta de que detrás suyo había aparecido una sombra que se acercaba a ella. La sombra rondaba a la chica. No podía distinguirse ningún rasgo, pero resultaba inquietante y repulsiva. Abrió la boca y emergió una larga lengua bífida que acarició las mejillas de la bloguera mientras esta cantaba las excelencias de unos dibujitos que había en el margen de la página. Y sin previo aviso, agarró con fuerza por el pelo y con un rápido movimiento le incrustó la cabeza en la pantalla para acto seguido coger un volumen de los cuentos completos de Periquín de la Calabaza y emprenderla a golpes con ella hasta convertir su cabeza en un amasijo de sangre, cerebro y teclas.
- ¡Santo Díos! - exclamó el jefe Harley -. ¡Cómo se nos pudo pasar por alto!
- Es sutil, jefe - dijo Andy.
- Siga investigando, Andy. Creo que va por buen camino.

También disponible en e-book.

Escrito en la tierra, fangirleando en el infierno, Hazumi Menta, Fanctasy, 2013

El mundo de la literatura fantástica está de luto. Magnus HH Morson, el más conocido y admirado escritor de fantasía ha aparecido muerto en su casa. Todo apunta a que la muerte se debe a una ingesta masiva de hamburguesas poco hechas, cerveza fría, música fuerte y veintiañeras disfrazadas de personajes de El zorrón de las tetillas. A los llantos por la muerte del más importante autor de fantasía de la historia, se añaden los gritos de consternación de miles de lectores cuando salta la noticia de que los herederos de Magnus HH Morson, siguiendo sus instrucciones, han quemado el manuscrito del último volumen de su famosa saga Castillos de cartón y hierro, quedando ésta inconclusa. Los aficionados nunca conocerán el destino de Hans el Expósito Tuerto, de la reina Pirra, el simpático Cuellilargo o si la magia volverá a las Fuentes de los Dioses Girados. Consternación, indignación, lloros, pero al final los lectores se resignan y se conforman con volver a disfrutar de la magia de los once volúmenes publicados.
¿Todos los lectores? No, porque en la prisión federal para psicópatas con muy mala hostia de Amberlay, viven dos lectoras que no se conforman con no conocer el final de su saga favorita.
Nina y Karou se conocieron y se hicieron amigas en la institución. Ambas están encerradas a perpetuidad por crímenes horrendos, conductas psicopáticas y canibalismo ocasional. Dos peligrosas asesinas en serie postadolescentes adictas a la lectura de novelas de fantasía que harán todo lo posible para conocer el final de la historia de su adorado personaje Pepín el Tripode Dorado. Tras protagonizar una espectacular y sangrienta fuga donde asesinan y se alimentan de más víctimas de las estrictamente necesarias, Nina y Karou llegan a un centro de ayuda vudú para la tercera edad y convencen a Mamá Tasanta para que haga un peligroso rito para abrir un portal dimensional que les permita hablar con el espíritu de Magnus HH Morson y les diga cómo acaba su saga. Pero la impaciencia de Nina, un mordisco inoportuno de Karou y la tartamudez de Mamá Tasanta provocan que todo salga mal, se liberen fuerzas diabólicas del más allá que convertirán el más aquí en una interminable orgía de sangre, horror y tonos pastel. Y solo quien ha abierto el portal, podrá cerrarlo. Pero Mamá Tasanta ha muerto devorada por un demonio canario y Nina y Karou han caído en una pesadilla pandimensional que las hace creer que son ardillas tejedoras. ¿Está el mundo condenado o todavía queda una esperanza?

Tenemos que agradecer mucho a Fanctasy que se haya atrevido a publicar por primera vez en España la obra de Hazumi Menta, una escritora japonesa de novelas de terror metaliterarias obsesionada por las faldas cortas, las protagonistas femeninas inestables y el sonido que hace una persona masticando carne cruda. Novelas muy exigentes por la cantidad de referencias e intertextualidad posmoderna que presenta y desagradable por un alto grado de violencia y descripción gráfica de vísceras.

Karou dio una patada a una cabeza y sonrió cuando se golpeó contra la pared y estalló como una fruta madura.
- ¡Quince puntos! - exclamó dando un pequeño salto.
- ¿Quiéres hacer el favor de ayudarme? - dijo cansada Nina -. Este tipo no desaparecerá solo.
- Voy. A veces eres muy seria Ninininina.
Nina dejó caer el cadáver en un charco. Sus visceras se escurrieron del bajo vientre como serpientes.
- ¿Por qué lo dices? No soy seria.
- Un poco sí.
- ¿Por qué?
- Porque estás, trabajo, trabajo, y no te lo pasas bien.
- Pero es que quiero que salgan bien las cosas. No quiero que nos pillen antes de ir a casa de Mamá Tasanta y hablar con Morson y que nos diga que ha pasado con...
- ¡¡¡¡¡Pepín El Trípode Dorado!!!!! - exclamaron al unísono.
- Es que fangirleo mucho con Pepín - dijo Nina sentándose en el suelo y abrazándose al torso desmembrado de Serguei, uno de los celadores.
- Es el mejor - confirmó Karou mientras mordisqueaba una oreja. Siempre tenía hambre. Siempre -. ¿Te acuerdas cuando encontró el Arpa de las Séis Cuerdas y la ninfa Piscipolis le curó la verruga andadora con un poco de elixir de menta?
- Sí, fue tan romántico.
- Y sangriento.
- Muy sangriento.
- Pero el amor y la sangre siempre van juntos.
- Sí.
Suspiraron. 
- ¿No son muy cortas estas faldas? - preguntó al rato Karou.
- A Morson le gustaban así. 


Doble mordisco. Saga VampirIos 1, Claudia del Moral, DeBolsillo, 2013

Gundard von Thelmebar es un vampirIo condenado a una existencia de perfección física, gran sabiduría intelectual y una capacidad sexual que rivaliza con la de la oruga canora en su etapa fértil. Vive de noche, se alimenta de sangre humana, no soporta la luz del sol, muere si le atraviesan el corazón con una estaca y solo puede entrar en las casas si le invitan con tres días de antelación. Pero no es un vampiro. Es un vampirIo, un guerrero de la oscuridad que tiene la sagrada misión de proteger a las mujeres humanas de las agresiones de los ullgans, también conocidos como Hombres Bobos, tipos no muy listos que gruñen, se rascan e intentan hacer la cebolleta a las inocentes damas en los lugares más insospechados. Es el mejor en su trabajo, el guardián de la ciudad de Detritus, el más rudo y violento, pero también el más solitario. Hace siglos una bruja lo condenó a la soledad sexual más absoluta. Por un quítame de ahí esa matanza innecesaria de mi familia, la bruja castigó a Gundard dotándolo con un enorme pene del que se escribirían óperas y causaría admiración allí donde apareciese. Sí, un instrumento sexual sin parangón de una belleza indescriptible y al él le otorgó el don de la sabiduría para utilizarlo, pero también le dio un pene con conciencia, con pensamientos, con ganas de dialogar, afición a la literatura inglesa del siglo XVIII y con una enorme boca que no deja de hablar y hablar y hablar.

Desde que se mudó a la gran ciudad de Detritus, Sarah Mortersen ya no es la misma muchacha feliz y confiada que correteaba semidesnuda por los pantanos de Louisiana. Ahora vive encorsetada en pantalones, camisas, blusas y ropa interior que aprisionan su espíritu de gacela saltarina. Pero un inoportuno minitsunami de interior provoca que la familia de Sarah pierda sus tierras y esperanzas y ella se vea en la necesidad de buscar trabajo como monitora de aerobic para estrellas del rock glam en decadencia. Poco podía imaginar que esa noche en un vagón de metro abarrotado y por medio de un anciano que empezó a frotarse contra su pierna a voz de, niña, niña, rico, rico, conocería a un misterioso y enorme vampirIo al que desearía desde el segundo antes de verlo. Pero, ¿por qué pese a toda la pasión y las masturbaciones ajenas que desatan cuando están juntos todavía no han consumado su atracción en un polvo cojonudo repleto de orgasmos devastadores? ¿Por qué Gundard se muestra tan esquivo y no se quita los pantalones bajo ninguna circunstancia ni entre sus fuertes piernas?

A estas alturas nadie sorprende la capacidad de Claudia del Moral para revitalizar cualquier género. Lo hizo con los hombres unicornios, con los highlanders de agua o los hombres sosos, pero nadie podía imaginar que agarraría por los machos un tema como los vampirIos y les daría nueva vida, nuevos flujos y mucha pasión. Con Doble mordisco lo ha conseguido. Una novela terror romántico con grandes dosis de pasión y doble ración de besos en los labios.
En ambos labios.

- Gundard, por favor - Sarah gimió bajo el enorme peso de la entrepierna del vampirIo en su bajo vientre. Tan abultada, tan grande -. Quítate los pantalones. Te harán daño.
- No sé si yo poderrr quitarrrme pantalones. Estarrr aprrretados como cola de carrribú.
- Yo puedo ayudarte - Sarah dirigió sus manos hacia los pantalones de Gundard y con manos diestras le quitó el cinturón.
- Parrra, Sarrrah, porr favorrr... no sabes...
- ¿Qué?
- Mi maldición es horrrible. Es un espanto.
- Gundard - Sarah envolvió con sus manos el hermosos rostro del vampirIo. Era tan guapo y la tenía tan grande -. Sea lo que sea, lo pasaremos juntos.
- Perrro...
- No hay pero que valga. Quítate los pantalones y entra en tu nuevo hogar.
Sarah se abrió de piernas regalando a los ojos de Gundard una visión del paraíso y el infierno en un mismo agujero.
- De acuerrrdo.
Gundard empezó a quitarse los pantalones. Tenía miedo. ¿Qué pasaría cuando Sarah viera su pene y esa sonrisilla que siempre se le ponía cuando veía a una chica guapa? Amaba a Sarah. Era lo mejor que le había pasado nunca y no quería perderla. No podía perderla.
- ¿Me quierrres, Sarrrah?
- Sí, Gundard.
- De acuerrrdo. Pantalones fuerrra.
Y se los quitó.
Era enorme. Mayúsculo. Increíble. Un pene que era la apoteosis de los pitos. Del tamaño de un brazo y gruesa como tres muñecas. Un fascinante y hermoso pedazo de carne enhiesto, orgulloso que iba más allá de lo concebible y solo parecía ansiar perderse entre los pliegues de Sarah. Y esa sonrisa...
Espera...
¿Una sonrisa?
Sí, en el pene de Gundard había una boca que sonreía de forma estúpida. Y habló.
- Hoooola, buenos días. ¿Qué tal estamos? Un día soleado por lo que me han dicho.Y vaya, vaya, ¿quién es esta preciosidad, Gundard? Pilliiiín. ¿No nos vas a presentar? Hola, soy el pene de Gundard y me llaman Dillinger aunque siempre acaban llamándome gracias portento de la naturaleza. Es broma, es broma. ¿No vas a darme la mano? Ains, que te muerdo. Es broma, es broma. Soy muy cachondo yo, ya lo irás viendo. En un pene es bueno ser cachondo, ya lo irás comprobando. ¿Y qué? ¿Qué hacíais? ¿Sexo? Porque yo me apunto, me encanta el sexo. ¿Aunque sabéis que es lo que me gusta más que el sexo? La obra literaria de Tobias Smollet. ¿Habéis leído La expedición de Humphry Clinker? Me sé algunos fragmentos de memoria. ¿Os los recito? ¿O preferís que entre en materia? ¡Entrar en materia? ¡Qué bueno! Como soy un pene.
Sarah miró con una expresión de terror a Gundard.
- ¿Y siempre es así?
- Hoy es  bueno. Está de buen humorrr.

"Seguros mortales" de Claudia del Moral. Séptima entrada

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- Vaya, mira a quién a traído el gato.
- Hola, Darla. ¿Puedo pasar?
- No sé. A mi homecita solo entran las buenas amigas. No me gusta dejar pasar a zorras engreídas que solo buscan arrebatarme a todos los hombres de mi vida.
No había sido una buena idea. Pero Darla era la única amiga que tenía en Contrades y su casa, el único sitio donde podía pasar la noche. Aunque me había resistido, Viktor insistió e insistió insistiendo en insistir que no podía quedarme a dormir en mi casa pese a mi insistencia.
- No insistas más, Derrota - dijo cuando volvíamos a estar en el coche. En el jardín de mi casa, una A invertida de madera ardía como una sonrisa macabra de algo que no sabía sonreír -. No es seguro.
- Pero...
- Hazme caso. Vamos. Mara es nuestra mejor agente. Se encargará de esto.
Mara... Ya volvía a nombrar a Mara, esa preciosidad de pelo rizado y fuerte carácter que había visto aquella misma tarde en su oficina. Algo se removió en mi interior. Como si en mi estómago habitará un kraken que estuviera devorando un pueblo de pescadores.
- ¿Qué significa esa A invertida, Viktor?
- Problemas. Vamos a casa de Darla.

Y allí estaba, con Darla vestida con su pijama de koala impidiéndome pasar.
- No eres bien recibida, Derrota.
- Por favor.
- ¿Sabes qué pasa, Derrota? Que no me gustan las traidoras que apuñalan a sus amigas por la espalda.
- Necesito un lugar donde pasar la noche.
- No.
- No tienes ni idea de lo que he pasado esta noche.
- ¿De lo que tú has pasado? Ja, ¿de lo que tú has pasado, dices? ¡Y yo qué!
Darla era mi mejor amiga y tenía un corazón donde cabría un tuareg perdido en el desierto con su camello, pero cuando se enfadaba tenía un carácter horrible y solía entrar en una etapa vengativa y rencorosa que solía durar entre tres y cuatro meses. En general, siempre que se ponía así es que había un hombre por medio y creía que se lo había quitado. ¡Cómo si eso fuera posible! ¡Qué hombres se fijaría en mí, con estas piernas que no se acababan, esta eterna piel cobriza, estos grandes ojos que parecían lagos bajo la luz de la luna y estos pechos inmensos, exagerados, titánicos y bíblicos que a ningún hombre podían gustar!
Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. Los suyos, escrutadores. Los míos, llorosos. Si Darla no me dejaba pasar la noche en su casa, ¿dónde podría ir? ¿Al parque junto los caballeros desarraigados? ¿Al albergue que dirigían las buenas monjitas de Nuestra Señora de las Benditas Manos Palmípedas? ¿A casa de Vik...?
No.
- Por favor.
- Lo siento, Derrota.
- Ni siquiera si se lo pido como un favor personal, Darla -. Viktor emergió de la noche como un cocodrilo salía de su charca dispuesto a deshonrar a un joven doncella sureña. Con paso lento su sinuoso se acercó a la puerta de Darla y sonrío - Por favor, estaría muy agradecido - su lengua parecía estar haciendo el amor con las palabras y éstas salían de su boca húmedas y calientes.
Darla palideció.
- Yo... Viktor... yo... aquí... en mi homecita... y yo sin escote.
Salió disparada hacia su habitación. Las orejas de su pijama botaban en su cabeza y me recordó aquel concurso de televisión donde un koala peleaba contra un león en una piscina llena de yogur de fresa. No pude evitar una ligera sonrisa.
- Bueno, Derrota, buenas noches.
- Buenas noches, Viktor. Yo...
- ¿Sí?
- Solo quería agradecerle todo lo que ha hecho por mí. No lo merezco.
- Usted merece esto y mucho más.
Lo intenté, de veras que lo intenté, pero no pude ver ni un asomo de humor en sus ojos o en su boca. ¿Lo decía en serio?
- Gracias - dije. Sentí que mis mejillas querían explotar de rubor.
- Buenas noches - y alargó su mano para acariciar la mía. La aparté con un movimiento brusco. No quería que me tocará.
No.
Eso era falso.
Cada milímetro de mi aburrida piel cobriza anhelaba el contacto de sus dedos caminando sobre ella, palpando, ahondando en sus misterios, buscando mis absurdos pechos y...
Suspiré.
- ¿Ocurre algo, Derrota?
- No, Viktor. Nada. Buenas noches.
- Buenas noches.
Y se fue con el paso seguro de un elefante que ha encontrado el rastro de su presa. Con esos pantalones que le marcaban un cul...
¿Qué me pasaba? ¿Por qué pensaba esas cosas?
Entré en casa de Darla y cerré la puerta. Suspiré y reprimí las lágrimas. Mi vida se estaba descontrolando. Ya casi no la reconocía. ¿Qué había pasado? Hasta hace dos días no era más que una chica feucha y solitaria que mataba sus noches viendo autopsias japonesas y componiendo sonetos. Y ahora... intentos de asesinato, amenazas, violencia sin sentido, agresiones a amigos queridos y lo que era peor, unos extraños sentimientos que nacían con forma de calor en el estómago y que subían y bajaban.
Y no eran ardores.
Los ardores no se transformaban en agua que me arruinaba la ropa interior y me empapaba las piernas. Volví a suspirar y me dije que ya estaba bien.
- Ya está bien, Derrota - susurré -. Deja de pensar en efluvios, campos, cañadas e hierba fresca y recupera tu vida.
Y esa vida empezaba por Darla. Me paseé por su pequeño apartamento. Era agradable y coqueto. Discreto. Lleno de koalas. A Darla le gustaban los koalas. De todas formas, colores y tamaños. En todas partes. De peluche, de fieltro, de goma, de latex, en vasos, platos, esculturas, dibujado en pañuelos, en dildos, en su sofá koala, cuadros y reproducciones. Colapsando todas y cada una de las paredes. Caras de koala en papel maché y fotos de koalas disfrazados de bailarinas o payasos. Darla adoraba a los koalas y cuando se ponía romántica y hablaba de cómo era el hombre de sus sueños siempre decía lo mismo.
- Como un koala. Fuerte, salvaje, violento, territorial y dominante como un koala.
En el fondo, Darla era una romántica.
- Viktor - la oí llamar desde su habitación -. ¿Te has librado de Derrota? No te lo quería decir delante de ella, pero desde que conoció a aquel coro ruso en sus defecaciones no dejan de aparecer larvas y... - salió de su cuarto vestida con un pijama que en otros países se conoce como tanga para gigantes, una larga tira de tela que le cubría con dificultad unos pezones como cacerolas y el... el... potorro -. Ah, eres tú. ¿Y Viktor?
- Se ha tenido que ir.
- Oh... - su mirada decepcionada y triste me agrietaron el corazón.
- Lo siento, pero me ha dicho que...
- No importa, Derrota. No importa. Quédatelo. Soy demasiado mujer para él y él... él...
Ahogó un sollozo.
- Darla.
- ¿Cuándo aparecerá el koala de mis sueños? ¿Cuándo? ¿Cuáaaaaando?
Corrí hacia ella y la abracé. Mi pequeña e insoportable amiga. Pese a su olor corporal, la quería mucho. Abrazándola con dificultad por culpa de mis pechos, recordé el día en que nos conocimos. Fue la noche del Baile de los Agentes, una noche que casi todo el mundo espera con ilusión y ansías porque cuentan que es mágica, pero que a mí me recuerda lo poco que soy y lo sola que estaré siempre.

El Baile de los Agentes es el acontecimiento social por excelencia de Contrades. Es un baile lleno de luz, música, risas y belleza que se remonta los fundadores de la ciudad y conmemora la llegada de los primeros agentes de seguros a la ciudad y primeros solteros. Como las jóvenes casaderas del lugar se peleaban entre ellas por conseguir tan buenos partidos, se decidió organizar un baile donde se subastaba a los agentes solteros. De esta forma se evitaban los baños de sangre y los corazones rotos. Con el tiempo, el carácter matrimonial se fue perdiendo, pero se conservó la fiesta y la subasta. Ahora era una forma de recaudar fondos para las viudas de los agentes de seguro que murieron en acto de servicio, y para que las chicas suspiraran por conocer al agente de sus sueños.
Nunca íbamos al baile. Mi abuela decía que no era para nosotras y nos quedábamos en casa toda la noche viendo viejos vídeos de cuando ella era joven y feliz y no vivía esclavizada por una niña que le pedía comer una vez al día.
 - Tu madre, decía, malditas sean sus tetas por dejarme atada a una ridícula mocosa como tú.
Cuando se quedaba dormida con una botella de ginebra entre los brazos acariciándola con un cariño y amor que me partía el alma de envidia, me escapaba de casa y me escondía en el parque que había delante de la biblioteca, que era el lugar dónde se hacía el baile aprovechando que la biblioteca de Contrades solo tenía tres ejemplares y uno de ellos estaba repetido. Algo había que hacer con tanto espacio y se convirtió en salón de bailes. Y allí, escondida entre las hojas, veía entrar a tanta mujer hermosa y coqueta, y tanto hombre apuesto y gallardo y suspiraba por ir un día, bailar y conocer a ese agente de seguros que vería más allá de estos ojos.
La primera vez que fui al baile fue al poco de volver al pueblo y de que enterráramos por segunda vez a mi abuela. Entré tímida con un espantoso vestido de noche que había encontrado revolviendo entre la ropa que mi madre había dejado en casa cuando se marchó. Era largo, de semi cola, negro, ajustado marcando las curvas de mis caderas y mis pechos y con un pronunciado escote en forma de uve que se transformaba en unos sencillos tirantes. El vestido dejaba media espalda a la vista y lo completé recogiendo en un sencillo tocado mi largo pelo. Algo sencillo y discreto que no atrajera miradas que pudieran reírse de mí. Entré en el baile y me dejé maravillar por las luces, la música, la belleza de todos aquellos que reían, bailaban y se enamoraban a mi alrededor. Sentía algunas miradas de pena recorriendo mi cuerpo y pensé en huir, pero decidí ser fuerte. Me oculté en las sombras, cerca de la ponchera, admirando a los bailarines y sabiendo que todo aquello no era para mí.
A las dos horas, la orquesta dejó de tocar un animado chachachá y un simpático vejete apareció en el escenario para anunciar que empezaba la subasta. Chillidos de animación por parte del público femenino y entraron una docena de agentes de seguro solteros que eran lo más cercano que habíamos visto a los dioses griegos. ¡Qué gallardos y arrogantes eran! Las pujas empezaron y al poco empezó a oírse una voz más alta que las otras, una voz aguda y picuda que semejaba el taladro de un dentista violando a una urraca que lanzaba al aire cifras y alaridos de "mío, ese es mío, pero qué bueno que está el joputa, aquí, aquí, ven a conocer el país que hay más allá de los labios", pero que parecía no conseguir a ninguno de los solteros. Siempre, en el último momento, una chica decía una cifra más alta y esa voz se quedaba a las puertas de agarrarse al brazo de un joven agente de seguros que le susurrara al oído las más pecaminosas tasaciones de vehículos.
La puja terminó y, por fin pude ver de quien era la voz. Era una chica joven, de mi edad, bajita y vestida con un cuerpo que se adivinaba bonito, pero que parecía perdido en un enorme vestido rosa con escote palabra de honor que me recordaba al algodón de azúcar que se comían siempre los otros niños cuando miraba de lejos las ferias.
- No es justo - decía mientras se alejaba -. Romualdo era mío. No soportáis a mujeres con personalidad.
Se acercó al ponche. Se inclinó sobre la ponchera y sorbió un buen trago.
Se restregó los labios con el antebrazo y se subió el escote. Miró a su alrededor y me sorprendió mirándola con una sonrisa en los labios.
- ¿Y tú qué miras, zorra?
- Nada, lo siento.
- No te he visto en la puja.
- Es que no creo que tenga ninguna oportunidad de cazar a uno de esos guapos agentes - confesé -. Prefiero mirar.
- Ya - se acercó a mí -. Me llamo Darla.
- Derrota.
- ¿Derrota?
- Sí.
- Es bonito.
- Gracias.
- ¿Sabías que en lengua hipamani Derrota significa...? - a nuestro lado pasó un guapo camarero que me lanzó una sonrisa -. ¡Por las tetas de la virgen!, ¿has visto que culo tenía el camarero? Bufff, teniendo ese culo te aseguro que con mi lengua y un bote de miel le hago ver la realidad en cinemascope.
Me miró con una amplia sonrisa y ajustándose el tanga.
Darla. Mi primera y única amiga.

Y meses después estaba en su casa, abrazándola, viendo como sus lágrimas y mocos me ensuciaban el vestido.
- Tranquila, cariño - le decía con voz entrecortada. ¿Por qué nadie me consolaba a mí? - Tranquila. Pronto llegará tu osito australiano.
Poco a poco su llanto se convirtió en un hipido. Nos sentamos en el sofá y hablamos como hacía tiempo que no lo hacíamos. Ella desahogó su pena y su soledad quejándose de que los hombres no le hacían caso y que las pilas eran cada vez más caras. Yo le expliqué lo que me había pasado ese día mientras ella lloraba mi pena. Solo me callé que habían intentado agredirme en mi casa. No me creería. ¿Quién querría hacerme daño? Hablamos y hablamos y no dejé de explicarle nada salvo mis ensoñaciones y la atracción que sentía por Viktor pese a que estaba segura que algo me ocultaba. Hable y hable y no pude dejar de hacerla partícipe de las sospechas que despertaba Álex.
- ¿Barrilete sospechoso? ¿Ese? - dijo Darla -. Pero si era incapaz de rebotarse cuando sus hermanas lo cubrían de sangre de cerdo y lo arrojaban en medio de la plaza, ¿cómo va a hacer daño a alguien ahora? Es ridículo.
- ¿Verdad?
Hablamos y hablamos hasta que el sueño nos venció y decidimos irnos a dormir. Darla abrazó a Mister Trompetero, su koala de peluche que la acompañaba en sus sueños y se fue a su habitación. Salió al momento y me arrojó una manta.
- Toma Derrota, para esta noche. Puedes tumbarte allí. Entre la chaise-longe y el sofá estarás cómoda.
Apagó la luz. Me tumbé en el suelo y esperé con los ojos abiertos a que el ángel Morfeo bajara del cielo y me acariciara con su rabo mágico los ojos otorgándome el don del sueño. Este día de locos había acabado. Fin. Mañana volvería a la normalidad.
Me dormí.
Y soñé.
Y de ese sueño solo recuerdo los ojos horizontales de una cabra mirándome fijamente y una voz que repetía una y otra vez Alteza, Alteza, Alteza.
Una cabra.
Una niña.
Una morsa.
Y una A invertida ardiendo en mi vientre.
Me desperté entre gritos y convulsiones con Darla encima de mi abofeteándome.
- Deja de gritar, Derrota, joder, que no me dejas dormir.

CONTINUARÁ...

"Seguros mortales" de Claudia del Moral. Sexta entrada

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La tensión se paseaba como dueña y señora de aquel pedazo de mundo. Como emanación que tanta violencia había dejado en el ambiente. Entre Viktor y Álex; parecían un perro sabiamente adiestrado para el combate y una rata rabiosa que había perdido cincuenta kilos de grasa y había ganado treinta de músculo. Y la sentía en mis bragas como una miriada de nuevas y desconocidas sensaciones. ¿Acaso el hecho de que alguien (o algo) me despojara del vello que cubría mi secretum había sido el acicate para que conociera nuevos sentimientos y nuevas ansías? ¿Por qué me veía siempre atraída de forma irremediable a este tipo de competiciones entre dos guapos hombres que se disputaban mi amistad? En Manila, en París, en Carme. Una y otra vez la misma historia. Estaba agotada. Pero esta vez era diferente porque unos extraños sentimientos habían nacido en mi interior y pugnaban por romper las celosías donde atesoraba mi alma y dejarse acariciar por las nubes. A un lado, Viktor, tan grande, tan arrogante, tan bien vestido. Agente de seguros. Al otro mi querido Barrilete.
- Vámonos, Derrota - dijo Viktor -. Tenemos que hablar.
- Derrota, no te vayas con él - la voz de Alex sonó apremiante y un poco desesperada.
- Por favor, agente James, no lo complique más. La investigación del suceso la llevaremos desde Seguros inmortales. Usted y su grupo de investigadores aficionados no pintan nada aquí. La señorita Derrota es una testigo de lo que a primera vista parece un crimen y, por tanto, está bajo mi protección - mientras decía esto me pasó el brazo por encima de los hombros y dejó en mi cuello el aleteo de una caricia.

Una caricia que fue como beber una copa de vino en la bota de un leñador. Noté como se inflamaba una nueva vida en el calor que albergaba vientre. Me vi arrastrada a otro lugar donde el cielo era azul e infinito y donde la verde hierba se extendía hasta donde la vista no alcanzaba. Viktor estaba conmigo y me conducía a un cobertizo. Yo tenía miedo y quería huir, pero a la vez me sentía arrobada por su fuerza y su seguridad y no podía evitar seguir sus pasos y fijarme con sentimiento culpable en la curva que su trasero dejaba en los pantalones. ¿Qué me pasaba? ¿Cómo podía mirar a un hombre allí abajo? Me sentía sucia y pecadora... y me gustaba.
Entramos en el cobertizo. Pequeño, oscuro, húmedo. Solo alcancé a ver el suelo cubierto de paja y un pequeño taburete antes de que Viktor me arrancara la ropa y la lanzara de forma descuidada sobre un montón de heces. Empezó a recorrer mi cuerpo de forma ruda y dominante. Me sentía transportada a cotas de sensaciones que no conocía, pero que no quería abandonar. Me gustaba lo que me hacía y no quería que lo dejara de hacer nunca. Su cuerpo duro, trabajado en forja y sudor, se imponía a la delicadeza de mi piel cobriza. Su barba arañaba mi piel y me abandone a él, a su rudeza, a su autoridad. Me agarró del pelo con una mano, con la otra me dio dos toques en las piernas y caí al suelo a cuatro patas. Y aunque estaba asustada lo deseaba, lo quería, lo necesitaba. Todo mi mundo se había reducido a un solo pensamiento y a un solo deseo. Quería que Viktor me...
me...
... ordeñara.
Sus manos acariciando mis pechos, sopesándolos y palpándolos mientras coloca un cubo debajo de mí y me dice palabras tiernas para que me relaje. Entonces, cuando estoy confiada y me dejo llevar por su caricias que me encantan, de forma autoritaria, pero suave, como si en cada caricia viajara una parte de él, agarrara mis ubres, enlaza entre el pulgar y el indice uno de mis pezones y con los otros tres empieza a tirar con fuerza, de forma autoritaria, algo rudo, pero sin hacerme daño mientras me dice venga bonita, venga. Siento miedo de lo que quiere hacerme y no me siento segura, pero no puedo resistir que mi cuerpo se pliegue a sus caricias y tirones y sin poderlo evitar me derramo y empapo su mano con mis jugos. Y mayor es la sorpresa que me invade al ver que lo que me está haciendo me gusta, me arrebata y me moja. Un deseo que se escurre entre mis piernas y entre sus dedos. Él sonríe.
- Sí, oh sí, nena, sigue así, vacíate para mí.
Y lo hago hasta acabar agotada porque quiero y porque él me lo dice. Lo hago y soy feliz hasta que de mi no sale nada más. Viktor retira el cubo, me mira a los ojos y se lo lleva a los labios. Y me bebe.
Oh dioses míos. Me bebe y ahora formo parte de él.

El contacto se interrumpió y volví a la realidad de una noche de pesadilla, de unos ojos color miel, un amigo que había perdido peso y un anciano que había vuelto a nacer gracias a un cinturón bien colocado.
¿Qué me pasaba? ¿Por qué había imaginado eso? ¿Por qué cada vez que Viktor me tocaba me veía transportada a otro lugar?
Porque es vuestro destino...
¿Qué?
... alteza.
- ¿Qué?
- Que subas al coche, Derrota - me dijo Viktor -. Te llevo a casa.
 - ¿Cómo?
- Sube, no tienes por qué estar aquí.
- No subas a ese coche, Derrota - dijo Alex acercándose a mí -. Este Viktor no es de fiar.
- Vámonos, Derrota. Mis chicos se ocuparán de todo.
- No lo hagas - me suplicó Alex -. Quédate conmigo.
- Lo siento, Alex -dije. No quería hacerle daño, pero Viktor tenía razón. Él llevaba la investigación, yo era una testigo, él tenía que protegerme -. Tengo que hacerlo. Además, ya no pintas nada aquí. La investigación la lleva la correduría y tú solo eres...
- ¿Qué? ¿Qué soy Derrota? Puedes decirlo.
- ... un simple polícia.
- ¿Y eso no es bastante para ti, verdad? Adelante Viktor, llévesela. Y cuídela bien -. Y diciendo esto se dio la vuelta y entró en la casa para ayudar a sus hombres a recoger sus trastos.
También eres mi mejor amigo, pensé.
- Vamos, Derrota, te llevaré a casa.

Subí a su coche. Era un auto amplío y confortable. Me arrellané en el asiento del acompañante y cerré los ojos. Solo quería dormir durante mil siglos y que cuando despertara todo volviera a ser como cuando era menos infeliz. Volver a tener trece años y mi pecho aun no había eclosionado deformándome el cuerpo. Mi madre bailaba en Constantinopla y me mandaba postales diciéndome lo mucho que me quería y lo que se alegraba de estar lejos. Mi abuela en la cocina me explicaba qué significaba ser una dama y por qué yo no lo sería nunca mientras se servía una copa de ginebra y mascullaba que mi madre no era más que una cabra loca y yo iba por el mismo camino. Y Álex no me odiaba, era mi amigo y estaba en su casa vestido con las ropas de su hermana desaparecida y respondiendo al nombre de Rosita. Todo era feliz, luminoso, sin complicaciones. La voz de Viktor me arrancó de la ensoñación.
- Derrota, ¿estás bien?
Abrí los ojos y vi como acercaba su mano a mi mejilla.
- ¡No me toques!
Que no me tocara, por favor. No podría soportar otra visión.
Detuvo su mano en el aire. Su rostro era la muestra perfecta de la incomprensión.
- Lo siento, no quería...
- ¡Qué no me toques!
Viktor puso ambas manos en el volante y mantuvo la mirada al frente.
- Lo siento, Viktor - dije -. Es solo que no me gusta que me toquen. Tengo la piel sensible... Me sale lepra al menor contacto. No quería molestarte.
- No te disculpes, Derrota. Es mi habitual falta de delicadeza. Cuando estoy al lado de una chica guapa...
Guapa, claro.
- ... no puedo evitar tocarla para saber si es real o un hada
Sonreí. A pesar de su exageración no pude evitar sentirme un poco halagada. ¡Qué demonios!, pensé, juguemos a engañarnos y a pensar que soy guapa.
- Y dime, Derrota, ¿hace mucho que conoces al agente James?
- Sí, mucho. Desde que éramos niños.
- Parece un buen hombre.
- Lo es - confirmé.
- Y guapo.
- Imagino que alguna chica lo debe encontrar atractivo. Me cuesta verlo como un hombre de verdad. Piensa que lo he visto muchas veces mearse encima cuando los niños le llamaban princesita en el patio del colegio y más veces lo he consolado cuando se quedaba a dormir en mi casa y nos escondíamos de la escopeta de mi abuela.
- Entiendo.
- ¿No te cae bien Alex? - pregunté -. Por lo que he visto antes hay cierta tensión entre vosotros.
- Sí que lo aprecio, pero...
- ¿Pero?
- No ha superado que lo recházaramos.
- ¿Qué?
- Cuando anunciamos que abríamos la correduría recibimos muchas solicitudes de personas del pueblo que querían ser agente de seguros. Y una de ellas era de...
- Alex.
- Sí. La gente imagina que ser agente de seguros es una tarea sencilla, pero se equivoca. Exige un gran compromiso a muchos niveles. Un buen físico que al margen de ser fuerte y capaz, sea diestro y ágil. Capacidad de compromiso, seriedad y ser consciente que el cliente es lo primero. Ante todo. Ante cualquier cosa. El asegurado es lo prioritario y su satisfacción, nuestra prioridad. Y para conseguir esto, como he dicho antes, necesitamos hombres y mujeres fuertes, preparados, capaces, centrados y con una gran fortaleza psicológica.
- Y Álex cumple con todo de forma sobrada, ¿no?
- Sí, con todo. Menos.
- ¿Qué?
- Álex demostró una gran fortaleza física y una capacidad de compromiso y sacrifico que pocos de mis agentes pueden igualar. Su puntuación en la prueba de tratar con abuelas fue de las más altas en los últimos cincuenta años, pero...
- ¿Pero?
- Fracasó de forma estrepitosa en las pruebas psicológicas. Se presentó como un sujeto inestable con varias carencias afectivas que le daban un cuadro psicológico proclive al maltrato y al abuso. Ideal para ser policía, pero no para ser agente de seguros. Además...
- ¿Además?
- Presentaba tendencia a odiar a las mujeres.
- ¿Qué?
- En el test psicotécnico había una pregunta que pedía que dijera cinco cosas que odiaba de forma visceral. Alex contestó: los espárragos, los restos de corcho en el vino, la gente que imita a urogallos en el cine, la música melódica y a todas esas putas mujeres que merecerían perecer bautizadas en cal viva. Cinco de nuestros psicólogos coincidieron en era una respuesta significativa.
- No lo puedo creer.
- Lo siento.
- Conozco a Alex desde que era un niño gordo y adorable que vivía con su madre, sus tías y sus siete hermanas. Yo lo conozco. Ni tú ni vuestros psicólogos lo conoce. Y es una persona buena incapaz de albergar odiar nada. Excepto a los franceses, claro.
- Siento si la he disgustado...
- No te preocupes, Viktor.
Permanecimos en silencio unos segundos. La noche estaba tranquila y los cervatillos saltaban por encima de nuestro coche con su habitual elegancia. Resultaba difícil de creer el infierno que acababa de vivir.
- Derrota - dijo Viktor con delicadeza -. ¿Estás preparada para hablar de lo que ha pasado esta noche?
¿Qué podía decirle? Estaba claro que debía continuar con la historia que le había explicado a Alex. Pero esos ojos color miel que tenían el poder de convertirme en un osezno que solo aspiraba a lamerlos me impedía mentirle. Necesitaba tiempo.
- ¿Podemos hablar de esto mañana, Viktor? Estoy agotada. Necesito de forma urgente una ducha y dormir hasta que el universo implosione.
-  Darte un largo baño, meterme en la cama, dormirte abrazada al Señor Calcetines y olvidarte del mundo, ¿no?
- Sí, exacto - sonreí.
- ¿Y si me lo explicas cenando?
- ¿Qué?
- Si querrías cenar conmigo. Así hablamos de eso y de todo lo que se nos ocurra. Tengo contactos en el mejor restaurante de cocina prusiana de la ciudad.
- No sé.
- Por favor, Derrota. Piensa que no es una cita. Es trabajo. Una investigación en curso.
Su sonrisa me desarmó. Dobló la curva que nos llevaba a casa de mi abuela. Iba a decirle que sí cuando vi que la expresión de su rostro pasó de la esperanza, al desconcierto, al horror.
- ¿Qué demonios...?
- ¿Qué pasa, Viktor?
- Mira.
Un resplandor que venía de casa de mi abuela me hizo temer lo peor. Imaginaba la casa incendiada con todos los recuerdos perdidos en las lenguas del fuego. No, eso no. Mis muñecas, mis animales disecados, mis acuarelas de autopsias famosas. ¿De verdad estaba ardiendo todo mi mundo?
No. La casa apareció ante nosotros intacta. Pero en el jardín ardía una enorme A invertida de madera.
- No - musitó Viktor -. No es posible.
Paró el coche y salimos de él.
- ¿Qué significa esto?
Pero Viktor no me contestó. Había sacado su teléfono móvil. Marcó un número y espero menos de tres segundos.
- Mara, vuelves a estar en servicio... No... No... Sí, lo sé, lo soy... No, Mara, esto es importante así que trágate tu orgullo, ponte tus bragas de combate y ven a casa de Derrota Hawkins. Es la gran casa de la ladera. Al lado del lago y del campamento de verano. Hay una marca... Sí... Están en la ciudad.
Colgó y me miró con expresión preocupada.
- ¿Qué ha pasado? ¿Qué es ese símbolo? ¿Por qué está ardiendo en mi jardín?
Viktor se acercó a mí e hizo amago de abrazarme. Me aparté.
- Estás en peligro, Derrota. No puedes pasar la noche en tu casa. ¿Tienes algún familiar en la ciudad?
- No.
- ¿Alguna amiga con la que puedas pasar la noche?
- Está Darla.
- Vamos pues. Cuanto antes salgamos de aquí, mejor. Mara está en camino. No tienes porque preocuparte. Es la mejor.
Volvía a subir al coche de Viktor, pero ya no quería dormir y desaparecer. Sentía el miedo recorriendo mi cuerpo. El ataque, el fuego, esa marca de la que hablaba Viktor. Y esa pregunta que revoloteaba mi cabeza y me llenaba de inquietud.
¿Cómo sabía Viktor dónde estaba mi casa? Y lo más inquietante, ¿cómo conocía la existencia del Señor Calcetines?

CONTINUARÁ...