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Pequeña crónica de cómo fue otro maldito Sant Jordi

Han pasado tres días y ya me veo con ánimos para el épico relato de lo que aconteció en la plaça de Cal Font el pasado 23 de abril, diada de Sant Jordi, día del libro o "el día".

Si tuviera que ser un cronista exacto, para entender todo lo que ocurrió ayer tendría que empezar la narración volviendo la mirada a mediados de enero cuando el primer comercial editorial nos pidió hacer un servicio de novedades "pensando ya en Sant Jordi". Un recorrido por un par de meses de visitas de comerciales, novedades literarias, repaso de fondo editorial, hacer pedidos razonables buscando el equilibrio entre lo que se pide y las previsiones de ventas, apuestas que salen bien y otras de títulos que se clavan, basura que se vende como si fuera el último libro de la creación y joyas que se perderán entre las pilas de libros, pedidos que no llegan, cajas que se pierden, pedidos duplicados y recortes de pedido por las cortas tiradas de editoriales en algunos títulos que se preveen los más vendidos, preguntas de cuáles serán estos y cajas, cajas, muchas cajas, más cajas y todavía más cajas de libros, libros, muchos libros, siempre libros.


Pero no. Si me voy tan atrás esto acabará convirtiéndose en una novela por entregas que acabarán engrosando mi maravillosa obra inconclusa. Y aunque los lectores se pierden viajes espaciales, batallas navales, orgías multitudinarias y un par de chistes sobre editores realmente buenos, empezamos por donde tenemos que empezar, en un 23 de abril de 2015 con un despertador que suena, un librero que se despierta y piensa eso de "oh, venga ya, en serio en Sant Jordi" y se levanta entre somnoliento y resignado para ir a hacer una meadita que inaugura el día más duro del año.

Duchita y vestirse. A. va detrás de él y en poco están los dos preparados. Comida para los gatos e intentar huir de su mirada acusadora de los dos bichos que saben que los dejaremos tirados todo el día. A las ocho llegamos a la Plaça de Cal Font, el lugar donde todos los años se instalan las paradas de libros y rosas. La plaza ya está llena de libreros, floristas y colaboradores que van montando sus respectivas paradas y de algunos curiosos que sobrevuelan los primeros libros que van saliendo de las cajas. Llegamos al lugar designado, al poco llega el jefe con la furgoneta y empezamos a montar. Caballetes, mesas, telas, y libros, libros, siempre libros.
Demasiados libros.

Cada año el mismo propósito de traer menos libros a la parada, pero cada año se nos va de las manos. Casi cuatro mil libros que tenemos que meter en las mesas. Y, claro, no caben. Empieza el puzzle y las varias estrategias para meterlos. ¿Por qué hemos traído este? ¿De verdad era necesario otro de cocina? ¿Cuántos libros de Stilton caben en una caja? ¡Me cago en las putas sagas, trilogías, tetralogías y en las madres que las parió a todas y en las historias que en pudiéndose explicar en treinta páginas utilizan cuatro volúmenes!

La primera venta se hace cuando la parada está a medias, la caja no está montada y no encuentro las monedas de euro para el cambio. Un ensayo económico y un libro de reflexión política. Disculpas por el caos de la parada y un gesto de que no importa, de que era ahora o en todo el día no podría escaparse para comprar. Sobre las nueve y media, parada montada. Primera fase cumplida.


Y los libreros, preparados. Cuatro se quedan en parada, cuatro se van para la tienda. Todo va sobre el horario previsto.

Empiezan a llegar los colegios. Filas de niños con sus voces picudas que lo tocan, retocan y toquetean todo (ya sé que me repito, pero es que son muchos niños) acompañados de sus maestros. Miran, compran libros para clase, los profes dejan que los niños elijan (¡Frozen! ¡Dinosaurios! ¡Monstruos!), pero algunos tienden a manipular el recuento de votos para llevarse a clase ese libro sobre la fotosíntesis o un apasionante relato de un burrito y su sombrero.

Y primer encuentro.
Señora que se acerca con paso seguro, pero corto con papelito en la mano.
- Vengo a recoger este encargo.
- Los encargos se tienen que pasar a buscar por la tienda, no los traemos a la parada.
- Es que he ido a la tienda y estaba cerrada.
- Es raro, porque hace tiempo que se han ido para allá.
- He ido a las ocho y media y estaba cerrada.
- Bueno, se abre a las nueve y media.
- Pero es que a las nueve y media no me va bien y por eso he ido antes.
- Pero antes está cerrado.
- Ya sé que estaba cerrado, ¿crees que no me he dado cuenta? Y lo mal que me ha ido.
- Pero no es que no es el horario.
- Pero he pensado que ya que era Sant Jordi abriríais antes porque pasar a esta hora no me iba nada bien que tengo cosas que hacer.
- Pues lo siento, peor los encargos se tienen que ir a retirar a la tienda.
- ¿Ahora me haces volver allí? Con el día que tengo... si es que no queréis hacer las cosas bien.
- Pero es que los encargos no los tenem... es igual... feliz diada.
- Sí, ya.

El día es luminoso, el sol pega con fuerza y voy notando que la cara se ilumina, calienta y empieza a enrojecerse, al igual que la calva (aclaro, no estoy calvo, voy rapado por que me mola parecerme a uno de esos guerreros budistas rechonchos de las leyendas eróticas niponas), hay buen ritmo de trabajo sin agobios. La gente curiosea, pregunta (no, no hay libros de cómo fabricar instrumentos prehistóricos para niños), busca, rebusca, toca, desordena, pregunta (no, no hemos traído libros de filosofía en francés), pide títulos concretos, pide consejo o pide al azar (dame un libro con premio, cualquiera, da igual, si todos son lo mismo, el más fino). Breve entrevista en la radio de la ciudad con las pregunta de cómo va el día, qué se vende, cuáles son las previsiones, si lo pasamos bien, si soy consciente de lo atractivo que me pongo en Sant Jordi, pregunta tendenciosa que me hace una gracia terrible y que esquivo con elegancia (creo) y vuelta a la parada.

Como todos los años, A. se adueña de la zona infantil y hace y deshace a su antojo recomendando libros, convenciendo a padres y abuelos de las bondades de tal álbum ilustrado, de las fantásticas aventuras de un secador mágico o que tal distopia que parece lo de siempre, es diferente. El resto de colaboradores se defienden bien cobrando, atendiendo y pregutándome.

Porque yo soy el master de los másteres de la parada, el rey, el jefe, el encargado, el padrino, el que manda, el que corta el bacalao, el que dice tú aquí y tú allá, el Tony Soprano, el Yoda, el Heisenberg de la parada, Nick Furia cuando estaba con los Aulladores no en su versión Ultimate, si no en la segunda guerra mundial con el puro y la metralleta. Soy el que manda en la parada y el que sabe (o intenta) saber de memoria dónde están todos los libros, si los hemos traído, qué queda en la librería y el que recomienda libros entretenidos, para mi mujer, para mi pareja, para mi hermano o para alguien a quien no le gusta nada, pero nada, pero nada de nada leer. Y, según A., ese día me veo genial. En la parada, me crezco.

Esta es una representación de cómo me pongo el día de Sant Jordi.
La pelirroja es como representación de A. en su día a día.

Llega el mediodía y la gente se va a comer. Yo me conformo con un bocadillo mal comido en la parada y un refresco mientra atiendo, hago albaranes y recomiendo. El mediodía se pasa en un suspiro se acaban los primeros libros, pero sigo pensando que hemos traído demasiados libros. Llegan las cinco, viene el resto de colaboradores, unos para la tienda, otros se quedan en parada y empieza... oh, sí, las tres horas y media que dan miedo. La franja del terror de Sant Jordi. De seis a ocho y media.

Gente ha habido durante todo el día, pero durante ese espacio de tiempo la plaza se llena a reventar, la parada se colapsa, las manos se multiplican y el orden se convierte en un estado idílico al que es imposible aspirar.


Y, de repente, mi mundo se convierte en

Jorge, Perdona, Jorge, ¿Dónde está...?, ¿Sabes dónde está...?, Jorge, Jorge, Iba yo, Perdona, Me cobra, ¿Tenéis...?, Jorge, Oye, Perdona, Oye, Jorge, ¿Dónde...?, Jorge, Jorge, ¿Hacéis descuento?, Oye, Perdona, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Se ha acabando las monedas de euro, Jorge, ¿Dónde...?, Jorge, Perdona, Jorge, ¿Dónde está...?, ¿Sabes dónde está...?, Jorge, Jorge, Iba yo, Perdona, Me cobra, ¿Tenéis...?, Jorge, Oye, Perdona, Oye, Jorge, ¿Dónde...?, Jorge, Jorge, ¿Hacéis descuento?, Oye, Perdona, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Se ha acabando los billetes de cinco, Jorge, ¿Dónde...?,Jorge, ¿Libros sobre el circo? Perdona, Jorge, ¿Dónde está...?, ¿Sabes dónde está...?, Jorge, Jorge, Iba yo, Perdona, Me cobra, ¿Tenéis...?, Jorge, Oye, Perdona, Oye, Jorge, ¿Dónde...?, Jorge, Jorge, ¿Hacéis descuento?, Oye, Perdona, Jorge, Jorge, Jorge, ¿Qué me recomiendas para mi marido? Jorge, Se ha acabando las monedas de euro, Jorge, ¡Algo para un niño de cinco años? ¿Dónde...?,Jorge, Perdona, Jorge, ¿Dónde está...?, ¿Sabes dónde está...?, Jorge, Jorge, Iba yo, Perdona, Me cobra, ¿Tenéis...?, Jorge, Oye, Perdona, Oye, Jorge, ¿Dónde...?, Jorge, Jorge, ¿Hacéis descuento?, Oye, Perdona, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge, Jorge...

Mientras se van intercalando los diferentes autores que vienen a firmar y hay que hacer malabarismos con la sillas porque algunos se han tomado con algo de relajo la hora que le tocaba.

Entre todo esto, pequeñas victorias, anécdotas y momentos.
Como conseguir que un novio no reciba como libro de Sant Jordi la última novela de Paulo Coehlo si no Canciones de amor a quemarropa, las risas al escuchar a una chica decirle a su amiga que se comprara antes Eleanor & Park que la novela del machirulo gilipollas ese de After, la felicidad de la chica de Zaragoza por los libros que le recomendé, las continuas muestras de afecto de gente a la que acerté con mis recomendaciones el año pasado, la visita de una de mis lectoras favoritas con la que maté un par de minutos hablando de lo último que hemos leído, una breve entrevista para un diario digital que me regala mis primeras declaraciones entrecomilladas (se puede ver esa frase aquí), asistir estupefacto a las lágrimas de una adolescente al decirle que After 1 se había acabado, la delirante conversación de dos chavales quejándose de que El libro Troll tenía demasiada letra y quién iba a ser el listo que se leyera todo eso, que todavía alguien preguntara por El código DaVinci o Crepúsculo, un tipo que buscaba libros de coaching para niños de tres o cuatro años o si no tenía de coaching, de empresa para esos mismos niños, una pregunta si tenemos libros que enseñen a ser buen novio, otro que tenga frases de esas chulas para decirles cosas bonitas a las niñas, algo para mi madre donde maten mucho, las miradas cómplices de A. por las que valen la pena miles de días como éste, un libro como 50 sombra de Grey, pero en bueno y sin sexo y etcéteras, etcéteras, etcéteras...


Y la gente que regatea el precio, que aprieta para que le hagas más, que exige un trato preferente porque compra un libro al año, como dijo uno, y te lo compro a ti como podría comprarlo a otro. Y los adultos que sueltan la correa de niños con manos y cara llenas de chocolate y los dejan sueltos para que toqueteen los libros, los desordenen, los tiren al suelo, arranquen los plásticos y a lo que me vi obligado a disparar tranquilizantes para rinocerontes. Los repetidos ataques de ninjas venidos de dimensiones paralelas donde Sant Jordi es la fiesta de los croissants y todo el mundo habla con un ridículo acento francés. Las obsesión por la lista de los más vendidos como si eso fuera la garantía de algo y decenas de personas preguntando por lo mismo, en el mismo orden y sin querer saber nada más, perdiéndose maravillosas novelas solo porque alguien en una televisión no ha dicho de ellas que son las más vendidas.

A las ocho y media empieza la afluencia a aflojar y sobre las nueve, cuando la luz del día se ha ido y la que queda es una porquería artificial que no alumbra nada, empezamos a quitar etiquetas y a recoger la parada. Duele el cuello, la espalda y los tobillos están machacados. Llega algún rezagado buscando algún libro de última hora. Agotado, cansado, harto, satisfecho, pensando en todo lo que queda (desmontar la parada, ir a la tienda, descargar todo y empezar el control de venta, las devoluciones, qué nos quedamos, las reposiciones...) y deseando que este año no acabe como todos, en una pelea con esos hunos que siempre vienen tarde, borrachos y cabreados porque el día del libro tendría que ser en Sant Jeroni que es el patrón de los libreros y no en Sant Jordi, que es un asesino de dragones.

Y acabamos el día A. y yo en casa comiendo un kebab a las once, con los gatos cabreados con nosotros por no estar adorándolos todo el día, ella preciosa con las pilas cargadas por haber estado entre libros, gente y niños y yo cansado, agotado, sin fuerzas por haber estado todo el día entre libros, gente y niños. Otro Sant Jordi a la espalda. A pesar de lo mucho que me queje, es un buen día, pero como cansa el jodío.

Quedan 364 días para el siguiente.

Pequeña crónica de la inauguración de Gigamesh y lo que aconteció en ella... más o menos

Hacemos un alto en la tónica habitual del blog por una buena causa.

El viernes fui de excursión a Barcelona por tres motivos.

1. Me hacía gracia asistir a la inauguración de la nueva Gigamesh.
2. Entre los actos que se harían en la nueva librería había una firma de libros y entre los que firmaban libros estarían Susana Vallejo y Martín Piñol, padrinos de este blog y quería saludarlos y dar saltitos. Además, sería la primera vez que estaríamos los tres juntos.
3. Buscar un destornillador sónico para Niño Lobo y un dalek para Niña Zombi.
Y eso hicimos. A. y yo nos subimos en el coche de mi hermana Mo y para Barcelona a ver muchas cositas chulas y volver a constatar de forma cruel y abrumadora que ser culturalmente disperso es muy caro (suerte que tengo a A. en mi vida porque es persona de si no se puede comprar merchan, se lo hace uno mismo). Total, que nos subimos en el coche y la la la llegamos en un plis a Barcelona y el mismo plis en llegar a nuestra meta, la zona conocida Triángulo Friky. Nos movemos por las tiendas, muchas cosas chulas, mira esto yo lo quiero, cuánto tebeo chulo y nos vamos para ver la nueva Gigamesh.


Entramos y...


... un olor a nuevo que transporta.
Muy chula. Preciosa. Realmente una librería muy bonita. Y bien distribuida. Con un sentido diabólico, claro porque quien está detrás son libreros de raza y los libreros de raza son manipuladores y no se contentan con poner un libro detrás de otro, sino que hacen que mires donde mires hayan cosas atrayentes, atractivas y que hagan que el frikazo consumista que llevamos dentro sienta crecer dentro de él esa mentira que todos nos decimos de "lo necesito para vivir".


Esta librería, como todas las buenas librerías, no son más que trampas mortales en las que entramos con una sonrisa en el rostro pensando que quien trabaja allí dentro son buenas personas. ¡Y no! ¡No os dejéis engañar! ¡No son buenas personas! Ese libro de relatos no está de cara por casualidad. Ese juego no está solo doblar la esquina porque sí. Esa figurita no tieen ese angulo dentro de la vitrina porque queda más bonita. No. Todo es una estrategia muy pensada para tentarnos y llevarnos al camino del mal. ¿Por qué digo todo esto? Porque en mi librería hago lo mismo.

¿Y qué vi por allí? Libros, muchos libros. Novedades, viejunos, agotados, de saldo, espantosos, obras maestras, divertidos y curiosos. Y mucha gente que entraba, reía, saludaba, compraba, saltaba, iluminaba el camino con destornilladores sónicos, se flipaba, comentaba, criticaba, discutía, bufaba, se quejaba de la calor, de algunos olores, de no encontrar libros. Muchachas atractivas, escotes, corsés, chicos guapos. Miradas de coqueteo que no llegaban a ninguna parte y miradas rastreadoras de carne fresca. Lectores empedernidos. Coleccionistas de ediciones. Perdidos. Curiosos. Oportunistas. Amigos. Enemigos. Ilustradores con sus técnicas y problemáticas en una interesante mesa redonda. Un caminante blanco.Y escritores. Muchos y variados. De los tímidos, descarados, divertidos, delgados, bien alimentados, simpáticos, cohibidos, consagrados, nóveles, sonrientes, serios, enfermitos, cansados.

Una tarde muy agradable, y algo agobiante por la aglomeración de gente, hasta que llegó el momento del día. El encuentro con los padrinos de este blog y la consabida foto.

Susana Vallejo, un servidor y Martín Piñol.
Momento histórico para la historia de esta blog.

Un momento bonito lleno de risas que se fue a la mierda en lo que dura un parpadeo. 
¿Por qué? 
Susana, Martín Piñol, sé que dijimos que no hablaríamos de esto, pero me debo a mi público y tienen derecho a saber que si su vida sigue siendo la misma es porque evitamos que los Zotrones invadieran la tierra y nos convirtieran en cantantes melódicos. En lo que dura un simple parpadeo y gracias a lo maleable que es el espacio tiempo si pides las cosas por favor, Susana, Martín Piñol y un servidor viajamos a otra dimensión, liberamos a tres princesas canadienses con dos pies izquierdos, conocimos al gemelo malvado de Hitler y luchamos contra el clon de su cabeza insertada en el cuerpo de un gorila, bebimos absenta espacial (sabe a canela), saltamos de un trolebús ignio en marcha y solo perdimos medio brazo entre los tres, participamos en un concurso de saltar a la pata coja contra flamencos pintores de pechos cantantes. Susana recibió tres propuestas de matrimonio de tres piratas espaciales diferentes ("y eso que estoy malita", decía ella), los rechazó a todos, se quedó con los anillos, los perdió en Neo Neo Las Vejas y grabó un disco de soul. Ni a Martín Piñol ni a mí nos propusieron nada, pero estuvimos presos durante tres decenios como esclavos graciosetes en un palacio residual del gran emperador Hriknh el Calvo Pero Que No Se Entere III. Fuímos rescatados, encontramos la base secreta de los Zotrones y pum, pum, zas, zas, en la cara no, y BUM, fuego por todas partes y corriendo al portal susurrante para volver a Gigamesh justo en el mismo sitio, un parpadeo después.

Los tres hicimos la promesa de no explicar a nadie los que habíamos vivido y nos despedimos entre risas y abrazos. Y sí, sé que he faltado a mi palabra, pero soy un tipo que no pasará a la historia por cumplir sus promesas (y de esta forma presento en sociedad mi frase de tipo duro).

Un último vistazo a una librería atestada de gente. En el brazo, las compras; dos libros de cuentos de Félix J. Palma (firmados), uno de Susana (firmado), China Mieville, libro de ilustraciones de Corominas (dibujado y firmado), librito por aquí y por allá. Se me quedó la espina de una firma de Emilio Bueso, pero el presupuesto asignado había saltado por los aires. Otra vez será. Y volveremos en mayo, cuando no haya tanta gente, se pueda pasear y charlar más tranquilo, haga calorcito en la calle y haya ahorrado de nuevo para gastos.

Y vuelta para Igualada. 
Cenar, leer y dormir.
Un muy buen día.

PS. Los de la Espada en la Tinta se han montado una excelente reseña de la jornada. Leyendo aquí sus enteraréis mejor de lo que pasó. Hay menos explosiones, eso sí.
PSS. Y tranquilos. Encontramos tanto el destornillador como el dalek para los nenes.

Una de esas entradas de cosas que pasan en una librería

Recopilo unas cuantas historias que han ocurrido en la librería. A mí o a alguno de mis compañeros. Todas ellas ya han aparecido en el blog de Mil matices de gris, pero me ha parecido buena idea recuperar alguna y una entrada como esta siempre es agradecida.

- Hola, ¿tienes 50 almas para Gray?
- Más o menos, el título es 50 som...
Piripiri
- Perdona - Saca un teléfono móvil del bolso. Desliza el dedo por la pantalla. Lee, risa, tecleo, risa - ¿sí?
- Digo que el título es 50 som...
Piripiri
- Un momento - desliza, lee, risa, tecleo, mira, risa, tecleo - ¿qué decías?
- Que el título es...
Piripiri
Mira, risa, tecleo... pensamiento... tecleo, risa, mira.
Y mira al librero.
- Que el tít...
Piripiri
Mira, risa, tecleo. Risita. Tecleo obstinado.
No mira al librero. Espera. Espera. Espera. El teléfono en silencio. Los ojos fijos en el móvil porque algo más dirá, algo más... seguro que habla y llegará ese mensaje tan importante, tan vital para la seguridad nacional y el mundo libre, ese "ya", ese "no sé" o ese "¿qué haces?".
- El libro... - dice.
- 50 sombras...
Piripiri.
El mensaje que faltaba. Desliza, lee, sonríe, teclea, lee, teclea, piripiri, lee, mira, sonríe, suspira.
Mira al librero.
- Entonces, el libro... ¿lo tenéis o no?
La miro a los ojos.
- No lo tenemos.

***

Un señor así como tirando a normal se dirige al atractivo librero de treinta y pocos años que corretea desnudo cubierto de miel y chococrispis por la sección de poesía.
- Mi hija, que es muy buena estudiante y muy amable, me ha pedido la segunda parte de este libro. ¿Lo tenéis?
- No se ha publicado todavía.
- Pero si lo pido ahora, ¿para la semana que viene lo tendré?
- Es que no se ha publicado.
- ¿Y?
- Que el autor no ha acabado de escribir el libro y no lo ha llevado a la editorial y esta no lo ha publicado.
- ¿Pero para el cumpleaños de mi hija lo tendré?
- No, no estará.
- Pero, a ver que me aclare yo, ¿no estará porque no estará o no estará porque no quieres que esté o porque no harás nada para que esté o qué?

***
- Perdona, ¿se va a llevar el libro de pegatinas?
- No.
- Es que su hijo las está pegando en el libro y en el suelo...
- Es para que se entretenga.
- Ya, pero...
- ¿Prefieres esto o que pinte los libros como hace en casa? Y ahora, largo.

***
- Buenos días.
- Buenos días. ¿Qué querría?
- ¿Tenéis revistas?
- Pocas. ¿Cuál buscaba?
- De decoración.
- No, no tengo. Tengo libros de decoración, pero no revistas. Mírelo en un quisco - e indico un par de quioscos que quedan cerca de la librería.
- Muchas gracias. ¿Y collares de perro tenéis?
- Eeeee, no.
- Pues bueno, otra vez será. Adiós, buenos días.
- Buenos días.

***

Entra un señor y se dirige al mostrador.
- Buenos días.
- Buenos días.
- Vengo a buscar un encargo. Me enviaron un mensaje diciendo que estaba aquí.
Me alarga el recibo del encargo. Lo compruebo en el ordenador y, sí, el libro ha llegado. Lo busco entre los libros reservados y lo dejo en el mostrador. Es un libro de lo que se conoce como autoayuda o crecimiento espiritual con altas dosis de misticismo atlante.
- ¿Algo más? - pregunto.
- Sí. ¿Tienen algo de esto? - y me alarga un papel. Lo cojo y leo tres palabras.

Libros sobre Shakespeare
Dudo.
- ¿Qué busca? ¿Un libro sobre Shakespeare o un libro de Shakespeare?
- Busco eso - señala el papel.
- ¿Una biografía?
- No, eso - señala el papel.- ¿Qué tiene algo?
- Biografía sobre Shakespeare ahora no tengo ninguna, pero podemos pedirla. De Shakespeare tengo las obras de teatro y los sonetos, claro.
- ¿Qué teatro?
- El de Shakespeare.
- No, yo busco esto que he apuntado - coge el papel y me lo vuelve a enseñar-. Mira, lo pone aquí, Libros sobre Shakespeare.
- Sí, Shakespeare, el dramaturgo - Mi mira como si no entendiera de qué estoy hablando -. Ya sabe, HamletRomeo y Julieta... - Ser o no ser, pienso.
- No sé, no conozco.
- Shakespeare - Se encoge de hombres -. Es uno de los nombres más importantes de la literatura mundial.
- Es que en un libro que leí aparece este nombre y pensé que sería interesante. ¿Así que es teatro?
- Sí, ya sabe, HamletRomeo y JulietaOtelo - dejo el resto de la obra del bardo inglés en suspenso.
- Así que este hombre escribe teatro. No, no me interesa. Yo pensaba que Shakespeare era una filosofía como el budismo, el tantra o la ayurveda. No, teatro no quiero. ¿Cuánto te debo?
- Dieciséis euros.
- Tenga. Gracias. Que pase un buen día.
- Buen día.
Esto no puede haber pasado.

***

- ¿Tenéis cuerda?

***

- ¿Tenéis Y?
- Sí, lo tienes en la estantería de enfrente. El libro de la tapa roja... el rojo... el rojo...
- Perdona, no lo veo.
- El rojo, lo tienes delante.
- Es que soy daltónico.
- Ah... hostias, perdona... pues el verde, ¿o es azul?

***

- Buenos días - clienta joven.
- Buenos días - librero que responde al nombre de Jorge.
- Estaba buscando un libro... no sé si lo tendréis.
- Bueno, probemos.
- Yo lo vi en Italia y no se si aquí está publicado. En Italia, sí.
- Veamos qué es.
- Es un libro muy especial.
- ¿Cómo de especial? ¿Hace tostadas?
Mirada de "este tío es imbécil"
- No - pausa -. Es un libro donde aparece una palabra y al lado la definición de esa palabra.
- Un diccionario.
- No. No es un diccionario. Lo que busco es un libro donde aparece una palabra y al lado la misma palabra, pero en otro idioma.
- Un diccionario de traducción.
- No. Salían más idiomas. No sé... es que yo lo vi en Italia... Una palabra y al lado más palabras en inglés, francés...
- Diccionario trilingüe.
- No era un diccionario. Salían dibujos.
- Sería ilustrado.
- A ver, no me entiendes.
- No sé... dame un ejemplo.
- Salía casa y al lado pues esa palabra en otro idioma.
- ...
- O perro dogchien.
- ¿Cómo estaba ordenadas las palabras?
- Alfabéticamente.
- Eso es un diccionario.
- No es un diccionario. Diccionarios ya tengo en casa. ¿Sabes lo que quiero decir?
- Pues la verdad es que no.
- Ya... supongo que esos libros solo se encuentran en Italia. Adiós.
- Adiós.

***

Día de mucho jaleo. No recuerdo si era en Sant Jordi o en los días duros de Navidad. Un chico me para en mitad de la librería.
- Perdona, una pregunta, ¿tienes Las raciones extraordinarias de Edgard Allan Poe?
- ¿Las raciones extraordinarias?
- Sí.
- No sé, míralo en la sección de cocina.
Un poco cabrón, lo sé.

Entrada 200. Nos vamos de excursión a la librería

Desde que abrí este blog un 10 de junio de 2010, muchas personas...
- Ejem.
Bueno, muchas personas, no. Algunas...
- Ejem.
Bueno, tampoco algunas. Tres o cuatro.
- Ejem.
¡Vale, vale! Dos personas y una de ellas es imaginaria.
- Mejor.
... me han preguntado cómo es la librería donde trabajo. Pues con libro, decía yo. Sí, pero cómo. Pues así y por allí los de regalo y la juvenil y... bueno, que nunca me he explicado bien. Así que hoy he decidido colgar unas pocas fotos de la librería donde paso 40 horas semanales entre clientes, cajas, libros, albaranes, recomendaciones, malos humores, anécdotas divertidas y grupos de lectoras que por separado vale, pero cuando vienen las seis juntas me dan mucho miedo y no acaban de ubicar que un treintañero les hable de tú a tú de Richelle Mead, de Laini Taylor o de Holly Black.

Las fotos están hechas con la cámara del móvil, así que pido disculpas si la calidad no es la mejor.

Visión general

Imagen así en fiiiu de parte de la sección de bolsillo

Sección de cómic que sé que por aquí hay mucho aficionado.

La librería desde el otro lado

Y ahora lo que sé que os interesa. O de lo que va este blog.

Literatura fantástica

Sección infantil/juvenil

Otra visión de la sección juvenil

Juvenil... como se puede apreciar le dedico unos cuantos metros.

Y una de las estanterías más visitadas.

Y por si alguien lo pregunta, se trata de la Llibreria Aqualata de Igualada. Si me queréis hacer una visita (y traer un café) estoy allí de lunes a sábado de 9:30 a 13:30 y de 17:00 a 20:30. Los jueves no que es mi día de descanso.

De excursión a la librería

Por si no lo sabéis, soy librero.

- ¿Aguantas enciclopedias en el salón comedor de una familia de bien?

No, trabajo en una librería vendiendo libros. Es un gran trabajo y más cuando uno es el responsable directo de la sección de literatura fantástica, ciencia ficción y infantil/juvenil. Y como hoy estoy espeso para escribir reseña, pues pongo fotos de las secciones para presumir de estanterías y para que podáis ver por donde me muevo cuarenta horas semanales.

La pequeña sección de fantasía, ciencia ficción y terror.
Contento con el rinconcito que he podido crear.

 El rincón juvenil. Tres estanterías de arriba a abajo. 
Realista, fantasía, colecciones... de 12 a infinito años.

Y lo que nos diferencia, 
un rincón para que los vampiros, angelotes, lobitos y compañía busquen y encuentren lectores.

Y, por cierto, estas fotos pertenecen a la Llibreria Aqualata de Igualada. Ya sabéis donde me podéis encontrar. Si es para partirme la cara, pedirme dinero o hacerme chantaje, el nombre de la libreria y su ubicación es falso. Para todo lo demás, por ahí ando.