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lunes, 19 de abril de 2010
Camina hacia la huida
Gaston Miron
(Canadá, 1928-1996)
Los años de desamparo
La negrura de aquí que molesta al mismo sol
me penetra, invisible como la idiotez apolillada
cada día en mi vida reproduce al anterior
y sucumbo sin nunca morir del todo
el que nada tiene como yo, como varios
camina desde su nacimiento, camina hacia la huida
con todo lo que se descarrila y todo lo que pierde el norte
en su vago cerebro que la agresión llena de bruma
cómo reencontrarme laberinto oh mis ojos
camino en mi ausencia de palabras y de pensamiento
fuera del círculo de mi conciencia, fuera del alcance
padre, madre, ya no tengo mis ojos de una cosa a otra
puesto que estoy perdido, como muchos de los míos
que no puedo hablar de otro modo que entre nosotros
mi lengua semejante a nuestras confusiones y nuestras adversidades
y pronto semejante a la fosa común de todos
puesto que perdí, como la mayoría alrededor
perdida la memoria a fuerza de miseria y de desgaste
perdida la dignidad a fuerza de deber rebajarme
y el respeto de mí mismo a fuerza de escarnio
puesto que me he vuelto como un gran número
un engendro que se esfuerza tanto, que se arruina
por volver a encontrar su nombre, su lugar y su mañana
y hasta autodestruirse en su legitimidad misma
tierra, tierra, bebés con nosotros, tierra como nosotros
que escapas a toda imposición nuestra y amante
bebés los milenarios de la nieve por desesperanza
como nosotros una fijeza perdida y discontinua
mientras la belleza aurífera del frío
te aureola y como nosotros en la muerte te engasta
voy, entre avalanchas de fantasmas
soy mi fuera de mí y mi reverso
estamos rodeados por los aullidos cercanos
de las sinrazones, de los maleficios y de los homicidios
voy, algunos son siempre reales
lúcidos como la gran ala ardiente del horizonte
haciendo sonar su amor a rebato en la desgracia
un sufrimiento concreto, una interrogación total
poema, mi mirada, traté de que existieras
luchando contra mi irrealidad en este mundo
acá estamos tambaleantes en un destino que deriva
agarrándonos de nuestros signos irreconocibles
nuestro rostro desaparecido, se borrarán tus imágenes
pero me parece entrever que salen a la superficie
una historia y un tiempo que serán nuestros
como después del sueño cuando el sueño es realidad
y elevo una voz entre voces contrarias
acaso no podemos apelar sobre nuestra condición
acaso no podemos apelar al recurso universal
hombres acuérdense de ustedes en otros tiempos
***
En una sola nutrida frase
Pido perdón a todos los poetas que pirateé
-Poetas de todos los países, de todas las épocas-
no tenía otras palabras, ni otras letras
que las vuestras, pero de alguna manera, hermanos
es un homenaje a ustedes
pues hoy, aquí, de un hombre a otro
hay una palabra entre ellos, que son
vuestro propio hilo conductor del hombre
muchas gracias.
***
Lugar común
Nadie puede nada
pero los objetos pero las cosas
nadie nadie
pero érase una vez todas las veces
nunca siempre y sin embargo
oceánicos
tu nosotros
mi nosotros
***
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char