Tierra de corrales
Hubo un tiempo en el que las montañas eran territorio inhóspito alejado de las rutas de la llanura. Cualquier desplazamiento desde sus entrañas suponía horas por senderos solitarios hasta llegar al valle. Basta con contar las horas de viaje que hoy se requieren para cruzar la Península Ibérica para entender la incomunicación de gente que tardaría casi lo mismo en llegar a los pueblos de la costa. Sorprende la inmensidad deshabitada que todavía reina en las serranías. Se trata de alejarse de los caminos y las carreteras y tomar las sendas que todavía sobreviven para entrar en un mundo solitario que parece que jamás fue habitado. La percepción es engañosa ya que a poco que se vaya conociendo se descubren las ruinas de una civilización que se perdió tan sólo hace unas décadas. Cisternas, neveras, pozos, fuentes, corrales y caseríos se diseminaban por los lugares donde la sabia estrategia del habitante de la montaña decidía. En un lugar de escasos recursos el infinito ingenio ...