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Divergent, Veronica Roth, ed. Estrella Polar, 2011
La ciudad de Chicago esta dividida en cinco facciones y cada una de ellas se dedica a cultivar una virtud particular: Honestidad, Abnegación, Intrepidez, Amistad y Erudición. A los dieciséis años, los jóvenes deben escoger de qué facción quieren formar parte. Beatrice duda entre quedarse con su familia o ser realmente quien es. No se puede tener ambas cosas. Y tomará una decisión que sorprenderá a todos, sobre todo a ella (párrafo tomado de la solapa de la edición en catalán de la novela que publica Estella Polar).
Novedad que aun no ha salido del horno. Una de las apuestas de este otoño/invierno. La que algunos consideran la heredera de Los juegos del hambre. Leída con ganas de pasar un buen rato. Nada de esperanzas de una novela que me cambiara la vida o una obra maestra desconocida. Solo un buen rato y una buena historia. Pues no. Ni lo uno ni lo otro. Una profunda incomodidad mientras leía la novela y una mala historia. Una lectura decepcionante. Y que ha conseguido cabrearme. Porque paso muchas cosas, pero que me quieran manipular, no.
¿Por qué no me ha gustado? Vayamos por partes.
Empecé con mal pie. Ese mundo distópico que me presenta Veronica Roth no me lo creo. Una sociedad construida en la separación de cinco facciones. Cada facción se encarga de un aspecto de la sociedad. Los individuos pueden elegir la facción a la que pertenecen después de una prueba que sufren a los dieciséis años. Los que no tienen facción se convierten en parias. La autora no explica de donde viene esta sociedad y el por qué de este funcionamiento (bueno, sí, hay un momento que dice algo así como que los antepasados decidieron que esto sería bueno y poco más... no sirve) y como lector me cuesta creer una sociedad basada en este sistema. Más bien parece una mala excusa para que la protagonista vaya de un sitio a otro.
Todo el tema de las simulaciones, los dispositivos mentales y etc. me resulta muy difícil de creer. La explicación de por qué unos sí y unos no me suena falsa y forzada (no puedo explicar más para no fastidiar a futuros lectores) y me suena a esto:
Solo que cambiando mago, por divergente. ¿Por qué? ¿Hay motivos físicos, mentales, genéticos? ¿Algo más que una simple palabra?
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Y si al menos esas trescientas páginas fueran algo más que un mal remedo de La teniente O'Neill, pues podríamos digerirlo, pero no. Porque estamos ante una de esas protagonistas femeninas cargantes que lo único que hacen es considerarse poca cosa mientras miente y manipula a su alrededor. Beatrice es un personaje cargante y odioso. Y eso que yo no suelo dejarme arrastrar por corrientes de simpatía o antipatía hacia los personajes (Patchito es una excepción), pero la voz narradora se me hizo pesada, quejica y cansina. Un párrafo de soy especial da paso a una frase de soy poquita cosa, a otra de me voy a comer el mundo a otra de tendría que dejarlo todo. Esto no es profundidad psicológica, esto es tortura. ¿Es un mal personaje Beatrice? En mi opinión, sí. No es coherente ni consigo ni con la historia. Contradicciones continuas. Algunas en el mismo capítulo.
El resto de los personajes es lo de siempre... y creados según las necesidades del momento y no de la historia. La sensación que me deja es de ir montando personajes conforme se escribía la historia por lo que algunos no son más que repeticiones de otros, desaparece alguno, alguno vuelve y se eliminan a cuatro de forma harto discutible. Creo que más para conseguir emocionar al lector (manipularlo, vamos) que porque sea necesario en la historia (el ejemplo de esto son unos detalles entre el personaje de Peter y Will, pero si lo explico fastidio todo el argumento de la novela... si alguien quiere más detalles que me escriba un mail).
Y el final... como se dice en catalán, matusser. Descuidado, mal hecho. Manipulador. Inquietante en su poso ideológico (¿estamos ante una de las primeras distopías donde se defiende el orden establecido y se lucha contra la revolución? No es que los revolucionarios sean buenos, pero el sistema montado tampoco era de lo mejorcito). Existe crítica a quien cuestione el gobierno, se hace hincapié en lo poderosa que se sentía la protagonista con un arma en la mano y se persigue a todos esas personas que son "temerosas de Dios". A lo mejor estoy siendo muy puntilloso, pero cositas de estas consiguen inquietarme. A diferencia de Los juegos del hambre, donde cada muerto es dolor, sufrimiento y arrepentimiento, aquí cada muerte está justificada, un par de veces se dice que el muerto así lo hubiera querido y en ningún momento se siente la culpa por la muerte (bueno, en un momento sí, pero precisamente es una muerte hecha para manipular emocionalmente al lector... era evitable perfectamente y más después de lo acontecido dos páginas antes). Hay cierta gloria en la guerra, el entrenamiento y en formar parte de un ejercito que es lo que son los Intrepidos. Y estas cosas a mí no me gustan, lo siento.
Eso sí, seamos justos, y reconozcamos un mérito a esta historia: a pesar de todo lo dicho: Divergente no aburre. No es una novela aburrida. Puede estar mal construida, ser inverosímil, contradictoria y tramposa, pero no es aburrida. Y esto hay que reconocerlo. No me sirvió de mucho, pero bueno.
Y llamadlo intuición, pero tengo la sensación de que con esta novela perteneceré a la minoría de lectores que encuentran que esta opera prima de Veronica Roth es una mala novela. Y que, además, me dejó muy mal rollo.