ROBERTO JUARROZ
Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, id., 1995
El centro no es un punto.
Si lo fuera, resultaría fácil acertarlo.
No es ni siquiera la reducción de un punto a su infinito.
El centro es una ausencia,
de punto, de infinito y aun de ausencia
y sólo se acierta con ausencia.
Mírame después que te hayas ido,
aunque yo esté recién cuando me vaya.
Ahora el centro me ha enseñado a no estar,
pero más tarde el centro estará aquí.
De Segunda Poesía Vertical, Carlos Lohlé, 1963.
Cortesía de Gustavo Gottfried
**
El centro del amor...
El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros
se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.
De Poesía Vertical VIII, Carlos Lohlé, 1984.
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martes, 20 de noviembre de 2018
viernes, 2 de noviembre de 2018
Lo visible es un adorno de lo invisible
Roberto Juarroz
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, Capital Federal, Argentina, 1995)
No siempre la visión y la palabra coinciden hasta la suma del poema. Muchas veces sólo quedan algunos núcleos o gérmenes o imágenes o roces, como si fueran restos o quizá paradójicas ganancias de un naufragio. ¿Pero acaso es otra cosa toda la poesía? Tal vez se debiera entonces hablar aquí de fragmentos caídos, astillas de poemas, gestos de aproximación, trozos de materia poética de textos que no terminaron de nacer. Y consolarse con la idea de que nacer es un proceso que nunca termina.
Llegar con los ojos abiertos a la mirada final, como un estandarte que no se avergüenza. Aunque los ojos abiertos tengan que cerrar muchas cosas.
Lo visible es un adorno de lo invisible.
Apagar una luz me deslumbra más que encenderla.
Una hoja en el árbol, justifica al árbol. Pero un árbol sin hojas lo justifica todo.
Imaginar una lámpara hasta encenderla.
Sólo desnuda da sombra la flor.
Una sola palabra en una casa de espejos.
Allí donde la luz no alumbra, tal vez alumbre la sombra.
Me has enseñado a no cortar las flores. He sospechado que tú eres cómplice de su crecimiento.
Ya que debemos olvidarlo todo, deberíamos por lo menos una vez recordarlo todo.
Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tu lo pronunciabas.
Nadie posee nada. Para poseer algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia. Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a amar y escribir con las manos vacías.
***
NOTA INTRODUCTORIA a Poesía vertical, 1958-1975
Es probable que nos falte conciencia para calibrar la posible realidad o irrealidad de la poesía. Podemos sospechar que la realidad es una cuestión de conciencia o visión profunda y que a mayor conciencia corresponde más realidad: o menos realidad. Y nos es dado suponer que para una hipotética conciencia o visión total no habría nada irreal, ni siquiera aquello que más lo parece. La poesía, sin embargo, da un paso más allá. Antes que nada, el poema se nos revela como invención y nos damos cuenta luego que el poema es también descubrimiento de la realidad. Comprendemos entonces la esencia de la poesía: la realidad sólo se descubre inventándola. La poesía es la visión activa: visión que crea lo que uno ve. La visión poética es, además, visión verbal. No nace con posterioridad a otra visión: ve con palabras. Primero hay un impulso, un estado de fluidez. La visión cobra forma mientras brota el poema. No hay, entonces, como a menudo se ha dicho, correspondencia o inadecuación de una forma verbal con respecto a una realidad preexistente, ni puede hablarse por lo tanto de fidelidad o traición. La realidad nace aquí con la forma. Todo el resto —sentimientos, ideas, cultura, tradición, hechos, situación— son factores convergentes, que colaboran en mayor o menor grado con el nacimiento de esa unidad de visión verbal y creadora que es el poema. Vivo el poema como una explosión de ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de su capacidad significativa inmediata. Partiendo de aquí (o tal vez llegando), he sentido la flaccidez y la blandura de gran parte de la poesía. He buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical. Creo que el problema no consiste en variar los temas, sino en una cuestión de tono, actitud interior, configuración simbólica y manejo del lenguaje. Tono: una expresión decidida, naturalmente de fondo, rotunda y hasta a veces cortante, aunque se hable de lo más escondido. Actitud interior: vivir las propias visiones con radical consistencia, sin cálculos ni temores, prolongando la vida interior hasta sus últimas consecuencias, hasta que adentro y afuera no se diferencien, en una contemplación casi religiosa de la dinámica profunda de las formas. Configuración simbólica: potencia íntegra de la imagen, entendiendo por tal no sólo la de raíz sensible sino también la fundada sobre los giros más penetrantes y originales del pensamiento, evitando rigurosamente lo difuso, con confianza plena en la vigencia de una estructura poética propia de los últimos alcances de la inteligencia, con la convicción de que sentir y pensar no son cosas distintas, con una fidelidad de base al desarrollo particular de cada núcleo poético y una vivencia o experiencia integral del poema como un organismo unitario. Manejo del lenguaje: concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo y retórico, con una especie de animismo verbal (reconocimiento de la vibración, el temple, la conducta y el ánimo de cada palabra) y un plasticismo figurativo, despierto en los sucesivos esbozos de algo así como una despojada y tal vez inalcanzable parábola del espíritu. Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad del nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro. Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma. En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro. Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles. Desde dentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.
ROBERTO JUARROZ
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1925-Temperley, Capital Federal, Argentina, 1995)
No siempre la visión y la palabra coinciden hasta la suma del poema. Muchas veces sólo quedan algunos núcleos o gérmenes o imágenes o roces, como si fueran restos o quizá paradójicas ganancias de un naufragio. ¿Pero acaso es otra cosa toda la poesía? Tal vez se debiera entonces hablar aquí de fragmentos caídos, astillas de poemas, gestos de aproximación, trozos de materia poética de textos que no terminaron de nacer. Y consolarse con la idea de que nacer es un proceso que nunca termina.
Llegar con los ojos abiertos a la mirada final, como un estandarte que no se avergüenza. Aunque los ojos abiertos tengan que cerrar muchas cosas.
Lo visible es un adorno de lo invisible.
Apagar una luz me deslumbra más que encenderla.
Una hoja en el árbol, justifica al árbol. Pero un árbol sin hojas lo justifica todo.
Imaginar una lámpara hasta encenderla.
Sólo desnuda da sombra la flor.
Una sola palabra en una casa de espejos.
Allí donde la luz no alumbra, tal vez alumbre la sombra.
Me has enseñado a no cortar las flores. He sospechado que tú eres cómplice de su crecimiento.
Ya que debemos olvidarlo todo, deberíamos por lo menos una vez recordarlo todo.
Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tu lo pronunciabas.
Nadie posee nada. Para poseer algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia. Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a amar y escribir con las manos vacías.
***
NOTA INTRODUCTORIA a Poesía vertical, 1958-1975
Es probable que nos falte conciencia para calibrar la posible realidad o irrealidad de la poesía. Podemos sospechar que la realidad es una cuestión de conciencia o visión profunda y que a mayor conciencia corresponde más realidad: o menos realidad. Y nos es dado suponer que para una hipotética conciencia o visión total no habría nada irreal, ni siquiera aquello que más lo parece. La poesía, sin embargo, da un paso más allá. Antes que nada, el poema se nos revela como invención y nos damos cuenta luego que el poema es también descubrimiento de la realidad. Comprendemos entonces la esencia de la poesía: la realidad sólo se descubre inventándola. La poesía es la visión activa: visión que crea lo que uno ve. La visión poética es, además, visión verbal. No nace con posterioridad a otra visión: ve con palabras. Primero hay un impulso, un estado de fluidez. La visión cobra forma mientras brota el poema. No hay, entonces, como a menudo se ha dicho, correspondencia o inadecuación de una forma verbal con respecto a una realidad preexistente, ni puede hablarse por lo tanto de fidelidad o traición. La realidad nace aquí con la forma. Todo el resto —sentimientos, ideas, cultura, tradición, hechos, situación— son factores convergentes, que colaboran en mayor o menor grado con el nacimiento de esa unidad de visión verbal y creadora que es el poema. Vivo el poema como una explosión de ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de su capacidad significativa inmediata. Partiendo de aquí (o tal vez llegando), he sentido la flaccidez y la blandura de gran parte de la poesía. He buscado entonces una poesía más concreta en su esencia, con peso propio, sólida, vertical. Creo que el problema no consiste en variar los temas, sino en una cuestión de tono, actitud interior, configuración simbólica y manejo del lenguaje. Tono: una expresión decidida, naturalmente de fondo, rotunda y hasta a veces cortante, aunque se hable de lo más escondido. Actitud interior: vivir las propias visiones con radical consistencia, sin cálculos ni temores, prolongando la vida interior hasta sus últimas consecuencias, hasta que adentro y afuera no se diferencien, en una contemplación casi religiosa de la dinámica profunda de las formas. Configuración simbólica: potencia íntegra de la imagen, entendiendo por tal no sólo la de raíz sensible sino también la fundada sobre los giros más penetrantes y originales del pensamiento, evitando rigurosamente lo difuso, con confianza plena en la vigencia de una estructura poética propia de los últimos alcances de la inteligencia, con la convicción de que sentir y pensar no son cosas distintas, con una fidelidad de base al desarrollo particular de cada núcleo poético y una vivencia o experiencia integral del poema como un organismo unitario. Manejo del lenguaje: concisión, desnudez, concentración, renuncia a lo decorativo y retórico, con una especie de animismo verbal (reconocimiento de la vibración, el temple, la conducta y el ánimo de cada palabra) y un plasticismo figurativo, despierto en los sucesivos esbozos de algo así como una despojada y tal vez inalcanzable parábola del espíritu. Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad del nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro. Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma. En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro. Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles. Desde dentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.
ROBERTO JUARROZ
viernes, 23 de marzo de 2018
Un caos de ventanas abiertas
ROBERTO JUARROZ
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, 1925-Temperley, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1995)
23 – IX
No hay tiempo.
Ya no hay tiempo.
Pero, ¿alguna vez hubo tiempo?
La ilusión de la vida por delante,
se conjuga con el verbo
de la vida por detrás.
Y todo transcurrir no es más que un punto,
quizá un punto extensible
o el revés de ese punto,
porque el tiempo es puntual.
Un punto que a veces se desliza levemente,
como una gota de asombro de la luz
o un inesperado corpúsculo de sombra,
tan sólo para justificar algo parecido a un nivel
en el barómetro casi fijo
que mide la presión imposible de la vida.
O tal vez simplemente
la presión diagonal de lo imposible.
**
48 - III
Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.
**
De Poesia Vertical Antologia esencial. Selección de Sandra Santana Mora y Beatriz San Vicente supervisada por Laura Cerrato.
***
De Novena poesía vertical. Carlos Lohlé, 1986
(Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, 1925-Temperley, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1995)
23 – IX
No hay tiempo.
Ya no hay tiempo.
Pero, ¿alguna vez hubo tiempo?
La ilusión de la vida por delante,
se conjuga con el verbo
de la vida por detrás.
Y todo transcurrir no es más que un punto,
quizá un punto extensible
o el revés de ese punto,
porque el tiempo es puntual.
Un punto que a veces se desliza levemente,
como una gota de asombro de la luz
o un inesperado corpúsculo de sombra,
tan sólo para justificar algo parecido a un nivel
en el barómetro casi fijo
que mide la presión imposible de la vida.
O tal vez simplemente
la presión diagonal de lo imposible.
**
48 - III
Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.
**
Detenerse ante el asombro
que se despliega en el gesto de la rosa
que se despliega en el gesto de la rosa
o en la maravillada tertulia
que entablan los colores y los pájaros
sobre la franja insegura del atardecer,
equivale a asombrarse del asombro.
Aparece entonces una nueva inocencia,
más esencial que la primera.
Sólo en ella germina
el asombro definitivo:
el reconocimiento a través de las máscaras.
La salvación por el asombro.
De Poesia Vertical Antologia esencial. Selección de Sandra Santana Mora y Beatriz San Vicente supervisada por Laura Cerrato.
***
30
La guillotina del día
decapita
la nomenclatura triste de las cosas
y todo pasa a tener un solo nombre,
presentido, vertiginoso, impronunciable.
Todo juega el gran juego:
desfilar,
transitar como un gesto de adiós,
temblar, saltar, pensar o no pensar,
sentir, caer, callar el nombre.
Callar el nombre,
decirlo
sin la palabra agreste de un lenguaje.
Toda la realidad al fin es esto:
decir un nombre de otro modo.De Novena poesía vertical. Carlos Lohlé, 1986
miércoles, 12 de abril de 2017
Las palabras no esperan
Roberto Juarroz
(Argentina 1925-1995)
De Décima poesía vertical
He llegado a soñar con las palabras.
Las palabras no me dejan dormir.
Me golpean desde atrás del decorado,
personajes subversivos
que hasta llegan a rasgar el telón
para cambiar siempre la obra.
Las palabras no esperan.
¿Hasta cuándo durarán?
Son como gotas de sangre
que van cayendo sobre el texto
y también a veces en el margen.
Pero no les bastan las figuras del día,
la vigilia ilustrada entre la vida y la muerte.
El texto es infinito
y también lo es el margen.
Quizá el texto debiera estar en el margen.
El sueño es una región abandonada
o por lo menos disponible
para la entrada necesaria del verbo.
**
El día en que sin saberlo
hacemos por última vez una cosa
mirar una estrella,
atravesar una puerta,
amar a alguien,
escuchar cierta voz
si algo nos advirtiera
que nunca volveremos a hacer eso,
probablemente la vida se detendría
como un muñeco sin niño ni resorte.
.
Sin embargo, cada día
hacemos algo por última vez
mirar un rostro,
llamarse con su propio nombre,
terminar de gastar un zapato,
probar un temblor
como si la primera vez o la milésima
pudiera preservarnos de la última.
.
Nos haría falta un tablero
con todas las entradas y salidas marcadas,
donde se anuncie claramente, día por día,
con tiza de colores y con vocales
qué le toca terminar a cada uno,
hasta cuándo se hace cada cosa,
hasta cuándo se vive
hasta cuándo se muere.
(Argentina 1925-1995)
De Décima poesía vertical
He llegado a soñar con las palabras.
Las palabras no me dejan dormir.
Me golpean desde atrás del decorado,
personajes subversivos
que hasta llegan a rasgar el telón
para cambiar siempre la obra.
Las palabras no esperan.
¿Hasta cuándo durarán?
Son como gotas de sangre
que van cayendo sobre el texto
y también a veces en el margen.
Pero no les bastan las figuras del día,
la vigilia ilustrada entre la vida y la muerte.
El texto es infinito
y también lo es el margen.
Quizá el texto debiera estar en el margen.
El sueño es una región abandonada
o por lo menos disponible
para la entrada necesaria del verbo.
**
El día en que sin saberlo
hacemos por última vez una cosa
mirar una estrella,
atravesar una puerta,
amar a alguien,
escuchar cierta voz
si algo nos advirtiera
que nunca volveremos a hacer eso,
probablemente la vida se detendría
como un muñeco sin niño ni resorte.
.
Sin embargo, cada día
hacemos algo por última vez
mirar un rostro,
llamarse con su propio nombre,
terminar de gastar un zapato,
probar un temblor
como si la primera vez o la milésima
pudiera preservarnos de la última.
.
Nos haría falta un tablero
con todas las entradas y salidas marcadas,
donde se anuncie claramente, día por día,
con tiza de colores y con vocales
qué le toca terminar a cada uno,
hasta cuándo se hace cada cosa,
hasta cuándo se vive
hasta cuándo se muere.
domingo, 27 de marzo de 2016
Como un zapato descansa de su pie
ROBERTO JUARROZ
(Argentina, 1925-1995)
Cuarta Poesía Vertical, Buenos Aires, Aditor, 1969.
***
Miro un árbol
Tú miras lejos cualquier cosa.
Pero yo sé que si no mirara este árbol
tú lo mirarás por mí
y tú sabes que si no miraras lo que miras
yo lo miraría por ti.
Ya no nos basta
mirar cada uno con el otro.
Hemos logrado
que si uno de los dos falta,
el otro mire
lo que uno tendría que mirar.
Sólo necesitamos ahora
fundar una mirada que mire por los dos
lo que ambos deberíamos mirar
cuando no estemos ya en ninguna parte.
POESÍA VERTICAL - Antología Esencial. Buenos Aires, Emecé, 1993.
***
92
Competencia del que soy con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.
Competencia de mi voz con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.
Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.
POESÍA VERTICAL - Antología Esencial. Buenos Aires, Emecé, 1993.
(Argentina, 1925-1995)
13
Llega siempre un momento
en que hay que descansar de los hombres,
como la rosa del jardinero
o el jardín de la rosa.
en que hay que descansar de los hombres,
como la rosa del jardinero
o el jardín de la rosa.
Como el agua descansa del agua
o el cielo del cielo.
o el cielo del cielo.
Como un zapato descansa de su pie
o un salvador de su cruz.
o un salvador de su cruz.
Como un creador descansa de su creación
o la creación de su creador.
o la creación de su creador.
***
Miro un árbol
Tú miras lejos cualquier cosa.
Pero yo sé que si no mirara este árbol
tú lo mirarás por mí
y tú sabes que si no miraras lo que miras
yo lo miraría por ti.
Ya no nos basta
mirar cada uno con el otro.
Hemos logrado
que si uno de los dos falta,
el otro mire
lo que uno tendría que mirar.
Sólo necesitamos ahora
fundar una mirada que mire por los dos
lo que ambos deberíamos mirar
cuando no estemos ya en ninguna parte.
POESÍA VERTICAL - Antología Esencial. Buenos Aires, Emecé, 1993.
***
92
Competencia del que soy con el que fui,
del que va a apagar la lámpara
con el que la ha encendido,
del que desparramaba los colores
con el que los reúne,
del que no se veía en los espejos
con el que se contempla en el humo.
Competencia de mi voz con mi voz,
de las palabras que encontraba
con las palabras que me encuentran,
de los silencios que hablaban por amor
con el amor que dice su silencio,
de la luz de una tarde en cualquier tarde
con la luz exclusiva de esta tarde.
Competencia del que soy y del que fui
con el que seré o no seré mañana,
del que aún marca sus huellas
con el que todavía las borra,
del que empujaba al día
con el que ya ocultamente lo sostiene,
del que viene de ninguna parte
con el que viene de ninguna parte.
POESÍA VERTICAL - Antología Esencial. Buenos Aires, Emecé, 1993.
lunes, 21 de mayo de 2012
Allí comienza lo abierto
Paul Klee: The conqueror. |
(Argentina, 1925-1995)
Poesía Vertical 24
Darlo todo por perdido.
Allí comienza lo abierto.
Entonces cualquier paso
puede ser el primero.
O cualquier gesto logra
sumar todos los gestos.
Darlo todo por perdido
Dejar que se abran solas
las puertas que faltan.
O mejor:
dejar que no se abran.
***
Un amor más allá del amor...
Un amor más allá del amor,
por encima del rito del vínculo,
más allá del juego siniestro
de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso,
pero tampoco partida.
Un amor no sometido
a los fogonazos de ir y de volver,
de estar despiertos o dormidos,
de llamar o callar.
Un amor para estar juntos
o para no estarlo
pero también para todas las posiciones
intermedias.
Un amor como abrir los ojos.
Y quizá también como cerrarlos.
domingo, 22 de enero de 2012
En el centro del vacío
Otros poemas de ROBERTO JUARROZ
(Argentina, 1925-1995)
A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie
En el centro de la fiesta está el vacío
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.
***
Toda nomenclatura es triste.
Huele a campos tapiados,
a cadenas de lúgubres adioses,
a pisadas que aplastan,
a papeles manchados,
a descarnadas corrosiones.
Aunque se enumeraran ángeles,
aunque se encolumnaran rosas,
aunque se indizaran amores.
Toda nomenclatura traba
la azul enredadera
cuyos brotes demuestran
que el silencio es un verbo.
Toda nomenclatura atrasa
el reloj sin cuadrante
del ritmo que es la vida
*****
No hay definiciones. Toda definición es una abstracción, un conato de soberbia, un atentado contra la realidad. Toda definición es un agrupamiento parcial de atributos, ni siquiera una selección rigurosa, porque para que fuera esa selección sería preciso haber conocido antes todos los aspectos de lo definido, lo cual es imposible. Algo análogo ocurre con todo conocimiento. Sólo van más lejos la meditación, la contemplación y la creación. Ante ellas, todo análisis es miope.
(Argentina, 1925-1995)
A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie
En el centro de la fiesta está el vacío
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.
***
Toda nomenclatura es triste.
Huele a campos tapiados,
a cadenas de lúgubres adioses,
a pisadas que aplastan,
a papeles manchados,
a descarnadas corrosiones.
Aunque se enumeraran ángeles,
aunque se encolumnaran rosas,
aunque se indizaran amores.
Toda nomenclatura traba
la azul enredadera
cuyos brotes demuestran
que el silencio es un verbo.
Toda nomenclatura atrasa
el reloj sin cuadrante
del ritmo que es la vida
*****
No hay definiciones. Toda definición es una abstracción, un conato de soberbia, un atentado contra la realidad. Toda definición es un agrupamiento parcial de atributos, ni siquiera una selección rigurosa, porque para que fuera esa selección sería preciso haber conocido antes todos los aspectos de lo definido, lo cual es imposible. Algo análogo ocurre con todo conocimiento. Sólo van más lejos la meditación, la contemplación y la creación. Ante ellas, todo análisis es miope.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Existe un alfabeto del silencio
Algunos pocos poemas
de ROBERTO JUARROZ
(Argentina, 1925-1995)
El silencio que queda entre dos palabras...
El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.
***
No se trata de hablar,
ni tampoco de callar:
se trata de abrir algo
entre la palabra y el silencio.
Quizá cuando transcurra todo,
también la palabra y el silencio,
quede esa zona abierta
como una esperanza hacia atrás.
Y tal vez ese signo invertido
constituya un toque de atención
para este mutismo ilimitado
donde palpablemente nos hundimos.
***
2
a Octavio Paz
En alguna parte hay un hombre
que transpira pensamiento.
Sobre su piel se dibujan
los contornos húmedos de una piel más fina,
la estela de una navegación sin nave.
Cuando ese hombre piensa luz, ilumina,
cuando piensa muerte, se alisa,
cuando recuerda a alguien, adquiere sus rasgos,
cuando cae en sí mismo, se oscurece como un pozo.
En él se ve el color de los pensamientos nocturnos
y se aprende que ningún pensamiento carece
de su noche y su día.
Y también que hay colores y pensamientos
que no nacen de día ni de noche,
sino tan sólo cuando crece un poco más el olvido.
Ese hombre tiene la porosidad de una tierra más viva
y a veces, cuando sueña, toma aspecto de fuego,
salpicaduras de una llama que se alimenta con llama,
retorcimientos de bosque calcinado.
A ese hombre se le puede ver el amor,
pero eso tan sólo quien lo encuentre y lo ame.
Y también se podría ver en su carne a dios,
pero sólo después de dejar de ver todo el resto.
***
***
11
El poema respira por sus manos,
que no toman las cosas: las respiran
como pulmones de palabras,
como carne verbal ronca de mundo.
Debajo de esas manos
todo adquiere la forma
de un nudoso dios vivo,
de un encuentro de dioses ya maduros.
Las manos del poema
reconquistan la antigua reciedumbre
de tocar a las cosas con las cosas.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char