ROBERTO JUARROZ
Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, id., 1995
El centro no es un punto.
Si lo fuera, resultaría fácil acertarlo.
No es ni siquiera la reducción de un punto a su infinito.
El centro es una ausencia,
de punto, de infinito y aun de ausencia
y sólo se acierta con ausencia.
Mírame después que te hayas ido,
aunque yo esté recién cuando me vaya.
Ahora el centro me ha enseñado a no estar,
pero más tarde el centro estará aquí.
De Segunda Poesía Vertical, Carlos Lohlé, 1963.
Cortesía de Gustavo Gottfried
**
El centro del amor...
El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros
se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.
De Poesía Vertical VIII, Carlos Lohlé, 1984.
martes, 20 de noviembre de 2018
lunes, 19 de noviembre de 2018
¿Qué estudiaba yo? Valores al uso
Marianne Moore
(Missouri, EE.UU., 1887-New York, id., 1972)
Puedo, podría, debo
Si me dices por qué el pantano
parece infranqueable, entonces te
diré por qué pienso que
puedo atravesarlo si lo intento.
**
Valores al uso
Iba a la escuela y me gustaba el lugar,
hierba y sombras de hojita de acacia como encaje.
Se discutía sobre la escritura. Decían: “Creamos
valores en el proceso de vivir, es inútil esperar
su progreso histórico”. Sé abstracto
y desearás haber sido concreto; es un hecho.
¿Qué estudiaba yo? Valores al uso,
“juzgados en su propio terreno”. ¿Soy aún oscura?
De improviso, un estudiante dijo al pasar a mi lado:
“‘Relevante’ y ‘plausible’ eran palabras que yo entiendo”.
Una afirmación grata, anónimo amigo.
Ciertamente, los medios no deben frustrar el fin.
Poesía completa, traducida por Olivia de Miguel. Lumen (Random House Mondadori, España, 2010).
(Missouri, EE.UU., 1887-New York, id., 1972)
Puedo, podría, debo
Si me dices por qué el pantano
parece infranqueable, entonces te
diré por qué pienso que
puedo atravesarlo si lo intento.
**
Valores al uso
Iba a la escuela y me gustaba el lugar,
hierba y sombras de hojita de acacia como encaje.
Se discutía sobre la escritura. Decían: “Creamos
valores en el proceso de vivir, es inútil esperar
su progreso histórico”. Sé abstracto
y desearás haber sido concreto; es un hecho.
¿Qué estudiaba yo? Valores al uso,
“juzgados en su propio terreno”. ¿Soy aún oscura?
De improviso, un estudiante dijo al pasar a mi lado:
“‘Relevante’ y ‘plausible’ eran palabras que yo entiendo”.
Una afirmación grata, anónimo amigo.
Ciertamente, los medios no deben frustrar el fin.
Poesía completa, traducida por Olivia de Miguel. Lumen (Random House Mondadori, España, 2010).
viernes, 16 de noviembre de 2018
Su memoria procuran decir
MARIA ELENA WALSH
(Ramos Mejía, Buenos Aires, 1930-Buenos Aires, 2011)
El juglar
Que suene la flauta,
que ruede la danza
y vuelvan los días
de Maricastaña.
Yo soy Juan Derramasoles,
juglar de España.
Traigo un oso amaestrado
y un gorro de cascabel
donde sonar la moneda
que me dé Vuestra Merced.
Pobre soy, lo perdí todo
menos el hambre y la sed.
Yo canto lo que sucede
y lo que no puede ser:
hazañas de por ahora,
leyendas de por ayer.
Yo soy aprendiz de río,
voy de entonces a después.
A mi antigua primavera
ya me vuelvo, ya me voy.
He cantado para siempre,
la esperanza me mandó.
Quien me busque por el tiempo
me hallará en el ruiseñor.
***
LA RATITA OFELIA
(fragmento)
... la ratita ofelia,
con su cola fina,
amaneció muerta en la piscina...
... una rana loca
que está de visita
dice: ¡pobrecita! pobrecita!...
... allá se va muerta,
con su gran pollera
hecha de hojas de la primavera ...
***
Las estatuas
Cuando llueve me dan no sé qué
las estatuas.
Nunca pueden salir en pareja
con paraguas,
y se quedan como en penitencia,
solitarias.
Señalando la fatalidad
en las plazas,
miran serias pasar cochecitos
y mucamas.
No se ríen porque no tuvieron
nunca infancia.
Marionetas
grandes, quietas,
con ellas no juega nadie.
Pero si una sombra mala
para siempre las borrase,
qué dolor caería
sobre Buenos Aires.
Cuando llueve y me voy a dormir
las estatuas
velan pálidas hasta que llegue
la mañana,
y del sueño de los pajaritos
son guardianas.
Su memoria procuran decir
sin palabras
y nos piden la poca limosna
de mirarlas
cuando quieren contarnos un cuento
de la Patria.
***
Ahora
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
***
Según las entrevistas de entonces, Walsh concibió a Doña Disparate como la encarnación paródica del sentido común, mientras que Bambuco es la "personificación de la infancia". Pero, más profundamente, ambas representan las dos personalidades de Walsh: la rigurosa, romántica y un poco demasiado retórica de Otoño imperdonable , y la niña, popular, y un poco demasiado fresca de Tutú Marambá. Las dos salen a batirse a duelo, nunca se vencen la una a la otra y siempre renacen en la cada vez más luminosa hoguera del humor, en la valiente ordalía de crear.
Leopoldo Brizuela
(Ramos Mejía, Buenos Aires, 1930-Buenos Aires, 2011)
El juglar
Que suene la flauta,
que ruede la danza
y vuelvan los días
de Maricastaña.
Yo soy Juan Derramasoles,
juglar de España.
Traigo un oso amaestrado
y un gorro de cascabel
donde sonar la moneda
que me dé Vuestra Merced.
Pobre soy, lo perdí todo
menos el hambre y la sed.
Yo canto lo que sucede
y lo que no puede ser:
hazañas de por ahora,
leyendas de por ayer.
Yo soy aprendiz de río,
voy de entonces a después.
A mi antigua primavera
ya me vuelvo, ya me voy.
He cantado para siempre,
la esperanza me mandó.
Quien me busque por el tiempo
me hallará en el ruiseñor.
***
LA RATITA OFELIA
(fragmento)
... la ratita ofelia,
con su cola fina,
amaneció muerta en la piscina...
... una rana loca
que está de visita
dice: ¡pobrecita! pobrecita!...
... allá se va muerta,
con su gran pollera
hecha de hojas de la primavera ...
***
Las estatuas
Cuando llueve me dan no sé qué
las estatuas.
Nunca pueden salir en pareja
con paraguas,
y se quedan como en penitencia,
solitarias.
Señalando la fatalidad
en las plazas,
miran serias pasar cochecitos
y mucamas.
No se ríen porque no tuvieron
nunca infancia.
Marionetas
grandes, quietas,
con ellas no juega nadie.
Pero si una sombra mala
para siempre las borrase,
qué dolor caería
sobre Buenos Aires.
Cuando llueve y me voy a dormir
las estatuas
velan pálidas hasta que llegue
la mañana,
y del sueño de los pajaritos
son guardianas.
Su memoria procuran decir
sin palabras
y nos piden la poca limosna
de mirarlas
cuando quieren contarnos un cuento
de la Patria.
***
Ahora
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
***
Según las entrevistas de entonces, Walsh concibió a Doña Disparate como la encarnación paródica del sentido común, mientras que Bambuco es la "personificación de la infancia". Pero, más profundamente, ambas representan las dos personalidades de Walsh: la rigurosa, romántica y un poco demasiado retórica de Otoño imperdonable , y la niña, popular, y un poco demasiado fresca de Tutú Marambá. Las dos salen a batirse a duelo, nunca se vencen la una a la otra y siempre renacen en la cada vez más luminosa hoguera del humor, en la valiente ordalía de crear.
Leopoldo Brizuela
jueves, 15 de noviembre de 2018
No me importaba lo que decían las palabras
Dylan Thomas
(Swansea, Gales, 1914-Nueva York, EE.UU., 1953)
Manifiesto poético
Usted quiere saber por qué y cómo empecé a escribir poesía y qué poetas o tipo de poesía me emocionaron e influyeron en mí. Para responder a la primera parte de esta pregunta diría que en primer lugar quería escribir poesía porque me había enamorado de las palabras. Los primeros poemas que conocí fueron canciones infantiles, y antes de poder leerlas, me había enamorado de sus palabras, sólo de sus palabras. Lo que las palabras representaban, simbolizaban o querían decir tenían una importancia muy secundaria: lo que importaba era su sonido cuando las oía por primera vez en los labios de remota e incomprensible gente grande que, por alguna razón, vivía en mi mundo. Y para mí esas palabras eran como pueden ser para un sordo de nacimiento que ha recuperado milagrosamente el oído: los tañidos de las campanas, los sonidos de instrumentos musicales, los rumores del viento, el mar y la lluvia, el ruido de los carros de lechero, los golpes de los cascos sobre el empedrado, el jugueteo de las ramas contra el vidrio de una ventana. No me importaba lo que decían las palabras, ni tampoco lo que le sucediera a Jack, a Jill, a la Madre Oca y a todos los demás; me importaban las formas sonoras que sus nombres y las palabras que describían sus acciones creaba en mis oídos; me importaban los colores que las palabras arrojaban a mis ojos. Me doy cuenta de que quizás, mientras repienso todo aquello, estoy idealizando mis reacciones ante las simples y hermosas palabras de esos poemas puros, pero eso es todo lo que honestamente puedo recordar, aunque el tiempo haya podido falsear mi memoria.
Me enamoré inmediatamente -ésta es la única expresión que se me ocurre-, y todavía estoy a merced de las palabras, aunque ahora a veces, porque conozco muy bien algo de su conducta, creo que puedo influir levemente en ellas, y hasta he aprendido a dominarlas de vez en cuando, lo que parece gustarles. Inmediatamente empecé a trastabillar detrás de las palabras. Y cuando yo mismo empecé a leer los poemas infantiles. y, más tarde, otros versos y baladas, supe que había descubierto las cosas más importantes que podían existir para mí. Allí estaban, aparentemente inertes, hechas sólo de blanco y negro, pero de ellas, de su propio ser, surgían el amor, el terror, la piedad, el dolor, la admiración y todas todas las demás abstracciones imprecisas que tornan peligrosas, grandes y soportables nuestras vidas efímeras.
De ellas surgían los transportes, gruñidos, hipos y carcajadas de la diversión corriente de la tierra; y aunque a menudo lo que las palabras significaban era deliciosamente divertido por sí mismo, en aquella época casi olvidada me parecían mucho más divertidos la forma, el matiz, el tamaño y el ruido de las palabras a medida que tarareaban, desafinaban, bailoteaban y galopaban. Era la época de la inocencia; las palabras estallaban sobre mí, despojadas de asociaciones triviales o portentosas; las palabras eran su propio ímpetu, frescas como el rocío del Paraíso, tales como aparecían en el aire. Hacían sus propias asociaciones originales a medida que surgían y brillaban. Las palabras “Cabalga en un caballito de madera hasta Banbury Cross” (Ride a cock hurse to Banbury Cross), aunque entonces no sabía que era un caballito de madera ni me importaba un bledo donde pudiera estar Banbury Cross, eran tan obsesionantes como lo fueron más tarde líneas como las de John Donne: “Ve a recoger una estrella errante. Fecunda una raíz de mandrágora” (Go and catch a falling star. Get with child a mandrake root), que tampoco entendí cuando leí por primera vez. Y a medida que leía más y más, y de ninguna manera eran sólo versos, mi amor por la verdadera vida de las palabras aumentó hasta que supe que debía vivir con ellas y en ellas siempre. Sabía, en verdad, que debía ser un escritor de palabras y nada más.
Lo primero era sentir y conocer sus sonidos y sustancia; qué haría con esas palabras, cómo iba a usarlas, qué diría a través de ellas, surgiría más tarde. Sabía que tenía que conocerlas mas íntimamente en todas sus formas y maneras, sus altibajos, partes y cambios, sus necesidades y exigencias. (Temo que estoy empezando a hablar vagamente. No me gusta escribir sobre las palabras, porque entonces uso palabras malas, equivocadas, anticuadas y fofas. Me gusta tratar las palabras como el artesano trata la madera, la piedra o lo que sea, tallarlas, labrarlas, moldearlas, cepillarlas y pulirlas para convertirlas en diseño, secuencias, esculturas, fugas de sonido que expresen algún impulso lírico, alguna duda o convicción espiritual, alguna verdad vagamente entrevista que tenga que alcanzar y comprender).
Cuando era muy niño y empezaba a ir a la escuela, en el estudio de mi padre, ante deberes que nunca hacía, empecé a diferenciar una clase de escritura de otra, una clase de bondad, una clase de maldad. Mi primera y mayor libertad fue la de poder leer de todo y cualquier cosa que quisiera.
Leía indiscriminadamente, todo ojos. No había soñado que en el mundo encerrado dentro de las tapas de los libros pudiesen ocurrir cosas semejantes y también tanta charlatanería, tales tormentas de arena y tales ráfagas heladas de palabras, tales latigazos a la charlatanería, una paz tan tambaleante, una risa tan enorme, tantas y tan brillantes luces enceguecedoras que se abrían paso a través de los sentidos recién despiertos y se diseminaban por todas las páginas en un millón de añicos y pedazos que eran todos palabras, palabras, palabras, cada una de las cuales estaba viva para siempre en su propia delicia, gloria, rareza y luz. (Debo tratar de que estas notas supuestamente útiles no sean tan confusas como mis poemas). Escribí infinitas imitaciones, aunque no las consideraba imitaciones sino más bien cosas maravillosamente originales, como huevos puestos por tigres. Eran imitaciones de lo que estuviera leyendo en ese momento: Sir Thomas Browne, de Quincey, Henry Newbolt, las Baladas, Blake, la Baronesa Orczy, Marlowe, Chums, los imaginistas, la Biblia, Poe, Keats, Lawrence, los Anónimos y Shakespeare. Como ve, un conjunto variado y que recuerdo al azar. Mi mano inexperta ensayó todas las formas poéticas.
¿Cómo podía aprender los trucos del oficio sin practicarlos yo mismo? No me interesa de dónde se extraen las imágenes de un poema; si se quieren se pueden sacar del océano más recóndito del yo oculto; pero antes de llegar al papel deben atravesar todos los procesos racionales del intelecto.
Los surrealistas, por otra parte, escriben sus palabras sobre el papel exactamente como emergen del caos; no las estructuran ni las ordenan; para ellos el caos es la estructura y el orden. Esto me parece excesivamente presuntuoso; los surrealistas se imaginan que cualquier cosa que rastrean en sus inconscientes y pongan en palabras o en colores debe ser, esencialmente, de algún interés o valor. Yo lo niego. Una de las artes del poeta es la de tornar comprensible y articular lo que puede emerger de fuentes inconscientes; uno de los usos mayores y más importantes del intelecto es el de seleccionar de entre la masa amorfa de imágenes inconscientes aquellas que mejor favorezcan su finalidad imaginativa, que es escribir el mejor poema posible.
***
De Revista New Verse, en 1934, como respuesta a la pregunta “¿Has sido influido por Freud y cómo lo consideras?”, Thomas responde:
Sí. Aquello que está oculto debería ser desnudado. La poesía, registrando el desvestirse de la oscuridad individual, debe, inevitablemente, echar luz sobre aquello que ha sido escondido por mucho tiempo, y, al hacerlo, debe volver
clara la revelación desnuda. Freud arrojó luz sobre un poco de la oscuridad que reveló. Aprovechando el espectáculo de la luz y el conocimiento de la oscuridad oculta, la poesía debe internarse más en la clara desnudez de la luz aún más
que en las causas ocultas que Freud descubrió.
(Jackman, 1989, p. 103)
Fuente: sagarevistadeletras.com.ar
Versiones sin datos
(Swansea, Gales, 1914-Nueva York, EE.UU., 1953)
Manifiesto poético
Usted quiere saber por qué y cómo empecé a escribir poesía y qué poetas o tipo de poesía me emocionaron e influyeron en mí. Para responder a la primera parte de esta pregunta diría que en primer lugar quería escribir poesía porque me había enamorado de las palabras. Los primeros poemas que conocí fueron canciones infantiles, y antes de poder leerlas, me había enamorado de sus palabras, sólo de sus palabras. Lo que las palabras representaban, simbolizaban o querían decir tenían una importancia muy secundaria: lo que importaba era su sonido cuando las oía por primera vez en los labios de remota e incomprensible gente grande que, por alguna razón, vivía en mi mundo. Y para mí esas palabras eran como pueden ser para un sordo de nacimiento que ha recuperado milagrosamente el oído: los tañidos de las campanas, los sonidos de instrumentos musicales, los rumores del viento, el mar y la lluvia, el ruido de los carros de lechero, los golpes de los cascos sobre el empedrado, el jugueteo de las ramas contra el vidrio de una ventana. No me importaba lo que decían las palabras, ni tampoco lo que le sucediera a Jack, a Jill, a la Madre Oca y a todos los demás; me importaban las formas sonoras que sus nombres y las palabras que describían sus acciones creaba en mis oídos; me importaban los colores que las palabras arrojaban a mis ojos. Me doy cuenta de que quizás, mientras repienso todo aquello, estoy idealizando mis reacciones ante las simples y hermosas palabras de esos poemas puros, pero eso es todo lo que honestamente puedo recordar, aunque el tiempo haya podido falsear mi memoria.
Me enamoré inmediatamente -ésta es la única expresión que se me ocurre-, y todavía estoy a merced de las palabras, aunque ahora a veces, porque conozco muy bien algo de su conducta, creo que puedo influir levemente en ellas, y hasta he aprendido a dominarlas de vez en cuando, lo que parece gustarles. Inmediatamente empecé a trastabillar detrás de las palabras. Y cuando yo mismo empecé a leer los poemas infantiles. y, más tarde, otros versos y baladas, supe que había descubierto las cosas más importantes que podían existir para mí. Allí estaban, aparentemente inertes, hechas sólo de blanco y negro, pero de ellas, de su propio ser, surgían el amor, el terror, la piedad, el dolor, la admiración y todas todas las demás abstracciones imprecisas que tornan peligrosas, grandes y soportables nuestras vidas efímeras.
De ellas surgían los transportes, gruñidos, hipos y carcajadas de la diversión corriente de la tierra; y aunque a menudo lo que las palabras significaban era deliciosamente divertido por sí mismo, en aquella época casi olvidada me parecían mucho más divertidos la forma, el matiz, el tamaño y el ruido de las palabras a medida que tarareaban, desafinaban, bailoteaban y galopaban. Era la época de la inocencia; las palabras estallaban sobre mí, despojadas de asociaciones triviales o portentosas; las palabras eran su propio ímpetu, frescas como el rocío del Paraíso, tales como aparecían en el aire. Hacían sus propias asociaciones originales a medida que surgían y brillaban. Las palabras “Cabalga en un caballito de madera hasta Banbury Cross” (Ride a cock hurse to Banbury Cross), aunque entonces no sabía que era un caballito de madera ni me importaba un bledo donde pudiera estar Banbury Cross, eran tan obsesionantes como lo fueron más tarde líneas como las de John Donne: “Ve a recoger una estrella errante. Fecunda una raíz de mandrágora” (Go and catch a falling star. Get with child a mandrake root), que tampoco entendí cuando leí por primera vez. Y a medida que leía más y más, y de ninguna manera eran sólo versos, mi amor por la verdadera vida de las palabras aumentó hasta que supe que debía vivir con ellas y en ellas siempre. Sabía, en verdad, que debía ser un escritor de palabras y nada más.
Lo primero era sentir y conocer sus sonidos y sustancia; qué haría con esas palabras, cómo iba a usarlas, qué diría a través de ellas, surgiría más tarde. Sabía que tenía que conocerlas mas íntimamente en todas sus formas y maneras, sus altibajos, partes y cambios, sus necesidades y exigencias. (Temo que estoy empezando a hablar vagamente. No me gusta escribir sobre las palabras, porque entonces uso palabras malas, equivocadas, anticuadas y fofas. Me gusta tratar las palabras como el artesano trata la madera, la piedra o lo que sea, tallarlas, labrarlas, moldearlas, cepillarlas y pulirlas para convertirlas en diseño, secuencias, esculturas, fugas de sonido que expresen algún impulso lírico, alguna duda o convicción espiritual, alguna verdad vagamente entrevista que tenga que alcanzar y comprender).
Cuando era muy niño y empezaba a ir a la escuela, en el estudio de mi padre, ante deberes que nunca hacía, empecé a diferenciar una clase de escritura de otra, una clase de bondad, una clase de maldad. Mi primera y mayor libertad fue la de poder leer de todo y cualquier cosa que quisiera.
Leía indiscriminadamente, todo ojos. No había soñado que en el mundo encerrado dentro de las tapas de los libros pudiesen ocurrir cosas semejantes y también tanta charlatanería, tales tormentas de arena y tales ráfagas heladas de palabras, tales latigazos a la charlatanería, una paz tan tambaleante, una risa tan enorme, tantas y tan brillantes luces enceguecedoras que se abrían paso a través de los sentidos recién despiertos y se diseminaban por todas las páginas en un millón de añicos y pedazos que eran todos palabras, palabras, palabras, cada una de las cuales estaba viva para siempre en su propia delicia, gloria, rareza y luz. (Debo tratar de que estas notas supuestamente útiles no sean tan confusas como mis poemas). Escribí infinitas imitaciones, aunque no las consideraba imitaciones sino más bien cosas maravillosamente originales, como huevos puestos por tigres. Eran imitaciones de lo que estuviera leyendo en ese momento: Sir Thomas Browne, de Quincey, Henry Newbolt, las Baladas, Blake, la Baronesa Orczy, Marlowe, Chums, los imaginistas, la Biblia, Poe, Keats, Lawrence, los Anónimos y Shakespeare. Como ve, un conjunto variado y que recuerdo al azar. Mi mano inexperta ensayó todas las formas poéticas.
¿Cómo podía aprender los trucos del oficio sin practicarlos yo mismo? No me interesa de dónde se extraen las imágenes de un poema; si se quieren se pueden sacar del océano más recóndito del yo oculto; pero antes de llegar al papel deben atravesar todos los procesos racionales del intelecto.
Los surrealistas, por otra parte, escriben sus palabras sobre el papel exactamente como emergen del caos; no las estructuran ni las ordenan; para ellos el caos es la estructura y el orden. Esto me parece excesivamente presuntuoso; los surrealistas se imaginan que cualquier cosa que rastrean en sus inconscientes y pongan en palabras o en colores debe ser, esencialmente, de algún interés o valor. Yo lo niego. Una de las artes del poeta es la de tornar comprensible y articular lo que puede emerger de fuentes inconscientes; uno de los usos mayores y más importantes del intelecto es el de seleccionar de entre la masa amorfa de imágenes inconscientes aquellas que mejor favorezcan su finalidad imaginativa, que es escribir el mejor poema posible.
***
De Revista New Verse, en 1934, como respuesta a la pregunta “¿Has sido influido por Freud y cómo lo consideras?”, Thomas responde:
Sí. Aquello que está oculto debería ser desnudado. La poesía, registrando el desvestirse de la oscuridad individual, debe, inevitablemente, echar luz sobre aquello que ha sido escondido por mucho tiempo, y, al hacerlo, debe volver
clara la revelación desnuda. Freud arrojó luz sobre un poco de la oscuridad que reveló. Aprovechando el espectáculo de la luz y el conocimiento de la oscuridad oculta, la poesía debe internarse más en la clara desnudez de la luz aún más
que en las causas ocultas que Freud descubrió.
(Jackman, 1989, p. 103)
Fuente: sagarevistadeletras.com.ar
Versiones sin datos
miércoles, 14 de noviembre de 2018
Así que cité a Proust
Richard Gwyn
(Sur de Gales, Reino Unido, 1956)
Traducción
Todas tus historias son sobre ti mismo, dijo ella, incluso cuando parecen ser sobre otra gente. No iba a negarlo, ni a darle el gusto de tener razón. Así que cité a Proust, quien dijo que los escritores no inventan libros; los encuentran en sí mismos y los traducen. Eso pareció resolver el problema y ella se quedó callada. Hundí mis dedos en un bol de agua perfumada y empecé con el arroz. Un dejo a arcilla y a hojas y a metal me tomó por sorpresa. ¿Qué hay en el arroz?, le pregunté. ¿Caldo de hongos? ¿Cartuchos de escopeta? ¿Lombriz? No, dijo, mirando a través de la luz de la vela, las historias que todavía no has escrito están en el arroz. Debes estar paladeándolas.
**
EL POETA EN SAMOS
Éstas son las cosas que dejaste atrás:
un boleto viejo de bus para un lugar con nombre ilegible,
un montón de archivos gubernamentales de distintos regímenes,
una pila de rocas, un ejemplar de Cavafis, muy usado.
No sé cuántas veces comiste aquí,
al lado de la ventana que da al mar. No sé
si el postigo te mantuvo despierto a la noche
cuando golpeaba ignorado contra la pared, o si,
como dijiste, fue una especie de consuelo.
Leyendo Paréntesis vuelvo a ver de qué manera
el mundo se convirtió en un apéndice de tus poemas,
tus poemas en un apéndice del mundo.
Éstas son las cosas que inventaste, aun
cuando, a su vez, te inventaron a ti. Nada era inanimado.
Convertiste cada movimiento de la cabeza,
cada hoja caída o bicicleta en fragmento de un relato.
Nos dijiste que estabas escondido detrás de cosas sencillas
y que si no podíamos hallarte, en vez de a ti hallaríamos
las cosas.
Traducciones de Jorge Fondebrider
Imagen: Richard Gwyn, en Gaiman, Chubut, en la casa de té homónima, agosto, 2013.
(Sur de Gales, Reino Unido, 1956)
Traducción
Todas tus historias son sobre ti mismo, dijo ella, incluso cuando parecen ser sobre otra gente. No iba a negarlo, ni a darle el gusto de tener razón. Así que cité a Proust, quien dijo que los escritores no inventan libros; los encuentran en sí mismos y los traducen. Eso pareció resolver el problema y ella se quedó callada. Hundí mis dedos en un bol de agua perfumada y empecé con el arroz. Un dejo a arcilla y a hojas y a metal me tomó por sorpresa. ¿Qué hay en el arroz?, le pregunté. ¿Caldo de hongos? ¿Cartuchos de escopeta? ¿Lombriz? No, dijo, mirando a través de la luz de la vela, las historias que todavía no has escrito están en el arroz. Debes estar paladeándolas.
**
EL POETA EN SAMOS
Éstas son las cosas que dejaste atrás:
un boleto viejo de bus para un lugar con nombre ilegible,
un montón de archivos gubernamentales de distintos regímenes,
una pila de rocas, un ejemplar de Cavafis, muy usado.
No sé cuántas veces comiste aquí,
al lado de la ventana que da al mar. No sé
si el postigo te mantuvo despierto a la noche
cuando golpeaba ignorado contra la pared, o si,
como dijiste, fue una especie de consuelo.
Leyendo Paréntesis vuelvo a ver de qué manera
el mundo se convirtió en un apéndice de tus poemas,
tus poemas en un apéndice del mundo.
Éstas son las cosas que inventaste, aun
cuando, a su vez, te inventaron a ti. Nada era inanimado.
Convertiste cada movimiento de la cabeza,
cada hoja caída o bicicleta en fragmento de un relato.
Nos dijiste que estabas escondido detrás de cosas sencillas
y que si no podíamos hallarte, en vez de a ti hallaríamos
las cosas.
Traducciones de Jorge Fondebrider
Imagen: Richard Gwyn, en Gaiman, Chubut, en la casa de té homónima, agosto, 2013.
lunes, 12 de noviembre de 2018
En el silencio ¿no hay dicha?
Lord Byron
(Londres; Inglaterra, 1788 - Mesolongi, Grecia; 1824)
Al cumplir mis 36 años
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá.
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
**
On this Day I Complete my Thirty-Sixth Year
'TIS time the heart should be unmoved,
Since others it hath ceased to move:
Yet, though I cannot be beloved,
Still let me love!
My days are in the yellow leaf;
The flowers and fruits of love are gone;
The worm, the canker, and the grief
Are mine alone!
The fire that on my bosom preys
Is lone as some volcanic isle;
No torch is kindled at its blaze--
A funeral pile.
The hope, the fear, the jealous care,
The exalted portion of the pain
And power of love, I cannot share,
But wear the chain.
But 'tis not thus--and 'tis not here--
Such thoughts should shake my soul nor now,
Where glory decks the hero's bier,
Or binds his brow.
The sword, the banner, and the field,
Glory and Greece, around me see!
The Spartan, borne upon his shield,
Was not more free.
Awake! (not Greece--she is awake!)
Awake, my spirit! Think through whom
Thy life-blood tracks its parent lake,
And then strike home!
Tread those reviving passions down,
Unworthy manhood!--unto thee
Indifferent should the smile or frown
Of beauty be.
If thou regrett'st thy youth, why live?
The land of honourable death
Is here:--up to the field, and give
Away thy breath!
Seek out--less often sought than found--
A soldier's grave, for thee the best;
Then look around, and choose thy ground,
And take thy rest.
(Londres; Inglaterra, 1788 - Mesolongi, Grecia; 1824)
Al cumplir mis 36 años
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá.
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Versión de Enrique Álvarez Bonilla
**
On this Day I Complete my Thirty-Sixth Year
'TIS time the heart should be unmoved,
Since others it hath ceased to move:
Yet, though I cannot be beloved,
Still let me love!
My days are in the yellow leaf;
The flowers and fruits of love are gone;
The worm, the canker, and the grief
Are mine alone!
The fire that on my bosom preys
Is lone as some volcanic isle;
No torch is kindled at its blaze--
A funeral pile.
The hope, the fear, the jealous care,
The exalted portion of the pain
And power of love, I cannot share,
But wear the chain.
But 'tis not thus--and 'tis not here--
Such thoughts should shake my soul nor now,
Where glory decks the hero's bier,
Or binds his brow.
The sword, the banner, and the field,
Glory and Greece, around me see!
The Spartan, borne upon his shield,
Was not more free.
Awake! (not Greece--she is awake!)
Awake, my spirit! Think through whom
Thy life-blood tracks its parent lake,
And then strike home!
Tread those reviving passions down,
Unworthy manhood!--unto thee
Indifferent should the smile or frown
Of beauty be.
If thou regrett'st thy youth, why live?
The land of honourable death
Is here:--up to the field, and give
Away thy breath!
Seek out--less often sought than found--
A soldier's grave, for thee the best;
Then look around, and choose thy ground,
And take thy rest.
Imagen: El sitio de Missolonghi
En este lugar murió Lord Byron. Historia Ilustrada de la guerra de Independencia griega. 1824. Foto: BRIDGEMAN / INDEX
viernes, 9 de noviembre de 2018
Todas las ideas corcovean
Mónica Sifrim
(Buenos Aires-Argentina, 1958)
De "El canal de la Mancha"
Seis
Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a olvidar. Tampoco los olvidos me sonríen. Una muchacha de cabello rojo trae todas las tardes paquetes del correo. Suena el timbre. Si respondo, la ráfaga se ondula. Si no respondo, su cabellera se consume hasta la coronilla y es cenizas, encomienda, la brasa.
**
Nueve
Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a dormir de sueños dulces. Como si el sueño fuera un lampazo asestado al grumo de la vida. Pero al despertar recordé la ira de los días pasados en algo parecido a una prisión. Ahora los perros corren a las gaviotas en sus playas de piedra. Niñas jugando con sus patinetas hacen surcos sobre el pavimento. Son las cartas de la niña al hielo. Son palotes de niña.
**
Catorce
Nadie se acordará de esta visita. Vine encapuchada, me llevaron de prisa. Corcoveaba el bote que nos trajo desde el continente hasta la isla. Por primera vez me vi desnuda en láminas de cuarzo.Removían mi espíritu las olas y asomaba una punta. Las sirenas se asomaban a ver. Marmaids. Marmaids. No me silben así. Hay un tipo de fiebre que aparece solo cuando cruzo este canal y todas las ideas corcovean.
**
22
Pero ni por asomo
se desprende la huella
dactilar.
Los pecados del viento
son pecados menores.
La huella es una flor desmenuzada
que jamás comparece.
Grano.
Polen
Pedacito de pétalo
creyendo
que lo bueno
era el bien.
(De Un barco propio, Cienvolando, 2018)
(Buenos Aires-Argentina, 1958)
De "El canal de la Mancha"
Seis
Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a olvidar. Tampoco los olvidos me sonríen. Una muchacha de cabello rojo trae todas las tardes paquetes del correo. Suena el timbre. Si respondo, la ráfaga se ondula. Si no respondo, su cabellera se consume hasta la coronilla y es cenizas, encomienda, la brasa.
**
Nueve
Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a dormir de sueños dulces. Como si el sueño fuera un lampazo asestado al grumo de la vida. Pero al despertar recordé la ira de los días pasados en algo parecido a una prisión. Ahora los perros corren a las gaviotas en sus playas de piedra. Niñas jugando con sus patinetas hacen surcos sobre el pavimento. Son las cartas de la niña al hielo. Son palotes de niña.
**
Catorce
Nadie se acordará de esta visita. Vine encapuchada, me llevaron de prisa. Corcoveaba el bote que nos trajo desde el continente hasta la isla. Por primera vez me vi desnuda en láminas de cuarzo.Removían mi espíritu las olas y asomaba una punta. Las sirenas se asomaban a ver. Marmaids. Marmaids. No me silben así. Hay un tipo de fiebre que aparece solo cuando cruzo este canal y todas las ideas corcovean.
**
22
Pero ni por asomo
se desprende la huella
dactilar.
Los pecados del viento
son pecados menores.
La huella es una flor desmenuzada
que jamás comparece.
Grano.
Polen
Pedacito de pétalo
creyendo
que lo bueno
era el bien.
(De Un barco propio, Cienvolando, 2018)
jueves, 8 de noviembre de 2018
Cuando un poeta canta estamos en sus manos
Friedrich Novalis
(Alemania, 1772-1801)
De Gérmenes o Fragmentos
El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros.
No sólo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa.
Pensar es un movimiento muscular.
El lenguaje significa para la filosofía lo mismo que para la música o para la pintura: de ninguna manera es el medio adecuado de la representación.
La vida es una enfermedad del espíritu, una acción apasionada.
El espacio traspasa al tiempo como el cuerpo al alma.
Tiempo es espacio interior. – Espacio es tiempo exterior.
Morir es una actitud genuinamente filosófica.
Versión de J. Gebser
**
De HIMNOS A LA NOCHE
¿Debe retornar siempre la mañana?…
¿Debe retornar siempre la mañana? ¿No tiene fin la fuerza terrestre? Desventurada agitación consume la llegada celeste de la noche. ¿No arderá eternamente la víctima secreta del amor? Medido fue el tiempo a la luz, pero el dominio de la noche no tiene espacio ni tiempo. -Eterna es la duración del reposo, santo reposo-siempre agrada al consagrado de la noche en este día de trabajo terreno. Solamente los torpes te desconocen y no saben de ningún sueño como el de las sombras, el que en aquel crepúsculo de la noche verdadera compasivamente nos envías. No te sienten en el raudal dorado de las uvas -ni en el aceite milagroso del almendro, ni en el jugo marrón de la amapola. No saben que eres quien mueve el pecho suave de la doncella y vuelve cielo al regazo- entras libremente abriendo el cielo de antiguas historias y traes la llave a las habitaciones de los bienaventurados, mensajero callado de infinitos misterios.
**
5
Sobre el extenso linaje humano…
(Fragmento)
Sobre el extenso linaje humano dominaba en otros tiempos un destino férreo con silencioso poder. Un lazo fuerte y oscuro circundaba su alma recelosa. -Infinita era la tierra- residencia de los dioses y patria suya. Desde la eternidad se levantaba su edificio secreto. Sobre la montañas rojas de la mañana, en el seno sagrado del mar habitaba el sol, la vivida luz que todo lo enciende. Un viejo gigante transportaba al mundo venturoso. Bajo las montañas yacían los hijos prístinos de la madre tierra. Impotentes en su furia destructora contra la nueva y magnífica estirpe divina y contra sus familiares, los hombres felices. La profundidad verde y oscura del mar era el regazo de una diosa. En las grutas de cristal holgaba un pueblo opulento. Ríos, árboles, flores y animales tenían sentidos humanos. El vino sabía dulce, escanciado por la juventud plena -un dios en las uvas-una diosa amante y maternal crecía henchida de gavillas doradas- la santa embriaguez del amor servía a la hermosísima esposa divina -una fiesta perdurable y colorida embriagaba la vida de los niños celestes y de los habitantes terrenales como una primavera a través de los siglos-. Todas las especies honraban con sencillez la llama suave y múltiple como lo más elevado del mundo. Sólo había un pensamiento, una pavorosa imagen soñada,
que horrible entró a las mesas alegres y cubrió el ánimo de espanto salvaje.
Los mismos dioses no sabían palabra alguna que consolara el pecho angustiado, era secreto el sendero de esa hostilidad, ni súplica ni ofrenda sosegaban ese furor; era la muerte que interrumpía el placer y la orgía con miedo y con dolor y con lágrimas.
Separado eternamente de todo lo que incita el corazón con voluptuosidad,
separado de los amados que en este mundo
se mueven por el dolor largo y un anhelo vano,
apareció el sueño abatido que el muerto conoce,
desmayada lucha sólo impuesta a él. Quebrado estaba el arco del gozo en la roca del disgusto infinito.
Con espíritu audaz y ardor sensible el hombre embelleció su horripilante máscara- Un suave joven apaga la luz y reposa-suave es el fin como un soplo en el arpa.
El recuerdo se derrite en el fresco río de sombras,
así cantaba la canción a la triste necesidad.
Indescifrable fue la noche eterna, signo grave de una fuerza remota.
En el fin se inclinó el mundo viejo. Se marchitó el jardín de delicias de la estirpe joven -hacia el espacio desierto y frío avanzaban hombres precoces y crecientes. Los dioses desaparecieron con su cortejo-La naturaleza quedó solitaria y sin vida. Con una cadena de hierro se ciñó el número árido y la medida estricta. La inconmensurable flor de la vida se desbarató en oscuras palabras como en polvo y en aire.
**
Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.
El camino misterioso va hacia el interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro.
Todo objeto amado es el centro de un paraíso
Cuando veas un gigante, examina antes la posición del Sol; no vaya a ser la sombra de un pigmeo
Lo que ahora no alcanza la perfección, la alcanzará en un intento posterior o reiterado; nada de lo que abrazó la historia es pasajero, y a través de transformaciones innumerables renace de nuevo en formas siempre más ricas.
Es tocar el cielo, poner el dedo sobre un cuerpo humano.
Versiones sin datos
(Alemania, 1772-1801)
De Gérmenes o Fragmentos
El mundo es la suma del pasado y de lo que se desprendió de nosotros.
No sólo la facultad de reflexión funda la teoría. Pensar, sentir y contemplar hacen una sola cosa.
Pensar es un movimiento muscular.
El lenguaje significa para la filosofía lo mismo que para la música o para la pintura: de ninguna manera es el medio adecuado de la representación.
La vida es una enfermedad del espíritu, una acción apasionada.
El espacio traspasa al tiempo como el cuerpo al alma.
Tiempo es espacio interior. – Espacio es tiempo exterior.
Morir es una actitud genuinamente filosófica.
Versión de J. Gebser
**
De HIMNOS A LA NOCHE
¿Debe retornar siempre la mañana?…
¿Debe retornar siempre la mañana? ¿No tiene fin la fuerza terrestre? Desventurada agitación consume la llegada celeste de la noche. ¿No arderá eternamente la víctima secreta del amor? Medido fue el tiempo a la luz, pero el dominio de la noche no tiene espacio ni tiempo. -Eterna es la duración del reposo, santo reposo-siempre agrada al consagrado de la noche en este día de trabajo terreno. Solamente los torpes te desconocen y no saben de ningún sueño como el de las sombras, el que en aquel crepúsculo de la noche verdadera compasivamente nos envías. No te sienten en el raudal dorado de las uvas -ni en el aceite milagroso del almendro, ni en el jugo marrón de la amapola. No saben que eres quien mueve el pecho suave de la doncella y vuelve cielo al regazo- entras libremente abriendo el cielo de antiguas historias y traes la llave a las habitaciones de los bienaventurados, mensajero callado de infinitos misterios.
**
5
Sobre el extenso linaje humano…
(Fragmento)
Sobre el extenso linaje humano dominaba en otros tiempos un destino férreo con silencioso poder. Un lazo fuerte y oscuro circundaba su alma recelosa. -Infinita era la tierra- residencia de los dioses y patria suya. Desde la eternidad se levantaba su edificio secreto. Sobre la montañas rojas de la mañana, en el seno sagrado del mar habitaba el sol, la vivida luz que todo lo enciende. Un viejo gigante transportaba al mundo venturoso. Bajo las montañas yacían los hijos prístinos de la madre tierra. Impotentes en su furia destructora contra la nueva y magnífica estirpe divina y contra sus familiares, los hombres felices. La profundidad verde y oscura del mar era el regazo de una diosa. En las grutas de cristal holgaba un pueblo opulento. Ríos, árboles, flores y animales tenían sentidos humanos. El vino sabía dulce, escanciado por la juventud plena -un dios en las uvas-una diosa amante y maternal crecía henchida de gavillas doradas- la santa embriaguez del amor servía a la hermosísima esposa divina -una fiesta perdurable y colorida embriagaba la vida de los niños celestes y de los habitantes terrenales como una primavera a través de los siglos-. Todas las especies honraban con sencillez la llama suave y múltiple como lo más elevado del mundo. Sólo había un pensamiento, una pavorosa imagen soñada,
que horrible entró a las mesas alegres y cubrió el ánimo de espanto salvaje.
Los mismos dioses no sabían palabra alguna que consolara el pecho angustiado, era secreto el sendero de esa hostilidad, ni súplica ni ofrenda sosegaban ese furor; era la muerte que interrumpía el placer y la orgía con miedo y con dolor y con lágrimas.
Separado eternamente de todo lo que incita el corazón con voluptuosidad,
separado de los amados que en este mundo
se mueven por el dolor largo y un anhelo vano,
apareció el sueño abatido que el muerto conoce,
desmayada lucha sólo impuesta a él. Quebrado estaba el arco del gozo en la roca del disgusto infinito.
Con espíritu audaz y ardor sensible el hombre embelleció su horripilante máscara- Un suave joven apaga la luz y reposa-suave es el fin como un soplo en el arpa.
El recuerdo se derrite en el fresco río de sombras,
así cantaba la canción a la triste necesidad.
Indescifrable fue la noche eterna, signo grave de una fuerza remota.
En el fin se inclinó el mundo viejo. Se marchitó el jardín de delicias de la estirpe joven -hacia el espacio desierto y frío avanzaban hombres precoces y crecientes. Los dioses desaparecieron con su cortejo-La naturaleza quedó solitaria y sin vida. Con una cadena de hierro se ciñó el número árido y la medida estricta. La inconmensurable flor de la vida se desbarató en oscuras palabras como en polvo y en aire.
**
Cuando un poeta canta estamos en sus manos: él es el que sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos.
El camino misterioso va hacia el interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro.
Todo objeto amado es el centro de un paraíso
Cuando veas un gigante, examina antes la posición del Sol; no vaya a ser la sombra de un pigmeo
Lo que ahora no alcanza la perfección, la alcanzará en un intento posterior o reiterado; nada de lo que abrazó la historia es pasajero, y a través de transformaciones innumerables renace de nuevo en formas siempre más ricas.
Es tocar el cielo, poner el dedo sobre un cuerpo humano.
Versiones sin datos
miércoles, 7 de noviembre de 2018
E d’esta linda arte se dizen maestros
Juan Alfonso de Baena
(Córdoba, España, 1406-1454)
El Cancionero de Juan Alfonso de Baena
Composiciones de los poetas que vivieron y escribieron durante los reinados de Enrique II (1369-1379), Juan I(1379-1390), Enrique III (1390-1406) y las primeras décadas de Juan II (1406-1454)
Prologus Baenensis
“Según que disponen y determinantemente afirman los filósofos y sabios antiguos, natural cosa es amar y desear y codiciar saber los hombres todos los hechos que acaecen en todos los tiempos, tan bien en el tiempo que es ya pasado, como en el tiempo que es presente, como en el otro tiempo que es por venir”.
“tuvieron los sabios y entendidos el saber por gran tesoro y apreciáronlo mucho sobre todas las otras cosas, y tuvieron por luz para alumbrar a sus entendimientos y de todos los otros que lo supiesen, dejándolo todo en memoria y por escritura”, si [los hombres] desean e quieren saber del tiempo que es por venir, non pueden los omnes saber el comienço nin la fin de las cosas que ende avernán, e, por tanto, non saben çiertamente ninguna cosa de aquel tiempo. E si del tiempo que es presente quieren saber algo, maguera que saben los comienços de los fechos que en aquel tiempo se fazen, pero, con todo esso, porque non pueden saber el medio nin la fin quál será, es de tener que non saben los omnes complidamente ninguna cosa de aquel tiempo presente.
Quien troba parlando, non seyendo letrado,
de costelaçiones e de astronomía,
pues yerra en los puntos de su notomía [anatomía, i. e. del cielo]
e finca en sus dichos muy avergonçado,
ca d’esto fablar non yaze en deitado [poema];
por ende, castigo devía ser puesto
al que trobando declama denuesto
de quienquier, de más si tien’ grant estado.
**
Senhor genta,
mi tormenta
voss'amor em guisa tal,
que tormenta
que eu senta
outra non m'é ben nen mal,
mays la vossa m'é mortal!
Leonoreta,
fin roseta,
bela sobre toda fror,
fin roseta,
non me meta
en tal coi[ta] voss'amor!
Das que vejo
non desejo
outra senhor se vós non,
e desejo
tan sobejo
mataria hu leom,
senhor do meu coraçon!
Leonoreta
**
Suelto es tu filo, segunt que paresçe,
ruégote, amigo, que tomes mi seso:
Dios es Fortuna el Él tiene el peso,
Él da a cada uno lo que le meresçe;
ruégal’ que te dé lo que a Él pluguiere,
obra bien segunt la graçia que te diere:
aquesto es cordura e lo ál peresçe
**
Digo en primero a los que trobaron
e d’esta linda arte se dizen maestros,
si discor, deslay en dezir compuestos
con masobre llano en uno fablaron,
e macho e fembra desí acordaron
todos en uno con el dexaprende,
aquesta tal arte ¿qué nombre comprende
e de qué natura ellos la nombraron?
(Córdoba, España, 1406-1454)
El Cancionero de Juan Alfonso de Baena
Composiciones de los poetas que vivieron y escribieron durante los reinados de Enrique II (1369-1379), Juan I(1379-1390), Enrique III (1390-1406) y las primeras décadas de Juan II (1406-1454)
Prologus Baenensis
“Según que disponen y determinantemente afirman los filósofos y sabios antiguos, natural cosa es amar y desear y codiciar saber los hombres todos los hechos que acaecen en todos los tiempos, tan bien en el tiempo que es ya pasado, como en el tiempo que es presente, como en el otro tiempo que es por venir”.
“tuvieron los sabios y entendidos el saber por gran tesoro y apreciáronlo mucho sobre todas las otras cosas, y tuvieron por luz para alumbrar a sus entendimientos y de todos los otros que lo supiesen, dejándolo todo en memoria y por escritura”, si [los hombres] desean e quieren saber del tiempo que es por venir, non pueden los omnes saber el comienço nin la fin de las cosas que ende avernán, e, por tanto, non saben çiertamente ninguna cosa de aquel tiempo. E si del tiempo que es presente quieren saber algo, maguera que saben los comienços de los fechos que en aquel tiempo se fazen, pero, con todo esso, porque non pueden saber el medio nin la fin quál será, es de tener que non saben los omnes complidamente ninguna cosa de aquel tiempo presente.
Quien troba parlando, non seyendo letrado,
de costelaçiones e de astronomía,
pues yerra en los puntos de su notomía [anatomía, i. e. del cielo]
e finca en sus dichos muy avergonçado,
ca d’esto fablar non yaze en deitado [poema];
por ende, castigo devía ser puesto
al que trobando declama denuesto
de quienquier, de más si tien’ grant estado.
**
Senhor genta,
mi tormenta
voss'amor em guisa tal,
que tormenta
que eu senta
outra non m'é ben nen mal,
mays la vossa m'é mortal!
Leonoreta,
fin roseta,
bela sobre toda fror,
fin roseta,
non me meta
en tal coi[ta] voss'amor!
Das que vejo
non desejo
outra senhor se vós non,
e desejo
tan sobejo
mataria hu leom,
senhor do meu coraçon!
Leonoreta
**
Suelto es tu filo, segunt que paresçe,
ruégote, amigo, que tomes mi seso:
Dios es Fortuna el Él tiene el peso,
Él da a cada uno lo que le meresçe;
ruégal’ que te dé lo que a Él pluguiere,
obra bien segunt la graçia que te diere:
aquesto es cordura e lo ál peresçe
**
Digo en primero a los que trobaron
e d’esta linda arte se dizen maestros,
si discor, deslay en dezir compuestos
con masobre llano en uno fablaron,
e macho e fembra desí acordaron
todos en uno con el dexaprende,
aquesta tal arte ¿qué nombre comprende
e de qué natura ellos la nombraron?
martes, 6 de noviembre de 2018
El prólogo de una pierna...
Miguel Hernández
(Orihuela, España, 1910-Alicante, id., 1942)
Lujuria
Siguiendo a una hermosa ninfa
atravieso la floresta,
en la que sólo se escucha
la substancia y pequeña
charla de los chamarices.
Aparto brotes y hierbas
con la cayada, formándome
camino en la fronda espesa.
¿En dónde hallar a la ninfa
que ha puesto mi sexo alerta?
¿Dónde hallarla?... Miro atento
por todos los lados. Blanquea,
al final de la espesura,
el prólogo de una pierna...
Corro y al llegar no hay nada.
Sin embargo, unas ligeras
sacudidas en las hojas,
me dicen que escapó presta
por entre ellas... Prosigo
mi lujuriosa carrera,
ágil. A la sombra clara
de una cañada, sestea
Pan, la siringa olvidada
entre la grama modesta.
Cuando paso junto a él,
el viento que muevo, entra
en sus siete tubos y alza
a la siringa una queja.
(Orihuela, España, 1910-Alicante, id., 1942)
Lujuria
Siguiendo a una hermosa ninfa
atravieso la floresta,
en la que sólo se escucha
la substancia y pequeña
charla de los chamarices.
Aparto brotes y hierbas
con la cayada, formándome
camino en la fronda espesa.
¿En dónde hallar a la ninfa
que ha puesto mi sexo alerta?
¿Dónde hallarla?... Miro atento
por todos los lados. Blanquea,
al final de la espesura,
el prólogo de una pierna...
Corro y al llegar no hay nada.
Sin embargo, unas ligeras
sacudidas en las hojas,
me dicen que escapó presta
por entre ellas... Prosigo
mi lujuriosa carrera,
ágil. A la sombra clara
de una cañada, sestea
Pan, la siringa olvidada
entre la grama modesta.
Cuando paso junto a él,
el viento que muevo, entra
en sus siete tubos y alza
a la siringa una queja.
lunes, 5 de noviembre de 2018
En esotra ciudad o en ésta
EUGENIA CABRAL
(Córdoba, Argentina, 1954)
Bautismo
He temblado junto a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.
Somos criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.
Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,
el temblor ha desencajado alguna articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras, en el siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos españoles
desafiando a las autoridades del virreinato:
somos judíos conversos y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y en esotra.
“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.
Y supe lo de siempre: que, para el gran río,
representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.
(De En este nombre y en este cuerpo, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
**
La voz herrumbrosa
Sobre la tierra del patio,
mañanas como países condensados en racimos:
pequeñas naciones verdes y floridas,
minúsculas pampas de tréboles
y –en la habitación trasera-
el jardín zoológico de mis gatos,
jilgueros nerviosos y perros adoptivos.
Todo el mundo de la infancia converge
hasta que la sed nos doblega la espalda
y el sueño (boxeador experto) nos cubre la boca
con una toalla deshilachada,
que apaga un tanto la sed de estar solos.
Tantas veces has creído
que no volverías a ver la luz del día,
que no remontarías la punta de tu dedo
fuera del borde de la ventana
y, ahora, como si nadie te mirase,
encuentras –demorados en el patio-
la brevedad de la tarde, el cansancio
y la huella de salitre que ha calado las paredes.
Sin embargo, no es coherente,
¡si estás muy lejos del mar,
de los salitrales, de toda salina!
¿De qué manera el salobral
podría carcomer los revoques de tu casa,
las punteras de tus zapatos?
Mas, aunque dudes, ahí estás,
comprobando la improbable huella,
el salivazo despiadado
de una sal que no escogiste.
**
SALITRE
La sed no tiene voz.
La sedienta mudez implora
un aullido de ángeles al cielo,
una monodia oscura al infierno,
un arrullo de paloma a la cornisa,
una oración temerosa al canalla,
una diatriba memorable al ministro,
una cáscara de sustantivo,
el hollejo de un verbo,
el hueso de un adjetivo,
la médula de un poema.
Algo que diga algo del deseo
y del silencio.
No es preciso que suene sublime,
ni tan siquiera bien dicho,
sólo algo conque tapar la boca,
la gruta cuaternaria de la boca.
(De La voz más distante, Pan Comido Ediciones, 2016)
(Córdoba, Argentina, 1954)
Bautismo
He temblado junto a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.
Somos criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.
Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,
el temblor ha desencajado alguna articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras, en el siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos españoles
desafiando a las autoridades del virreinato:
somos judíos conversos y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y en esotra.
“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.
Y supe lo de siempre: que, para el gran río,
representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.
(De En este nombre y en este cuerpo, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
**
La voz herrumbrosa
Sobre la tierra del patio,
mañanas como países condensados en racimos:
pequeñas naciones verdes y floridas,
minúsculas pampas de tréboles
y –en la habitación trasera-
el jardín zoológico de mis gatos,
jilgueros nerviosos y perros adoptivos.
Todo el mundo de la infancia converge
hasta que la sed nos doblega la espalda
y el sueño (boxeador experto) nos cubre la boca
con una toalla deshilachada,
que apaga un tanto la sed de estar solos.
Tantas veces has creído
que no volverías a ver la luz del día,
que no remontarías la punta de tu dedo
fuera del borde de la ventana
y, ahora, como si nadie te mirase,
encuentras –demorados en el patio-
la brevedad de la tarde, el cansancio
y la huella de salitre que ha calado las paredes.
Sin embargo, no es coherente,
¡si estás muy lejos del mar,
de los salitrales, de toda salina!
¿De qué manera el salobral
podría carcomer los revoques de tu casa,
las punteras de tus zapatos?
Mas, aunque dudes, ahí estás,
comprobando la improbable huella,
el salivazo despiadado
de una sal que no escogiste.
**
SALITRE
La sed no tiene voz.
La sedienta mudez implora
un aullido de ángeles al cielo,
una monodia oscura al infierno,
un arrullo de paloma a la cornisa,
una oración temerosa al canalla,
una diatriba memorable al ministro,
una cáscara de sustantivo,
el hollejo de un verbo,
el hueso de un adjetivo,
la médula de un poema.
Algo que diga algo del deseo
y del silencio.
No es preciso que suene sublime,
ni tan siquiera bien dicho,
sólo algo conque tapar la boca,
la gruta cuaternaria de la boca.
(De La voz más distante, Pan Comido Ediciones, 2016)
viernes, 2 de noviembre de 2018
Lo visible es un adorno de lo invisible
Roberto Juarroz
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, Capital Federal, Argentina, 1995)
No siempre la visión y la palabra coinciden hasta la suma del poema. Muchas veces sólo quedan algunos núcleos o gérmenes o imágenes o roces, como si fueran restos o quizá paradójicas ganancias de un naufragio. ¿Pero acaso es otra cosa toda la poesía? Tal vez se debiera entonces hablar aquí de fragmentos caídos, astillas de poemas, gestos de aproximación, trozos de materia poética de textos que no terminaron de nacer. Y consolarse con la idea de que nacer es un proceso que nunca termina.
Llegar con los ojos abiertos a la mirada final, como un estandarte que no se avergüenza. Aunque los ojos abiertos tengan que cerrar muchas cosas.
Lo visible es un adorno de lo invisible.
Apagar una luz me deslumbra más que encenderla.
Una hoja en el árbol, justifica al árbol. Pero un árbol sin hojas lo justifica todo.
Imaginar una lámpara hasta encenderla.
Sólo desnuda da sombra la flor.
Una sola palabra en una casa de espejos.
Allí donde la luz no alumbra, tal vez alumbre la sombra.
Me has enseñado a no cortar las flores. He sospechado que tú eres cómplice de su crecimiento.
Ya que debemos olvidarlo todo, deberíamos por lo menos una vez recordarlo todo.
Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tu lo pronunciabas.
Nadie posee nada. Para poseer algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia. Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a amar y escribir con las manos vacías.
***
NOTA INTRODUCTORIA a Poesía vertical, 1958-1975
Es probable que nos falte conciencia para calibrar la posible realidad o irrealidad de la poesía. Podemos sospechar que la realidad es una cuestión de conciencia o visión profunda y que a mayor conciencia corresponde más realidad: o menos realidad. Y nos es dado suponer que para una hipotética conciencia o visión total no habría nada irreal, ni siquiera aquello que más lo parece. La poesía, sin embargo, da un paso más allá. Antes que nada, el poema se nos revela como invención y nos damos cuenta luego que el poema es también descubrimiento de la realidad. Comprendemos entonces la esencia de la poesía: la realidad sólo se descubre inventándola. La poesía es la visión activa: visión que crea lo que uno ve. La visión poética es, además, visión verbal. No nace con posterioridad a otra visión: ve con palabras. Primero hay un impulso, un estado de fluidez. La visión cobra forma mientras brota el poema. No hay, entonces, como a menudo se ha dicho, correspondencia o inadecuación de una forma verbal con respecto a una realidad preexistente, ni puede hablarse por lo tanto de fidelidad o traición. La realidad nace aquí con la forma. Todo el resto —sentimientos, ideas, cultura, tradición, hechos, situación— son factores convergentes, que colaboran en mayor o menor grado con el nacimiento de esa unidad de visión verbal y creadora que es el poema. Vivo el poema como una explosión de ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de su capacidad significativa inmediata. Partiendo de aquí (o tal vez llegando), he sentido la flaccidez y la blandura de gran parte de la poesía. He buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical. Creo que el problema no consiste en variar los temas, sino en una cuestión de tono, actitud interior, configuración simbólica y manejo del lenguaje. Tono: una expresión decidida, naturalmente de fondo, rotunda y hasta a veces cortante, aunque se hable de lo más escondido. Actitud interior: vivir las propias visiones con radical consistencia, sin cálculos ni temores, prolongando la vida interior hasta sus últimas consecuencias, hasta que adentro y afuera no se diferencien, en una contemplación casi religiosa de la dinámica profunda de las formas. Configuración simbólica: potencia íntegra de la imagen, entendiendo por tal no sólo la de raíz sensible sino también la fundada sobre los giros más penetrantes y originales del pensamiento, evitando rigurosamente lo difuso, con confianza plena en la vigencia de una estructura poética propia de los últimos alcances de la inteligencia, con la convicción de que sentir y pensar no son cosas distintas, con una fidelidad de base al desarrollo particular de cada núcleo poético y una vivencia o experiencia integral del poema como un organismo unitario. Manejo del lenguaje: concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo y retórico, con una especie de animismo verbal (reconocimiento de la vibración, el temple, la conducta y el ánimo de cada palabra) y un plasticismo figurativo, despierto en los sucesivos esbozos de algo así como una despojada y tal vez inalcanzable parábola del espíritu. Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad del nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro. Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma. En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro. Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles. Desde dentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.
ROBERTO JUARROZ
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, Capital Federal, Argentina, 1995)
No siempre la visión y la palabra coinciden hasta la suma del poema. Muchas veces sólo quedan algunos núcleos o gérmenes o imágenes o roces, como si fueran restos o quizá paradójicas ganancias de un naufragio. ¿Pero acaso es otra cosa toda la poesía? Tal vez se debiera entonces hablar aquí de fragmentos caídos, astillas de poemas, gestos de aproximación, trozos de materia poética de textos que no terminaron de nacer. Y consolarse con la idea de que nacer es un proceso que nunca termina.
Llegar con los ojos abiertos a la mirada final, como un estandarte que no se avergüenza. Aunque los ojos abiertos tengan que cerrar muchas cosas.
Lo visible es un adorno de lo invisible.
Apagar una luz me deslumbra más que encenderla.
Una hoja en el árbol, justifica al árbol. Pero un árbol sin hojas lo justifica todo.
Imaginar una lámpara hasta encenderla.
Sólo desnuda da sombra la flor.
Una sola palabra en una casa de espejos.
Allí donde la luz no alumbra, tal vez alumbre la sombra.
Me has enseñado a no cortar las flores. He sospechado que tú eres cómplice de su crecimiento.
Ya que debemos olvidarlo todo, deberíamos por lo menos una vez recordarlo todo.
Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tu lo pronunciabas.
Nadie posee nada. Para poseer algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia. Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a amar y escribir con las manos vacías.
***
NOTA INTRODUCTORIA a Poesía vertical, 1958-1975
Es probable que nos falte conciencia para calibrar la posible realidad o irrealidad de la poesía. Podemos sospechar que la realidad es una cuestión de conciencia o visión profunda y que a mayor conciencia corresponde más realidad: o menos realidad. Y nos es dado suponer que para una hipotética conciencia o visión total no habría nada irreal, ni siquiera aquello que más lo parece. La poesía, sin embargo, da un paso más allá. Antes que nada, el poema se nos revela como invención y nos damos cuenta luego que el poema es también descubrimiento de la realidad. Comprendemos entonces la esencia de la poesía: la realidad sólo se descubre inventándola. La poesía es la visión activa: visión que crea lo que uno ve. La visión poética es, además, visión verbal. No nace con posterioridad a otra visión: ve con palabras. Primero hay un impulso, un estado de fluidez. La visión cobra forma mientras brota el poema. No hay, entonces, como a menudo se ha dicho, correspondencia o inadecuación de una forma verbal con respecto a una realidad preexistente, ni puede hablarse por lo tanto de fidelidad o traición. La realidad nace aquí con la forma. Todo el resto —sentimientos, ideas, cultura, tradición, hechos, situación— son factores convergentes, que colaboran en mayor o menor grado con el nacimiento de esa unidad de visión verbal y creadora que es el poema. Vivo el poema como una explosión de ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de su capacidad significativa inmediata. Partiendo de aquí (o tal vez llegando), he sentido la flaccidez y la blandura de gran parte de la poesía. He buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical. Creo que el problema no consiste en variar los temas, sino en una cuestión de tono, actitud interior, configuración simbólica y manejo del lenguaje. Tono: una expresión decidida, naturalmente de fondo, rotunda y hasta a veces cortante, aunque se hable de lo más escondido. Actitud interior: vivir las propias visiones con radical consistencia, sin cálculos ni temores, prolongando la vida interior hasta sus últimas consecuencias, hasta que adentro y afuera no se diferencien, en una contemplación casi religiosa de la dinámica profunda de las formas. Configuración simbólica: potencia íntegra de la imagen, entendiendo por tal no sólo la de raíz sensible sino también la fundada sobre los giros más penetrantes y originales del pensamiento, evitando rigurosamente lo difuso, con confianza plena en la vigencia de una estructura poética propia de los últimos alcances de la inteligencia, con la convicción de que sentir y pensar no son cosas distintas, con una fidelidad de base al desarrollo particular de cada núcleo poético y una vivencia o experiencia integral del poema como un organismo unitario. Manejo del lenguaje: concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo y retórico, con una especie de animismo verbal (reconocimiento de la vibración, el temple, la conducta y el ánimo de cada palabra) y un plasticismo figurativo, despierto en los sucesivos esbozos de algo así como una despojada y tal vez inalcanzable parábola del espíritu. Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad del nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro. Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma. En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro. Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles. Desde dentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.
ROBERTO JUARROZ
jueves, 1 de noviembre de 2018
El tiempo arrastra todo
BAILONGO
el viento está silbando una canción
abracémonos querida mía
el tiempo arrastra todo
hay una llanura de cuerpos extendidos
hay un barco de esta piel incendiado a la deriva
hay un gallo tuerto cantando en el baldío
una bolsa de nylon se levanta por el aire
un barrilete remonta a un niño hacia la tarde
todo gira su huracán entre las manos
un barrilete remonta a un niño hacia la tarde
todo gira su huracán entre las manos
la vida es un bumerang lanzado hacia la vida
la muerte baila y se desnuda en los pasillos
hay cadáveres bailando en el ama de la tierra
y hay cachorros que navegan en el vientre
todo gira y baila sobre el mar de los tambores
toda suda y se hace polvo que se expande
hay cadáveres bailando en el ama de la tierra
y hay cachorros que navegan en el vientre
todo gira y baila sobre el mar de los tambores
toda suda y se hace polvo que se expande
nos metieron a vivir querida mía
y ahora estamos en el baile
y ahora estamos en el baile
una música extraña está sonando
no importa dejémonos llevar por el deseo
no importa dejémonos llevar por el deseo
dejemos a nuestros pies bailar sobre las aguas.
miércoles, 31 de octubre de 2018
El frío hacía insensible los dedos y los corazones
José Luis García Herrera
(Esplugues de Llobregat (Barcelona), España, 1964)
LOS HOMBRES DE BRYGGEN
El frío hacía insensibles las yemas de los dedos
y la nieve quemaba más que el fuego. Las manos,
rojas de dolor y de sangre lenta, sostenían el cuchillo
que abría el vientre de los peces, que abría
la línea roja donde extraía sus vísceras la muerte.
Los hombres de Bryggen luchaban cada día
contra las inclemencias del hielo y las espinas
que se clavaban debajo de las uñas. Ni un grito
salió de sus gargantas rudas, de sus bocas hechas
para escupir vapor de alcohol con el aliento.
El frío hacía insensible los dedos y los corazones.
Y aunque la nieve quemaba más que el fuego
ellos sonreían con el cuchillo en alto
—desnudo el torso, heladas las puntas de las barbas—
contemplando en los salmones sus ojos inmóviles.
(Esplugues de Llobregat (Barcelona), España, 1964)
LOS HOMBRES DE BRYGGEN
El frío hacía insensibles las yemas de los dedos
y la nieve quemaba más que el fuego. Las manos,
rojas de dolor y de sangre lenta, sostenían el cuchillo
que abría el vientre de los peces, que abría
la línea roja donde extraía sus vísceras la muerte.
Los hombres de Bryggen luchaban cada día
contra las inclemencias del hielo y las espinas
que se clavaban debajo de las uñas. Ni un grito
salió de sus gargantas rudas, de sus bocas hechas
para escupir vapor de alcohol con el aliento.
El frío hacía insensible los dedos y los corazones.
Y aunque la nieve quemaba más que el fuego
ellos sonreían con el cuchillo en alto
—desnudo el torso, heladas las puntas de las barbas—
contemplando en los salmones sus ojos inmóviles.
martes, 30 de octubre de 2018
Recién salidas de la salada imprenta, historias
Janet Frame
(Dunedin, Nueva Zelanda, 1924-2004)
SOY INVISIBLE
Soy invisible.
Siempre he sido invisible
como la pobreza en un país rico,
como los ricos en sus cuartos velados de sus casas con muchos cuartos,
como las pulgas, los piojos, como lo que crece bajo la tierra,
los mundos más allá del cielo, el viento, el tiempo, las ideas –
el catálogo de invisibilidad es inagotable,
y, eso dicen, no es buena poesía.
Como las decisiones.
Como cualquier otra parte.
Como las instituciones alejadas del camino llamado Scenic Drive.
No más símiles. Soy invisible.
En un mundo poblado por gente de visión binocular después de todo soy parte de la mayoría
mientras que tú y yo caminamos con nuestra lunita creciente de visión en nuestra oscuridad personal
a través de un mundo en el que las decisiones de ser y no ser
se encuentran controladas por la luz
asistidas por las lágrimas y el sueño de la desatención o la muerte.
Soy invisible.
Los amantes atraviesan mi vida para tocarse entre sí,
la lluvia que cae en mí me traspasa como sangre sobre la tierra.
Ninguna cabeza me incluye como conocimiento.
Otorgo libertad a quienes bailan,
a decir la verdad.
Así es. No hay nadie aquí para observar ni escuchar disimuladamente,
y entonces aprendo más de lo que tengo derecho a saber.
***
LOS CUERVOS
Temprano en la mañana el pasto es una espiral de azul humeante.
Las sombras jorobadas se derriten. La cera oscura
escurre del cielo y yace al pie de los árboles
absorbiendo la cálida impresión del sol.
La cosecha es luz. El invierno, rata que invade
el silo, roerá la semilla dorada.
Imagino que el fervor de las hojas por vivir
ha transformado a muchas mariposas y palomillas color paja
firmando aún su condena con su pasión por la luz,
aleteando como quienes enterrados en vida buscan salir de la tumba.
Los cuervos se ahogan con su propio graznido salvaje.
***
SI LO TUYO NO ES ESCRIBIR SOBRE LAS PERSONAS
Si lo tuyo no es escribir sobre las personas, decía él,
quédate con los lugares, despídete de las novelas,
prueba escribir poemas. En los poemas, ¿sabes?
caben mejor los paisajes y las marinas; unas cuentas flores,
tal vez un jardín, una casa —muchas casas de dónde escoger.
Lee las páginas de bienes raíces en tu periódico –vista inmejorable–
de ensueño –en ¿sueño?– chimenea portátil, entrada exclusiva,
vista al mar, ideal para casa principal; bellos jardines, alta
plusvalía; cercana a colegios, comercios, iglesias…
olvídate de las personas; nadie tiene que vivir en la casa o la calle o el
campo o la ciudad, crea un país vacío.
¿Ves lo que trato de explicarte? Los poemas se ven bien sin las personas.
Dedica tu odio al cielo, al mar, al clima, a los árboles:
con eso será suficiente.
Quiero decir, ¿Cómo puedes escribir una novela sin personas?
Todos los él y ella, los ires y venires, los haceres
y pesares y asombros, “lágrimas y risas, amor y deseo y odio”
a través del “acceso posterior” –una “puerta trasera, una puerta privada, cualquier puerta
o reja distinta a la entrada principal”– Diccionario Oxford. Una forma de escape, un refugio.
De Huesos de Jilguero (Universidad Veracruzana, 2015)
Traducciones de Irene Artigas, Lorena Saucedo y Paula Busseniers. Tomado del blog Pájaros Lanzallamas
***
Lo dirán las tormentas
Lo dirán las tormentas; son confiables.
Sobre la arena, viento y marea alta escriben
boletines de pérdidas, conchas defectuosas,
cual monumento liso a los árboles de tierras altas,
alga, pájaro desgarrado, navaja filosa, caracol cuerno de carnero, almeja.
Dennos las noticias dicen los altos ascetas que leen
seis kilómetros de playa una y otra vez; entre conchas vacías, miren,
recién salidas de la salada imprenta, historias
de diluvios: Cómo abandoné mi casa y hogar.
Navaja: Cómo le corté el cuello a la luz del sol.
Caracol: Cómo embestí y bailé contra la luz ovejuna del sol.
Almeja: Cómo mi vida zarpó en una marea negra.
Traducción L. Saucedo
***
La nieve bien urdida
(Para un amigo cuya esposa murió después de una larga enfermedad)
La muerte de la nieve
requiere de un día completo a muchos meses.
La muerte es solo
un cambio de forma
pero ¿cómo saberlo
y por qué no se rebela?
Espectáculo de desperdicio
promesa no cumplida
sin enojo, sólo claudicación
pero no, ni siquiera claudicación
ningún forcejeo
entre querer ser líquida o sólida
nada para nada extraordinario
o real, salvo el tiempo registrado:
un día completo o muchos meses para que muera la nevada.
Queremos que sea, pero no es.
Nos quedamos helados del susto, y solos.
La nieve no es humana. Creamos una escena
para nuestro asombro no correspondido, pero
se ha ido sin agonía y no volverá.
Esperamos con ansiedad el estado del tiempo para mañana
para compartir la responsabilidad de nuestro morir.
Debemos -para seguir con nuestras vidas- darle dolor y esplendor a la tormenta,
sencillez a la lluvia,
y -lo mas difícil de todo- la persistencia del tiempo de morir
a la nieve bien urdida.
Traducción N. Anaya
(Dunedin, Nueva Zelanda, 1924-2004)
SOY INVISIBLE
Soy invisible.
Siempre he sido invisible
como la pobreza en un país rico,
como los ricos en sus cuartos velados de sus casas con muchos cuartos,
como las pulgas, los piojos, como lo que crece bajo la tierra,
los mundos más allá del cielo, el viento, el tiempo, las ideas –
el catálogo de invisibilidad es inagotable,
y, eso dicen, no es buena poesía.
Como las decisiones.
Como cualquier otra parte.
Como las instituciones alejadas del camino llamado Scenic Drive.
No más símiles. Soy invisible.
En un mundo poblado por gente de visión binocular después de todo soy parte de la mayoría
mientras que tú y yo caminamos con nuestra lunita creciente de visión en nuestra oscuridad personal
a través de un mundo en el que las decisiones de ser y no ser
se encuentran controladas por la luz
asistidas por las lágrimas y el sueño de la desatención o la muerte.
Soy invisible.
Los amantes atraviesan mi vida para tocarse entre sí,
la lluvia que cae en mí me traspasa como sangre sobre la tierra.
Ninguna cabeza me incluye como conocimiento.
Otorgo libertad a quienes bailan,
a decir la verdad.
Así es. No hay nadie aquí para observar ni escuchar disimuladamente,
y entonces aprendo más de lo que tengo derecho a saber.
***
LOS CUERVOS
Temprano en la mañana el pasto es una espiral de azul humeante.
Las sombras jorobadas se derriten. La cera oscura
escurre del cielo y yace al pie de los árboles
absorbiendo la cálida impresión del sol.
La cosecha es luz. El invierno, rata que invade
el silo, roerá la semilla dorada.
Imagino que el fervor de las hojas por vivir
ha transformado a muchas mariposas y palomillas color paja
firmando aún su condena con su pasión por la luz,
aleteando como quienes enterrados en vida buscan salir de la tumba.
Los cuervos se ahogan con su propio graznido salvaje.
***
SI LO TUYO NO ES ESCRIBIR SOBRE LAS PERSONAS
Si lo tuyo no es escribir sobre las personas, decía él,
quédate con los lugares, despídete de las novelas,
prueba escribir poemas. En los poemas, ¿sabes?
caben mejor los paisajes y las marinas; unas cuentas flores,
tal vez un jardín, una casa —muchas casas de dónde escoger.
Lee las páginas de bienes raíces en tu periódico –vista inmejorable–
de ensueño –en ¿sueño?– chimenea portátil, entrada exclusiva,
vista al mar, ideal para casa principal; bellos jardines, alta
plusvalía; cercana a colegios, comercios, iglesias…
olvídate de las personas; nadie tiene que vivir en la casa o la calle o el
campo o la ciudad, crea un país vacío.
¿Ves lo que trato de explicarte? Los poemas se ven bien sin las personas.
Dedica tu odio al cielo, al mar, al clima, a los árboles:
con eso será suficiente.
Quiero decir, ¿Cómo puedes escribir una novela sin personas?
Todos los él y ella, los ires y venires, los haceres
y pesares y asombros, “lágrimas y risas, amor y deseo y odio”
a través del “acceso posterior” –una “puerta trasera, una puerta privada, cualquier puerta
o reja distinta a la entrada principal”– Diccionario Oxford. Una forma de escape, un refugio.
De Huesos de Jilguero (Universidad Veracruzana, 2015)
Traducciones de Irene Artigas, Lorena Saucedo y Paula Busseniers. Tomado del blog Pájaros Lanzallamas
***
Lo dirán las tormentas
Lo dirán las tormentas; son confiables.
Sobre la arena, viento y marea alta escriben
boletines de pérdidas, conchas defectuosas,
cual monumento liso a los árboles de tierras altas,
alga, pájaro desgarrado, navaja filosa, caracol cuerno de carnero, almeja.
Dennos las noticias dicen los altos ascetas que leen
seis kilómetros de playa una y otra vez; entre conchas vacías, miren,
recién salidas de la salada imprenta, historias
de diluvios: Cómo abandoné mi casa y hogar.
Navaja: Cómo le corté el cuello a la luz del sol.
Caracol: Cómo embestí y bailé contra la luz ovejuna del sol.
Almeja: Cómo mi vida zarpó en una marea negra.
Traducción L. Saucedo
***
La nieve bien urdida
(Para un amigo cuya esposa murió después de una larga enfermedad)
La muerte de la nieve
requiere de un día completo a muchos meses.
La muerte es solo
un cambio de forma
pero ¿cómo saberlo
y por qué no se rebela?
Espectáculo de desperdicio
promesa no cumplida
sin enojo, sólo claudicación
pero no, ni siquiera claudicación
ningún forcejeo
entre querer ser líquida o sólida
nada para nada extraordinario
o real, salvo el tiempo registrado:
un día completo o muchos meses para que muera la nevada.
Queremos que sea, pero no es.
Nos quedamos helados del susto, y solos.
La nieve no es humana. Creamos una escena
para nuestro asombro no correspondido, pero
se ha ido sin agonía y no volverá.
Esperamos con ansiedad el estado del tiempo para mañana
para compartir la responsabilidad de nuestro morir.
Debemos -para seguir con nuestras vidas- darle dolor y esplendor a la tormenta,
sencillez a la lluvia,
y -lo mas difícil de todo- la persistencia del tiempo de morir
a la nieve bien urdida.
Traducción N. Anaya
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char