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dilluns, 10 de gener del 2011

EL CAMINO A LA PERDICION o LOS CAPRICHOS DEL DESTINO

En algún momento indeterminado de estos últimos días pienso si dejar de ver Carnivàle. Pero hoy doy el paso definitivo cuando, oyendo algo teóricamente poco relacionado por la radio, caigo en que su temática no me interesa. No lo suficiente para superar esas tramas febriles, ligeramente insanas, las propias de un circo de los años 30 en la América profunda, la del cinturón del trigo. Tramas que incluyen mujeres barbudas, enanos, personas en estado vegetativo que se comunican sin cables. Strippers en un mundo donde el conservadurismo mataba. Personas con poderes. Y empecé bién, pero no ha sido posible. Opciones alternativas que usé : ver de nuevo The Wire, y realmente, Mlle. Burlesque, es difícil engancharse con ese primer capítulo tan poco friendly, donde prácticamente cada escena introduce nuevos personajes. Pero debo repetirlo, no todas las grandes canciones son pegadizas, ni mucho menos. Luego volví a vulnerar mi ( estúpida ) promesa : a la que he descargado el cuarto capítulo de Boardwalk Empire lo he devorado sin ningún recato. Y debo reconocer que a pesar de todas las suspicacias que levantaba tamaño dream team de serie ( Scorsese, Buscemi, HBO ), todas ellas están justificadas al cien por cien. Esto puede ser monumental y, para mi excitación, podríamos hasta vivirlo juntos. Creo que despues de tanta tabarra que he dado con largas, y ya acabadas, series, disfrutar al alimón de esta maravilla estaría bién. Curiosamente Boardwalk Empire es prácticamente coetánea de Carnivàle. Pero su desarrollo es urbano, que ya le otorga un algo de lo que los polvorientos y desérticos caminos de Carnivàle carecen. Su fotografía es colorida y luminosa, frente al sepia físico y mental de la otra. Puede que sea uno más de mis caprichos, pero recomiendo a todo el mundo que se enganche a esta magnífica serie, y quizás podamos hablar de Nucky Thompson en algún comentario.
Michael Kenneth Williams aparece en Boardwalk Empire. Es un actor cuyo aspecto físico está completamente condicionado por la espectacular cicatriz ( cuyo orígen valdría la pena indagar ) que le atraviesa la cara en diagonal. En este mundo machista en el que vivimos una actriz con una marca tan descomunal estaría condenada al fracaso. Pero parece ser que no es obstáculo para un hombre. Parece que a nosotros las cicatrices nos imprimen carácter.


El caso es que Michael Kenneth Williams también apareció en The Wire, presencia que a nadie pudo pasar desapercibida. Era Omar Little. Pasado un año, y con la gentuza del Tea Party minando a diestro y siniestro las globales esperanzas puestas en él, puede que este comentario no tenga más relevancia : en plena campaña electoral, Barack Obama comentó que su personaje favorito de TV era Omar Little, de The Wire ( también dijo que su comedia favorita era Entourage, pero de ésto hablaré otro día ). Omar Little era en The Wire el personaje más parecido a Robin Hood que uno pudiese situar en medio de un Baltimore plagado de traficantes y camellos y barrios ( inolvidable Hamsterdam ) tolerantes con el trapicheo. Omar atracaba, recortada en ristre, los agujeros donde los traficantes cada día ubicaban su centro de distribución de drogas. Se quedaba con las drogas y las repartía, gratis, para que los adictos no tuviesen que delinquir para obtenerlas. También se quedaba con el dinero que pudiese encontrar en sus atracos. Por tanto, los clanes de narcos lo consideran su peor enemigo. Encima, es gay. Y de gatillo fácil. Son sólo matices del personaje. Pero hay que verlo. Sólo por ese personaje la serie ya valdría la pena, pero es que en The Wire no hay nada que sobre, ni un minuto. Todo cuenta y todas las piezas encajan.
Ahora Michael Kenneth Williams empieza a dibujar matices del personaje que interpreta en Boardwalk Empire. De momento, cuarto capítulo, le ha cortado un dedo al capo del KKK local, para arrancarle una confesión. Aquí trafica con alcohol. Y no sé si su personaje será malo o bueno, pero es un actor inmenso, una especie de Denzel Washington desde las calles.

Hablé, muy al principio, de Rufus Wainwright. Con la excepción de su demasiado acusada afectación, a la que no hay por qué prestar excesiva atención, es capaz de trenzar soberbias canciones pop con suntuosos arreglos como ésta. Ayer debería haberla puesto pues es un ejemplo de persona a la cual los excesos casi le pasan una factura demasiado alta, pero ahí, está, vivo y con buen aspecto.




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