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Tres novelas: "Boston", "Accidentes" y "La transmigración de los cuerpos"

Hoy voy a hablar de tres novelas que me han gustado mucho de tres de mis editoriales favoritas. Literatura de altos vuelos. Aquella que hace que se conserven esperanzas, que en algunos momentos provoca temblores de gran lectura y con las que uno disfruta en incontables niveles. Pinceladas de unas novelas que no pueden ni deben pasar desapercibidas.

Y sí, con estas editoriales ando medio vendido.

Boston. Sonata para violín sin cuerdas, Todd McEwen, Automática editorial, 2013

El protagonista va de paseo a un lago helado, ve el fantasma de Thoreau, se cae, se da un golpe en la cabeza y a partir de ese momento la gente no deja de preguntarle si se encuentra bien, inicia sin querer una revolución, pierde su violín, se enamora y desenamora, odia y deja de odias, y busca desprenderse de todo lo que no sea necesario.

Una novela divertidísima. Un toeur de force para escritor y lector. Una sátira brutal y corrosiva de aquellos egoístas años ochenta que muy bien se puede aplicar a nuestros días. Las grandes corporaciones, el trabajo de oficina, los burócratas, literatos, ecologistas, desconocidos por las calles, estudiantes, profesores, etc., nada escapa de una mirada burlona, descreída, divertida, satírica y, en el fondo, muy triste. Boston es la historia de un tipo que quiere hacer muchas cosas, pero no se deja ni le dejan. Una voz narrativa caótica y desordenada que es reflejo perfecto del cerebro algo difuso de su protagonista. Con algunos fragmentos que me hicieron lanzar carcajadas (la "combustión espontánea" del libro es brillante) y una de las escenas de sexo más delirantes que he leído.

Y Boston solo es un ladrillo más (y nada menos) en el excelente fondo que libro a libro está construyendo Automática Editorial. Una editorial joven que apuesta por el riesgo y la literatura de calidad. Solo por este Boston, acercarnos la maravillosa La isla de Hobson o los cuentos de Danil Jarms merecen nuestro reconocimiento y aplauso.

Excelente traducción de Enrique Maldonado Roldán. Tuvo que sufrir lo suyo, el muchacho.

Accidente, Max Frisch y Uwe Johnson, errata naturae, 2013

Max Frisch escribió en sus anárquicos diarios un cuento sobre una pareja de viaje hacia España. Se pelean, se reconcilian, callan reproches, se aman y de repente tienen un accidente. Ella muere, él sobrevive. La culpa, los remordimientos, el análisis puntilloso de una relación. Escrito con continuos saltos en el tiempo, lleno de lagunas, que no son más que los mismos silencios de la pareja. Una historia tan cotidiana que se hace universal.

Años después, Uwe Johnson retoma los motivos de aquellas notas de Max Frich y escribe una pequeña novela muy biográfica sobre un escritor exiliado, el amor que siente hacia su mujer y como descubre que ella le ha engañado y que este engaño se perpetúa en el tiempo. Vuelve la culpa, los silencios, el engaño y el autoengaño. Un relato breve, pero denso, tenso, arisco y esquivo que provoca y reta al lector a una lectura concentrada y paciente. Porque el narrador no lo dice todo, calla mucho, explica la mitad y, por momentos, juega al despiste. Y es trabajo del lector saber leer un relato repleto de referencias que se escapan y capturar la historia.

Y los amigos de Errata naturae se marcan un tanto al publicar estos dos relatos en un volumen muy bien editado (lo que es normal en esta editorial, nos tiene malacostumbrados) que invita al lector a un desafío intelectual. Es un libro para aquellos que buscan algo más en la literatura que entretenimiento o enganche. No son historias fáciles. Ni siquiera agradecidas, pero el lector inquieto se verá recompensado por las propuesta de dos de los mayores escritores alemanes del siglo XX. Fascinante y que desde el mismo momento en que se cierra el libro, invita a la lectura.

La transmigración de los cuerpos, Yuri Herrera, Periférica, 2013

Dejaremos las cosas claras desde el principio: todo lo que escribe Yuri Herrera es bueno. Cualquiera de sus tres novelas, la lista de la compra o un teléfono mal apuntado en una hoja.

Leer La transmigración de los cuerpos es una deleite sensorial. Yuri Herrera captura el habla coloquial, la viveza y riqueza de la conversaciones en una novela llena de ritmo y colorido. Un encargo lleva a El Alfaqueque a iniciar un camino que lo paseará por la muerte, la enfermedad, el sexo, la vida, la culpa haciendo que su andar adquiera resonancias míticas. Además, un encargo con resonancias del género negro que me hicieron pensar en Jim Thompson y su fundamental 1280 almas no en argumento, pero sí en ese ligero tono pesadillesco (¿a alguien más le ha pasado? Y si no habéis leído la obra maestra de Thompson, ya tenéis deberes). Una novela sobre el lenguaje, sus límites y sus infinitas capacidades. Una reflexión sobre la violencia e incluso se permite una parodía de la tragedia de tintes shakesperianos y griegos. Una historia para leer con calma, degustando el lenguaje y aprendiendo a descifrar todos esos silencios que llenan la página.

"Dos noches" de Ennio Flaiano

Dos noches, Ennio Flaiano, Errata Naturae, 2012

Tenía muchas ganas de hablar de este libro. Por varios motivos.

1. Es el primer libro leído en este 2013.
2. Creo que representa muy bien ese otro tipo de libro del que me apetece hablar en el blog.
3. Forma parte del catálogo de una pequeña editorial que cada vez presenta libros más interesantes y se está convirtiendo en una de mis favoritas.
4. Me gustó mucho.
5. Porque sí.

Un libro que son dos novelas. Independientes entre sí, pero, como dice el propio autor, dos caras de la misma moneda. Dos formas de encarar temas afines (el hastío, el aburrimiento, la creatividad, la literatura, el amor, el sexo...) desde ópticas muy distintas y que son muestra del enorme talento literario de unos de los grandes de la literatura y el cine italiano (no olvidemos que Flaiano era el guionista favorito de Fellini y que suyos son libretos como Las noches de Caribia, Ocho y medio, La noche de Antonioni, El verdugo de Berlanga y otro etcéteras... solo para que os hagáis una idea de quien estamos hablando).

La mujer de Fiumicino es la primera de ellas. Una farsa. Una tragicomedia con más de lo segundo, pero con la tristeza de lo primero. Un protagonista que podría ser el gran Alberto Sordi paseando sus falsos aires de grandeza, su aburrimiento vital, la más absoluta indolencia, su incapacidad para hacer... algo, sus esperanzas en esa novela que nunca escribe y el terror a la página en blanco a la que nunca se enfrenta. Periodista sin vocación, lo mandan a investigar unos presuntos avistamientos de ovnis en un pequeño pueblo playero. Allí vivirá una historia de amor con una impresionante mujer con abducciones extraterrestres y malentendidos culturales incluidos.

Lo dicho, La mujer de Fiumicino es una farsa. Una de esas comedias italianas que bajo su apariencia de argumento tosco y pseudoerótico (el argumento no deja de ser la plasmación de una fantasía masculina de la extraterrestre buenorra buscnado compañía y que se encontraba repetido una y otra vez en los tebeos de la época), se encuentra una mirada irónica, cruel y despiadada de la indolencia además de una sátira sobre la inseguridad masculina. Es una novela divertida, algo absurda (en el buen sentido), caprichosa, irónica y desoladora. Al final, cuando todo acaba, ni el protagonista ha madurado ni el mundo se ha enriquecido y al lector le queda un regusto amargo con el que encarar la lectura de la segunda novela.

Si Adriano no es una obra maestra, poco le falta. Un escritor que se siente cansado y aburrido se lanza a la búsqueda de algo que rompa la monotonía y el silencio. Una paseo nocturno con los amigos, una visita al rodaje de una película que dirige un amigo, vivir una temporada en un pueblo costero, la actuación de un triste grupo de teatro o quitarse el bigote. Y así, sin un argumento definido y plagado de grandes escenas (la mencionada escena de ese grupo de teatro itinerante haciendo su obra azotado por un viento de playa), el lector se sumerge en el día a día de este escritor que busca y no encuentra, y cuando encuentra, se le escapa.

Terriblemente sutil, la ironía más feroz se mezcla con la ternura, que se mezcla con el absurdo, que se mezcla con la melancolía que parece no poder desligarse del humorismo. Serio, pero no demasiado. Divertido, pero sin pasarse.

La lectura de Dos noches ha sido la mejor entrada de año que podía pedir. Dos novelas deliciosas que me han retado como lector y que me dejan con esa sensación temblorosa que solo produce la gran literatura. Y todo acompañado de una gran traducción y la excelente edición a la que nos tienen malacostumbrados los amigos de Errata Naturae. Por libros como éste y por editoriales como ésta es por las que todavía no he perdido la esperanza. Ni como lector, ni como librero.