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El laberint de la memòria.

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Tinc la sensació d’haver oblidat grans parts de la meua vida. És com si el cap estiguera amb els dipòsits a plena capacitat i cada gota de memòria fera desbordar els records per a fer un buit a les noves experiències del present. Em sorprenc a mi mateix quan algú em conta algun detall del passat que he oblidat completament. En canvi, poden aparéixer noms detalls i records que, aleatòriament, s’han fixat amb força en les profunditats de l’univers neuronal i soc capaç d'identificar El cervell és un misteri i la memòria un mecanisme plàstic que es regenera a cada nova recreació d’un succés del passat. Els quasi trenta anys que vaig ser professor a Vilallonga s’han amalgamat en forma d’una massa densa que fa difícil precisar distàncies, moments o fins i tot persones. Fa unes setmanes vaig trobar a un home que em va preguntar cordialment. Eres Jordi. No? És clar que m’havia reconegut i jo vaig fer com si el recordara, quan no era el cas. Els alumnes eren xiquets quan passaven per les au...

Fotos de nuestros padres

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Estos días estoy digitalizando viejas fotos de casi todas las décadas desde el principio del siglo XX. Almacenadas sin orden ni concierto en cajas y sobres parece que reclamaban un alma caritativa que las rescatara de su pasiva espera. Recuperar una vieja colección de fotos es como iluminar viejas estancias abandonadas que ya nadie visita. En esas fotografías apenas se reconoce un paisaje y unos personajes que ocuparon nuestro espacio natural y que ahora se degradan tal como lo hacen los productos químicos. El blanco y negro se transforma, por causa de un deficiente revelado, en un gris mortecino que hay que recuperar a base de trabajar la curva tonal. Nadie sospechaba que algo llamado ordenador iba a recuperar los momentos del pasado tanto como su lozana juventud en el futuro. Las arrugas en el papel, los trozos arrancados, el polvo y las rayaduras atacan las imagenes pero a la vez les dan un viejo sabor añejo. ¿Qué recorrido han tenido esas fotos hasta llegar a mis manos? ...

Damián Catalá

Hace unos días, charlando en casa durante la cena salió la palabra mentor y el nombre de un personaje ligado a mi adolescencia. Damián Català. No me costó mucho empezar a relatarle a mi hija tantos recuerdos del que fue mi mentor en el sentido más puro de la palabra. Tendría yo once o doce años cuando lo conocí. Yo era todavía la gran incógnita de la familia. Ese niño que no acaba de definir por dónde va a encaminar su vida, algo solitario, fantasioso y feliz en su mundo de juegos. Mi hermana era la que destacaba por su capacidad dibujando y, por ello, fue invitada a acudir al estudio del pintor, por entonces un hombre de unos 64 años, para aprender. Yo fui como el gran adosado. No es que no me gustara dibujar, pero lo mío era inquietud pura y dura que impedía centrarme en trabajo intelectual sin acabar jugando en mi mundo. Después de la conversación y los recuerdos vino el deseo de mostrarle a mi hija los libros que todavía conservo. No tardé mucho en buscar entre mis estanterías...