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diumenge, 13 d’octubre del 2013

JON BRION


Esta es la clase de cosas por las que empecé a escribir. La clase de cosas que cargan de responsabilidad mi espalda. Una espalda que antes aguantaba mejor, ya que lo mencionamos. En cualquier caso, esa responsabilidad no va a quebrarme. Lo he hecho con algunos, y pocos entenderán (empezando por mí, que me pregunto qué narices saco de todo esto más que satisfacción vacua) que todo valga la pena solo con que alguno me dé las gracias (o se queje en el Twitter) del disfrute que le he procurado.

Jon Brion es un músico con un pasado asociado a cierta escena norteamericana algo difusa. Digamos que sería una escena asociada por igual tanto a una tendencia algo intelectual y alternativa como a una sensibilidad algo más de cercana al pop de lo que es habitual. Es decir, me da la impresión de que usan recursos cercanos al mainstream pero el uso es algo distinto de lo normal. Además, no tienen ningún miedo de saltar de un género al otro, ningún reparo en usar estructuras cercanas a la música clásica o incluso al pop-rock ese de medio-tiempo que tan insoportable nos parece a veces. En medio de ese movimiento Jon Brion (cuya foto para ilustrar este artículo he elegido meticulosamente hasta encontrar esa maravilla con exceso de grano, como si lo hubiera fotografiado el mismísimo Anton Corbjin) reluce de una manera extraña e intermitente. Digo, porque habría otros ejemplos más cercanos a un ideal estético, como Fiona Apple o Aimee Mann  Pero este tipo con pinta de no haberse apurado el afeitado ni una vez en los últimos treinta años, y con una clara tendencia a engordar me tiene muy fascinado.


Veamos: hace unos días escribía una reseña de un libro cuando, tarde, me dí cuenta que alguien en el mismo blog ya lo había reseñado antes. Lo curioso es que aún sabiéndolo seguí y ahí sigue, inédita hasta el final de los tiempos. Pero había expuesto un concepto ahí que no querría desperdiciar. Va. Imaginemos que, en medio de toda la fiebre actual de escribir libros sobre las series que tanto nos gustan a casi todos (detalle que me hace pararme y preocuparme un poquitín, pues aborrezco la unanimidad por lo que se parece a las mayorías absolutas), pues en medio de ese marasmo de ensayos trascendentes o no sobre que si The Sopranos es la vida y The Wire el retrato del hundimiento de la sociedad industrial y Breaking Bad la definitiva consagración del culto al hombre de mediana edad, en medio de esa corriente inacabable de alabanzas hacia lo que ya está alabado, surgiera un libro extraordinario, pero fabuloso (en estructura, en lenguaje, en razonamiento) de verdad, pero que hablara de una mala serie. Ojo: tan bueno el libro como mala la serie. El yin y el yang. Pues me dio por pensar que eso sería injusto. Que la gente lee una crítica para eso de mira como éste le atiza al pobre desgraciado pero no pasa por caja para que le expliquen en qué consiste exactamente una cagada de pato por muy brillante que eso sea.
Pues bien: yo os digo que Jon Brion ha tenido la suerte/coincidencia/azarosa situación de escribir siempre magnífica música para películas que, por lo general, tienden a ser bastante extrañas. Puede que hasta alguna sea mala, y puede que mala de solemnidad. Pero Brion, cuyo perfil en Wikipedia deja a las claras lo de compositor/productor/multiinstrumentista, es capaz de, merced a sus partituras, hacer que el recuerdo de las imágenes sea mejor que lo que fueron en su momento. No negaré que sea otra de mis cabezonadas, pero en todo momento su sensibilidad florece tras sus piezas. Esa sensibilidad que os he presentado en esos dos minutitos que impregnaban de vals decadente las imágenes de Magnolia persiste, no negaré que a veces con un tono íntimo que alguno tildará de blando, en todas las bandas sonoras. Hay una linea que recorre con coherencia, aunque trazando sus curvas y meandros, y que pasa por referencias tan dispares como Sofia Coppola, el desaparecido Elliott SmithFiona Apple, Jim Carrey, Philip Seymour Hoffmann, Paul Michael Anderson, Michel Gondry y muchos otros que me dejo. Todos, quizás, norteamericanos blancos con pinta de bohemian-chic, seguro, gente que ha tenido acceso a cómodos status que les han permitido acometer el proceso creativo y desarrollar sus talentos sin tener que estar pendientes de qué hacer para ir sobreviviendo. Pero que han hecho algo mejor que vivir del cuento.








dilluns, 28 de maig del 2012

LA BUENA VIDA

En un extremo, supongo, estaría algún libro de Ken Follett. Estilo sin complicaciones, vocabulario coloquial, tramas con relaciones y acontecimientos adictivos.
Y el otro lo ocuparía algo de Joyce, o de Proust. Lenguaje al servicio de sí mismo, sin importar lentitud (incluso quietud exasperante), despreciando la frivolidad de la acción como un fin en sí misma.
En medio, demasiadas cosas. Pues el otro día le recriminaba a Franzen (que es literatura) que fuera poco aguerrido al hablar de sí mismo. Que mantuviese el buen estilo pero que cojease ligeramente en la trama. ¿Cuánto devorador (a punto, de escribirlo, con "b" y "h" ) yace en nuestro interior, complicando la vida con su prisa y su urgencia al degustador, que paladearía hasta que anocheciera, ya no una frase, sino una palabra o un silencio?. Porque no sé donde situar un magnífico libro como es Cineclub. Para empezar, delimitándolo como libro en vez de llamarle obra o novela, o repaso a la historia del cine con el pretexto de un curioso pacto educativo. No le llamaría manual de autoayuda repleto de consejos involuntarios para el trato con los adolescentes problemáticos, básicamente porque, por principios (que integrarán un decálogo que quizás un día publique), debo sacudirle fuerte a los libros de autoayuda, quizás no tan fuerte como debería darle a manuales de management que se visten de libros de autoayuda (los detestables Quién se ha llevado mi queso y similares, que vienen a decirte que sólo el que tú seas estúpido es el motivo real de que no seas millonario), pero estoy ahí; dale que te pego; si quieres ayuda, acude a un psicólogo, que te vea y te conozca antes de plantearse ayudarte. Así conocerás a alguien de carne y hueso. Qué sabe el autor del libro de autoayuda del complicado panorama de cada uno de sus lectores. Mucho rostro.
Qué lejos me  voy a veces con cualquier pretexto.
Pero es que me desconcertaba tener tantas ganas de seguir leyendo este libro cuando lo hacía. A la vez, tener tantas ganas de ver los montones de películas que menciona, de ir justo a las escenas que describe, de detener el reproductor justo en la imagen que detalla. De analizar la mano de Brando que coge el guante, el gesto de Dean, o la mirada del niño al acabar Les 400 coups.
Cuando, con sorna, insisto muy a menudo aquí sobre como las series han desbancado al cine en riqueza narrativa.
Así que Cineclub es una maravilla, pero no sé si lo debería decir así, soltándolo, tan ricamente, y sin justificar con un análisis de algún calado, que me hace definirlo así. El que lleve incrustado el diario de un fan hardcore del cine de todas las épocas. El tipo (como uno que conocí) que vuelve a casa cada día y rellena una ficha técnica con los datos de las cinco o seis películas que ha visto. Pero no con actores y directores; con directores de fotografía y especificaciones de iluminación. Sí, esa podría ser una razón. El que, sin que me quede claro si es ficción o es real, el autor relate entusiasta esa inusual convivencia en casa: la del padre esperando una nueva oportunidad profesional junto al hijo que convierte su desencanto adolescente en dudas sobre su futuro. En dudas sobre la gestión de sus relaciones sentimentales.
La cuestión básica (o sea, la que se puede leer en la contraportada del libro o en cualquiera de esas webs que parecen ser de reseñas pero son de pura promoción encubierta): un padre, periodista de carrera discontinua en diversos medios, acepta que su hijo de 16 años deje el instituto con una serie de condiciones. Nada de drogas, y ver juntos un número de películas semanal.
El mensaje de fondo: que el arte es a veces la mejor de las alegorías para representar la vida, pues el arte lo hacen los vivos, en solitario o colaborando. Que una colección de películas (añado yo:  o de discos o de libros) define a su propietario, a veces más que diez tomos de autobiografía y confesiones a la luz de una vela. Un libro (repito: libro) optimista, fresco, didáctico sin pretenderlo abiertamente (aunque estoy seguro de que su autor confeccionó una lista detallada de las películas con algún mérito, por bizarro que fuese, para su inclusión). Otra demostración más de que la letra escrita genera placeres diversos. Con un uso comedido de la baza emocional. No solo el solaz en el absurdo, no solo la sorpresa ante la naturaleza humana, no solo la pulsión nostálgica del romanticismo, el viaje o la aventura. 
David Gilmour (que no es el de Pink Floyd) ha escrito algunas novelas más. No sé si debo sentir curiosidad por ellas. Me da la impresión (sería propio de un profesional indagarlo) de que éste es un libro único en su obra, y temo que los demás puedan parecerme los de un Nick Hornby en horas bajas. 

dijous, 8 de març del 2012

NO TENGO PAYPAL, PERO TENGO MICROONDAS

No mires así: es el espejo lo que engorda !.
Este Casciari anda casi atropellando a la gente como los motoristas de las pizzerías. Por la acera y sin respetar a casi nadie, cuando no abren el cajetín de la moto para que le entre el hambre a cualquiera.
Porque yo hace un par de días que retengo el libro de Alberto Méndez, Los girasoles ciegos. No lo devuelvo a la biblioteca porque quiero copiar alguno de sus párrafos y hacerle una reseña como se merece. Como las que hace John Self, o William Rycroft, salteando mis palabras y las suyas, como para demostrar que no sólo es un libro sobre guerra civil española y post-guerra, sino que sus frases y sus palabras son literatura, que será, claro, más apreciada por quien sintonice con esas ideas. Pero que hasta desnudadas de su contenido ideológico son hermosas.
Entonces, decía, Casciari irrumpe con una fenomenal frase, la que he fusilado sin miramientos para titular esta entrada, pues dicen que los genios copian, y yo empezaré por ahí mi carrera a la genialidad. Casciari emplea la frase en un entrañable post donde muestra su humanidad. No hay nadie más humano que aquel que vuelve de vacaciones y ya parece que necesite irse de nuevo. Habla de los mil y un problemas que tiene que afrontar para satisfacer no sólo la curiosidad, también los caprichos, los requisitos más inverosímiles de suscriptores potenciales o reales, pero todos impacientes, de lectores satisfechos (total o parcialmente, pero también irónicamente: y los pilla a todos). Los responde de una manera u otra, en privado, en público. A todo el mundo le dedica al menos dos palabras. Se tomó en serio lo de nadie en medio, actúa conforme a sus creencias (qué diferente un mundo en que todos lo hiciesen), y está extenuado pero fascinado, pues cuando a uno parece que vaya a devorarle el monstruo que creó, lo acepta bien. Es como si estás en el sofá y tu hijo viene a cubrirte de besos. What a moment.
Bien. Hernán Casciari recibe esas consultas, como si fuese la dependienta de la zapatería a la que cuatro amigas aburridas un sábado por la tarde le hacen sacar todos los pares y probárselos. Pero lejos de crisparse, o de levantar una mano pidiendo un momento para respirar, no hace eso.
Hernán Casciari coge, y no se cabrea. Sí, argentinos que se parten de la risa, dije coge, y no se cabrea.

Yo soy de los que piensan que los halagos son regalos que debilitan a quien los recibe. Pero desde que Hernán mira desde tras la valla y deja que los sanguijuelas de este mundo aprovechemos sus ausencias para postear, colgar links, relacionarnos entre nosotros, hacer las mil y una... desde entonces he conocido como a diez o veinte, que espero que sean más, por favor quien me lea que comente algo aquí, sea lo que sea, decía, diez o veinte bloggers del mundo, y nos hemos recomendado libros y series o películas que luego nos gustarán o nos parecerán del asco. Ha conseguido eso por inacción esos días que ha estado de vacaciones. No se dio cuenta, tranquilo con lo que tomara, fuera el jodido fernet, o un daiquiri en alguna playa de paraíso fiscal, de que ha creado un submundo. Submundo donde uno se pone contento cuando recuerda que las dos palabras que no acababan de salirte en algún texto antiguo eran corresponder y perturbador. Y corre a anotarlo cuando regresa a casa.


dissabte, 23 d’octubre del 2010

LA MADEJA DE REFERENCIAS

Nadie ha leído aún mi post de ayer, así que será pronto para saber qué pensáis ( los que os molestáis en pensar algo, claro ) sobre Björk. Caí en la cuenta de que el vídeo de Bachelorette lo dirigió Michel Gondry, que luego, como muchos ( Anton Corbijn o Spike Jonze serían otros ejemplos ), saltaron a las más serias arenas de la dirección de películas.
La película más conocida que ha dirigido Michel Gondry es Eternal sunshine of a spotless mind, la cual nuestro amigo el traductor al castellano bautizó como Olvídate de mí. Siendo benévolo con el hombre haber usado el literal El eterno amanecer de una mente sin referencias no sé si hubiese alejado aún más del visionado de la película al espectador medio. La protagonizaba Jim Carrey junto a Kate Winslet, lo cual en manos de otro director debería haber significado taquillazo, pero no, la película era rara de narices, la historia más o menos comprensible pero quizás más brillante en su concepto que en su ejecución. Hay que verla y opinar. Kate Winslet lleva el pelo más horroroso que una actriz haya aceptado llevar en cualquier película conocida. Jim Carrey no hace ganyotes, lo cual resulta curioso. La música es de Jon Brion y la influencia pop del director evidentemente sale a la luz. Michel Gondry formó parte, en su Francia natal, de una banda de pop. Allí empezó a hacer sus vídeos y a trastear con las infinitas posibilidades de la edición digital y los trucos que los ordenadores pueden obrar sobre las imágenes. Algo de eso se veía en el vídeo de Bjork. Pero la obra de este tipo es digna de mención :

El original : Cómo convertir piezas de Lego en la bomba


La copia ( o sea, éste no es Gondry ) : Cómo fusilarlo con dados, aunque está igual de bién y la canción es excelente


Cómo sincronizar música y paisaje, y de paso, exorcizar esa obsesión del viajero en tren de ver pasar el paisaje por delante de tus narices.


Y el súmmum : una sola toma de cámara , aunque el vídeo es muy superior a la canción. Pero imaginad con qué precisión este tío consigue estos efectos en justo cuatro minutitos.


Kylie Minogue está realmente guapa en este clip. Poco más tarde se le diagnosticaría su enfermedad. Por esos tiempos unos estudiosos de no sé qué que seguramente no andaban con mucha faena llegaron a la conclusión de que Kylie Minogue era técnicamente en proporciones la mujer más perfecta del planeta. Nada que oponer, en un principio, yo no hago estudios de ésos. Si que es chocante que emitiesen ese juicio tan sesudo tratándose de una chica que apenas debe llegar a 1,55 ( o sea, para los ingleses, con sus sitemas métricos capaces de volver chalado al más pintado, unos 5 pies justitos ). Pero como digo, nihil obstat , más bién de acuerdo pues siempre he sentido debilidad por las chicas pequeñitas. Kylie Minogue fue considerada durante bastante tiempo como la más seria oponente al trono de reina del pop que ostenta Madonna hace montones de lustros. Madonna la que siempre es comentada por reinventarse y adaptarse a las corrientes y bla bla bla. Ni fred ni calor. Puede que hable de Madonna algún día por esa transversalidad que tiene con mi generación. Pero también puede que no. De Kylie Minogue recuerdo contadas cosas que se han quedado clavadas en mi memoria.

Dicen que Michael Hutchence ( cantante de INXS que se suicidó y por ese entonces su maromo ) le dio a probar su primer ácido y eso la hizo renunciar a su pasado de estrella teen para dar un enfoque más adulto a su carrera. Por cierto algo le debió fallar en el suicidio a este hombre pues no consiguió la fama y la celebridad de otros.

Dicen que Nick Cave ( ojo con éste, lo de éste es una adicción a la heroína de largo recorrido ) se la benefició en las sesiones de grabación de Murder ballads donde cantaron a dúo Where the wild roses grow.

Dicen que el zumbado de Bobby Gillespie (líder de Primal Scream, otro politoxicómano - pero qué amigos te buscas, Kylie ?? - cantante de una banda quizás ya un poco estereotipada pero indudablemente con su respeto bién ganado ) la hizo sonrojar públicamente, cuando le preguntó en medio de un programa de TV qué pensaba del hecho de que la mayoría de los adolescentes británicos la usasen para sus fantasías masturbatorias.

Luego me ha decepcionado tomando el fácil y rentable camino de la moda ( diossssssss, imagen de Tous, como la repelente duquesita de alba, ejemplo de chica bajita que me repele ), renunciando a una carrera musical que tanpoco era nada del otro mundo. Ahora sale con un modelo de Tossa de Mar, y parece que no le preocupe ya nada más que vivir, despues del susto que se llevó. Puede que haga bién, claro que sí.




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