Gran apuesta de Minotauro para esta temporada pre Sant Jordi. Y razones suficientes hay para tenerla en cuenta. Fantasía adulta, sucia, violenta y desagradable.
Honorio Jorg Ancrath. A los nueve años vio como asesinaban a su madre y a su hermano. Y juró vengarse. A los trece era el líder de una banda de sanguinarios maleantes. A los quince será rey...
Mark Lawrence viene a unirse en su primera novela a otros ilustres autores (Brandon Sanderson, Joe Abercrombie, Steve Erikson, George R.R. Martin, etc.) en su búsqueda de una reformulación y nuevos caminos dentro de la fantasía épica. Su opción es la creación de un mundo fantástico con raíces en el nuestro (lo que da a la novela un inquietante aire de extraño relato futurista) y dar voz a un héroe amoral, violento, repulsivo y preadolescente.
El principal handicap al que se enfrenta la novela es esa arriesgada decisión del autor de construir todo el armazón literario en torno a un personaje protagonista tan joven. Puede romper la verosimilitud ya que asistimos a algunos actos, decisiones y pensamientos que cuesta imaginarlos en boca y cerebro de un chaval de nueve años (en algunas partes de la novela) y de catorce. Pero superada la sorpresa, funciona. Y muy bien. Me lo creí. Y me lo creí porque Mark Lawrence construye un gran personaje principal. Narrada la historia en primera persona, desde sus primeras frases nos metemos en el cerebro de Jorg y avanzamos en la historia por medio de sus ojos. Una mirada amoral, dura, cruel, llena de un humor negro y ácido que se desparrama por el mundo. Un estilo duro, seco y directo que no escatima la descripción escabrosa ni sus pinceladas gores. Jorg es un personaje duro, desagradable y abyecto. Complicado y complejo. Es capaz de lo más horrible (se incluyen muchos asesinatos a sangre fría, robos, violaciones, matanzas, etc), pero destila un extraño carisma con el que el lector acaba simpatizando. Quizá sea por que es un cabrón en un mundo de cabrones. Y el hecho de que sea tan joven abunda en el ambiente malsano e inquietante que se desprende en cada una de las páginas.
El resto de personajes compite por ser el más desagradable. Lo dicho, es fantasía dura, cruda y violenta. No hay caballeros ni romances. No hay nada que haga emerger a los personajes del fango en el que andan metidos. Y al que es un poco noble, ya sabes que le quedan al pobre dos telediarios. No hay personaje imprescindible.
Pero entendámonos, Príncipe del mal no es una colección de escenas de acción llenas de sangre y vísceras protagonizadas por un puñado de desechos humanos amorales. Vamos, no es solo esto (que también). Existe toda trama de conspiraciones por el poder que va más allá de un trono. Unas relaciones políticas y personales que impulsan a los personajes a tomar duras decisiones. E incluso hay un atisbo de posible romance, pero de una forma desganada y sucia. Y magia, claro... pero menos de lo que pueda parecer... no muy original, pero muy agradecida, la verdad. Ladrones, caballeros, fantasmas, mutantes, un viaje... y sorpresas... Y siempre una sensación de misterio, de que hay algo que se escapa... porque en su parte final el lector atento reconocerá objetos y lugares que para los protagonistas son misteriosos... y no encontrará explicación. Esto provocará unas sensaciones de desamparo y misterio muy acorde con la historia que nos explica Mark Lawrence. De igual modo que las sorprendentes referencias a Jesús, Platón, Sun Tzu, etc. ahondan en ese ambiente de misterio.
Príncipe del mal ha sido una muy agradable sorpresa. Una novela sucia e inquietante. Malsana. Con un gran personaje central y una cohorte de desechos humanos a los que seguir en próximas aventuras. Un estilo seco y duro y una estructura, que si bien no es muy original, sí está presentada de forma muy inteligente. Una historia de venganza que es algo más, unas intrigas que esconden muchos secretos y un mundo que recuerda demasiado a otro. Y, sobre todo, una mirada que busca nuevos caminos a un género que durante mucho tiempo parecía condenado a argumentos de eterna búsqueda.
Estupenda novela. Y, además, al grano. Trescientas páginas. Ni falta ni sobra.
Y un pequeño tirón de orejas a Minotauro. ¿Por qué el cambio de título? El original, Príncipe de las espinas es adecuado, bonito y sugerente. Ese "mal" acota y difumina el alcance real del título original. Jorg, por muy cabrón hijo de puta que sea, es algo más que un simple malo... Y segundo, ¿por qué se adultiza al protagonista en la imagen de portada? Jorg tiene catorce años... da una imagen equivocada...
Portada original.
Otras opiniones del mismo libro