Hija de humo y hueso, Laini Taylor, Alfaguara, 2012
Y llegó anunciada por las sabias palabras de Cristina. Aquí tenemos la que será una de las mejores novelas juveniles del año.
Hija de humo y hueso viene a demostrar eso tan conocido, pero a la vez tan olvidado, de que lo que importa en literatura no es el qué, sino el cómo. Porque los qué con los que está construida esta historia incluyen:
Amores a primera vista, huérfanas con un gran misterio en su pasado,
amigas más tetonas, divertidas y escandalosas, un montón de secretos que ponen patas arriba un mundo, el chico más guapo del mundo, mundos opuestos que se atraen y muchos otros "qué" que a los que hemos leído un mínimo de literatura juvenil ya hemos visto, pero...
... pero, ¿por qué en Hija de humo y hueso todo estos qué suenan a nuevos, a diferentes, a originales? Por el cómo. Porque Laini Taylor, al igual que la gran Holly Black y Richelle Mead, es consciente que una historia se sustenta en un poderoso armazón técnico y en la búsqueda de nuevos senderos a caminos ya transitados. Laini Taylor reinventa el universo de los ángeles y los demonios; un universo nuevo con un pie en la tradición (quien conoce algo de cuentos infantiles ya sabe del poder de los dientes), otro en las figuras de gran guiñol, en los monstruos de inspiración medieval (esos híbridos que parecen emerger de las pesadillas de El bosco) o los bestiarios renacentistas, y el otro en la nueva tradición de literatura juvenil.
Lo que importa en esta novela no es tanto el argumento (sugerente y que funciona muy bien) como la forma en que está presentado este argumento; una prosa de aire poético y soñador, capítulos que enlazan de forma natural unos con otros, puntos de vista diferentes presentados con naturalidad, una estructura, no compleja, pero sí que se aleja de la tan manida y aburrida linealidad de los productos que nos suelen llegar. Esta historia está explicada en diferentes planos temporales e hiendo de un lugar a otro. Ni es confusa, ni es liada. Todo fluye con naturalidad.
Y su mundo es rico y variado. Fascinantes, las quimeras.Repito, con elementos de la tradición, un nuevo universo literario que refresca las estanterías de las librerías y de casa. Incluso en sus primeras páginas se permite la maldad de parodiar alguno de los elementos de la novela paranormal de estirpe vampírica.
Los personajes, conocidos, pero que funcionan en cómo están presentados. Karou es una de esas heroínas alejada de plañideras, de florecillas del campo, metepatas orgullosas y princesitas en apuros. Normal en su excepcionalidad. Fuerte, pero capaz de mostrar su debilidades. Akiva, el chico, el ángel, el perfecto, pero que viene de otro mundo. Con secretos y muchos errores a sus espaldas. Secundarios funcionales, pero bien configurados (desde la amiga Zuzana hasta el fugaz modelo anciano con una boa de plumas). Y las quimeras. Fascinantes y atrayentes en sus silencios y miradas. Brimstone e Issa, especialmente. Los ángeles rivales. Y ese ángel caído que proporciona la sabiduría...
Laini Taylor tiene la gran virtud de conducir su historia en niveles de ambigüedad. Que nadie espere buenos muy buenos, malos terribles. Toda la novela se mueve en el terreno de los mil matices del gris (¡toma publicidad de mi otro blog) esquivando con gracia los peligros del maniqueísmo. Todo lo que se hace tiene sus razones (acertadas o no). Y eso incluye a los protagonistas.
¿Algún pero? Uno. Alguna página de más en su tramo final (al baile no le hubiera ido mal algo menos), pero entiendo que uno se puede emocionar describiendo tal riqueza de colores, olores, sonidos y criaturas.
Una muy buena novela que da mucho más de lo que parece a primera vista. Para amantes de lo juvenil y amantes de la fantasía en general. Una sorpresa, un hallazgo y una de las recomendaciones para este Sant Jordi.
- Oye, Jorge.
- ¿Qué?
- Una cosita... que no has explicado del argumento.
- Lo sé... es que me da palo...
- Es un buen motivo.
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