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dijous, 22 de novembre del 2012

RESPETO INFINITO


High Tech Soul: The Creation of Techno es un simple documental sobre música. Sobre el fenómeno del Techno de Detroit, el entorno social del que surgió, el caldo de cultivo urbano, todas esas historias tras los movimientos y de las que uno raramente se entera, absorto en lo mejor que se puede hacer con la música, que es escucharla y disfrutar de ella. No sólo salen negros con camisetas, hablando sentados en una escalera, descuidadamente: hay hasta un señor blanco con gafas y una pajarita, que habla delante de una hilera interminable de libros. Importante el tono de seriedad que aporta una cosa así: no vayamos a pensar que son cuatro chalados inspirados por el abuso de sustancias.

La cuestión es que el documental es magnífico. Apenas una hora y cinco minutos de testimonios de los músicos que protagonizaron el movimiento, donde se muestran relajados, bromean, reivindican con naturalidad su papel, hablan de cómo se hicieron amigos, dónde se conocieron, cuáles eran sus influencias. Parece también que hasta reivindiquen esa ciudad destartalada y poco glamourosa que, mira por dónde, resultó alumbrar el nacimiento, expansión  y triunfo de esta corriente musical, como hace años había sido testigo del nacimiento de la Tamla/Motown. Y no: Derrick May no se comporta como Berry Gordy, ni Paris Grey es Diana Ross (bueno, supongo, Paris Grey no sale en el documental). Qué falta de divismo la de esos tipos: qué naturalidad al hablar de esos momentos, grabados a fuego en la historia de la música, no con el aire nostálgico de los abueletes (pues nunca coinciden en pantalla), sino con el sentimiento positivo y responsable de lo que son. Un grupo de tipos que consiguieron, sin  ser plenamente conscientes de ello, hacer avanzar la música varios escalones de golpe. Que trasladaron esos sonidos que fluían en su cabeza (increíble cuando hablan los productores, cuando hacen esos ruidos con la música sobre el ritmo) al vinilo o al CD, que, timoratos ante la magnitud de lo que lograron, viajaron a Europa (de donde habían surgido los discos que los influyeron) para comprobar cómo allí se había valorado lo que habían hecho. Supongo, que quedándose alucinadísimos.
Que, décadas más tarde, siguen haciendo música, la música que quizás no les haya convertido en millonarios ni en personas populares a las que pedir autógrafos, pero a la que muestran un respeto, una veneración y un amor por encima de todo. Lo cual, aunque no sea un lema que cuelgue en un rincón de este blog, ni una frase que esté arriba al lado de mi nombre, ni ninguna de esas cosas tan solemnes y tan ceremoniosas (y tan avergonzantemente arrogantes), los convierte en los auténticos héroes de este rincón del éter. 
Por supuesto, el documental está trufado de excelente música, alguna incluso compuesta ex-profeso, sin desentonar lo más mínimo y obviamente en el estilo propio. Insisto, sin nostalgias y sin cargar las tintas en añoranzas del pasado. Cómo, si esa música suena tan fresca y actual como el primer día. La música de los últimos 25 años no hubiera tenido sentido sin estos tipos. Muchísima buena y otra bastante mala. Como Von Braun, no tienen la culpa de dónde llevaron otros sus descubrimientos.
Y encima el documental puede verse, gratis, aquí.



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