La colección Compactos Anagrama es un absoluto sueño húmedo. Narración de primera a precios de risa. Libros inicialmente a unos 20 euros que pasan a unos 8 o 9 como máximo, en un contexto de un elevado nivel de calidad.
Anagrama, cuando vende los libros en sus ediciones iniciales, opta por colores sobrios: el clásico vainilla para las ediciones traducidas, el gris para el ensayo o la narrativa hispánica, el blanco para colecciones algo más pop. Pero cuando los libros pasan a su edición de bolsillo, los criterios saltan por los aires. Los colores dejan de distinguir el tipo de libro.
Francesc, estás escribiendo un post sobre colores de libros?
Bueno: sí. Lo que pasa es que me surge la duda de si con ese color que se le concede al libro en su edición barata una especie de nuevo código: sirva la presente para explicar que no he leído aún ninguno de estos dos libros que compré hace tiempo :
Obviamente un título y una portada que haría que poca gente se sentara a mi lado al parque, y mucho menos me dejara departir amablemente con sus hijos. Como si este libro fuera menos depravado, objetivamente, que otros con títulos y portadas más inofensivas.
O el siguiente, novela sobre drogas y mafia de Martin Amis para cuya portada eligieron equivocadamente el rosa más indudablemente afeminado y la foto más glamourosa: como si estuviese leyendo un manual para iniciar mi carrera como diseñador de ropa con estilo cosmopolita(n).
Esos dos libros habrán de esperar el turno de ser leídos en casa. Porque podría hacerlo, pero encuentro horroroso, aunque sea una manera de proteger el objeto, eso que hace la gente de empapelar el libro con papel de prensa. Siempre pienso si leen cualquier mierda de la cual uno objetivamente se avergonzaría. O Mein Kampf de Hitler. O algo de Danielle Steel o Rosamunde Pilcher.
Porque en este ámbito ya digo que, aunque quede mal, para leer según que cosa, mejor ceder grácilmente a la somnolencia, o intentar batir de una vez por todas ese récord que se resiste en el Tetris del smartphone.
En fín : este es el único libro rosa de la colección que tengo. No sé por qué, el rojo y el naranja son los colores más frecuentemente empleados. No recuerdo ningún libro blanco, ni gris, ni negro. Pero parece que hay alguna especie de código con los rojos, como si el color se reservara para las auténticas obras capitales. Son rojas en esta colección:
Los detectives salvajes, El gaucho insufrible y Entre paréntesis, de Bolaño
A sangre fría, de Capote (miro a otro lado, a ver si 6Q se da por enterado ya de que, al fin, lo he leído)
Muchísimas de Vila Matas: Dietario voluble, París no se acaba nunca, Doctor Pasavento, Lejos de Veracruz, Historia abreviada de la literatura portátil
El muy emblemático El mundo de hoy, de Kapuscinski
El mejor Auster que he leído, Leviatán, el segundo mejor, El palacio de la Luna y algún otro.
Maneras de saber si un libro va a ser importante: a veces la primera frase, inclusive el primer párrafo entero.
La de Pedro Páramo : Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
La de Lejos de Veracruz : No todo el mundo sabe que a Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver.
Más adelante Vila-Matas menciona Comala. Más adelante, algo más adelante, menciona varias veces el libro de Rulfo, ese Pedro Páramo del cual este libro es inicial deudor moral. Ya hacia el final, cuando los pasajes oníricos empiezan a enturbiar algo la resolución, el libro de Rulfo vuelve a ser objeto de algún párrafo. Y Vila-Matas no vivió en México tantos años como Bolaño, ni en tan tierna e influyente juventud. Pero sabe que ciertos adictos a ciertos libros levantamos la oreja con ciertas palabras: una es "Bartleby", otra es "Comala". Y narra y no deja de narrar. Vila-Matas escribe tan bien, tanto, que a veces hace olvidar que alguna trama es más endeble de lo que debería. O sea, es mejor escritor que novelista. Una afirmación algo frustrante. Entonces se plantea esa disyuntiva traidora. Disfruto leyendo pero no disfruto con la novela. O sea, es como si la novela fuera un prolongado poema ligeramente inconexo, repleto, pero repleto hasta los topes, de frases buenas y mejores, de figuras y de recursos literarios de todo tipo. Como esos restaurantes extraños que sirven menús completos a base de postres. Tampoco porque sea empalagoso: no lo es, es fresco y fluido y agradable como un champán que no pierde frío ni burbujas. Me deshago de gusto frase tras frase, con la repetición de ciertas imágenes,es un deslumbrante ejercicio de estilo casi jazzístico. La interpretación es magnífica, es virtuosa, pero me gustaría algo más de melodía, algo que me aleje de esta imagen mía de que este libro es perfecto para, de cualquiera de sus páginas, extraer frases con las que decorar perfiles en Facebook o impresionar a las chicas. Frases originales y certeras, frases que dan en el clavo y que hacen físicamente imposible para un editor no publicar un libro tan bién escrito: un crimen despojar al público de tan grande ejercicio de maestría literaria. Dan ganas de convocar a Vila-Matas a estos juegos nuestros, de darle ideas puras y esquemáticas y disfrutar de los resultados que sería capaz de obtener. De convertirle en excelso ejecutor de buenas ideas que no le son propias. Como un sicario literario, valga por una vez ripio tan horroroso, como un escritor que no necesita acudir a sí mismo, al rollo metaliterario de ser autobiógrafo de una vida que no es tan excitante como a él (no en sueños, en realidad) le gustaría, y que se acaba convirtiendo en una especie de relleno impostado, de relleno algo forzado rodeado, eso sí, que nadie dude de ello ni un segundo, de la más esplendorosa de las presentaciones. Pues la opinión, grosso modo, sobre Lejos de Veracruz dependerá de cada uno de sus lectores y de sus exigencias puntuales e individuales. Quienes busquen buena prosa, quienes lean el libro en pequeñas dosis sin prestar excesiva atención a la trama en sí, disfrutarán de lo lindo. Quienes exijan a una novela emociones y giros y situaciones lindantes con aventura y suspense, emoción en cualquier caso, mejor lean otra cosa. Quienes buscan razonables combinaciones de ambas cosas, puede que se queden, como yo, algo decepcionados con esta historia básica de tres hermanos que caen, paulatinamente, a los pies de la misma mala mujer.