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Surtido de Ibéricos VII: El patio trasero

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Dedicado a Ana-R que tiene la amabilidad de leer y dejar  algún comentario que siempre me anima a seguir La bandera roja y verde ondeaba con suavidad al viento en lo alto del parque Eduardo VII. Era una tranquila mañana de sábado de azules y verdes que se disolvían en una cortina de suave neblina por la parte baja de Lisboa, más allà de Baixa. Un mendigo de mediana edad lavaba con sencillez y gran dignidad sus zapatillas en las fuentes monumentales que surgen bajo dos columnas triunfales que escoltan el mástil con la enseña nacional. A esas horas pocos turistas aprovechaban el mirador para atrapar una más de las instantaneas de su viaje. El parque tiene en el centro una avenida con setos geométricos que marcan una perspectiva cónica con punto de fuga en el eje que culmina en la Plaza del Comercio. El Parque Eduardo VII desciende en suave pendiente por caminos que se enroscan bajo la copa de árboles frondosos. A esa hora poca gente paseaba por el recinto que lleva ...

Los errantes

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Siempre me han inquietado esos seres errantes que son los mendigos. Con todo el respeto que merece cualquier ser humano me pregunto sobre su periplo vital hasta llegar a esa condición en los márgenes de la sociedad humana, si no definitivamente exiliados de la misma. A veces se les ve por las carreteras arrastrando artefactos que una vez fueran un cochecito de bebé, un carro de la compra, una bicicleta o quien sabe. La bolsa de plástico es en ocasiones su única maleta, la mochila su casa. La mirada obstinada y perdida de muchos de ellos no parece buscar el contacto visual con nadie. Tal vez sean conscientes de su propia suciedad y  abandono. Quizás no buscan molestar o no se molestan en buscar la solidaridad social. Es posible que se avergüencen de su caída en desgracia. Yo diría que algunos padecen una suerte de autismo que les ha encerrado en un mundo privado, a veces cercano a la realidad, pero en muchos casos onírico. Su propio universo interpretado con sus propias claves ...

Simón el estilita

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Miles de coches, motocicletas, los autobuses urbanos y ultimamente bicicletas confluyen en la que, tal vez, es la plaza más concurrida de Gandía. Una fuente lanza un geiser burbujeante día y noche en el mismo centro de una glorieta con cesped, siempre inaccesible entre tanto bólido. En una de las cuatro manzanas que la rodean haya una oficina de La Caixa, siempre con clientes entrando y saliendo atentos a sus finanzas. En la siguiente hay ahora mismo un bajo en plena reforma. Es cruzar un pequeño paso cebra y se alcanza la cafeteríaTutikedu bajo la que fue llamada durante mucho tiempo la finca de la Firestone. La terraza de este bar suele estar tomada por lo que parecen ser rumanos o búlgaros. Apoltronados en sus sillas, robustos como armarios ellos y con coquetería algo barroca ellas, le dan un sabor particular a esa esquina. Yo diría que tienen un cierto aire mafioso no tanto por su nacionalidad como por su estilo de vestir y de moverse. Tal vez sean solo mis prejuicios. Ya e...