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diumenge, 19 d’abril del 2015

Y15W16: Galeano

Las luces son crepusculares y la primavera empieza a apoderarse de las ramas por doquier. Yo me travisto de cursi y empiezo con las loas y los panegíricos y a todos se nos pone el corazón en un puño y nos tanteamos los bolsillos de las chaquetas de entretiempo, a la búsqueda del socorrido pañuelo que, indefectiblemente, no está.
Porque Galeano ha muerto y Galeano representa un hito en este blog, en este nada modesto rincón de la virtualidad el ataque y defensa de Galeano representó un antes y después con cotas aún inalcanzadas, y me pasmo de ver que sí, que Horacio tiene razón y fueron 70 comentarios, ay, señores, qué mal van estas cosas para las curas de humildad, escribo para un blog literario de prestigio, nos leen 7000 cada día, somos fijos en el top 10 de influencia, y resulta que esta sola entrada de un blog personal acumula más comentarios que la que más del otro, que son unos 70 e inflamados de chiflados ultracatólicos ensimismados en el engendro del Caballo de Troya. Olvidaos de que aquí habláramos de pamplonas y de otras cosas, olvidaos que la gran polémica la suscitara, granada bajo la mesa, el odio visceral de Quién Pereira, a la sazón compatriota del finado e, igual, no creo, pero a veces la consciencia oprime, primero en postrarse a llorarlo. Olvidaos de que las defensas estaban arremolinadas en torno a Horacio, presidente de la república del comentario desbocado. Iguala eso, quién sea, iguálalo, 70 comentarios. Con sus desvaríos, con sus comprensibles intercambios de argumentos pringados de subjetividad, de personalidad de quien comenta.
Galeano es un icono aquí porque allí estuvimos muchos y estuvimos mucho rato, y más de uno rebeló aspectos de su personalidad de los cuales sospechábamos con fundamento pero ahí esos fundamentos pasaron a cimientos y sobre esos cimientos edificamos esos palacios de verano a los que, gustosos, volveríamos, si todo fuera igual, si el momento pudiese meterse en la nevera para que tarde en congelarse, como una botella de buen limoncello.
Germán dijo:

Respecto a lo que dice Talita sobre la gente que adora a Maradona, a mi me pasa lo mismo con los que usan camisetas del Che, los incondicionales de última hora de la gente que se muere (Soriano, Fontanarrosa, Spinetta, Pappo, Luca Prodan, etc) y me pasa lo mismo con los seguidores de Orsai que hablan del "olor de la revista". No hay nada tan insoportable como la gente que es incondicional a cualquier cosa que no sea a uno mismo


Cómo se echa de menos por aquí ese pertinaz cabreo mezclado con sentido del humor tan propio de Germán. Veo a los que intervinieron en esa pieza única, lo veo algo precipitadamente, he de reconocer, pues me mueve esa angustia propia de los domingos por la tarde, ese querer hacerlo todo antes de que anochezca y entremos en otra espiral de cinco días sacrificados al absurdo juego de la subsistencia, veo a Talita y veo a Karina Ocampo y creo que en ese diálogo multicontinental y multicultural pero monotemático está la esencia de la civilización moderna y seguramente el misterio de por qué no va a haber puñetazos entre nosotros, porque somos capaces de discutir hasta la extenuación y de sacar (al menos yo) conclusiones desproporcionadas por cómo un tipo acaricia la cabeza de su perro mientras lee, de elevarlas a aspectos capitales de la personalidad, y luego relativizarlas porque sí, quizás era el tipo que hizo el montaje del vídeo de marras, a lo mejor fue el tipo que se le había encaprichado un hijo de tener una mascota y prefería eso, prefería la imagen del perro a los pies del sofá que no al perro destrozando a dentelladas cualquier par de zapatos de precio prohibitivo.

No lo sé: Talita mencionó en FB momentos como ese, y yo, que soy de los que abogo siempre por mirar al frente y no vivir a expensas de la nostalgia, que es una carretera de un solo sentido, pensé un poco lo mismo, y pensé, quizás, tal vez, quién sabe, who knows, quizás algún día dés otra vez con la tecla, no desesperes, sigue probando, sube otra vez a rematar el gol que fallaste, sigue leyendo y sigue escribiendo y sigue enviando botellas al mar, porque los barquitos chiquititos (avisé de lo de cursi) que surcan estas aguas, puede que las tomen, las abran, y piensen, mira, sí, hoy, mira, sí, vamos otra vez a empezar.

dimarts, 24 de juliol del 2012

EL FIEL DE LA BALANZA

Catalunya, o una parte importante de ella, arde. Incendios forestales asedian una zona, L'Alt Empordà, enormemente significativa, por su cercanía a Francia, por su costa, por haber sido lugar de residencia fija o eventual de célebres personajes en ese pequeño imaginario propio de este pequeño país. Especulaba para mis adentros, esta mañana, si no prefería que esos incendios fueran provocados, y se descubriera que obedecían a una mala intención de extremistas españoles, obsesionados ante la eventual cercanía de una secesión, y que esos hechos provocaran una ruptura definitiva. Imaginad el extremo al que lleva esa mezcla de fantasía y desesperación.
No es que al resto del estado le vaya mucho mejor, por eso.
Barcelona se tizna lentamente de esa ceniza que flota en el ambiente, y que por tanto, acompaña ahí, en suspensión, al mal rollo imperante. Y ese tenue olor a leña, a madera quemada, que tan acogedor, casi evocador, resulta en invierno, ahora no es más que olor de la conciencia, ni voz hace falta, que rememora y persiste en rememorar que, digan lo que digan los políticos y sus vasallos, siempre hay algo que puede empeorar.
El 12 de octubre es festivo en España. En Catalunya, aun siendo también festivo, ya es una tradición que la mayoría de los comercios abran igual sus puertas. Por motivos obvios, poco hay que celebrar en Catalunya en un día que se llama Fiesta de la Hispanidad. En ese día, las organizaciones de extrema derecha, residuales pero aún activas, organizan en una plaza, que encima se llama Dels Països Catalans (o sea, algo así como de la patria catalana separada de la española), una cada vez más esmirriada manifestación donde sacan a pasear la parafernalia fascista española: su nostalgia del franquismo, sus banderas con águilas y toros, y sus consignas apocalípticas contra todo lo que no es como ellos. Contra las izquierdas y los nacionalistas por motivos obvios, y contra las derechas por no serlo bastante, por amagar con moderación y no darles el gusto de fusilamientos y noches de terror para sus enemigos; dan vivas a Franco y a Hitler y a Mussolini y se retiran, no sin algún que otro altercado de poca monta, hasta el año que viene.
Después de leer Las venas abiertas de América Latina, este acto va a parecerme, cosa que ya resultaba difícil, más patético. Aunque entiendo que quien jalea a Hitler y a Franco sea coherente y se muestre satisfecho sobre todo lo que representó ese 12 de octubre de 1492. El inicio del saqueo y el genocidio de todo un continente en nombre, inicialmente, de progreso o de aventura o de religión o de cultura, pero con un resultado obviamente económico. No es que yo no supiera ya algunas de las cosas que muestra ese libro. Pero el aluvión de datos y de citas y de hechos y cifras que este libro recoge es, sin duda alguna, tan abrumador y tan definitivamente convincente que resulta un tanto reiterativo. Reiteración completamente legítima: tanto tesón con el que fuimos educados los de mi generación sobre la necesidad de los pueblos indios de ser evangelizados y civilizados y adiestrados en su integración en el proceso productivo, tanto tesón con el que se nos impuso esa realidad distorsionada, debe ser compensado y parece que Galeano sólo confíe en el aluvión de datos y la repetición de consignas para neutralizarlo.
Como europeo y como persona administrativamente perteneciente al estado español, me avergüenza formar parte, aun tanto tiempo más tarde, del mecanismo que pulverizó razas, lenguajes y culturas en nombre de tan dudosas consignas. Galeano no me ha convertido: Galeano me ha aportado los datos que corroboraban lo que tanto me temía. Que el expolio fue profundo y deliberado y planificado hasta el punto, prácticamente, de eternizarlo. Que, lejos del arrepentimiento, toda esa patraña de la madre patria y el idioma común es sólo un pretexto más para justificar lo injustificable, pues nada hay más injustificable que tanta matanza y tanta miseria impuesta en nombre del derecho del conquista.
Puede que Galeano sea lo que a veces parece: un intelectual narcisista (dios, como posa en ciertas fotos) algo cargante en su discurso, algo repetitivo en su planteamiento. Y que este libro adquiera muchas veces las trazas del libro de texto que nunca dejarían que fuese, demasiado estadístico, demasiado academicista y demasiado dogmático. Pero estoy de acuerdo con Horacio: un libro así, en el momento que se publicó (1970, con montones de dictaduras en la zona, en el momento, y montones más por delante en el tiempo), no sólo era necesario: también era valiente y arriesgado. En nombre de la verdad o por cuestión de egolatría. Da igual. No  eran personas valientes, lo que sobraba, entonces.

P.D. Hace demasiado, hablé de como Paul Klee, genio entre genios, usó sutilmente su arte contra el nazismo. Esta imagen de un ilustrador estadounidense, Joseph Stashkevetch, muestra, como parte de una serie, las venas de culturistas reproduciendo cuencas fluviales de los países en los que ha intervenido USA en la zona de Latinoamérica. Le veo una extraña y curiosa relación con el libro de Galeano, y es un gusto ver que continúan habiendo cerebros inquietos en este extraño planeta.

diumenge, 17 de juny del 2012

LA EXPERIENCIA PROPIA

Venga fotógrafo: sólo llevamos 300 tomas.
El odio desmedido e irracional me suscita una enorme curiosidad. El odio con matices, por eso. Uno puede odiar a quien le causó daño a su familia, al tipo que se fue con la mujer de tu vida (o sea, que no era la mujer de tu vida), al entrenador del equipo rival, al político que firma, una tras otra, leyes que afectan a tu estabilidad y la de tu entorno. Se puede odiar como consecuencia de lo que el concepto judeocristiano denomina pecados; por envidia, por celos, por temores que se enquistan. Lo de los matices, aclaro, es cuando el odio es simplemente una manía elevada a su máximo exponencial. Empieza cargándote una pose determinada, un ademán inexplicable. Yo, por ejemplo, un día me di cuenta de que odiaba a cualquiera que llevara un determinado perfume cargante que no sé decir cual es. Alguien en mi escalera deja pringado el ascensor de ese repugnante olor.
Para poder entender el odio que Quién Pereira tenía por un escritor uruguayo llamado Eduardo Galeano, decidí indagar por mí mismo. Podría haber hecho lo mismo con Jorge Bucay, pero vi que lo de Galeano era mucho más visceral. Curioso: si dos aman a la misma mujer, eso plantea un conflicto difícilmente resoluble. El odio es más universal: muchos pueden odiar al mismo a la vez, nadie se empeñará en demostrar que odia más que el otro. Señores buenrollistas del mundo; apunten bien en sus libretas con estampado de flores y hojas de papel reciclable. Hay odio en el planete para dar y regalar, cuando de amor vamos algo más justitos. Leo un texto de Galeano, un libro llamado Espejos, con un subtítulo que se autoatribuye ser una historia casi universal. Uy, uy, uy. Cuidado con ese subtítulo, falsamente modesto. Leo unas cuantas páginas, sumamente sencillo cuando los capítulos son apenas una decena de líneas. Más que capítulos son como breviarios de noticias. Galeano plantea eso desde el principio, hechos sueltos de la historia de la humanidad que le parecen relevantes. Como antifascista absoluto que soy, me encanta que le tire unas cuantas invectivas al franquismo. Pero sí es verdad que escribe desde el púlpito, y que su contundencia está al servicio de una intención claramente sesgada. Aunque ese sesgo sea del que nos guste a algunos, la mejor manera de captar adeptos para un ideario no debería consistir en ocultar hechos que no convienen.
De todas maneras,lo que hago con Espejos no es, ni de lejos, una lectura. Como mi objetivo es desentrañar el misterio del repelús absoluto, opto por algo más cómodo. Un documental emitido hace un tiempo por la TV española, llamado Ésta es mi tierra. Presentado y guionizado por Galeano, dura media hora y habla de Uruguay, su tierra. En un principio, pues Galeano no se corta a la hora de convertir el reportaje en una especie de ejercicio de autoentronización, colocándose en primer plano de una manera que resulta molesta a medida que el reportaje avanza. Insiste en su visión y acapara protagonismo. Alarga las palabras, dramatiza en exceso, busca el foco y la cámara. Hace una absurda analogía entre su calvicie y su fidelidad a sus principios. Sí, comprendo a Quién, y sí, no sé como explicarme ante quien me pide clemencia con Galeano. Supongo que todas las sociedades pagamos ese lastre: el intelectual de izquierdas que, aburguesado, se piensa que posee la verdad absoluta, pero que la malogra con pretenciosidad y pedantería, o sea, con exceso de ego. El ego acapara todas las pulgadas de la pantalla, y está a punto de salirse. Sus frases son casi salmos bíblicos y sus silencios son arias sobreactuadas. El colofón; allá por el minuto 29 y algo, Galeano, tras una locución ya bastante cargante sobre una toma paseando con su perro por la playa, es filmado en silencio en su sofá, en un lujoso salón, leyendo y acariciando la pata al perro, y anotando algo en el libro que lee. Retira la mano, y el perro requiere su atención poniendo otra vez la pata. Mira abajo, y sonríe. La estampa, no puedo evitarlo, me repugna, y no sé explicar el motivo.

http://www.dailymotion.com/video/xzkxb_galeano-esta-es-mi-tierra_creation
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