Laura Wittner
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
Epigrama
Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.
**
El límite entre el agua y el aire
coincide con la línea de pensamiento
que lo que hace es fundir y refundir
en cualquier orden
un par de escenas o secuencias, fotografías
tomadas con una cámara automática,
siempre más o menos el mismo material
**
La tensión mínima necesaria
para la música de las esferas,
los cúmulos, los cirros, la danza
de las constelaciones, la droga ligera,
el primer amor, el chico arrodillado
junto a la butaca, siseándote al oído.
Se puede hacer
una de estas listas
durante la noche, mientras
hora tras hora se agitan en el patio
hojas de las plantas silvestres, del laurel
y las agujas del pino brasilero, en la calle vibra el polen
de los plátanos, el aire va bajando, se apoya,
se prepara para la
primera luz, y con la última palabra de la lista
comienza un día de lluvia, uno duerme,
o hace listas.
**
Williams y yo
Que no haya ideas salvo en las cosas;
pero llené las cosas de ideas
hasta dejarlas tan tirantes
que se vuelven polvo
si las rozo con un dedo.
Lugares donde una no está (Poemas 1996-2016), Gog y Magog, 2017.
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martes, 24 de abril de 2018
lunes, 30 de enero de 2017
Acá hay un cielo gris blanqueado
LAURA WITTNER
(BUENOS AIRES, Argentina, 1967)
Un cantero
Un cantero de rosas
de distintos colores:
las veo sin anteojos.
“Parece que son rosas, y que hay
amarillas y blancas,
rosas, rojas”, me digo.
Para verlas en serio
me pongo los anteojos:
que dejen de ser bruma.
Pero el gesto de ponérmelos
trae nuevas inquietudes
y ahora que veo las rosas
concretamente
ya me olvidé de ellas.
Estoy en otra parte
y no las veo.
**
Placeres nocturnos
A Clara
También nosotras nos paramos a sentir la noche,
cada una en su barrio pero al mismo tiempo.
Acá hay un cielo gris blanqueado
que huele a agua de río o algo así.
No entro a casa; aspiro hondo,
le pido un deseo único a ese olor. ¿Se puede?
Y entonces el deseo se atomiza,
átomos del deseo cubren la ciudad:
empieza una lluviecita plana, discreta,
hecha de constancia, que no se escucha
con las ventanas cerradas.
Eso es cumplirse, más o menos, ¿no?
*Nota de la autora: Título y primer verso me lo prestó Pavese.
(BUENOS AIRES, Argentina, 1967)
Un cantero
Un cantero de rosas
de distintos colores:
las veo sin anteojos.
“Parece que son rosas, y que hay
amarillas y blancas,
rosas, rojas”, me digo.
Para verlas en serio
me pongo los anteojos:
que dejen de ser bruma.
Pero el gesto de ponérmelos
trae nuevas inquietudes
y ahora que veo las rosas
concretamente
ya me olvidé de ellas.
Estoy en otra parte
y no las veo.
**
Placeres nocturnos
A Clara
También nosotras nos paramos a sentir la noche,
cada una en su barrio pero al mismo tiempo.
Acá hay un cielo gris blanqueado
que huele a agua de río o algo así.
No entro a casa; aspiro hondo,
le pido un deseo único a ese olor. ¿Se puede?
Y entonces el deseo se atomiza,
átomos del deseo cubren la ciudad:
empieza una lluviecita plana, discreta,
hecha de constancia, que no se escucha
con las ventanas cerradas.
Eso es cumplirse, más o menos, ¿no?
*Nota de la autora: Título y primer verso me lo prestó Pavese.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
El duro zumbido de los fuegos de Orc
Cuando oí al docto astrónomo. WALT WHITMAN
Cuando oí al docto astrónomo;
cuando tuve ante mí las pruebas y los números dispuestos en columnas;
cuando me presentaron los cuadros y diagramas para que los sumara, dividiera y midiera;
cuando, desde mi asiento, oí al astrónomo dictar su conferencia y suscitar aplausos en el aula,
me harté de pronto, inexplicablemente;
y luego de pararme y de salir, me fui a deambular solo,
en el húmedo aire místico de la noche; y así, de tanto en tanto,
contemplaba en perfecto silencio las estrellas.
***
Replicante. JAVIER ADÚRIZ
We talk about memories
Blade Runner
Cuántos saltos y saltos
sin poner una coma
subir por escaleras
mientras hubo ascensor
reconocer por fotos
desayunar con chinos
hasta encontrar un dios
aquí aunque no existe.
Y este llanto continuo
de lluvia torrencial
faltando poco o nada
tu recuerdo en el aire
con el duro zumbido
de los fuegos de Orc.
**
Lo luminoso que se ve de noche. LAURA WITTNER
En las épocas míticas salía sola de noche:
salía al patiecito y pisando la maceta
trepaba hasta la medianera y me sentaba
a interrogar los cielos desde lo más profundo
del corazón de Villa Crespo. Porque si antes
las estrellas señalaban el camino en el mar
tal vez ahora esta galaxia de neones,
resplandores de hielo, ventanucos de baño,
rayos móviles provenientes de ferias,
la cautivante sincronización
de las luces de pasillos de edificios
pudiera sugerirnos variar unos centímetros
el recorrido, a ver dónde llegamos.
Un helicóptero en un cielo negro
es su luz blanca y su sonido jadeante.
**
Misterio. JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO
Se me cruzó en la vereda un desconocido.
¡Eh! dijo, ¿no te acordás de mí?
trabajamos juntos en las minas de Hualilán.
Por decir algo dije es que
casi no te había conocido debido a
que ando corto de vista pero sí,
allá estuvimos juntos.
Entonces me tendió la mano y en apretón
sin largarme continuó: Así es hermano,
el tiempo pasa pero queda la amistá
cuando se juntan dos que han estao en lo mesmo.
¿Y vos qué hacés ahora? continuó.
Yo no hago más qu' estar jubilao, contesté.
Y para ser franco, perdoname,
nunca estuve en las minas de Hualilán,
me has confundido. Claro
que me hubiera gustado
estar en ese trabajo duro. Y bueno,
estuve en otra, pero sería lindo
haber sido compañero tuyo.
El hombre me soltó la mano, hizo
un gesto indefinido y agarró la calle
rumbo al olvido. Yo
me quedé a pensar vaya a saber en qué
dimensión me conoció éste
y hoy su memoria saltó el cerco del tiempo.
¿Quién dice que no me haya conocido
en otra vida?
De la Antología de poesía y ciencia ficción, compilada por Patricio Foglia y Marcelo Díaz, Los fuegos de Orc. Mágicas Naranjas, 2016.
miércoles, 2 de noviembre de 2016
Acá está, al fin, la foto del balcón
Laura Wittner
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
EN la noche negra
con olor vegetal
el chirrido en vaivén
de una hamaca
en lugar de conciencia.
**
Un cantero
Un cantero de rosas
de distintos colores:
las veo sin anteojos.
“Parece que son rosas, y que hay
amarillas y blancas,
rosas, rojas”, me digo.
Para verlas en serio
me pongo los anteojos:
que dejen de ser bruma.
Pero el gesto de ponérmelos
trae nuevas inquietudes
y ahora que veo las rosas
concretamente
ya me olvidé de ellas.
Estoy en otra parte
y no las veo.
**
Claro, lo digital
Claro, lo digital; pero hay imágenes
que siguen revelándose sólo en la negrura:
la del balcón berlinés con una línea
de macetas rojas chicas cuyas plantas
invernales florecidas en el viento
y en la luz de las diez de la mañana
sutiles, parecían como zumbar
cuando una vez María, otra vez yo
corríamos la cortina
se revela recién cuando María
meses después me visita en Buenos Aires
y pide la narración de este proceso
lento, esforzado a través del cuarto oscuro.
Acá está, al fin, la foto del balcón.
Se está secando.
![]() |
Tomada de youtube.com |
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
EN la noche negra
con olor vegetal
el chirrido en vaivén
de una hamaca
en lugar de conciencia.
**
Un cantero
Un cantero de rosas
de distintos colores:
las veo sin anteojos.
“Parece que son rosas, y que hay
amarillas y blancas,
rosas, rojas”, me digo.
Para verlas en serio
me pongo los anteojos:
que dejen de ser bruma.
Pero el gesto de ponérmelos
trae nuevas inquietudes
y ahora que veo las rosas
concretamente
ya me olvidé de ellas.
Estoy en otra parte
y no las veo.
**
Claro, lo digital
Claro, lo digital; pero hay imágenes
que siguen revelándose sólo en la negrura:
la del balcón berlinés con una línea
de macetas rojas chicas cuyas plantas
invernales florecidas en el viento
y en la luz de las diez de la mañana
sutiles, parecían como zumbar
cuando una vez María, otra vez yo
corríamos la cortina
se revela recién cuando María
meses después me visita en Buenos Aires
y pide la narración de este proceso
lento, esforzado a través del cuarto oscuro.
Acá está, al fin, la foto del balcón.
Se está secando.
miércoles, 17 de junio de 2015
Un hada que se mueve y se disfraza
LAURA WITTNER
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
De noche
Cuando se hace de noche los gatos de mi barrio se juntan en la esquina.
“¿Y?”, dicen. “¿Hoy qué cenamos?”.
Para otros es la hora de salir a pasear.
Son todos bichos de nombre largo:
cucarachas, luciérnagas, murciélagos.
Un tren que pasa de noche con las ventanillas iluminadas
parece una hilera de fantasmitas apurados.
Un edificio de noche es como un tablero de ajedrez
con cuadrados que a veces se encienden y a veces se apagan.
Son más fuertes los olores a la noche:
jazmín en el balcón,
carne con papas que prepara la vecina,
tierra húmeda desde el jardín de al lado
que alguien riega en la oscuridad, silbando.
La noche tiene hada protectora.
Un hada que se mueve y se disfraza:
la luna entre los edificios,
en un charco, en las ramas
como un nido de hornero.
La luna finita,
la luna de oro,
la luna muy muy alta,
la luna acá nomás.
De While you sleep-1er premio del Silent Book Contest 2015.
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
De noche
Cuando se hace de noche los gatos de mi barrio se juntan en la esquina.
“¿Y?”, dicen. “¿Hoy qué cenamos?”.
Para otros es la hora de salir a pasear.
Son todos bichos de nombre largo:
cucarachas, luciérnagas, murciélagos.
Un tren que pasa de noche con las ventanillas iluminadas
parece una hilera de fantasmitas apurados.
Un edificio de noche es como un tablero de ajedrez
con cuadrados que a veces se encienden y a veces se apagan.
Son más fuertes los olores a la noche:
jazmín en el balcón,
carne con papas que prepara la vecina,
tierra húmeda desde el jardín de al lado
que alguien riega en la oscuridad, silbando.
La noche tiene hada protectora.
Un hada que se mueve y se disfraza:
la luna entre los edificios,
en un charco, en las ramas
como un nido de hornero.
La luna finita,
la luna de oro,
la luna muy muy alta,
la luna acá nomás.
De While you sleep-1er premio del Silent Book Contest 2015.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Todo cambió cuando corrieron el toldo con la noche
![]() |
Tomada de gacetaluminosa |
LAURA WITTNER
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
Gestualidad del malestar difuso
El dedo toca apenas la garganta,
el inicio: es acá. ¿Qué?
Quema. Ligeramente. ¿Arde? No.
Hacia acá irradia.
Está acostumbrado al recorrido
de bajo las costillas: es acá.
¿Dolor? ¿Fuerte? Ni fuerte ni dolor
exactamente. A veces da la vuelta
así, y se conecta con acá. Éste es el punto.
Y después, claro, ya sabemos:
toda esta parte, perpetua inflamación.
Se siente como algo... así, un movimiento;
no es lindo, no. ¿Pura deixis?
Bueno. Perdón. ¿Cómo hacen todos
para no señalarse a cada rato
y explicar: me molesta acá y así?
**
Balbuceos en una misma dirección
Todo es un poquito raro.
Juan Lima
E tutto è molto strano.
Eugenio Montale
4
Estos traspiés
entre lo que se esperaba y lo que es.
Ver un momento, solamente,
de la larga vida ajena:
sentados en la puerta de su casa
toman cerveza mientras baja el sol
y por mascota ahí nomás tienen pastando
una vaca, un caballito, un pony.
*
5
Lo falso siniestro.
Las sombras con perfil de monstruo
remodeladas ante cualquier luz,
las amenazas convertidas en picnics,
el día de pánico en vano
archivado junto a tantos otros.
*
6
Igual que la burbuja –que es perfecta
cuando surge y sabe equilibrarse
de los labios al aire y ascender
seductora, reflejando el universo
hasta que deja de disimular
su condición de frágil detergente
para, con veleidades de espejismo,
unirse al aire, dejarse tragar
por ese medio graso y agresivo,
pesado hasta la sordidez
que se había ofrecido a sostenerla–
es el impulso, la voluntad.
**
Oí
Calladita la boca
en el corazón de una ciudad:
martilleos, mazazos, piares,
medias lenguas, metales del almuerzo;
se ronca, se silba, se pone la radio
a cualquier hora y a cualquier volumen,
se le da con ganas al teclado, se llora,
se oye llover
como quien oye llorar,
se respira despacio, se oye
cómo respiran las paredes
(aun azulejadas)
así como en el campo
respiran los caballos quietos
y los árboles de tronco pétreo
y respiran, en realidad, las piedras
en una orilla y hasta hablan –
dicen una, dos palabras.
**
La fiesta
Levantaron la compuerta del baúl
y salimos arando hacia el fondo del cielo.
Carreras, equilibrios y verticales-puente
en ámbitos que se levantaban y caían
a nuestro paso, según nuestra voluntad:
galerías con arcos y columnas,
infinitos gimnasios con pisos de madera,
tinglados ásperos con reverberaciones,
y así...
Figuras finas y flexibles, fuimos, en esa tela inmensa
donde el mayor esfuerzo del pintor había estado en la luz:
llegar al tipo exacto de luz con el óleo
y de paso atrapar la blandura del aire;
el punto exacto, en óleo, de esa consistencia.
A los grandes los volvimos a ver
dos o tres veces a lo largo del día.
Por el momento no eran más que una idea
o varios pares de sombras demarcantes:
esto es centro, esto es suburbio y lo del medio es no-terreno,
sin saber que tragábamos aire casi ilegalmente
de y en cada una de esas franjas
siempre a punto de pasar a ser otros.
Todo cambió cuando corrieron el toldo con la noche.
Sin la velocidad de los espacios abiertos
nos subsumimos en zonas apretadas,
pozos a compartir con las luciérnagas.
Tanta luciérnaga en los ojos,
tanta humedad y reflejos estelares–
como el confeti o el rocío de sal,
o ese humo abrillantado de las grandes explosiones–
funden los cinco sentidos en un sexto.
Pispeamos desde ahí a nuestros padres en sombras:
y resultó que se habían puesto a administrar
una fluida intimidad en la que cada recoveco
servía de altarcito para un símbolo.
Tierna es la noche, parece, nos dijimos.
O qué nos podemos haber dicho.
Salvo que sí, hay una subcorriente
nocturna, como en cualquier día de playa
bajo la sólida costa, por las venas iodadas
transcurre lo decapitado en general.
**
Una mirada de adiós desde el tren en marcha
Una mirada de adiós desde el tren en marcha
querría ser una mirada especial
y es como todas, este lugar que ocupamos
ahora, vacío de nosotros,
inicia el movimiento de retroceso
de replegarse en la memoria
para al mismo tiempo molestar
dando la señal de que
seguirá existiendo,
otros habitantes lo recorrerán
como a alguien que quisimos
y el paisaje se irá modificando,
el recuerdo entonces cada vez más inexacto
no por desgaste
sino porque el original va a cambiar.
Lo último que veas
será también lo primero que veas
cuando regreses
(you are leaving Las Pirquitas we are already missing you).
Por otra parte siempre hemos vivido en esta ciudad
y cuando un domingo pasamos junto a barcos varados
y puentes color óxido,
y al bajar del auto vemos que el río
es algo negro, espeso,
destilando burbujas entre manchas claras
como salivazos en expansión
(“se ha formado sobre el agua una capa anaeróbica
donde criaturas impensables
se desarrollan y existen sin oxígeno”)
entonces no hay pena por el lugar lejano
ni gestos significativos en la última mirada
sería inútil si no hay límites
para entrar o salir.
miércoles, 1 de agosto de 2012
Lo de encontrar la luz es verso / o está en verso
![]() |
Tomada de lavozenespiral.blogspot.com |
Otros poemas
de LAURA WITTNER
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
Huecos
Falta el vidrio
de la ventana del baño.
Un tablón de la persiana
se está por desprender.
Se me salió la corona
provisoria, y ya no paro
de creer que reconozco gente.
Todos los bares parecen estar llenos
de gente que conozco o conocí:
amigas de una amiga
vecinas de otra década
compañeros de estudio
que nunca saludé;
existirán, calculo,
unas diez caras
intercambiables en total.
Me siento a leer con
un lápiz y un pomelo triangulado
y estoy a punto de comerme el lápiz.
Hasta imagino el
sabor de la madera
y cómo cruje entre los dientes.
Mucho murmullo cruzado.
Lo de encontrar la luz es verso
o está en verso.
Como si todo esto no fuera
más que una ligera superficie
donde jugamos a danzar
–ratoncitos imantados–
y por debajo el vacío, seriamente,
se dedicara a desplegar sus pasadizos.
***
Noche con posibilidades
Para todo habrá tiempo: para pedir cerveza
y que mientras él vaya al baño
yo encienda uno de sus cigarrillos
pero al sacarlo del atado otro más caiga
y se ponga a rodar
y cuando intente atraparlo llegue hasta
el charco que por algún motivo apareció
entre los vasos,
para que mientras considero
si dejar que el cigarrillo se seque
o hacerlo desaparecer
él vuelva del baño y descubra mi torpeza,
y así seguir enumerando
sin que ningún eslabón defina nada
sino que sólo implique –se produce
en muy raras ocasiones
este fenómeno, este diverso proceder
del tiempo:
ya no transcurre
cambió de dirección
cobra profundidad
se subdivide indefinidamente.
***
PERSPECTIVA DESDE UNA BAÑERA
Después habrá una discusión.
Por ahora todo es cerrar los ojos,
mantenerlos cerrados a la altura del agua,
respirar, volver a sumergirse.
El límite entre el agua y el aire
coincide con la línea de pensamiento
que lo que hace es fundir y refundir
en cualquier orden
un par de escenas o secuencias, fotografías
tomadas con una cámara automática,
siempre más o menos el mismo material,
- es lo que se ha podido reunir -
animales salvajes avanzando
hasta quedar en primer plano,
alguien que le enseña a una chica
a usar una pistola en el desierto,
o igual una persona en una bañera
- y aquí vendrá la discusión:
quién es la persona,
quién soporta
la línea de pensamiento, o quién
apretó el gatillo,
tomó la foto, quién señaló la posición
donde habría que ubicarse
para obtener una buena vista aérea
de la bañera.
jueves, 22 de diciembre de 2011
LAURA WITTNER
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
Observá con cuidado,
registrá lo que ves.
Fijate cómo hacés
para que la belleza
resulte necesaria,
y la necesidad resulte bella.
***
Apagón
a Laura
Vaciló un momento, la luz.
Pudo haber sido un pestañeo
o una breve distracción de la energía
hábil en recordarnos cómo serían el bar,
los plátanos y la vereda
bajo el reinado de la oscuridad.
Pero luego así fue, ya para siempre.
Del edificio de la facultad
salió una masa más móvil y oscura (estudiantes),
aquéllos sorprendidos por la diffèrence
en mitad de una disertación y de una letra
sobre el papel -ahora sería como escribir
en el agua.
Los automovilistas en las calles
creyeron de inmediato
en la negrura -en el fragor del momento
optaron por la interpretación más difundida:
caos, todo vale y sálvese quien pueda.
Después un viento ominoso trajo la tormenta.
Me cuenta, cuenta con precisión
las horas que estuvo llorando
sin cesar (salvo cuando fue al videoclub
y cuando su madre llamo por teléfono,
veinticinco minutos en total honestamente
descontados) entre lunes y martes.
Dice cómo los párpados
quedan destrozados, que la piel se vuelve más delgada
alrededor de los ojos, y se ve un enjambre de venitas
y da miedo hasta pasar un dedo
por la zona afectada. A la luz de la vela,
sin embargo, luce muy bien, le digo.
De un tirón vuelve la electricidad
perdida hace horas, ya casi ni esperada.
***
Mis padres bailan jazz en el Café Orion
No es que leamos mal los signos
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
Que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
Sino la anteúltima
Y la última escucharla
Llevando el ritmo con los dedos
En la mesa de vidrio
No es falso amor.
Erramos si alguna vez
Creímos en esto.
***
LA PAREJA INVERNAL
Montaron su pequeño universo
dentro del auto frenado en la esquina.
Se dicen cosas, se ve que hablan,
resulta todo muy satisfactorio,
un núcleo duro entre lo blando:
polarizado, alientos y calefacción
–no desempañen:
esa cápsula es mágica
mientras siga difusa.
**
Foto: tomada de despertando a lilith
(Buenos Aires, Argentina, 1967)
Observá con cuidado,
registrá lo que ves.
Fijate cómo hacés
para que la belleza
resulte necesaria,
y la necesidad resulte bella.
***
Apagón
a Laura
Vaciló un momento, la luz.
Pudo haber sido un pestañeo
o una breve distracción de la energía
hábil en recordarnos cómo serían el bar,
los plátanos y la vereda
bajo el reinado de la oscuridad.
Pero luego así fue, ya para siempre.
Del edificio de la facultad
salió una masa más móvil y oscura (estudiantes),
aquéllos sorprendidos por la diffèrence
en mitad de una disertación y de una letra
sobre el papel -ahora sería como escribir
en el agua.
Los automovilistas en las calles
creyeron de inmediato
en la negrura -en el fragor del momento
optaron por la interpretación más difundida:
caos, todo vale y sálvese quien pueda.
Después un viento ominoso trajo la tormenta.
Me cuenta, cuenta con precisión
las horas que estuvo llorando
sin cesar (salvo cuando fue al videoclub
y cuando su madre llamo por teléfono,
veinticinco minutos en total honestamente
descontados) entre lunes y martes.
Dice cómo los párpados
quedan destrozados, que la piel se vuelve más delgada
alrededor de los ojos, y se ve un enjambre de venitas
y da miedo hasta pasar un dedo
por la zona afectada. A la luz de la vela,
sin embargo, luce muy bien, le digo.
De un tirón vuelve la electricidad
perdida hace horas, ya casi ni esperada.
***
Mis padres bailan jazz en el Café Orion
No es que leamos mal los signos
Es que las cosas no son signos.
Andan solas, tan sueltas
Que pueden deshacerse.
No bailar la última pieza
Sino la anteúltima
Y la última escucharla
Llevando el ritmo con los dedos
En la mesa de vidrio
No es falso amor.
Erramos si alguna vez
Creímos en esto.
***
LA PAREJA INVERNAL
Montaron su pequeño universo
dentro del auto frenado en la esquina.
Se dicen cosas, se ve que hablan,
resulta todo muy satisfactorio,
un núcleo duro entre lo blando:
polarizado, alientos y calefacción
–no desempañen:
esa cápsula es mágica
mientras siga difusa.
**
Foto: tomada de despertando a lilith
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char