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martes, 27 de noviembre de 2018

¿Arrancarle a la mosca la penumbra?

HUGO TOSCADARAY
(Buenos Aires, Argentina, 1957)



LA SED

¿sacarle punta al lápiz con una metralleta?
¿regar la piedra?
¿echarle alcohol al hambre?
¿qué es?

¿golpear el verso? ¿con los puños darle?
¿con el cincel de la espera hasta que sangre darle?
¿es eso escribir?

¿arrancarle a la mosca la penumbra?
¿morder la fiebre?
¿sacar espuma por la nuca?
¿qué es?

¿sentarse a esperar que duela algo?
¿que salte algo? 
¿que brille?

y si nada sacude ¿qué?

¿apagar los ojos? 
¿morir un rato?
¿secar un árbol? 
¿raspar un hijo?

¿agazaparse y aguardar
a que una sola palabra 
incendie todas las cosas?

De calibán caníbal, 2018
***
SOBRE LOS OBJETOS HALLADOS EN LA COSTA

he aquí el zapato negro del negro pájaro de Kansas.

en él se pueden oír:

el abrir y cerrar de los párpados del encantador de serpientes
el dedo del jardinero batiendo la casa de los escarabajos
la rodadura final en los durísimos labios de un viejo
y cansado trompetista

el jadeo de una vendedora de cosméticos en la mente
de un hombre desesperado

el roce de los dedos acariciando la copa en un pub
solitario de la calle 52

el mortal jaque de un blues clavándose en la ojera
del amante

el rugido de un cádillac de piernas afiladas demoliendo
la torre del bebop

hoy el zapato negro

es un animal delicado de cabellos de sal

flotando sobre la arena

con la arrogancia de una cama de bronce.

                                           (de La isla de la sirena de las escamas de fuego)

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Así que cité a Proust

Richard Gwyn 

(Sur de Gales, Reino Unido, 1956)


Traducción


Todas tus historias son sobre ti mismo, dijo ella, incluso cuando parecen ser sobre otra gente. No iba a negarlo, ni a darle el gusto de tener razón. Así que cité a Proust, quien dijo que los escritores no inventan libros; los encuentran en sí mismos y los traducen. Eso pareció resolver el problema y ella se quedó callada. Hundí mis dedos en un bol de agua perfumada y empecé con el arroz. Un dejo a arcilla y a hojas y a metal me tomó por sorpresa. ¿Qué hay en el arroz?, le pregunté. ¿Caldo de hongos? ¿Cartuchos de escopeta? ¿Lombriz? No, dijo, mirando a través de la luz de la vela, las historias que todavía no has escrito están en el arroz. Debes estar paladeándolas.
**
EL POETA EN SAMOS

Éstas son las cosas que dejaste atrás:
un boleto viejo de bus para un lugar con nombre ilegible,
un montón de archivos gubernamentales de distintos regímenes,
una pila de rocas, un ejemplar de Cavafis, muy usado.
No sé cuántas veces comiste aquí,
al lado de la ventana que da al mar. No sé
si el postigo te mantuvo despierto a la noche
cuando golpeaba ignorado contra la pared, o si,
como dijiste, fue una especie de consuelo.
Leyendo Paréntesis vuelvo a ver de qué manera
el mundo se convirtió en un apéndice de tus poemas,
tus poemas en un apéndice del mundo.

Éstas son las cosas que inventaste, aun
cuando, a su vez, te inventaron a ti. Nada era inanimado.
Convertiste cada movimiento de la cabeza,
cada hoja caída o bicicleta en fragmento de un relato.
Nos dijiste que estabas escondido detrás de cosas sencillas
y que si no podíamos hallarte, en vez de a ti hallaríamos
las cosas.

Traducciones de Jorge Fondebrider
Imagen: Richard Gwyn, en Gaiman, Chubut,  en la casa de té homónima, agosto, 2013.



viernes, 9 de noviembre de 2018

Todas las ideas corcovean

Mónica Sifrim
(Buenos Aires-Argentina, 1958)


De "El canal de la Mancha"
Seis

Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a olvidar. Tampoco los olvidos me sonríen. Una muchacha de cabello rojo trae todas las tardes paquetes del correo. Suena el timbre. Si respondo, la ráfaga se ondula. Si no respondo, su cabellera se consume hasta la coronilla y es cenizas, encomienda, la brasa.
**
Nueve

Ningún crimen quedaría impune en este pueblo donde vine a dormir de sueños dulces. Como si el sueño fuera un lampazo asestado al grumo de la vida. Pero al despertar recordé la ira de los días pasados en algo parecido a una prisión. Ahora los perros corren a las gaviotas en sus playas de piedra. Niñas jugando con sus patinetas hacen surcos sobre el pavimento. Son las cartas de la niña al hielo. Son palotes de niña.
**
Catorce

Nadie se acordará de esta visita. Vine encapuchada, me llevaron de prisa. Corcoveaba el bote que nos trajo desde el continente hasta la isla. Por primera vez me vi desnuda en láminas de cuarzo.Removían mi espíritu las olas y asomaba una punta. Las sirenas se asomaban a ver. Marmaids. Marmaids. No me silben así. Hay un tipo de fiebre que aparece solo cuando cruzo este canal y todas las ideas corcovean.
**
22

Pero ni por asomo
se desprende la huella
dactilar.

Los pecados del viento
son pecados menores.

La huella es una flor desmenuzada
que jamás comparece.

Grano.
Polen

Pedacito de pétalo
creyendo
que lo bueno
era el bien. 



 (De Un barco propio, Cienvolando, 2018) 

lunes, 5 de noviembre de 2018

En esotra ciudad o en ésta

EUGENIA CABRAL

(Córdoba, Argentina, 1954)

Bautismo

He temblado junto a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.

Somos criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.

Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,
el temblor ha desencajado alguna articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras,  en el siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos españoles
desafiando a las autoridades del virreinato:
somos judíos conversos  y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y en esotra.

“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.

Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.

Y supe lo de siempre: que, para el gran río,
representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.

(De En este nombre y en este cuerpo, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
**
La voz herrumbrosa 

Sobre la tierra del patio,
mañanas como países condensados en racimos:
pequeñas naciones verdes y floridas,
minúsculas pampas de tréboles
y –en la habitación trasera-
el jardín zoológico de mis gatos,
jilgueros nerviosos y perros adoptivos.
Todo el mundo de la infancia converge
hasta que la sed nos doblega la espalda
y el sueño (boxeador experto) nos cubre la boca
con una toalla deshilachada,
que apaga un tanto la sed de estar solos.

Tantas veces has creído
que no volverías a ver la luz del día,
que no remontarías la punta de tu dedo
fuera del borde de la ventana
y, ahora, como si nadie te mirase,
encuentras –demorados en el patio-
la brevedad de la tarde, el cansancio
y la huella de salitre que ha calado las paredes.
Sin embargo, no es coherente,
¡si estás muy lejos del mar,
de los salitrales, de toda salina!
¿De qué manera el salobral
podría carcomer los revoques de tu casa,
las punteras de tus zapatos?

Mas, aunque dudes, ahí estás,
comprobando la improbable huella,
el salivazo despiadado
de una sal que no escogiste.
**
SALITRE

La sed no tiene voz.

La sedienta mudez implora
un aullido de ángeles al cielo,
una monodia oscura al infierno,
un arrullo de paloma a la cornisa,
una oración temerosa al canalla,
una diatriba memorable al ministro,
una cáscara de sustantivo,
el hollejo de un verbo,
el hueso de un adjetivo,
la médula de un poema.

Algo que diga algo del deseo
y del silencio.

No es preciso que suene sublime,
ni tan siquiera bien dicho,
sólo algo conque tapar la boca,
la gruta cuaternaria de la boca.

(De La voz más distante, Pan Comido Ediciones, 2016)

viernes, 5 de octubre de 2018

Me parece que la luz de la luna llena me acarició tres veces

Shin Saimdang

(Corea,1504-1551)

Saimdang, Diario de Luz 
Prólogo

Otoño 1542. Toscana, Italia. La casona frente al lago.
Lo abandoné todo llegando aquí con una vida rota, alejado de un país en quiebra, abandoné mi servicio al Rey, solo para sobrevivir en una tierra lejana por lo que me resta de vida. Ella no quiso que yo me dejara morir, y su última petición se ha convertido en mi razón principal de existencia. Al fin y al cabo, abandoné Chosún de todas maneras. Aparte de mis ropajes avejentados y de mi cabello recogido en un moño, lo demás me es ajeno, yo mismo me reconozco un extraño.

Desde altísimos techos que alcanzan el cielo, hasta bellísimos murales del mundo, obras de arte desconocidas que ni siquiera en la dinastía Ming han sido vistas; instrumentos musicales que rasgan notas aún más solemnes que el gayageum, y la gente cuyo tono de piel es distinto al mío, que me observan entre curiosos y apenados – todo me resulta mareante. Siempre que cierro los ojos, solo la veo a ella por doquier.

En mi mente, ella siempre está, como un rayito de luz. Su cara diáfana y nívea; pupilas refulgentes como el ónix, que parecieran pozos de tinta; su nariz delicada y recta que pareciera un trazo de pincel; sonrisa cálida, amable en una boca de melocotón; su voz elegante que susurra al oído –todo de ella vive en mi memoria, y nada le impide aparecer en ella. De repente, abro los ojos. “¡La pintaré! ¡Inmortalizaré cada una y todos mis recuerdos de ella en esa pintura!” La necesidad de pintar surge con furia, y mis ganas de seguir vivo, resurgen de las cenizas.

Dejo el pincel y me estiro con dificultad, siento que a todo mi cuerpo lo reconcome un hormigueo. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Me parece que la luz de la luna llena me acarició tres veces, así que tal vez hayan pasado tres meses, entonces. Descorro los pesados cortinajes que tapan los ventanales, y los serenos rayos de la luna se colaron en la habitación. Echo una mirada apesadumbrada en derredor, las velas que se han consumido, mis utensilios de pintar, y su retrato, ya terminado. Con manos temblorosas, me acicalo un poco, y me quedo delante suyo.

En el retrato, ella lleva una elegante falda gris y un corpiño malva bordado de clavelinas, sonríe enigmática y sutil, observándome como si estuviese viva. Desde el abismo más profundo, reverbera toda clase de sentimientos pesarosos –cosas que nunca le pude decir, emociones que nunca pude expresar, y mi morriña eterna, todo esto me desbordó.

Desde aquel momento, no he sido más que un cascarón vacío, como si yo solo existiese por ella, y eso sigue igual, aún hoy.
***
Saimdang Light´s Diary es la vida de una profesora de historia de arte coreano que descubre el diario de la figura histórica Shin Saimdang. La maestra revela el secreto de un misterioso retrato.
El personaje principal del drama, Shin Saimdang, en la vida real fue una artista, caligrafísta y poeta. Director: Yun Sang Ho
Guionista: Park Eun Ryung
**
Shin Saimdang nació y creció en Gangneung en el hogar de sus abuelos maternos. Su padre, Shin Myeonggwa (申命 和) era un funcionario del gobierno, que no se unió activamente a la política. Su madre era Lady Yi, la hija de Yi Saon (李思 溫). Shin tenía cuatro hermanas menores. Su abuelo materno la educó como si fuera un varón. Al crecer en esa atmósfera, Shin Saimdang recibió una educación que no era común para las mujeres de esa época. Además de la literatura y la poesía, era adepta a la caligrafía, al bordado y a la pintura.

Debido a que se crió en una casa que no tenía hijos varones, pasó mucho tiempo en casa de sus padres. A la edad de 19 años, se casó con el comandante Yi Wonsu (李元秀) y con el consentimiento de su esposo continuó pasando tiempo en su hogar paterno. Acompañó a su marido a sus puestos oficiales en Seúl y en ciudades rurales, naciendo Yi I en Gangneung. Sin embargo, Shin Saimdang murió repentinamente después de mudarse a la región de Pyongan a la edad de 48 años.

Saimdang fue capaz de cultivar su talento a pesar de la rígida sociedad confuciana de la época, gracias a un hogar poco convencional y a un marido comprensivo. Al no tener hermanos, recibió una educación que sólo se le legaba a un hijo, y este fondo influyó mucho en la forma en que educó a sus hijos. 

Fuente: Wikipedia.
Imagen: Picture of Insects and Grass No. 2 (초충도), Shin Saimdang (신사임당), 16th c.
NOTA BENE: La serie Saimdang Light´s Diary, que puede verse por Netflix, consta de 28 capítulos, los que pasan de interesantes a insufribles, lentos y repetitivos. No obstante, es un ingreso digno a la vida y al arte de la antigüedad de Corea, así como a la corrupción aquella y a la actual, cosa que no cambiará.

lunes, 13 de agosto de 2018

Descanso de ser uno

Mónica Tracey

(Junín, Buenos Aires, Argentina, 1953)


Nada es para siempre
salvo
en la afiebrada tempestad del amor
en el cuerpo enfermo de la juventud
cuando las tormentas no se avecinan
estallan
de una vez y para siempre
torbellino hacia un fondo sin final
esa locura sí locura de llevar el cuerpo
incienso encendido
humo y perfume
saciedad impura
creyendo
de rodillas
las manos juntas
el alma en ascensión
ceremonia sin palabras
descanso de ser uno.

(...)

No sienta precedentes
no es que si amás este verano seguirás amando
que después de amar amás
que hay otra mañana porque hubo esta
en el celeste del patio
ninguna fortaleza tomada es una fortaleza
ahí estás como ayer
tantas partes de agua tantas de lágrimas
ojo seco
diciéndote voy a ver.

(...)

Nunca sentí como ahora
antes nunca esta comprensión
esta intensidad esta compasión
nunca el sabor tuvo este sabor
en la orilla hay puertas que dan a los abismos
l’attirance ahora es una invitación gentil
que acepto encantada
esa risa loca que oculté ya no tiene qué temer
ahora sólo el cuerpo teme
¿es ésta la edad madura?

De Hay que dejar de ser hermosa, Hilos Editora, 2018.

miércoles, 6 de junio de 2018

Como una figura que va o no va

NURIT KASZTELAN

(Buenos Aires, Argentina, 1982)


La vara

Insisto en que el jazmín
se trepe a la vara
y crezca
usándola de apoyo.
Pero necia
como toda planta trepadora
se suelta
y ya invadió el cedrón, la cretona
y el palo borracho.
Delicadamente los separo
con cuidado de que no se rompan
pero es inútil
soy lenta para aprender
las penas de las plantas.

De Después (Caleta Olivia, 2018)
**
Ensayo y error

Llega temprano, algo distraída saluda,
el pelo arreglado, un poco húmedo.
Los signos no son visibles.
Unas horas antes mientras el agua
corría por la ducha
pensaba en las fuerzas físicas
de dos cuerpos al conectarse
uno en el otro
en un juego de encastres.
El cubo entra en el cuadrado
el prisma en el triángulo
cualquier niño lo sabe
pero ahora
las cosas no son tan simples
como una figura que va o no va.

De Lógica de los accidentes (Ediciones Liliputienses, España, 2015)

miércoles, 18 de abril de 2018

Y el pulso ajeno de la poesía

Diego Colomba

(San Nicolás, Buenos Aires, Argentina, 1972)


Blanco a la cal

¿Qué hacen un tuerto alcohólico y un estrábico con vértigo en la cornisa? Se preguntó Dios, o un vecino, esa mañana de verano. Antes de que pintaran el techo, con escobas viejas, bajo la luz cegadora del cielo.
***
Motivos

Los cardos sin flor, el yuyal y esta huella de tierra que se pierde como un hilo en la  palma de una mano dan ganas de seguir respirando este aire frío y seco. Porque es terrena mi buenaventura.
Tomado de dimafe.com
**
Representación

Olor dulzón a madreselvas. Pájaros que caen. Ladridos. Y el pulso ajeno de la poesía.
**
La humildad nunca es elegida

Ahora
que el sol
quema
en el porlan
me mandan
a la sombra
del galpón.

Qué nítidos
se ven
los demás
desde lo oscuro.

Cómo se mueven
de una lado
a otro.

Qué ganas
ciegas
de vivir.

De Blanco a la cal. https://www.scribd.com/.../Blanco-a-La-Cal-Libro-Colomba

miércoles, 28 de febrero de 2018

Mientras la tormenta desparrama sus estruendos

José Di Marco

(Río Cuarto, Córdoba, Argentina, 1966)

 La verdad

La verdad debía ser una columna de fuego en el desierto.
Agua fresca donde acaba el meandro de espejismos.
Entonces creíamos ver lo que permanece intacto y último.
Entonces nuestra sed tenía causa y propósito.
Un sostén en la arena, incontable transparencia
y esplendor alumbrando la meta precisa.
Ninguna estría en el campo visual ni espasmos
que torcieran al viajero de su tierra deseada.
Hasta la palabra recobró su presencia,
del olvido trajo su fuga, sus desvíos, su mensaje imposible:
letras ardiendo de agonía,
un centelleo en el aire electrizado.
**
Planetas
a F.C.

Lo curioso es que se ha desprendido
un pedazo de mampostería del techo del restaurante
donde comemos, y que no estamos borrachos todavía.
Si esos escombros hubieran caído
sobre nuestras cabezas...
Si el vino oscuro se hubiera
apoderado de nuestras lenguas
y la charla se nos llenara de muertos...
Yo, que he leído con devoción sus poemas
y convertido en un manual de primeros auxilios
el hálito que se desprende del latigazo de sus frases,
le pregunto si hay un secreto para su arte.
"No tomarse en serio la literatura
-me dice-
y ser un lector de la propia obra."
Después viene el café, la cuenta, la caminata
bajo un cielo que se va poniendo espeso.
Mientras la tormenta desparrama sus estruendos,
nos vamos separando. De vuelta cada uno
luego de un provisorio alineamiento
al perímetro de su órbita personal.
***

Admitamos que es válido el argumento
del que afirma
conversar con las estrellas
y hace de lo bello
una disciplina castrense:

cultiva orquídeas,
evita el plástico,
silba de corrido
el concierto para clarinete
y orquesta de Mozart;
desprecia con frialdad a sus contemporáneos.

Pero también hay que escuchar
las razones del que dice
(con grasa en la yema de los dedos)
que la lengua
es una llave pulsiana.

Y, fiel a sus convicciones,
ajusta los sustantivos
de sus versos
para que el poema
se yerga, sólido y austero,
en la ventisca de la época.

jueves, 22 de febrero de 2018

Aquí nadie se llama así

Gustavo Zappa 

(Buenos Aires, Argentina, 1962-2018)
In Memoriam

LA CIUDAD DE DIOS

Es un personaje como el que creó Wenders en Paris-Texas. Un caminante mudo con su idea fija bajo el sol del desierto. De alguien así sólo cabe pensar que anda tras la mujer de su vida o que, si es más osado, busca a Dios. Deambula durante años, tropieza con ciudades de todo tipo hasta que finalmente decide quedarse en una especialmente bella. Una ciudad angélica.
– Ésta es la ciudad de Dios, es hora de descansar- dice convencido.
Por supuesto, no debe pedir limosna ni golpear puertas como ha venido haciendo en cada pueblo porque enseguida una mujer caritativa lo invita a dormir y le da alimento. Ninguno de los dos dice una palabra, hasta que después de varios días él pregunta:
-Dónde vive Dios.
Ella lo mira sin entender.
-Aquí nadie se llama así.
-¿Pero saben que creó el universo y que vive en esta ciudad?
-Nosotros no sabemos-respondió la mujer-. Jamás se nos ocurrió saber nada de Dios.
Entonces el hombre sonríe y abraza a la mujer, porque en ese lugar termina su viaje.


De Una perfecta felicidad (Ediciones Simurg, 1998) 
 ** 
Gran amigo, entre otros, de Ricardo Maneiro, Hebe Uhart, quien me cuenta que Gustavo murió hace unos días de un cáncer más que horripilante. Cinéfilo, traductor, desgrabador, lector, tipiador, subtitulador de filmes, pero más que nada, un tipo de barrio. Como se decía antes: un muy buen tipo. Hipocondríaco, cariñoso, glotón, enamoradizo con y sin suerte. Yo lo llamaba "Oblomov"; mis hijos, "Unas líneas de fiebre" (y no se ofendía). Donde había asado, Gustavo llegaba contento como quien viene vaya a saber a qué.  

Chau. Irene

jueves, 18 de enero de 2018

Los seres queridos sonríen en las fotos

Carina Sedevich
(Santa Fe, Argentina, 1972. Reside en Córdoba, Argentina)

2

Algo en el fondo de los otros
me repele íntimamente:
el reflejo de mi propia humanidad.

*

Sin embargo, hija,
estoy bendita:
la materia de tu alma
ya me es propia.
El hombre aquel
que me leyó las manos
pudo verlo,
como hoy te veo
en el cabello
de otros niños.
Te escucho enumerar
los grillos cada noche.

*

Así
mi revulsiva humanidad
consigue mantenerme viva.
(...)
PRIMER SOL INTENSO de septiembre.
Los niños corren en el parque.
Los seres queridos sonríen en las fotos
lejos, abrazando a otros.
**

Primera mañana de diciembre.
Me detengo bajo un árbol y lo anoto:
Buen trabajo. Los seres que he querido
han podido alejarse de mí.
***
Oración para la piedra de la mesa
(Fragmento)
El viento se mueve.
Mi corazón se mueve
pero ansía ser como la piedra
constelada
que sostiene mis brazos
mientras mis brazos
sostienen mi frente.

*

Piedra de la mesa
perfumada en verano
por partículas de sal.
Demasiado dura
para estar con otros.
Demasiado vieja
para no callar.

*

Piedra de la mesa
dulce como un muerto:
hace mucho tiempo
no miro mis manos.

*

Piedra de la mesa:
olvida mis palabras.
Seres amados:
olviden mis palabras.
Campanas de la catedral:
escriban
sobre mis palabras.
Caireles de la florería:
eleven sus palabras
por mi niña.

-Pájaros:
busquen el agua.
Es domingo.-

De Lavar a la madre. Ed. Buena Vista, 2017.

lunes, 8 de enero de 2018

Me dicen que me detenga en la forma

Maria Borio
(Perugia, Italia, 1985)

EL CIELO

Sé que αρμονία significa también enlace,
conexión, unión. “Mientras los maderos estén
sujetos por las clavijas, seguiré aquí,
y sufriré los males que haya de padecer”
(Odissea, V, 361-362)

 Las nueces abiertas sobre la mesa
son todavía sonido
—el movimiento brillante de los ojos
de la puerta a la mesa:
el trabajo, el peso que no existe,
las ligeras ansias para las personas—
como si la belleza no tuviera un origen.
Estas nueces han hecho ruido,
me quitan los pensamientos
(nacen y son ya de todos,
todos los pensamientos…),
me reclaman al cuerpo,
a lo que nombro sabor
(las ideas nunca tienen cuerpo,
¿son parte de todos?),
me retienen contando los restos,
reuniéndolos sobre la mesa
(y mis pensamientos ¿a quién
han hecho feliz?).
Las cáscaras rotas pertenecen a estas manos
en la cavidad, en las líneas de las palmas,
puntas de semillas —nace una vida
al instante dentro de estas manos.
No tener pensamientos.
**

Han pasado días como voces,
las voces útiles al aire cuando se llena.
Han pasado días demasiado míos
a los que hablo cortocircuito.
Y los tuyos —aquellos de
él, del otro, del otro,
otras voces
yo de ellos, ellos
de mí y nadie
de nadie.
Se me aparecían rostros de mujer
en el mármol de la fachada,
llenos de luz de diciembre
y demasiado ligeros para entender
si son jóvenes o viejos, criaturas
innaturales o animales.
Aparecía la geometría
las ficciones, y todos los residentes,
resbalando cerca, secretos,
agrietados por el sol resbalando
de boca en boca de cuerpo en cuerpo,
se unían a las personas reales,
me hacían personaje.
Contar es lo único,
reconocerlas en la luz exacta
las voces que no parecen auténticas,
que deseas transparentes,
inocentes o simples—
y te hacen más única
de una persona sola.

Versiones de Pablo López Carballo
**
Pantalla

Me dicen que me detenga en la forma,
observarla y preguntar no a la forma
sino a todo lo que es fuera de ella,
esta escritura o las uñas delgadas,
las biografías anónimas o las palabras anónimas.
Me dicen que puede ser la forma de este libro en la pantalla
dónde ves vidas en fragmento o una luz maravillada.

La forma es la pantalla como una casa azul,
estadística y figuras o aquel ritmo que ata los hombres
en mi mente. La forma es, no es eso que quieren
que yo dé. Es, no es el futuro. Es deshacerse, a veces.

La forma, sólo la imagen, me has dicho, pero la borro
y la reescribo: letras, les digo, piensen, en cada letra
vean una palabra como el pie de un niño
apoyado en la mano de la madre y aquella mano
en el vientre y el vientre en un pensamiento.

A veces sigo este recorrido para que una escena ocurra
y no sea sólo forma sino vientre, mano, pie
que no ven, incluso en las imágenes desordenadas
en el éter como un libro de caras los sigo siempre,
un avión silencioso que reingresa en un hangar
o el ciego que llega a la última señal del braille.

Me han dicho, de nuevo, que me detenga en la forma,
la forma que se escribe o se vive nunca es la misma.
Con los pensamientos como uñas ato vidas
desunidas en la pantalla.

Traducción de Mario Pera

De L´altro limite, Lieto Colle, 2017.

lunes, 1 de enero de 2018

Todo es tan poco siempre cuando se mira lejos


MARIANA FINOCHIETTO
(General Belgrano, Provincia de Buenos Aires, 1971. Reside en City Bell, Buenos Aires, Argentina)




No es fácil ser feliz.
Nunca fue fácil
sostenerse en el alambre,
comprender
el misterio de la tensión
entre lo malo y lo bueno.
Entendamos
que la alegría requiere un protocolo,
una pequeña ceremonia de iniciación
para ser carne
y hueso.
Cierto heroísmo
en entregarse al goce
que no todos poseen,
que no todos merecemos.
**
Es tan pequeña cosa la palabra.
Tan limitada a su oficio,
tan certera.
Precaria, yo también,
frente al espejo,
me cubro y me descubro de signos,
buscando no se qué
o la felicidad.
Me permito decir.
Soy la que nombra de este lado del mundo,
donde los cuartos aún conservan el frío,
pero el sol ya está entibiando las ventanas.
**

En las tierras oscuras donde el miedo era rey
construí una casa con el barro del río.
Sometí a la materia, la moldee entre mis manos,
le di forma de hombre, de ventana, de hijo.
Con mis ojos de amor parí cada mañana
un sol para entibiarme en los días más fríos.
Vi crecer las glicinas, florecer, derramarse,
convertirse en manojos de violencia azulada.
Vi pasar a los pájaros en su huida hacia el sur.
Los contemplé al volver en la urgencia del nido.
Todo es tan poco siempre cuando se mira lejos.
Tan poco y diminuto y lejano y perdido.

Debo dar las gracias a mis pequeñas muertes
por este cuerpo mío de vida generosa.
Llevo la cicatriz del que ha perdido todo de una perra vez.
Como todo el que aprende, yo también aprendí
que uno es apenas la suma
de todos los demonios que se ha devorado.
***
Imagen: tomada del blog masticar rabia.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Cuchilladas de sol en las nubes oscuras

MARCELO LEITES
(Concordia, Entre Ríos, Argentina, 1963)


LO QUE DIJO EL VIENTO


Las hilachas de luz describen
siluetas diminutas, desnudas.
Hileras verdes en galería
adelgazándose en las sombras.
La luna irradia mi cuerpo
¿Soy todavía?
¿Soy un río que viene y va
o sólo su reflejo?
Estallido de agua.
Nado contra la corriente.
y mis brazos levantan vuelo.
Nadar es apropiarse del agua.
En la costa bailamos unidos
un ritual ebrio y tribal
cuyo ritmo hemos olvidado.

El aguaribay mueve sus ramas
y la lengua absorbe el centro
picante de los pimientos rojos.
El viento entre las ramas del aguaribay.
Arranco una rama
y la rugosidad de mis manos
cede a la suave savia de sus hojas.
Este olor a resina pegajosa me acompañará
en el viaje definitivo.
La superficie iluminada de la costa,
los biguaes y sus círculos sobre el río,
la insistencia del grito de las aves
y los dorados que saltan fuera del agua
deberían bastar a la hora de hacer un recuento.

Cuchilladas de sol en las nubes oscuras.
Las brasas oscilan tenues sobre los restos
del mediodía: el humo de la carne asada:
el pan y el vino y esa canción que quedó
flotando como una revelación
deberían bastarte, aunque más no fuera
como una lacerante, dolorosa maravilla.

¿Y la alegría de la mesa compartida?

¿Aún te dicen algo esas nubes?
Dibujan entre los huecos del cielo
los rostros que creías fieles
con una sonrisa lejana y suficiente.
¿Aún te dicen algo esas nubes
que se disgregaron en el aire?
Pasan
Pasan
Pasan como las plumas
tornasoladas del pavo real.
¿Te dicen algo, todavía?
Ah, la entropía del conocimiento.
Saber no nos salva:
Nos deja al borde
de nosotros mismos:
Los zumbidos de las moscas
nos atraparon como arañas en su tela.
Hemos llevado el universo a nuestra casa
y hemos cerrado la puerta.
Pequeños hombres grandes
Pequeños monstruos maquillados
que acusan con el dedo de dios
y no dejan a nadie en paz.
No se puede tolerar a los intolerantes,
no, Oliverio, no hay que compadecerlos:
hay que ignorarlos.

¿Y la alegría de la mesa compartida?

Todavía el aire bombea tu corazón.
No has muerto en ninguna batalla,
y aunque tu papel en el universo
sea como el paso de una hormiga
sobre una brizna de hierba,
cada día renuevas el salto.
Debería, entonces, alcanzarte.
Ahora, en esta primavera de guerra,
los hijos toman aire de mis pulmones
y cantan una canción.
Estas voces enamoradas del mundo…
Habrá que seguir cantando
y las voces unidas en el canto
deberían, al fin, bastarnos.

Las luciérnagas no saben que iluminan la noche.

Suspendidos en el espacio, los amantes
quedan exhaustos como dos nadadores.
El mundo se cae a pedazos
y todavía estás ahí, del otro lado,
tendida, tendiéndome una mano.
**
TANQUE AUSTRALIANO
I


Y una noche de luna llena
pegamos la cara en el espejo
entramos descalzos a la noche
y sin saber qué esperar
bajamos al tanque australiano
bajamos despacio
deslizamos por las paredes de chapa
los cuerpos desnudos.
Los pies agitan el agua,
un estanque en medio del desierto.
No hay desacuerdos,
un entendimiento tácito entre nosotros.
Nos basta con estar dentro del tanque
y mirar las estrellas.
La conciencia se aquieta y respiramos
el mismo aire que respiran los caballos
en el campus militar de enfrente.
Disparos de rifles sacuden el letargo,
enfrente.
—Son sólo tiros al blanco.
—Pero suficientes como signo de época.
Y bajamos todavía más, casi tocamos el fondo
y contuvimos la respiración bajo el agua
y vimos algas y hojas sumergidas
y sedimentos y escuchamos
el sonido atemperado del mundo
y más y más navegamos en nuestro tanque
y giramos una vez y otra vez
por las paredes de chapa y en cada giro
algo nuevo veíamos
y un nuevo canto oíamos.
—Ése que está adentro del sauce
es Juanele.
—Y al costado está el filodendro que plantó
Veiravé.
—Y el que parece un árbol de letras, ¿quién es?
—Ah… Leónidas viajando aún en su capuchón.
—¿Ves también los sembrados y los pescadores
mirando más allá del espinel?
—Sí, pero lejanos, casi inalcanzables.
Y había también sirenas, las mismas sirenas
de Ulises cantaban un canto de opio
y desaparecieron cuando quisimos tocarlas.
Flotando en el agua del tanque
vimos la ciudad inclinada entre la villa
y las luces de neón y las pantallas ciegas.
Y vimos los ejércitos de hormigas
que durante años llevan sobre sus hombros
los ladrillos para construir su casa
antes que el veneno las liquide
antes que el país las expulse
definitivamente.
Sentados en el borde del tanque
nuestra mirada horadó los pastos,
los árboles y el río lejano.
Y nuestra mirada seguirá horadando
escrutando entre la niebla
las partículas de polvo en el aire
y el sol que anuncia el fin del día.
De Tanque australiano, Ediciones Gog y Magog, Buenos Aires, 2007.
***
POEMAS CON VALQUIRIAS
IV


El aire pasa de tus labios a los míos
pasa el aire de mis labios
a los tuyos
bajo el agua nítida del estuario.
Mientras pasa el tiempo nos miramos
y se forman arruguitas en los dedos
que se apenas se rozan en las yemas.
Sostenemos el aliento
hasta que no aguantamos más
y subimos a la superficie.
Los pulmones respiran aliviados.
Otra vez estamos solos.
***
Hay que dar gracias

Hay que dar gracias:
el cuerpo anda
el cuerpo camina
el cuerpo se mueve solo.
No hay otra libertad
sino el cuerpo.
No hay otra verdad
sino el cuerpo.
Sé que me muevo
porque mi cuerpo se mueve.
No estoy muerto
no estoy dormido
no hay forma de quedarse inmóvil.
Creo en mi cuerpo.
Mi cuerpo no me abandona.
Hay que dar gracias:
tus manos se mueven
tus piernas se mueven
el mundo se mueve.

De Adentro y afuera, en preparación.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Su puntada en el agua

LAURA FORCHETTI

(Coronel Dorrego, Pcia. De Buenos Aires, Argentina, 1964)

soplo

giraba sobre el yuyal

posarse parecía
en un don diego cerrado
naranja

bajó

perdido en el mar
de puntas erizadas
de enero

algo fue a buscar
en la tierra

si el viento quería
mostraba
su antifaz de pícaro
sabelotodo
benteveo

había visto descender
justo ahíí justo ahíí
algo oscuro

un abejorro
mariposa negra
o el salto de un grillo

¿quién sabe?

sabe el benteveo
que bajó a comer

ojo aguja
su puntada en el agua
seca

olivillos grises
gramilla
ortigas
de tallos quemados
un jazmín
no me olvides
que cayó de mi patio

después el vuelo
y adiós

todo
fueron segundos

ahora
pierdo la mañana
por el rayo negro y amarillo

¿cómo puede deshacerse
el tiempo
en una sombra
iluminada?

¿qué quiero saber
que mi perra
despreocupada
entiende
y se echa a dormir
después de la visita
desatenta?

los versos rozan
la orilla del silencio

un contorno
de restos gastados
algas huesos pinzas caracoles

el secreto permanece
bajo la línea
de flotación

benteveo
dibujado minucioso
regalado de la belleza
cada trazo
en picada sobre el día
levantás tu alimento
y te vas
anunciando el instante
tu reino
***
Anunciación

clase práctica de botánica
la ramita que crece en la lata de tomate
especies autóctonas

en realidad son cuatro latas con sus cuatro
germinaciones

todas de hojas bipinadas
folíolos múltiples
seis a veintiocho centímetros
desplegadas de día
por la noche cerradas como párpados

follaje azulino
barba de chivo
maldiojo

el ejemplar originario está en una vereda
abandonado
entre arbustos siempreverdes
tamariscos

hay que buscarlo
con el delicado
tacto
del ojo

yo misma voy contando los pasos
hasta verlo aparecer
tras de la loma

su floración de reina

primera vez de una flor
no la olvido:

agrupadas en racimos piramidales
amarillas limón
cinco sépalos alrededor del cáliz
cinco pétalos libres
diez estambres declinados
larguísimos                                                                     
rojos
          rojo rojo

y la gota de polen

novia nocturna de la polilla esfinge
a plena luz del día
del abejorro

¿qué flor es esa? –decía

al amanecer

          hora en que las cosas del mundo
          se alumbran de una en una
          como lámparas
          resplandecen
          de una en una
          como milagros

volví a visitarla

la conversación asimétrica
entre mi clasificación
de linneo
y su boca
llamadora de pájaros

es difícil conseguirla en viveros
una belleza demasiado natural
resistente a las sequías
los suelos pobres


la chica del jardín pillahuinco
me dijo
cómo hacerlo

hace dos navidades dejé bolsitas
de tul verde
alrededor de los frutos

pequeñas redes para atrapar semillas

el momento exacto en que la chaucha se abre
suelta su dádiva:

moneditas livianas
brillantes como caramelos mediahora
nueve o diez milímetros

pasaba algunos días a mirarlo
el tul como un adorno

tal vez
alguien pensó en la costumbre
del árbol de diciembre

la espera era la misma
cuando no estaba allí presente

          todo queda temblando
          a punto de caer
          de deshacerse

el árbol con los tules
haciendo sus semillas                  
y mi pequeña trampa

identificar
poner un orden
cerrar la mano

los últimos días de enero
juntamos las bolsitas

estallaban
las chauchas doradas
con ruido de maderas
saltaban en el aire
las semillas
brasas

(no lo invento yo
sucedía)

daban ganas de llevarlas a la boca
el secreto de la flor extraña y dulce
las cintas rojas que atan el cielo
nos protegen

empezaba a llover
amarillo como las flores
un perro
bajo el agua
vigilaba mi ronda

desanudar el tul
esconder algo

era el único vecino atento
al peligro de mi mano

menos
en nuestra atención minuciosa confiamos
que en la ligera distracción de la naturaleza

puse la semilla entre algodones
la alimenté con agua limpia

del germinador a la tierra
dos cotiledones anuncian que está viva

ahora
son cuatro latas
con sus cuatro germinaciones

el follaje azul y el movimiento
de abrir y cerrar
folíolos

se fortalece el tallo alimentado
de mis amores

pero no es tiempo
todavía
de trasplantarlas
a la intensa agitación del patio

mecidas
en la vida artificial
bostezan
cubriéndose la boca

puede llevar años
la encarnación de una flor
su vestido

De Libro de horas, Bajo la luna, Buenos Aires, 2017.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char