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Dos temporadas en el infierno

Una mujer y su amante abandonan al marido de ella en el desierto para que muera. Parece un plan perfecto; un terrible accidente. Pero no contaban con sus ganas de vivir (y de vengarse).


Así, a lo bruto empieza una de esas joyas ocultas del cine americano de los cincuenta. Dirigida por el artesano (benditos sean) Roy Ward Baker e interpretada por


y en maravilloso Technicolor.

La película es una muestra de cine negro que abandona el territorio urbano para perderse en la inmensidad del desierto donde un tipo no especialmente agradable se verá obligado a sobrevivir a base de ingenio y suerte y más si contamos que tienen una pierna rota.


La película es un ejemplo de lo mejor del cine de la época; dura, sin concesiones, corta, al grano, con todos los elementos funcionando para dar al espectador una hora y media de tensión y angustia. No hay alivios cómicos, no hay búsqueda de espectros amplios para buscar la mayor cantidad de público posible, no hay ni un personaje de más ni el alivio cómico que tanto daño está haciendo hoy en día.


A los pocos días me topo en un mercadillo de segunda mano con una novela que parece una relectura de esta película. Estoy convencido de que John Ives (uno de los muchos seudónimos que utilizó Brian Gardfield) se empapó de la película de Roy Ward para escribir Miedo en un puñado de polvo.


Un preso fugado de un psiquiátrico abandona en el desierto a los cuatro psicólogos que le encerraron. A partir de ahí, supervivencia bajo la atenta mirada de alguien que los quiere muertos, pero que antes deben sufrir.

Miedo en un puñado de polvo es una novela de consumo rápido escrita con el envidiable oficio del artesano (¿ya he dicho que benditos sean?) que pese a algún momento forzado (ese triángulo amoroso que no conduce a ninguna parte y que está metido porque algo de amor debe haber), resulta efectiva, dinámica, adictiva y muy divertida. Sobrevivir en condiciones extremas, las relaciones de desconfianza que se establecen entre los cuatro, la presencia amenazadora del secuestrador, los buitres, el paisaje infinito y hostil. La novela capta muy bien la opresión de los espacios abiertos y tiene el encanto maravilloso de la serie B donde sí, los límites de la credibilidad se fuerzan, pero entra dentro del juego que se propone.

Me entero escribiendo esto que hay una adaptación al cine de la novela (imagino que debido al éxito de El justiciero de la ciudad se buscó repetir adaptando otras novelas del autor) de la que no he leído muchas cosas buenas (aunque tampoco hago mucho caso de lo que leo... si lo hiciéramos creeríamos que Detention (2011) es una mala película y no la joya paródica que es) y que supongo que en algún momento acabaré viendo.

Aunque solos sea por su maravilloso (y absurdo) póster.