IRMA ELENA MARC
(Rosario, Santa Fe, 1951. Reside en Corral de Bustos, provincia de Córdoba, Argentina)
LOS OJOS
La Nena le hundió
los ojos
clavándole los pulgares con un solo movimiento preciso,
los ojos dieron vuelta sobre sí mismos en un giro completo.
La Nena sintió cosquillas
en la yema de los pulgares
cuando las pestañas volvieron a quedar en su lugar;
oprimió más y los ojos se perdieron
en la cabeza sin cerebro de Pierángeli.
La Nena la miró sin reconocerla
a causa de las lágrimas y del frío de la muerte.
Guardados los ojos dentro de la nada.
El vacío de los ojos.
Los ojos de la muñeca Pierángeli eran la nada.
Cantaba el aire en las cuencas inocentes y bellas y encantadas.
¿No es la muñeca más que los ojos?
¿o es un cuchillo a mitad de la infancia?
***
Pierángeli descubre la eternidad
–Está bien, lo comeré –dijo Alicia–. Si
me vuelvo más grande, podré alcanzar
la llave; si me vuelvo más chica, podré
colarme por debajo de la puerta. ¡Pase
lo que pase, entraré al jardín!
Lewis Carroll
La soledad de Pierángeli encerrada en su Babel,
busca el Jardín de los Niños Perdidos,
imposibilitada de crecer como Peter,
porque no hay corazón,
hay un torso sin corazón,
carcomido el corazón
por el garfio del miedo,
ni ángeles de la guarda,
ni estampitas,
sólo los sueños
donde es posible detener el tiempo y que sea por siempre la hora del té,
y se agoten y se colmen
las tazas.
(En el Jardín de Nunca Jamás todos hablan la misma lengua y sueñan
idénticos sueños).
Cuando la nena se cayó del útero
empezó el tormento reservado
a los prisioneros del Arrecife del Dolor,
tuvo que conservar ojos y corazón límpidos
para divisar cualquier balsa que la llevara a tierra firme
o un cochecito de bebé para salir volando rumbo al Jardín más allá de la puerta.
El viento pasa y arroja de Babel
las palabras que no existen,
perdido el lenguaje en la más eterna inmensidad.
Bajo la lluvia,
al atardecer,
Pierángeli juega sola,
la Nena está ensimismada porque ha perdido el último diente de leche.
**
De Los ojos, Editorial Ruinas Circulares, 2013.
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martes, 11 de febrero de 2014
lunes, 25 de junio de 2012
Alguien de cabellos húmedos
Tomada de facebook |
IRMA ELENA MARC
(Rosario, Santa Fe, 1951. Reside en Corral de Bustos, provincia de Córdoba, Argentina)
TRANSFORMACIONES
Qué horadó tan lejos mi inocencia más inocente
mi nombre más puro y desde entonces
mi pena se renueva sin cesar
y Ella está cada vez más perdida
ante mis ojos
Algo la cautivó en la noche tejiendo sus
vestidos con qué a qué a quién
en cada abandono pero por qué el retorno
al inmenso continente
que la separó de la ganancia deseando otra
carne para su alma otra alma para mi carne
en la distancia de lo expulsado del paraíso
y engullido por la sombra
aproximándose a la muerte
para que obtenga mi placer
matándolo
***
De NOMBRAR EN VIAJE
V
No hay agua, Ella dice no hay agua.
Habla de la ternura, naturalmente,
ha llegado a un lugar seco donde golpea el sol.
Sopla una ráfaga húmeda, Ella se desliza
hacia el agua de sueño, en las repisas tintinea
la cristalería y saltan al vacío los impulsos del agua,
en un montón de imágenes rotas.
Ella ve allí a alguien que conocía,
alguien de cabellos húmedos.
Amor mío.
***
EL GIGANTE
¡Usted se alimenta de muertos!
Gustave Flaubert
Ella hace de la infancia su único alimento,
sin ceremonias, sin sentido,
el cuerpo es un pan coagulado,
es difícil que allí vuelva a fluir sangre verdadera
(el muerto es el alimento).
En sus ojos se enciende el espectáculo, y dice:
No dan ganas de jugar aquí,
sólo de estar sentada en esta silla con las piernas colgando,
¿Quiénes la dejaron sola? ¿Dónde están las otras?
Está sola como yo. Es raro, no está rota para estar acá,
¿las nenas son sillas abandonadas en una habitación?
Me gusta como baila el aire en los rayos de sol
que entran por la ventana,
hay cositas que flotan, no tienen piernas,
no tocan el piso, son nenas hermosas con vestidos de plumetí.
Soy una nena hermosa con un vestido de plumetí,
sentada en una gran silla , las piernas no tocan el piso,
la cabeza no llega al techo.
Si estuviera rota, el plumetí tendría motitas color ciruela.
Las lucecitas que bailan también son nenas vestidas
de plumetí. No tocan el techo. No llegan al piso,
bailan en el aire espumoso,
meto los dedos en las nenitas hermosas que están solas y bailan,
se vuelven locas, bailan más rápido, cambian de baile. Canto.
Bailan. Grito. Rozo el aire. Concierto de cuerpos, la lágrima que cae
es un arpa de luz, muevo los dedos, me cubro de brillantes.
Me gustan tanto los amarillos, son como los ojos de mi papá,
son papá sin ojos. Los ojos se escaparon. Se pusieron a bailar
para mí. No les tengo miedo, les tengo lástima, no tienen cara.
La cara de mi papá andará buscando los ojos, los tengo yo
en la palma de la mano, los escondo, los dejo escapar, se van.
Mi padre se quedó sin ojos. Puedo hacer lo que quiero.
Esa planta se llama hiedra. Crece,
crece. Sube por las piernas hasta el cielo.
No entiendo, de una planta chiquita, como yo
crece una cosa enorme, larga, que te lleva a la casa de un gigante.
¿Es esta la casa de un gigante?
El espejo tiene tres nenas. Somos Ricitos de Noche,
venimos de abajo, del mundo,
me cansé de estar ocultándome, vengo a ver la casa del gigante.
En esta casa hay un solo gigante, por eso hay una sola silla de gigante.
¿Dónde andará el Gigante?
Trepé por la hiedra de la planta de las habichuelas para entrar
a la casa del Gigante, las puertas son para el Gigante,
para que entre y salga cuando quiera, para que se vaya dando un portazo.
¿Si la hiedra rompe el vidrio de la ventana me envolverá?
Cuando la hiedra envuelva la casa será de noche.
Las manchas de la luna son hojas de hiedra que la van comiendo.
Todo es oscuro cuando devora la hiedra.
La hiedra es un gigante. No te das cuenta porque las hojas
son insignificantes, mirás las hojas de a una y parecen cositas
cosidas a la pared.
¿Cómo de un poroto puede crecer un Gigante?
¿Por qué? ¿Para qué? Para comerte mejor.
Si me muevo rápido con las cositas que bailan en la luz
el Gigante hiedra no podrá tragarme.
(El espectáculo que se repite, y es seductor, y atadura, y muerte,
la mano que se tiende como un brillo añadido a su belleza.
Es difícil que allí pueda volver a fluir sangre verdadera,
imposible avanzar hacia ninguna parte).
del libro El Gigante
Editorial Ruinas Circulares-2007
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char