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dilluns, 18 de juny del 2012

LA SUGERENCIA DEL CHEF

Ya tengo las Orsai 6 y 7. Ahora falta el momento adecuado para ir encargándome de ellas. El destino designa que, con ellas bajo el brazo, vea en la biblioteca a Sergi Pàmies.
Sergi Pámies es un escritor que me gusta más colaborando en prensa que en ficción. En prensa, prácticamente empatizo siempre con su forofismo culé, su pose ligeramente emprenyada ( intraducible: probemos enojada), su descacharrante humor negro y su pragmatismo. Es hijo de la recientemente fallecida escritora Teresa Pàmies, y de un también fallecido líder comunista, Gregorio López Raimundo. Un comunista de los de verdad, por cierto. 
De hecho, la biblioteca municipal en que me abastezco de libros lleva el nombre de su madre. Allí lo abordo, y le pido un autógrafo, para desconcierto, casi, mutuo. Ni él ni yo estamos acostumbrados. Para empezar, ni uno ni otro llevamos un bolígrafo, que nos prestan en la biblioteca. Ni papeles donde firmar, la clásica libretita que un auténtico coleccionista de autógrafos lleva siempre a mano. 
Pero la Orsai me sirve: firma detrás, en el generoso espacio en blanco de la contraportada; me pregunta mi nombre y pone, en catalán: "Para Francesc, con el afecto de" y firma con un muñequito levemente reminiscente de aquel Cobi del que hacen veinte años, o puede parecer un coyote, o un dingo, igual. No conoce la revista, y no tengo tiempo más que de balbucear que es una revista literaria. Menudo gran promotor estoy hecho. Tengo mi Orsai y me la ha firmado un escritor relativamente célebre, a nivel local (puede que Casciari lo conozca). Aunque sea por eso, sé que soy único.
Cuando este post, (que estoy programando, gracias a un corto pero socorrido stock, para que se publique el lunes a primera hora) aparezca, ya sabremos en Europa qué ha pasado en Grecia. De repente, todo parece depender de ese pequeño país exportador de yogures y traviesos usos sexuales . No tan de repente, ese ente sin cara pero con miles de cabezas llamado mercados se ha encargado de asustar y amedrentar a los griegos. Cuando a mí me preocupaba que el partido neonazi obtenga representación, a los mercados les preocupa que la fuerza encargada de formar gobierno pueda ser un partido de izquierdas prácticamente alineado con el movimiento indignado, que se ha mostrado contrario al cumplimiento de las duras medidas impuestas por el dinero alemán a los griegos. No sé si esa oposición llegaría al planteamiento de incumplirlas. Pero sé que los griegos ya están siendo advertidos a priori de la difícil situación en que ese triunfo colocaría a su pequeño país. 
Si no es intromisión, si no es intervencionismo, si no es una manera taimada y sibilina de meter el miedo y coartar a la gente, reto a alguien a ponerle un nombre.

Recuerdo una conversación profesional hace unos cuantos años, acerca de la ubicación idónea de la celebración de una de esas horrendas cenas navideñas de empresa.

A) es una sugerencia o una imposición?
B) tómalo como una sugerencia impositiva

Así que amigos griegos: si no tuviera prisa por acabar este post miraría de dónde era Damocles; me la juego y digo que también de allí. Su espada cuelga sobre vosotros. Vuestra libertad puede saliros cara, si no os decidís por los cómodos partidos de siempre: los de los mismos perros con distintos collares. No tocaré una coma. Cuando esto pueda leerse por alguien que no sea yo mismo, qué habréis hecho?

dilluns, 13 de febrer del 2012

ATENAS Y ALBURQUERQUE

Llego tarde pero merezco disculpas. No todas las excelentes series son comprendidas a la primera. Igual que 20 o incluso 100 páginas iniciales de grandes libros cuestan ser superadas y sólo cobran sentido, a veces, por hechos que ocurren a partir de la página 400. Breaking Bad no es una serie nada sencilla. Su arranque en el primer capítulo, con un aparentemente incomprensible flash-back, un hombre de mediana edad en calzoncillos en medio del desierto, es lo más alejado del glamour que uno pueda concebir. Como una antítesis de los barrios bienestantes de series como Mujeres desesperadas. Pero, repito, cobra sentido. Ese tono amarillento, esa sobreexposición solar excesiva del desierto de Alburquerque, Nuevo México, que me recuerda las escenas mexicanas de la excelente Traffic de Sondenbergh (aquellas iluminadas por la presencia de Benicio del Toro), y también algunas escenas de Kill Bill, que recibe un tributo más adelante, en lo que podríamos llamar el capítulo de la mosca.
El hombre de la foto, ante el espejo, rapado, envejecido, con sus medicamentos preparados, es Walter White. Químico que consume sus días entre anodinas clases a estudiantes desinteresados y un trabajo extra en un túnel de lavado de coches. Hasta que un día un médico le hace iniciar una cuenta atrás en su tiempo de vida. Repasa sus finanzas y, para cuadrar la posibilidad de dejar la vida arreglada a su familia, toma la decisión de usar sus conocimientos en química para sintetizar drogas. De una pureza que las convierte en la bomba. Contacta con amistades peligrosas, entra en el arriesgado círculo de traficantes y gente de la peor calaña. Lo hace todo con la mejor de las intenciones, pero las cosas se irán complicando. Los surcos de su cara dejan de ser de madurez y pasan a ser de astucia. Una astucia torpe, pero una astucia que le permite seguir adelante.
Repito: Breaking bad no es sencilla ni, seguramente agradable. Para delicia de los estudiosos más profundos, quizás su personaje busque la redención, quizás huya del laberinto sin salida que una curación le procuraría. Quiere cuadrar plazos y cantidades. Morir justo cuando tenga el dinero que necesita, dejarlo todo limpio y claro. Posiblemente esos críticos que aúllan ante la excelencia de dos series que son casi literarias, The Sopranos y The Wire, estén algo desorientados buscando referencias en un personaje tan contradictorio como White, buscando la composición exacta de héroe y villano, pues existe el momento, sencillo de determinar, donde White cruza la línea, donde atraviesa con funambulismo circense la barrera de la buena persona. Pasa al otro lado, mira atrás y querría volver, pues eso supondría  recuperar su estampa familiar. Pero el mal está hecho y empieza a pagar por él.

El mismo tono ardiente y amarillento del desierto de Nuevo México lo desprende esta fotografía. El pie decía que era el ayuntamiento de Atenas, que ardió ayer en medio de durísimos incidentes. También ardieron: la central de un banco (oportunamente llamado Alphabank), un Starbucks, un cine de esos céntricos y antiguos que en Barcelona sólo hacían arder las inmobiliarias. Declaro que no sé decir que pienso cuando veo ésto. Que no sé, pero me suena que sí, son griegas palabras como catarsis o némesis o apocalipsis. Que me extrañaría que ese cruce a la maldad tenga marcha atrás. Que tampoco sé si es un cruce a la maldad. Bastille, Bastille, Bastille.



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