Fotografia de Daniel Castellà - El Sol sale sobre Barcelona, visto desde Castelldefels |
Un mes de julio realmente suave en Barcelona. El calor, ya saben, justifica ciertos crímenes y todo. Sí: parece que ciertos jueces aceptan una temperatura extrema como atenuante ante ciertos actos. Hacía tanto calor que mis sentidos estaban cegados. O para ciertas palabras: el calor me hacía escribir irradiando rabia y rencor, hacía que las palabras enrojecieran a medida que las escribía y yo qué podía hacer. No podía hacer nada para evitarlo ni podía juntar bastantes energías para resistirme. Entonces un verano suave implica que la gente mantenga la compostura, que la gente pasee por las calles con un aspecto más relajado, que la vida sea más agradable puertas adentro y puertas afuera.
Hoy hay una final en la que voy con Argentina, por cierto. No hay nada más veraniego que el color albiceleste. El color albiceleste es el color de la brisa, y aunque esa combinación cromática de la magnífica foto sea casi una deconstrucción de la bandera alemana, resulta que el Sol de verdad está en la bandera argentina. Eso es del dominio público.
Matmos, excelso grupo de música electrónica que titubeó en sus primeros pasos con el click'n'cut, tienen un proyecto paralelo llamado The Soft Pink Truth. Un proyecto de ritmos más definidos y con ciertos aires de cabaret berlinés. Puede que el último y excelente disco que publicaron bajo su nombre me aportara un adelanto en forma de esta extraña versión de los Buzzcocks.
Cuando interpusieron ese vocal gutural tan propio del black metal debería haberme temido algo como lo que ha surgido ahora. Se trata de un nuevo proyecto consistente en adaptar algunos de los clásicos (y para mi indistinguibles) de este estilo. He de decir que no hay nada que yo deteste más que el black metal o el death metal o como queráis llamarlo. Un estilo carente de cualquier sentido más que la pura provocación o ese extraño enaltecimiento de la rebeldía que lleva aparejado el rock desde que se intuyó que algún día podría usarse con la finalidad de promover algún cambio en su entorno. Los lideres del estilo viven entregados a coquetear con la violencia extrema, la crueldad, la sordidez, pero, qué queréis que os diga, no pienso creer en esa pose si su actitud vital no va acompañada, y no creo que nadie vaya así de pinturrajeado a comprar el pan cada mañana. Porque comerán pan, supongo, aunque sea para acompañar a los niños que devoran. Wow: que miedo.
Grupos como Gorgoroth, cuyas camisetas llevarán de aquí un tiempo los niños de seis años, como si fueran las de Iron Maiden, son una muestra más de la banalización en la que el capitalismo ha convertido la rebeldía inicial asociada al rock. De eso no queda nada, absolutamente nada. Neutralizado por el sistema y asumido por el voraz mecanismo de comercialización, lo genial del disco de Soft Pink Truth no es la música sino la actitud. Despojar esas canciones de títulos intimidatorios, de guitarrazos, voces de futuros traqueotomizados y baterías espasmódicas solo hace que revelar eso que a estos tipos tanta rabia les da. Que despojar las cosas de las capas de superficialidad siempre acaba descubriendo si hay algo consistente bajo ellas. Y con el black metal, este no es el caso.