Surtido de Ibéricos VI: El pescadero de Olivenza
El día ya moría con el sol desaparecido y el cielo bañado de rosas y azules. Estábamos guardando cola junto al famoso elevador de Santa Justa cuando vimos delante de nosotros una pareja de edad parecida a la nuestra. Ella llevaba un pañuelo de los que se usan cuando alguien está en tratamiento de quimioterapia, el con el pelo algo rizado y encanecido. Los españoles nos reconocemos con facilidad y la conversación surgió espontáneamente. Tal como me dijeron en Latinoamérica los acentos nos delatan y sin dudar supe que debían ser valencianos o catalanes. Eran hijos de extremeños criados en Cataluña y por ello catalanes de corazón partido entre sus raíces y la tierra de su infancia. Pronto arrancó a hablar él en su catalán oriental y yo con mi valenciano. Cada uno con su vocabulario y su forma de dar cadencia y terminaciones a frases y verbos. Se le notaba feliz de tener la oportunidad de hablar en una lengua que disfrutaba en poder utilizar más allá de su ámbito doméstico. Mi...