Hay libros que son auténticos descubrimientos, que contienen
entre sus páginas muchas razones para sacarles provecho y jugo a cada capítulo
y personaje que hacemos nuestro con cada página que pasamos entre nuestros
dedos. Se instalan poco a poco en nuestras ganas de recomendar y al final es tal
alegría con la que hablamos de estos libros que parece que tenemos algún tipo
de parentesco con el autor. Algo parecido me ha ocurrido con Fede Durán y su
Familia Berlín. Un libro que tras concluir su lectura sentía la necesidad de
hablar de él con su autor y me encontré a
un escritor que me descubrió una parte de la novela que no había leído y mi
satisfacción fue plena porque treinta minutos de conversación pudieron
convertirse en dos o tres horas cuando uno encuentra la complicidad de la
literatura en palabras ajenas.
Fede Durán ha escrito un libro sencillamente magistral, y ha
dejado en mis estanterías un ejemplar que me costará prestar porque sé que
tarde o temprano volveré a querer tenerlo entre mis manos para una segunda
lectura donde encontrar nuevos pasajes en los que perderme con una imaginación
necesitada de retornar a Luna Creciente
a convivir con personajes únicos aventuras infantiles donde el móvil quedó
desterrado, lejos de juegos que huelen a
mar salada y a misiones secretas en una tierra que podemos sentir entre nuestros dedos.
La familia Berlín es
la prueba de que existe otra literatura, la de escritores que tienen mucho que
contar y lo hacen de forma original y dejando huella en sus lectores. Acabo de
volver del registro civil y me he afiliado al núcleo familiar de los Berlín. Me
he empadronado en Luna Creciente, ese pueblo de pescadores que resiste al
tiempo entre rascacielos modernos y que
tanto me recuerda a Cádiz aunque podría
ser cualquier lugar del mundo y prometo, que la próxima vez que la familia de
Fede Durán crezca iré al bautizo sin lugar a dudas.
Libros en el petate: Buenos días Fede. Antes de comenzar
quiero que sepas que La familia Berlín es una auténtica maravilla y lo he
disfrutado una barbaridad.
Fede Durán: Me alegro muchísimo.
L.P: Es un libro con el que me surgen muchas preguntas pero
creo que lo mejor es empezar por saber cómo surge semejante idea.
F.D: Ocurre tal de la siguiente manera. Yo me tiro unos
siete años sin escribir prácticamente nada salvo algunos relatos que es algo
que nunca he dejado de lado pero mi última novela la escribí en el 2009 y se
publicó en 2012 y hasta finales de 2016 no me pongo otra vez. Cuando me pongo a
escribir en aquella época descubro que tengo un montón de ideas dentro de mi
cabeza y siento que me apetece contar muchas cosas y dejarme llevar mucho,
sacar la cometa, dejarla que vuele y que vaya donde quiera y esa es la
sensación que tuve después de una sequía tan grande.
L.P: Pues fíjate que yo pensaba que al tener tanto tiempo de
sequía literaria como tu indicas y tras leer esta novela tan compleja y a la
vez tan cercana yo había pensado que construir algo así te había llevado todo
ese tiempo porque había que ordenar todas las cosas de la que hablas en este
libro. Por lo tanto me he equivocado.
F.D: El libro realmente lo escribo en siete meses lo que
ocurre es que el proceso que va desde uno termina la primera versión hasta que
el libro físico está en la calle es muy largo. Yo creo simplemente que tenía la
nevera llena y lo único que tenía que hacer es sacar cosas de ella y
distribuirlas en desayuno, almuerzo y cena antes de que caduquen (risas).
L.P: La familia Berlín
está considerada como una fábula algo que encuentro muy original. ¿A qué se
debe que hayas querido crear una fábula en lugar de una novela algo más
convencional.
F.D: Te prometo que no lo tenía pensado. Ha surgido de esta
forma y la novela es como una especie de archipiélago. No sigue una estructura
lineal sino que son distintos bloques que a la larga, unos más que otros, van
adquiriendo sentido dentro del conjunto. Esto puede responder al hecho de que
son muchos años escribiendo relatos y esta estructura mental permanece. No sé
si yo la llamaría fabula, lo que sí puedo decirte es yo la considero una novela
con forma de piñata o paella con muchos ingredientes y el reto está en que esos
ingredientes que el lector pase un buen rato.
L.P: Hablamos de esa influencia que te proporciona ser
escritor de relatos. En el libro se nota
mucho esa influencia de la que hablas porque hay personajes que se puede decir
que su participación dentro de la novela es como si contaras un relato sobre él
para volver un poco más adelante a la trama principal de la novela.
F.D: A mí me gusta mucho romper el ritmo. No creo que romper
el ritmo sea malo. Considero que es bueno ir y venir usando los tiempos
verbales, ir al pasado y volver al presente y también es bueno que haya
historias dentro de la historia.
L.P: En ese aspecto he visto una novela muy ágil y a pesar
de esa comparación que haces de tu libro como de una piñata llena de ideas no
he tenido la sensación de haberme desorientado dentro de la lectura a pesar de
las idas y venidas que tiene este libro.
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L.P: Hay algo que me ha sorprendido y me ha resultado muy
curioso dentro de esta novela y es que está llena de mestizaje, de apellidos,
nacionalidades, religiones, lugares. ¿Por qué?
F.D: Creo que España tiene una deuda muy grande con todas
las culturas que han pasado por aquí y especialmente con las dos más
importantes a parte del cristianismo. A mí me tentaba mucho jugar con esa
ficción de una España actual sin esos acontecimientos históricos que provocaron que dos
tercios de las culturas que habían no estén en la actualidad, aunque si te pones
a excavar en nuestros apellidos encontramos que hubo muchas conversiones y hay
mucho camaleón escondido. Son las historias las que siempre terminan llevándote
por donde ellas quieren y no por donde
tú decides. Lo que demuestran en el caso de Luna Creciente, que es ese pueblo ficticio
donde ocurre parte de la historia y que ese pueblo crisol es muy
parecido a lo que sería en realidad. Da igual que tu apellido sea Husein, Leví
o Torres porque al final Luna Creciente es un todo donde hay vecinos y no
religiones. Es una ficción bonita porque creo que no es tan tópico.
L.P: Otra particularidad de este libro es que puede decirse que
salvo ciertos detalle que es un libro atemporal en cierta forma. Hay veces que
crees estar en un mundo actual y otras parece que los personajes viven a
principios del siglo pasado.¿ Este recurso te da más manga ancha a la hora de
creare situaciones?
F.D: He querido jugar a esa atemporalidad aunque el libro
tenga una cronología oficial que va desde 1977 hasta la actualidad y desde ese
1977 todos hemos experimentado un cambio brutal con la digitalización y si te
fijas en el libro en ningún momento aparece la palabra móvil referida a teléfono
aunque aparecen menciones a la modernidad. Ocurre que me gustaba mucho jugar
con ese contraste y representar un Luna Creciente de los años ochenta donde
bien podríamos pensar que incluso es de épocas anteriores y de cómo es ese
mismo pueblo de pescadores en la
actualidad, rodeado de rascacielos. Es en parte lo que ha ocurrido hoy en día con nuestra sociedad, que no digo que
sea malo pero sí que ofrece un contraste que nos invita a la reflexión.
L.P: Hablamos de Luna Creciente, ese pueblo de Simón Berlín nuestro protagonista. No he podido evitar mientras leía las descripciones pensar en la provincia de Cádiz, en pueblos como Zahara, Tarifa, Vejer. Estoy equivocado o
ha sido Cádiz culpable de esa inspiración.
F.D: No te equivocas. Nuevamente aquí he querido utilizar
elementos reales haciéndolos un poco más fantasiosos y por eso si te fijas en
la novela, el único topónimo real que aparece relativo a Andalucía es Rute, la
localidad de donde es el aguardiente que aparece en la novela y que es un elemento
vertebrador de la novela, el sentarse en torno al aguardiente y charlar. Cádiz es la provincia que duerme y los
pueblecitos que cada lector imagine donde están porque no creo que sean tan difíciles de
ubicar.
L.P: Hay veces que en tu novela se me representa Macondo, en
otras creo estar escuchando una parodia de Le Luthiers y todo ello sin poder
negar que es cosecha propia de Fede Durán. ¿A qué sabe La familia Berlín?
F.D: Sabe a familia de verdad porque en todas las familias
siempre hay fricciones y secretos. En todas las familias hay un tío aventurero,
una querida o querido, un favorito o una prima que nos mola y en ese sentido es
una familia muy normal porque creo que las familias normales de verdad, las que
existen realmente, a menudo parten de cosas muy disfuncionales, es decir parejas
que no pegan ni con cola y que acaban montando su propia descendencia. En este
caso Elsa es una modista alegre y con inquietudes a pesar de vivir en un pueblo
de pescadores se casa con Ángel, un contable tristón y rígido. Obsesionado con
la estructura, el silencio y el orden. Dos personas que en un principio no pegan
pero que acaban consiguiendo formar esa familia que a mí me parece muy real.
L.P: La sensación que me da cuando leo tu libro es que se
flirtea un poco con la prosa poética en algunas ocasiones. Te atreverías a
escribir poesía.
F.D: De hecho yo empecé escribiendo poesía. Te resumo, yo
estudié derecho y por mis notas me fichó un despacho de abogados y no tardé nada
en darme cuenta que esa no era mi vida, ni mi inspiración. Mi reacción fue
volver a escribir y esos primeros escritos siendo abogado fue poesía, género al
que le tengo mucho respeto y creo que hay que trabajarlo muchísimo al igual que
la prosa y por eso aunque no lo descarto, antes tendría que hablar con mi abogado (risas).
L.P: Yo tengo que reconocerte que en ciertos momentos hay
fragmentos con un aire poético en los que no he podido reprimir pensar que
estaba ante un pasaje magnifico.
F.D: Me alegro y muchas gracias.
L.P: Te menciono tres por poner un ejemplo: Luke
Skywalker, Ché Guevara o el mismísimo Charlie Parker, personajes que se mencionan
en la novela pero hay muchos más. Esta obra es un ejemplo de que en la
literatura hay cabida para cualquier cosa. Muchos personajes he visto yo
invitados a la fiesta de tu novela.
F.D: La verdad es que sí y creo que de nuevo parte de ese espíritu
libre. Obligatoriamente hay una faceta
de nuestra vida en la que nos movemos con el corsé y eso está normalmente
asociada a trabajar. Esto es también trabajar muy duro y probablemente por
menos dinero que ninguna otra profesión en occidente ahora mismo, pero tiene una
ventaja fundamental que no es otra que la libertad y si no la aprovechamos y
nos quitamos ese corsé no tiene sentido y ahí es donde dejas que en esa piñata
se cuele todo lo que quieras y en mi caso viniendo desde 1977 al igual que el
protagonista, aunque no seamos la misma persona (por favor, no lo somos) estamos
atrapados en un imaginario que creemos que es insuperable y todo eso de una
manera u otra nos influye.
L.P: Un libro plagado de personajes muy curiosos como
Negracho, Tony Ginger, Mapache Wilson, Estibador Kirk, Billy Zoom, Joselito Caimán,
Juanito Mohamed. Tienes algún personaje preferido.
F.D: Yo creo que Billy Zoom porque es una historia dentro de
la historia principal y es probablemente la historia dentro de la historia más
clara de la novela y donde además, la parte loca de la trama campa más a sus
anchas y luego Billy tiene su atrezo como es Conan el periquito y Miles. Esa historia
es muy buena porque está a mitad del libro y es como una inyección de aire
adicional, en un momento en que si pensábamos que estábamos siendo un poco
lineales metemos esta pequeña subtrama para luego continuar con la principal.
Un personaje que me gusta mucho que es muy secundario pero
que creo que remite mucho a nuestra época y a ese pensamiento de tierra y de
lluvia más que de pantallita y videojuegos es el niño Montoya, el
gitanillo, que sin querer hacer mucho spoilers mete a nuestra pandilla de
personajes en otra aventura.
Me gusta que los libros sean corales porque cuando es más
lineal pienso que tanto leerlos como escribirlos se hace más difícil.
L.P: En esta novela yo he encontrado distintas lecturas y
esperando no equivocarme te diré que aquellos tiempos de la inocencia y de la
niñez que pasan ya no vuelven más. Se habla de la despoblación de esos pueblos
de siempre, del perdón, de todas esas cuestiones que no se hablan en su momento
y que pueden enquistarse en el alma de
los hombres y de las familias. Yo he encontrado todas esas lecturas y más.
F.D: Todas ellas son buenas conclusiones y además la magia
del lector es que al enfrentarse a un libro siempre va a tener su propia visión
y va a estar cribada por su propia experiencia. El otro día me preguntaban qué
era lo que más me gustaba de escribir y yo les respondía que lo primero era el
propio hecho de escribir, donde no entra por supuesto la de corregir (risas) y
lo segundo es poder charlar con gente que se haya leído el libro y que tiene
cosas que decir porque nunca hay dos opiniones iguales y todas al propio autor
le hacen pensar y le hacen enriquecerse aún más.
L.P: Yo te he dado la mía. ¿Qué lectura tienes tú, de La familia Berlín?
F.D: Es la historia de una familia que podría ser cualquiera
de las nuestras en un mundo que empieza siendo artesanal y termina siendo
digital, con unos miembros familiares que están condicionados por un secreto.
Tal vez la historia de esta familia no se sería la misma si se desarrollará hoy
en día con las terapias de psicólogos, mensajes de móvil, leyes y un largo etc.
L.P: Creo que el móvil es un gran inconveniente para la literatura,
ya sea desde el punto de vista de crear historias, de urdir tramas y hasta para
restar tiempo para leer y conversar entre nosotros.
F.D: Completamente de acuerdo, el móvil nos está matando el
arte de la conversación. Ese tipo de conversaciones que se desarrollan por
ejemplo en el ambigú, el bar de la novela y nos está fragmentando la atención y
nos genera un problema en el que al final solo somos capaces de hacer
un micro esfuerzo para quienes leemos, de leer cinco, diez, quince páginas de un
libro y nos está boicoteando a la hora de comunicarnos con los demás sin
escudarnos en una barrera virtual. Creo que al igual que hoy en día hay un alza
en los movimientos ecologistas y animalistas, llegará un día en que surjan esos
mismos movimientos de desconexión parcial de los teléfonos y me parecerá muy
bien. Por eso me cuesta mucho meter todo esto de la tecnología en mis novelas.
L.P: Fede ha sido un verdadero placer leer La familia
Berlín. He disfrutado mucho con tu estilo, tus personajes y todas esas
historias que transcurren a lo largo del libro.
A orillas del Atlántico, parapetado entre acantilados y playas turquesas, se levanta un pequeño pueblo donde la vida se va en contar sardinas, melones y botellas de aguardiente. De entre todos los habitantes del lugar, uno destaca por su ambición. Es Sansón Berlín, el hijo de una modista alegre y un contable triste, quien desde su más tierna infancia anuncia al mundo su intención de brillar. La flecha del destino lo arrastrará por medio planeta, de las redacciones de periódico a los escaños del parlamento, pasando por pegajosos clubs de Las Vegas y las montañas prístinas del Canadá. Sin embargo, clavada en su corazón siempre estará la imagen de una infancia mágica y austera. Y de la dolorosa historia familiar que le hizo huir para no regresar.
Les presentamos a los Berlín, herederos andalusíes de las sagas familiares de Saul Bellow y Gabriel García Márquez. También son primos, por parte de madre, de Wes Anderson, y por parte de padre, de José Luis Cuerda y Los Planetas.