Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris SOFT CELL. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris SOFT CELL. Mostrar tots els missatges

dimecres, 7 de novembre del 2012

LA TRAYECTORIA EJEMPLAR // 2

En los relatos cutres dirían aquello de "dejamos a nuestro héroe...".

No: Almond no era ningún héroe cuando Soft Cell se desmenuzó, se dice, prácticamente cuando, o incluso antes de que se grabara su tercer y último disco. Justo en ese momento, se dice, insisto, no podían ni ser considerados un grupo. Ya no voy a decir más "se dice". A partir de aquí, mi relato se nutrirá básicamente de conjeturas. Almond tenía un aspecto horroroso: pelo largo y encrespado en onda after-punk, gorra de plato, de cuero, camisetas casi siempre negras sin mangas que mostraban unos brazos que aún no habían sido sometidos a los tatuadores más estajanovistas. Blancucho, con cara que en algunas fotos parecía la de Rowan Atkinson, ojos completamente espachurrados en rimmel, collares y pulseras que le iban grandeS dada su insana delgadez. Estaba, seguro, metiéndose en el cuerpo alguna cosilla. Ignoro si a consecuencia de una mal asumida decadencia del éxito comercial del grupo, de una mala convivencia con Dave Ball, o lo que fuera. Pero Almond era la viva imagen del divismo mal entendido. De la estrella del pop de masas que digería mal su reubicación en el mundo ante la disminución del éxito de sus proyectos.
Necesitado, como todo cantante dado al histrionismo, de una banda que le arropara musicalmente y se comportara de acuerdo con sus, seguro, caprichosas exigencias, el cantante aprovecha su estela para montar su primer combo: Marc and the Mambas. Influido por una estética roja y negra que años más tarde otorgaría buenos rendimientos a los White Stripes, sus dos discos, Untitled y Torment and toreros, son ejercicios bajo el influjo de una estética española (sí, es Lola Flores la de la portada de uno de ellos) y con participantes del más variado pelaje, desde Foetus hasta el mismísimo Matt Johnson (The The). Recuerdo la colaboración de algún miembro de Siouxsie and The Banshees, pues se rumoreaba que había sido la pareja de Siouxsie Sioux (punto que no he verificado gráficamente, pero es que sería para verlos a los dos juntitos, para verlos). Son tres discos, pues el segundo es doble, donde el universo de Almond en solitario apenas se define. Raros de la hostia: poco electrónicos, más orgánicos gracias a la profusión de pianos, de guitarras, de números pseudo cabareteros que uno imagina, en su interpretación en vivo, rozando el esperpento. Versioneando a Brel, versioneando a Syd Barrett.



La aventura es, quizás no vocacionalmente, minoritaria, pero en cualquier caso pasa desapercibida a todos los niveles, en un mundo enfrascado, aún, en identificar a Almond con su antiguo grupo. A Marc esto empieza a  darle igual. A partir de ahí parece asumir que será una estrella que solo resplandecerá esporádicamente. Su técnica como cantante se ha ido depurando progresivamente: controla al histrión, y decide iniciar ya una carrera sin el amparo de un grupo en primer plano. Su estética cambia, se hace recargada pero pulcra: el pelo es corto, casi aplastado de gomina: empieza a tatuarse los brazos profusamente y a integrarse en una parafernalia difícilmente definible. Los discos se suceden en solitario, aunque puntualmente nombra bandas de acompañamiento: The willing sinners, La magia...con ciertos miembros que repiten, pero cada vez más obsesionado en hacer la guerra por su lado, por su cuenta y riesgo. Su obra desde entonces es simplemente inabarcable, por extensa, por variada, por irregular, por esa coherencia que radica paradójicamente en comportarse de manera errática e incoherente. Marc se convierte en el neo-crooner adorador de Scott Walker que siempre había anidado en él. En un hombre que es un estilo en sí mismo.

 

Transita desde unos primeros discos despistados pero aún con cierta repercusión, donde parece dar la espalda al tecno, centrándose en melodías más clásicas, usando violines, usando cuerdas, tomando una pose prácticamente marginal y cabaretera, con ediciones sólo para fans, con colaboraciones de lo más variopintas, adaptando clásicos franceses, clásicos rusos, producciones ampulosas e hipertecnificadas alternadas con espartanas grabaciones de voz y piano, errores en acercarse al glam-rock, errores en colaborar con Bronski Beat, breves reapariciones en las listas de éxitos ( a dúo con Gene Pitney, una vieja gloria del pop), homenajes megalomaníacos a sus ídolos de siempre: a Scott Walker, a Jacques Brel, a los dos a la vez, a Kurt Weill, a Aznavour y a toda  la canción francesa, a poetas malditos, a héroes más malditos y marginales y olvidados aún, discos de versiones, homenajes a Truman Capote,  musicando poemas, cantando torch-songs junto a pianistas salidos del infierno, pariendo canciones de taberna y puerto y casi de piratas de parches en el ojo y espada fácil (úsese el término espada en sustitución de cualquiera más tenebroso y explícito).



Hace unos años, como cinco, Almond estuvo a punto de morir cuando la motocicleta en que viajaba como pasajero tuvo un accidente. Pasada una convalecencia, dicen, bastante dura, Almond volvió a grabar discos (uno de versiones), volvió a dar conciertos (dicen, uno magnífico en la Sala Apolo de Barcelona) y retomó su actividad, alejada de ventas mayoritarias, de hits multitudinarios, de fervor adolescente. Supongo que algo debió reflexionar, sobre su edad, quizás, sobre su lugar en el mundo, puede, sobre las segundas oportunidades. Sobre esas cosas que, supongo, piensan las cosas que superan situaciones particularmente difíciles. Diría que quizás noto esa madurez en sus discos más recientes.
 

Yo no quiero morirme sin verlo otra vez en vivo. No quiero morirme sin haber criticado que se maquille como el entrañable crápula que es y siempre querrá seguir siendo. Sin atribuir esa pinta a insana al abuso de la absenta, o del éxtasis, o de las noches interminables en cuartos oscuros repletos de los marineritos que en cierta época parecían fascinarle. O de todo a la vez. Sin recordar que cuando oí Tainted love, canción que él debe odiar, porque el mundo le recordará por ella en vez de por todos los cientos de canciones restantes que creó, o a las que su voz dio nueva dimensión... que cuando oí Tainted love, vaya usted a saber si por casualidad o porque entonces ya iba tocando, mi vida cambió.


divendres, 26 d’octubre del 2012

LA TRAYECTORIA EJEMPLAR //1

Hace días tuve un conato de rifirrafe en la red. Bueno, tengo algunos, sobre todo en Twitter, donde la gente se escuda tras el anonimato para amenazar y mostrar mal perder. No amenazar en general, sino hacerlo personalmente, aludiendo a derechos fundamentales, justo los que ampara la constitución que algunos defienden ahora que les conviene.
El rifirrafe al que me refiero era sobre Pet Shop Boys y el raquítico (apenas media docena de canciones memorables) balance de su trayectoria desde 1994. Fue una chica argentina quien se lanzó a mi yugular en defensa del dúo. Lo cierto es que todo volvió a su cauce. Yo usé la diplomacia que sólo la edad y las hostias te otorgan, y la chica argentina se contuvo y actuó de la manera más educada y considerada. Tocar los ídolos es peligroso, y no quiero pensar cual hubiera sido mi respuesta en diciembre de 1990, cuando Behaviour estaba empadronado en el plato de mi giradiscos. El caso es que esta discusión ya la recuerdo con cariño, cómo, si no, si nada hay que me guste más que la pasión de la gente, aunque obviamente me decante por que esa pasión tenga un objeto decente. El incidente también trajo a mi memoria cierto comentario que leí sobre los Gutter Hearts, agresivo grupo de fans a muerte de Marc Almond, dispuestos a todo con tal de defender al cantante británico. Que es, aún, junto a David Sylvian, uno de los nombres que siempre acuden a mi cabeza cuando se habla de trayectoria ejemplar y de coherencia absoluta. No sé si ya quedan muchos Gutter Hearts por el mundo. Los clubs de fans de artistas tan alejados de la corriente tienden a concentrarse y menguar, hasta reducirse a reuniones de chalados intransigentes que ponen disco tras disco, sonándose los mocos entre llantos de nostalgia y promesas de no tardar tanto en verse la próxima vez. Por eso este que escribe ha abandonado la mitomanía hace ya tiempo. No me permitiría dar una imagen tan patética.
Aunque tened muy claro que si yo fuese un fan lo sería de este hombre.
La primera vez que oí Tainted love yo tenía 17 años; daban un programa en una emisora de FM donde un locutor aún en activo llamado Jordi Beltràn la puso y habló de la música de la nueva era. 1981 o 1982. Soft Cell, dúo electrónico que había grabado la versión del clásico del Northern Soul, cuyo cantante era Marc Almond, aún viven puntualmente de los royalties que les da esa canción. Y muchas versiones, como la repugnante que hizo Marilyn Manson, lo son de su adaptación y no del original. Jodido empezar una carrera con un hit global de esas dimensiones; todo fue, a partir de allí, cuesta abajo, en lo que a repercusión comercial se refiere.

 

Tras vender trillones con el LP que contenía la canción, un sabiamente titulado Non-stop erotic cabaret, el dúo empieza a apagar luces en The art of falling apart, donde abandonan un sonido amateur y callejero para pasar a un plano menos carnal. El primer disco era sexo sin amor, el segundo es sexo con amor. A pesar de lo cual yo noto cierta presión del grupo por repetir un bombazo como Tainted love.

   

 Para el tercer disco, apropiadísimamente titulado This last night... in Sodom el descontrol es absoluto. El caos del disco ya es perceptible en la abigarrada y caótica portada, y las canciones son bizarras, difíciles, casi voluntariamente poco melódicas, acabadas a martillazos, desprovistas de ganchos y no dando una sola facilidad al oyente. Tainted love está desterrado. Almond grita, se desquicia,desbarra, la producción tiene aristas, las canciones son tortuosas, los estribillos brillan por su ausencia, el desorden llega para quedarse. Normal que el grupo se desbandara. Dave Ball, el teclista, era un tipo discreto. Almond se había transformado en una loca sobremaquillada y sobreactuada con tendencia al histrionismo, una especie de frontman incontrolable, un animal de escenario al que un tipo con unos teclados no podía atar corto ni seguir el ritmo.

 

Así que Marc Almond inició una carrera en solitario en la que sólo contaba con la fama que le precedía. Peor: condenado a la genuflexión ante un público que le pediría Tainted love, que le pediría Bedsitter, que le pediría Say hello, wave goodbye. Canciones que, por cierto, cometió la torpeza de intentar actualizar en futuras reediciones. Rosas toqueteadas.

Continuará, cualquier día de estos.

dimarts, 7 de febrer del 2012

EL PELO DEL ACTION-MAN

Coincido con John Self en el escepticismo sobre Kanye West. Figura a la que, como a otros cortados por el mismo patrón, normalmente ignoraría. Maldito día en que George Michael (o Craig David, no sé quién sería primero) popularizó ese horrendo corte de pelo, inspirado en el Madelman o el Geyperman o el Action-Man, con la raíz del cabello escrupulosamente cortada, con finas barbas y bigotes que desafían el pulso al afeitarse. Que luego ha sido imitado al alimón por miembros de bandas latinas, garrulos de discoteca, y toda esa serie de cantantes de estilos indefinidos (crossgenring, toma palabreja). Pero el caso de Kanye West me parece muy extraño: el suyo aún es de los pocos discos (y los otros son en su mayoría reediciones de albumes clásicos) a los que la reputadísima www.pitchfork.com le ha clavado un 10 sin contemplaciones. Ya hace un tiempo, y sigue ahí. Con lo cual el efecto de una primera escucha esplendorosa se diluye. Sigo sin entenderlo, y gracias a John Self no me siento único en esa soledad, la del oyente que hurga y hurga desorientado en un disco en busca de la genialidad que alguien encontró y tú no. 
Para ponerle un 10 a un disco tiene que ser algo muy especial. Si eres crítico más te valdrá que nadie pueda acreditar que mantienes vínculos de algún tipo con sus autores. Si eres, como la mayoría aquí, meros usuarios, meros oyentes, los discos se arremolinan en busca de esa nota en función de parámetros erráticos y caprichosos : qué hacías cuando lo oías, cual fue la impresión de la primera escucha, qué momentos particulares de tu existencia marcaron sus canciones.

Algunos discos que merecen un diez, para mí, y sus motivos, cuando éstos pueden ser confesados :

Electric light orchestra : Out of the blue. Pasado un tiempo leí en el Vibraciones que ese disco doble era la cumbre melomaníaca y enfermiza de un Jeff Lynne empeñado en plagiar a los Beatles. Primer disco doble que hubo en mi casa. Lo compró mi hermano tras el éxito de Livin' thing. Catorce tiernos añitos, cuando oigo el ritmo de Turn to stone apoderarse progresivamente de los altavoces, aún me veo cantando con la carpeta en la mano. Imposible borrarlo de mi memoria.

Bob Marley & The Wailers : Survival. Hace días ya hablé de él. En justicia, cualquiera de los últimos cuatro discos de estudio de Marley deberían estar aquí. Inabarcable, y de los primeros discos que compré con plena conciencia.

Getz-Gilberto : Getz-Gilberto. Pocos discos te envían directamente a un mundo de playa, bikini, glamour, y atardeceres en que refresca algo. 

The Human League : Dare!. En el año en que se publicó, un hito absoluto. Por qué envidiabas a Phil Oakey, si iba maquillado y llevaba un flequillo ridículo ??. Por qué ??.

Soft cell: Non-stop erotic cabaret. Absenta y calles del Raval cuando cualquier yonki podía amargarte la tarde. Las camisetas de marinero nunca serán lo mismo tras ese disco.

The sabres of paradise : Haunted dancehall. Descartados otros albumes de la época por el cúmulo de samples, éste es el auténtico tributo de la escena electrónica inglesa a una de sus influencias suficientemente reverenciadas : el dub.

Goldfrapp : Felt mountain. Veo la nieve y la carretera.

The XX : The XX. La sorpresa que uno nunca espera. Nocturnidad total.

Air : Moon safari. La tormenta perfecta. París, la paternidad, cierta electrónica orgánica.

Radiohead : OK computer. La siguiente tormenta. La electricidad, estática y dinámica. La reescritura del blues, la reescritura de las nanas, la reescritura de las operas-pop de 6 minutos.

Kruder & Dorfmeister : DJ Kicks. La pura investigación en el sonido, todo lo que merecía ser salvado del drum'n'bass metido en diez minutos de un disco, pero aún había más.

Quedaron el el tintero para otra ocasión: Behaviour de Pet Shop Boys, Transformer de Lou Reed, London calling de The Clash, The river de Bruce Springsteen (), e hipotéticas recopilaciones nunca acabadas con las mejores canciones de Depeche Mode, Pulp o Scott Walker. Y muchos otros.

divendres, 11 de novembre del 2011

FRUSTRACION

Nacemos solos, morimos solos. Dice la frase célebre. Yo añado que pensamos solos y escribimos solos. Agarrados a la pluma o al teclado, aunque nos rodeen cosas y personas y ruidos y olores, es nuestra mano la que se mueve y nuestro cerebro el que dicta sus movimientos. Entonces el mío seguía un simple proceder a veces, un código binario de on/off, 0/1, acción/reacción, de aceptación/descarte. Tan estúpido que debo encontrar un alter-ego al que no le dé vergüenza reconocerlo. Imposible encontrar el alter-ego, pues escribo solo, como he dicho, y aquí no hay nadie más. El Urdangarín de las narices era, años ha, una persona muy unida al Barça por su pertenencia al equipo de balonmano que obtuvo las mayores glorias. En tiempos en que el fútbol no nos las procuraba, los blaugranas de ADN encontrábamos triste consuelo en esas gestas. Eso incluso influyó en el espejismo de que un miembro de la monarquía viviendo en Barcelona pudiese servir de algún modo para que Catalunya fuese comprendida. 
Craso error, de principiante en la vida, pues eso puede que lo pensara hace más de 15 años.
La frustración que titula este escrito no responde a sensación alguna en torno a ésto. Solo que ese tránsito entre nacimiento y muerte siempre me trae a la cabeza ese párrafo en esa canción, primera del primer disco de Soft Cell.

I was born
One day I'll die
There was something in between
I, I don't know what
Or why


Porque no me frustra en absoluto que esa cándida expectativa sea defraudada. Al revés, diría que he levantado, apretando ligeramente, el puño, en una tímida señal de confirmación, confirmación de esa ligeramente enfermiza teoría que empecé a urdir, íntima y callada y solitariamente, el día que el individuo empezó a descartar hablar públicamente en catalán, pues, como miembro de la familia real (las demás familias somos imaginarias) seguramente alguien le sugirió lo impropio de emplear semejante dialecto tribal.
Me frustra algo que, en medio de las especulaciones, medios como LV (excesivamente servil a la monarquía, pero entre bueyes no hay cornadas) silencien con discreción nada favorecedora aquello de lo que, más tarde, tienen que hacerse eco precipitadamente. 
11 de noviembre y la podredumbre del castillo corroe los cimientos. No pasará nada. Hasta Franco se encargó de que su sucesor fuese lo suficientemente caradura para que estas cosas se la trajesen al pairo. Y Juan Carlos no decepcionará a su mentor. Escribo solo y me siento extraño solo. Acabo este post en el que mi primera intención era hablar de la novela de Bolaño que ayer leí en cosa de una hora, que ha sido una especie de viento helado que se ha llevado, creo que bien lejos ya, el regusto de frivolidad y ligereza narcisista que me dejó la tour de force de los libros de la Nothomb.


dimarts, 26 de juliol del 2011

DESENCUENTROS EN LA TERCERA FASE

Gracias a los ánimos de ciertas personas, me planteo con cierta frecuencia dar un paso al frente en el tema de la escritura. El problema es lo que puede significar un paso al frente dependiendo del día. A veces puede significar simplemente no dar un paso atrás. Otros días es un esfuerzo titánico de una dimensión inabarcable puesto que, ante mí, hay una pantalla con 60 o 70 líneas esperando con avidez y simplemente, como en una partida de póker, no voy.
En días como éste repaso mentalmente temas por los que ya he pasado y, quizás, se merecerían un tratamiento más extenso. O anexos y epílogos y post-datas sin fín que lo matizan y lo completan, hasta tal punto que pueden acabar concluyendo justo lo contrario que la primera vez. La amistad: lo traté, volví a él, y los días, y ciertos hechos,  que siguen a esa vuelta, me hacen reflexionar. Pues la amistad, además del nombre del barco en la película de Spielberg, la ves de un color o de otra en función de en quién estés pensando.
Luego vuelvo a esa idea en la que se me insiste. Salgo a la terraza y miro al frente buscando por los balcones de otros edificios, algo que se mueva y me estimule a imaginar. Esa joven madre que se sienta aburrida a leer. Sonará el teléfono y lo cogerá con interés, o con desidia ??. Será una amiga que, tan aburrida como ella, le propone hacer algo excitante de una vez por todas o, al contrario, le sugerirá qué hacer de comer a la familia para salirse algo de lo normal. Y si suena el timbre ?? Se quedará temerosa, tras la puerta, pues le han dicho que en el barrio los ladrones se cuelan en los pisos diciendo que son de tal o cual compañía telefónica o eléctrica o del gas y que vienen a ofrecer tarifas regaladas, que ya está bién de pagar dos por lo que vale justo uno ??. O abrirá y desaparecerá corriendo, y la cortina se cerrará, y el libro quedará abierto en la terraza, con las hojas pasando suavemente con la brisa, que estamos ya a finales de julio y esta brisa ya es aire, que nos hartará el calor cuando lleve justo tres días, pero que querríamos verlo y saber que existe, porque empieza a parecernos que no.
Es todo lo que me sale, y por mucho que lo estirase y dijese que viste una camiseta azul marino con pequeños detalles dorados, que a lo lejos puede que sean tachuelas dibujando un logo, o que lleva una cómoda media melena rubia, que la hace algo mayor, pero que tiene un cómodo mantenimiento mensual, y que, total, qué otra cosa tiene que hacer que emplear diez minutos en pasarse la plancha de vez en cuando. Que en un rincón de la terraza guarda un paquete de tabaco al que acude cuando tanta tranquilidad la intranquiliza. Que, por si eso falla, tras unos botes en el armario de la cocina una amiga que la comprende le trajo algo de material para hacerse un cigarro de la risa
Lo que pasa es que no ve el momento, podría liárselo allí mismo, pero luego alguien olería el humo y sabría que eso no es un marlboro y pensaría que para qué narices ha de complicarse la vida inútilmente esa chica. Eso le traería recriminaciones calladas y miradas cómplices. No le importaría la complicidad si eso se convirtiese en una conversación, no por teléfono, sino cara a cara, pero piensa en ello y no le parece la mejor idea. Vuelve al libro, lee un par de páginas, se lo pone abierto sobre el pecho y, lentamente, cede al sueño.


dissabte, 16 de juliol del 2011

I ES CLAR, SILENCI, O MUSICA QUE TREGUI ESPURNES

Perfeccionisme i completisme.
Una parella íntimament associada a la condició d'obsés per la música (encara que m'agrada més autodenominar-me vinyl junkie).

Vols fer aquest (depenent de l'època) casset / CD irreprotxable, on cada tema sigui el perfecte preàmbul del següent, on alternes temes curts però intensos amb temes llargs, però no en excés. El tempo és subtil en un crescendo de tensió, però també hi pot haver acceleració i moments introspectius. Instrumentals, veus femenines, veus masculines. Europa, Detroit, Brasil i Jamaica. Un fil invisible que ho lligui tot. Una cançó amb vibràfon, una altra amb theremin, potser una amb piano sol (encara que ho descartis quan et recordis del desastrós disc de Rufus Wainwright), o amb una tènue secció de corda.
També vols tot el que algú ha gravat. Aquest duet decadent en un lliurament de premis (Bjork amb Pj Harvey, però kd lang amb Andy Bell??). Aquesta col.laboració amb un artista que ja va morir. Aquests cors en el disc d'un amic. Aquesta estranya barreja on, de l'original, només queda una sílaba que es repeteix i va d'un baffle cap a l'altre. Aquesta instrumental on creus que simplement, ballava en un racó de l'estudi mentre feien les preses. O dormia en un sofà. Però hi era.

Parella i duo no és el mateix. Ja no parlem de tercet i trio.

El primer que vaig pensar quan vaig sentir West end girls dels Pet Shop Boys, per aquest to lleugerament nasal de la veu de Neil Tennant i el hieràtic posat de Chris Lowe, parapetat després dels teclats, va ser en Soft Cell. El 1986 Soft Cell ja eren un exquisit cadàver amb un últim disc delirant (This last night ... in Sodom) i la seva companyia discogràfica conformant-se d'una manera agredolça: no hi hauria un altre Tainted love, però només amb aquest ja podien omplir i omplir coŀleccions .
Jo no sé si molta gent va tenir aquesta associació de duets pop tecnificats, ja que la veu de Tennant va seguir, més o menys, igual, fins a ser pràcticament una marca de fàbrica d'un estil, d'una època, mentre la veu de Marc Almond va viure moltes experiències i va passar per algun cabaret dels horrors.


Sí, 6Q, la horrorosa melodia de Chuck Mangione té una espècie de territori comú amb Suburbia.
I sí, si et portaves pitjor, calia afegir una altra paraula.

Així que quan vaig sentir als Sparks dir Hasta mañana Monsieur, amb aquest riff de guitarra que també diu adéu, vaig tenir aquest efecte Proust. Em vaig veure llegint i retallant crítiques de discos signades per Ramón de España a la Guia de l'Oci de Barcelona, ​​cap a 1980. Crítiques dels Sparks, Devo, Roxy Music, els Damned i Magazine. No estic 100% segur Damned, però sí dels altres. Els Sparks em generen una altra curiosa associació d'idees. No sé si el del bigoti era Ron o Russell Mael, diria que Russell, però el seu bigoti em feia recordar Dieter Meier de Yello, encara que aquell (Mael) va ser primer. I els dos em donava que eren duos centreeuropeus, lleugerament tecnificats, una mica sarcàstics, altra mica embogits. OMD, Yazoo, (en veu baixa, Erasure) els Suïcidi, DAF, què rars, ahir esmento la sauna gai i els DAF són (imagino) tecno cutre i pesat de cambra fosca. No penso en els Proclaimers ni en Simon & Garfunkel. Penso en duos europeus de música sintètica, perquè hi va haver una època (que havia de ser sobre 1986 però potser en el meu inconscient no ha acabat encara), en què pensava que per fer bona música electrònica calia ser europeu. No coneixia, encara, a Derrick May, Kevin Saunderson, ni a Juan Atkins ni a Carl Craig i faltaven deu anys perquè Glenn Underground colés això en un recopilatori, al costat de Matthew Herbert.


Y CLARO, SILENCIO - O MUSICA QUE ECHE CHISPAS

Perfeccionismo y completismo.
Una pareja íntimamente asociada a la condición de obseso por la música (aunque me gusta más autodenominarme vinyl junkie).

Quieres hacer ese (dependiendo de la época) cassette / CD intachable, donde cada tema sea el perfecto preámbulo del siguiente, donde alternes temas cortos pero intensos con temas largos, pero no en exceso. El tempo es sutil en un crescendo de tensión, pero también puede haber aceleración y momentos introspectivos. Instrumentales, voces femeninas, voces masculinas. Europa, Detroit, Brasil y Jamaica. Un hilo invisible que lo una todo. Una canción con vibráfono, otra con theremin, quizás una con piano solo (aunque lo descartes cuando te acuerdes del desastroso disco de Rufus Wainwright), o con una tenue sección de cuerda.
También quieres todo lo que alguien ha grabado. Ese dueto decadente en una entrega de premios (Bjork con Pj Harvey, pero kd lang con Andy Bell??). Esa colaboración con un artista que ya murió. Esos coros en el disco de un amigo. Esa extraña mezcla donde, del original, sólo queda una sílaba que se repite y va de un baffle al otro. Esa instrumental donde crees que simplemente, bailaba en un rincón del estudio mientras hacían las tomas. O dormía en un sofá. Pero estaba allí.

Pareja y dúo no es lo mismo. Ya no hablemos de terceto y trío.

Lo primero que pensé cuando oí West end girls de los Pet Shop Boys, por ese tono ligeramente nasal de la voz de Neil Tennant y la hierática pose de Chris Lowe, parapetado tras los teclados, fue en Soft Cell. En 1986 Soft Cell ya eran un exquisito cadáver con un último disco delirante (This last night... in Sodom) y su compañía discográfica conformándose de una manera agridulce: no habría otro Tainted love, pero sólo con ése ya podían llenar y llenar recopilatorios.
Yo no sé si mucha gente tuvo esa asociación de dúos pop tecnificados, pues la voz de Tennant siguió, más o menos, igual, hasta ser prácticamente una marca de fábrica de un estilo, de una época, mientras la voz de Marc Almond vivió muchas experiencias y pasó por algún que otro cabaret de los horrores.



Sí, 6Q, la horrorosa melodía de Chuck Mangione tiene una especie de territorio común con Suburbia.
Y sí, si te portabas peor, había que añadir otra palabra.

Así que cuando oí a los Sparks decir hasta mañana Monsieur, con ese riff de guitarra que también dice adiós, tuve ese efecto Proust. Me ví leyendo y recortando críticas de discos firmadas por Ramón de España en la Guía del Ocio de Barcelona, hacia 1980. Críticas de los Sparks, Devo, Roxy Music, los Damned y Magazine. No estoy 100% seguro de Damned, pero sí de los otros. Los Sparks me generan otra curiosa asociación de ideas. No sé si el del bigote era Ron o Russell Mael, diría que Russell, pero su bigote me hacía recordar a Dieter Meier de Yello, aunque aquél (Mael) fue primero. Y los dos me daba que  eran dúos centroeuropeos, ligeramente tecnificados, algo sarcásticos, algo enloquecidos. OMD, Yazoo, (en voz baja, Erasure) los Suicide, DAF, qué raros, ayer menciono la sauna gay y los DAF son (imagino) tecno cutre y machacón de cuarto oscuro. No pienso en los Proclaimers ni en Simon & Garfunkel. Pienso en dúos europeos de música sintética, porque hubo una época (que debía ser sobre 1986 pero a lo mejor en mi inconsciente no ha acabado aún), en que pensaba que para hacer buena música electrónica había que ser europeo. No conocía, todavía, a Derrick May, a Kevin Saunderson, ni a Juan Atkins ni a Carl Craig y faltaban diez años para que Glenn Underground colase ésto en un recopilatorio, al ladito de Matthew Herbert.




Segueix a @francescbon