Pierdes algo valioso. Te agobias. Lo encuentras. Te alegras, incluso estás más alegre que antes de perderlo. has vivido la experiencia, la mala experiencia, de la pérdida, has conocido esa sensación, que no te ha gustado Vuelves a tener lo mismo, pero ahora has conocido la sensación opuesta.
Algo se estropea. Se arregla espontáneamente, casi de milagro. No sabes qué lo había estropeado y no sabes ahora qué lo ha arreglado. Pero tienes ya la duda. Puede volver a pasar, pasará, y quizás sea definitivo. La desgracia acecha, coño si acecha, ya te ha avisado. Estás igual, pero peor, porque la duda estará ahí un buen tiempo.
Si no hubiese dicho carpeta cerrada hablaría de artistas dudosos que pretenden convertirse en auténticos, pero a los que se les acaban viendo las entretelas. Pero dije carpeta cerrada.
Julio y ya me disperso, qué haré en agosto. Ayer esperaba paciente frente a una tienda de ropa en pleno centro, destino terrible que el mundo nos tiene preparado a los maridos y padres de mujeres o adolescentes preocupadas por la moda (dicho sea con el mínimo de frivolidad, si ello es posible). Mientras esperaba la música de la tienda invadía la calle. Si esa música me hubiera gustado, quizás diría, conquistaba la calle, o seducía la calle, o enamoraba a los paseantes. No era el caso. Esa mezcla imposible del deep-house más trillado, el trance más adocenado (y por supuesto uno tiene que estar solo para estar en trance, o casi), más otros de los poco recomendables ingredientes que han acabado configurando la música de baile más actual, sólo se puede decir que la invadía, hasta diría que la profanaba y la violaba y no respetaba sus deseos ni tenía en consideración sus gustos. Y como había muchas tiendas, eso era un gang-bang.
Podía ocurrírseme algo normal en tales circunstancias. Claro que no.
Me dio por pensar en el momento concreto en que la escena electrónica dejó de interesarme per se y pasé a darme cuenta de que ya había que subir mucho el listón, y no tragar con cualquier cosa.
Hechos de mi existencia que tienen que ver con eso :
Gustarme Kraftwerk ya en 1977.
Sentir cierta curiosidad por el movimiento new-romantic. Cierta, he dicho. Ergo, verdadera, pero vaga.
Comprar el primer Lp de Depeche Mode, en Star Records (tienda tan icónica como breve) justo a la semana, en 1981, de salir en este país.
Hacer lo propio con discos de Soft Cell, Heaven 17, Human League, OMD.
Estar en el verano del 89 en Ibiza.
Saber que los New Order de Technique estuvieron a menos de 50 kilómetros de donde yo dormía, grabando ese disco.
Considerarlo trascendente para escribirlo 22 años después.
Comprar el RDL de enero o febrero del 90 con un excelente artículo sobre el acid-house.
Tener recopilatorios en vinilo con la aristocracia de Detroit en pleno.
Comprar cualquier cosa que Warp editara hasta más o menos 1997, o así. He dicho cualquier cosa.
Comprar Muzik desde el número 5, o así, hasta el 99 (quién en el mundo no sabe que Muzik cerró antes de publicar el emblemático número 100 ?? Cómo puede ser ??).
Escribir esta última frase.
Comprar el primer mal disco de estas bandas, a pesar de las críticas adversas : Underworld, Chemical Brothers, Orbital, Pet Shop Boys.
Tener tal cantidad de sesiones y recopilatorios de clubes y sellos que no sabes exactamente como ponerles un orden.
Comprar primeros discos de finlandeses, suecos, polacos, franceses, pues la música instrumental no tiene fronteras.
Entonces, absorto en esa maraña de pensamientos, y antes de que mi mujer (abducida por precios cortos y colas largas en las cajas) saliera, encontré el momento. No uno sino, casi, dos momentos.
Bob Sinclar y las horrorosas canciones con silbidos.
ATB y los DJ's que se habían metido a DJ's para follar mucho : Danny Tenaglia, libre de sospecha. Paul Oakenfold, bajo interrogatorio.
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Cuando se produjeron esas dos circunstancias, puedo certificar que la escena electrónica empezó a llenarse de sospechas que albergaban la peor de las palabras : mercantilismo.
Pero justo antes...