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miércoles, 15 de junio de 2016

Dejame aquí sentada hasta el final

JUANA BIGNOZZI

(Buenos Aires, Argentina, 1937-id., 2015)

Olimpia
Manet

Me han dicho que soy lo único que una
mujer de izquierda
llevaría a una isla desierta más
un poco de música
là ci darem la mano del perverso
y triste del amor
no espero a un teórico de la literatura
ni a un militante de la izquierda
atrapada por una historia que sólo
la deja fuera
sólo vendrá un señor
con queso roquefort borgoña y
alguna charcuterie
me han dicho que hay alguien duro y áspero
que no sale después de las 8 de la noche
y los que fueron jóvenes excedidos
escriben cartas burocráticas desde texas
no me visitan los atrapados entre
el minimalismo y la narratividad
pero mi suave mano en el muslo las flores
que llegan y ni miro
este tributo a la moda española en el mantón
y la desvergüenza de mi color plano
que por primera vez mira a quien lo mira
muñeca de cartón me llamó el lúcido Courbet
pero era un hombre de la injusticia y la Comuna
que en este cartón no puede entrar
yo fui como muñeca en mi belleza muerta
en la pose
pero Manet me hizo mirar por primera vez 
a quien no acostumbraba tener respuesta
en la posesión
ese señor de familia ordenada no esperaba
que yo lo mirara
sin sombras sin tenues claroscuros
la brutalidad de la luz de frente
marcaba el final de su impunidad
muchachas lúcidas cultas y agotadas
que vendrán detrás de mí
miren miren siempre a la cara de los que
les rinden homenaje
cuando este brazo acartonada y plano 
empezó a levantarse
para horror de los señores y espanto
de la pintura oficial
empezaba a quebrarse la discreción
que amparaba a una clase
mi cara fue más importante que las flores
o las chinelas.

De Quién hubiera sido pintada. Buenos Aires: Editorial Siesta, 2001.
(De Archivo del blog)
***
En otra vida yo miraba desde la ventana de un bar...

en otra vida yo miraba desde la ventana de un bar
cómo la tormenta aplastaba las flores azules contra los cordones
contra las paredes
y por ese momento único de la juventud que dura muy poco
supe que nunca olvidaría esa escena en que nada aparecía
de lo que amaba me interesaba o temía
ni novios ni odios ni otros poetas ni revistas de opinión ni
secretarios de barrio ni amigos imbuidos de una colonizada cultura pavesiana
sólo las flores azules y la lluvia
recuerdo el nombre del pueblo la hora y esa lluvia
que nunca en las décadas que siguieron confundí con alguna otra 

De La ley tu ley, Adriana Hidalgo, 2000.
***

He buscado tantos ídolos
me he fascinado por tantos ascetas
he soñado con sus imágenes duras rechazantes
esa pureza que humilla
la confianza en el juicio de los pocos
y sigo desconociendo la puerta única
el día único
el momento único
poco los esperé y ya no lo hago
al igual que siempre debí irme me quedé
no puedo dejar de buscarlos
aun rota de cansancio
aun perdido el deslumbramiento.

De Si alguien tiene que ser después. Adriana Hidalgo, 2010.
***
Piazza San Marco, Florencia

yo conozco esos lugares
eso es el viaje
quiero quedarme aqui el resto de mi vida
él es un señor y me dice por supuesto
nos quedaremos hasta la hora de comer
quiero decirte no me saques de aquí

dejame aquí sentada hasta el final
y entonces estaré en el lugar
donde miraré por última vez lo único que quise ver.


Si alguien tiene que ser después. Adriana Hidalgo, 2010.

martes, 13 de octubre de 2015

Un pincel que dice no hay redención con brutales pinceladas

JUANA BIGNOZZI
(Buenos Aires, Argentina, 1937-2015)

Castigo de los pecadores en la Annunziata

qué pecadores Andrea qué pecadores
sólo unos monjes señalando
sí el dedo que apunta que señala suele ser terrible
pero sólo es eso
para un pecador que enfrentó la condena
es casi una gracia
ellos se van al viento a las hojas caídas
el lejano camino de los expulsados
ustedes ¿adónde?
todavía en su vida los colores son muy suaves
pero están solos en la ventolera como ellos
que para colmo no tienen castigo
y atrás alguien sigue arando
**
De Kooning
Mujeres

usted se fue a una de las pocas metrópolis del mundo
pero la sombra del alma calvinista
aun en medio de la fiesta de la carne y del color
lo mantuvo estricto y excedido
un pincel que dice no hay redención
con brutales pinceladas
y transforma a las que deberían ser dulces muchachas
en mujeres terribles y devoradoras con caballunos dientes
nos hacen apartar la mirada
pero vuelven a llamarnos para siempre
porque las pintó de rosa de naranja y salpicó verde
en ciertas partes del cuerpo
las devoradoras
terminan en una fiesta del color
donde a nadie le importa ser humillado o mordido
sino sólo participar.

Tomados de poetaguru.blogspot.com.ar

viernes, 7 de agosto de 2015

Chau

No me acuerdo dónde salió esto que escribí hace un tiempo. Lo comparto

RESEÑA BIGNOZZI
Cuando conocí a Juana Bignozzi (Buenos Aires, 1937-2015), a inicios de los ’70, transmitía la misma imagen que la de quien habla en primera persona en sus primeros libros; especialmente, me refiero a Mujer de cierto orden: rodeada de amigos varones que, a su manera, la consideran amiga y compinche (no tanto una mujer), compañera de militancia y de noches, madrugadas, blancas. Los compañeros de esas noches fueron, entre otros, Juan Gelman, José Luis Mangieri, Alberto Szpunberg, Juan Carlos Portantiero; hombres no tan fuertes como ella, y que junto a Juana marcaron a raya la poesía argentina venidera, sin hablar de la historia de la Argentina venidera.
Altísima, de unos ojos verdes de búho que todavía no podían saber del todo, de una inteligencia y lucidez feroces –sin que esto quitara o disminuyera su coquetería–, he visto a Juana Bignozzi, así como la veo hoy en éste, su último libro publicado. Pero aquí la poeta introduce un tono nunca antes oído en su obra (¿lo esquivaba?) o que quizá no se había atrevido a mostrar: esa primera persona de entonces, la soberbia y altanera, ahora dice cosas como “es un duro paseo mamma y hace mucho frío”; “Tosca hubiera querido ser”; “escribiendo a solas como yo escribía en Saavedra”; o agrega y pide: “un último paseo mamma”; “dejame aquí sentada hasta el final”; o agrega y afirma: “Es mi nombre mi fuego”; “faltan pocos días para mi santo / y creo que heredé su virtud”.
La insoslayable y gélida mirada de búho no se ha debilitado. Persiste porque son más que un leit motiv la lucha, ganar y/o perder una guerra, prevalecer. Sin embargo, algo de ternura y piedad atraviesa esa mirada.
Bignozzi ha crecido y ha superado un estilo que bien podría haberse “quedado” como el de alguno de sus coetáneos –porque quizá con ello bastaba para entrar en el podio de una trascendencia tan segura como viscosa–, pero hay algo semejante a esa “rabia contra la agonía de la luz” de Dylan Thomas que empecina, y la fuerza a dar más, a renovar lo que la autora llamaría municiones de esa guerra.
Ya desde el título, la poeta presenta e inaugura otra sintaxis: “si alguien tiene que ser después”, dice, así como ese complejo primer verso que abre el poemario: “el viento del final del verano tarde en el amanecer”, o busca un ritmo inconcebible, por no habitual; o juega, como siempre, tramposa: “Una poeta compra algún color una ensalada danesa”; cortes de verso o empalmes novísimos en la “retórica Bignozzi”: el dejar pelada y sola una palabra a fin de detenerse a sentir, reflexionar, y que como lectores también nos deja en ese desamparo, en el concepto puro, “como un ramalazo de viento en la alta noche”.
Véase este poema:
SEÑORAS IRREGULARES
velaste a tu amiga tres días con sus noches / a quién vela esta mujer / con la que pasábamos dos domingos al mes/ luego pensé/ nunca había un hombre esos domingos/ a quién velabas velándonos a nosotras mismas/ ¿consagrabas tu aceptación de lo silenciado? / ¿era también en mi nombre?/como siempre tanto ruido entre nosotras / y vos sola sosteniendo toda la escena para ampararme
Así van apareciendo las tres voces con que se plantea la estructura del libro –“La luz de la edad”, la primera; “El retrato moral”, la segunda; y finalmente, la homónima al título–, tres zonas en las que la forma, a medida que se avanza, se anima cada vez más a tocar el vacío.
Bignozzi nos tenía acostumbrados a veces a tomar el hilo con un simple participio, como esos “Rodeada de universos en tragedia ineluctable”, “perdido el primer sentido de la solidaridad / perdida la solidaridad horizontal”, para después mandar la tajante sentencia que cortará casi de cuajo la respiración. En Si alguien tiene que ser después, no sólo demora esa marca sino que se da el lujo de rasar lo explícito como quien habla a solas o toma la palabra en un bar, en una asamblea; grita o murmura de lado lo que no habría que atreverse a decir, ni habría que decir; ni, mucho menos, el cómo habría que escribirlo. Juana hace todo esto con una irreverencia digna de la madurez, y digna de esa energía que sólo provee la juventud, si no la adolescencia, esa que Juan L. Ortiz supo limitar entre la grieta y la euforia.
Bignozzi deja la calma para después. Mientras tanto, nombra a los que ama, a los que no ama; a los que admira y a los que desprecia; a los que todavía están y a los que vendrán de aquí en más; a sus muertos queridos y a una muerte no querida; nombra una fe; atisba un final, y lo borra de un plumazo.
Irene Gruss
Recuadrito o ficha:
Juana Bignozzi (Buenos Aires, 1937-2015) publicó los libros de poesía Los límites (1960), Tierra de nadie (1962), Mujer de cierto orden (1967), Regreso a la patria (1989), Interior con poeta (1994), Partida de las grandes líneas (1996), La ley tu ley (obra reunida, 2000), Quién hubiera sido pintada (2001) y Antología personal (2009). Entre 1974 y 2004 vivió en Barcelona. Si alguien tiene que ser después, Adriana Hidalgo Editora, 2010.

domingo, 26 de enero de 2014

La brutalidad de la luz de frente

JUANA BIGNOZZI

(Buenos Aires, Argentina, 1937)

Renoir 

Color dominante
y punto áureo
están muy disimulados
merenderos de la costa el río en los domingos
cada siglo tiene sus barqueros
y sus muchachas de modales excedidos
ya no hay pintores del rumor de mi clase
***
Caballería roja
Malevich

I
No pinta el cielo sino
de la tierra el alma rosa
no pinta hombres sino caballos
y el sueño del corazón hacia su frontera

II
Sobre cada utopía en retirada
el cielo se abre
para mostrarla a contraluz
***
Olimpia
Manet

Me han dicho que soy lo único que una mujer de izquierda
llevaría a una isla desierta más un poco de música
là ci darem la mano del perverso y triste del amor
no espero a un teórico de la literatura
ni a un militante de izquierda
atrapada por una historia que sólo la deja afuera
sólo vendrá un señor
con queso roquefort borgoña y alguna chercuterie
me han dicho que hay alguien duro y áspero
que no sale después de las 8 de la noche
y los que fueron jóvenes excedidos
escriben cartas burocráticas desde Texas
no me visitan los atrapados entre el minimalismo y la narratividad
pero mi suave mano en el muslo las flores que llegan y ni miro
este tributo a la moda española en el mantón
y la desvergüenza de mi color plano
que por primera vez mira a quien lo mira
muñeca de cartón me llamó el lúcido Courbet
pero era un hombre de la injusticia y la Comuna
que en este cartón no puede entrar
yo fui como muñeca en mi belleza muerta en la pose
pero Manet me hizo mirar por primera vez
a quien no acostumbraba tener respuesta en la posesión
ese señor de familia ordenada no esperaba que yo lo mirara
sin sombras sin tenues claroscuros
la brutalidad de la luz de frente
marcaba el final de su impunidad
muchachas lúcida cultas y agotadas que vendrán detrás de mí
miren miren siempre a la cara de los que les rinden homenaje
cuando este brazo acartonado y plano empezó a levantarse
para horror de los señores y espanto de la pintura oficial
empezaba a quebrarse la discreción que amparaba a una clase
mi cara fue más importante que las flores o las chinelas.


De Quién hubiera sido pintada, Editorial Siesta, 2001.






viernes, 29 de octubre de 2010

Para acortar los plazos ensayamos fracasos que no duelen

Uno más de JUANA BIGNOZZI

(Buenos Aires, Argentina, 1937)

Desesperada ya como gente que conoció ciertas cosas
verdades que no borran ni el vino
ni los juegos con los que reemplazamos el amor
con mucha delicadeza mucho cuidado
buscamos como niños no ya tréboles de cuatro hojas
no ya la vida plena los golpes definitivos
para acortar los plazos ensayamos fracasos que no duelen
pequeños triunfos que provocan nuestras sonrisas más dulces
bajo mi sueño mis enemigos
–cuidados por mí como por nadie–
entre el ruido de juana
sus grandes actividades y la ternura que me provocan
tenemos ideas fijas obsesivas
verbos que no conjugamos
verbos de acción de sentimiento
verbos para algún momento que creí
cercano próximo imposible
gente que estaremos casi muertos cuando pase algo
no mido lo que falta ni lo que se fue
duro
defendiendo el pedazo justo para estar de pie

viernes, 23 de julio de 2010

Caminando erguida bajo la lluvia

Frescos poemas de JUANA BIGNOZZI
 (Buenos Aires, Argentina, 1937)



el viento del final del verano tarde en el amanecer
nadie sabe que una mujer que ha entrado en la vejez
vuelve a sentir vuelve a recibir el ramalazo del viento en la alta noche
al mediodía podrá decir descubriéndose como antes se ocultaba
a las 4 de la mañana había viento
ya a nadie desafía
sólo a la idea de la derrota
***

ahora que tengo la edad de mi madre cuando escribí
una mujer de 60 años caminando erguida bajo la lluvia
me pregunto en la inconciencia de los años
qué hacía esa mujer que llamaba la atención de su hija joven
iba de visita a casa de sus amigos llevaba un bizcochuelo
los hijos de inmigrantes siempre pensamos en la comida
me gustaría que alguien me mirara caminar
y dijera que aún estoy erguida
y aún tengo amigos para visitar
***

De 2 a 5 de la mañana no duermo
cuando por desgracia estoy en mi cama a esa hora
no duermo
excelente momento
en el corazón de la noche
para escucharla
y escuchar sobre todo a los que se fueron
a los que no vuelven
a los que combato
nunca pienso en los amigos
jamás pensé sobre las cosas seguras
no escucho las maravillas del maestro rubén
no hay carruajes a veces hay un ascensor
pero recuerdo tanto
escenifico respuestas desprecios que ejerceré
pienso cómo luchar
espero el ruido del avión de las cinco y media de la mañana
me duermo como si fuera en los aviones que amé
y ya se han acabado
pienso que en ese silencio
alguien estará escribiendo la gran poesía de mi ciudad
escribiendo a solas como yo escribía en Saavedra
imagen oculta de esa muchacha que fui
ahora visita de la madrugada
pienso en esa persona desconocida
luchando por salir de un universo de horizonte cerrado
y escribiendo escribiendo y con sus palabras
letra a letra ganando para siempre una guerra
***

rodeada de creadores que oscilan
entre la jactancia y la humillación
no digo soberbia
porque es un pecado mayor de almas mayores
rodeada de treintañeros que se vuelven cuarentones cincuentones
Y se colocan en el umbral técnico de la vejez
suelo creer que me rodea gente a la que alguien contó una historia
en la que no entraba la jerarquía del escenario
la nitidez de la palabra
ni la respuesta a la eterna pregunta
¿quién soy yo en este oficio
y en este mi espejo?
**
Tomados de Si alguien tiene que ser después, Adriana Hidalgo Editora, 2010
Crédito foto: Página 12

lunes, 23 de febrero de 2009

Sólo mata el engaño

Cuatro poemas de JUANA BIGNOZZI


La literatura en serio


Como sufro y me aburro resulto bastante divertida,

a veces represento situaciones,

la mujer comprensiva, el hombre triste;

como no tengo sentido de la oportunidad,

puedo interrumpir la mejor escena de amor,

y para que nadie dude de mi inteligencia,

me ocupo de problemas casi ridículos.

Rodeada de gente que espera cosas de la vida

o practica la tragedia,

mis explosiones de júbilo son bastante frecuentes,

y como me regalo horizontes, cucharas que vacían mi corazón,

casi siempre estoy triste,

por eso mi alegría es digna de verse.

(de Mujer de cierto orden, 1967 –recopilado en La ley tu ley, Adriana Hidalgo editora, 2000)


Sólo mata el engaño

Consagré y consagraron mi vida
a tareas que se cumplirán sin mí

no veré morir a mi madre
no conoceré el delirio por un hombre
no viviré en la revolución

-

Rodeada de universos en tragedia ineluctable
en tragedia coyuntural en tragedia analfabeta
rodeada de mundos en rítmicos caminos hacia la desdicha
he logrado una zona
en la que mi animal sigue a salvo
hablo a unos pocos muertos hablo de mi vida
en mis sueños mendigan los cuerpos que perdí
y casi no tengo compañía para compartir mármoles funerarios

no necesito la trampa de mitos menores
me basta nuestra propia lucidez
y nuestra permanente tristeza
que no tiene nombre de persona sino de ciudad

pueden borrarse las huellas
matar la mano que escribió aquellos poemas
caer en la cátedra y la impostación
pero yo que tengo memoria de piedra y corazón de trapo
sé dónde cuándo y de quién me despedí

-

Acechada por cultos pensadores que han confundido
la ideología con las ciencias aplicadas
la ética con el espontaneísmo
el arte con la habilidad manual
y la lucha de clases con la renovación de generaciones
veo cómo los nuevos dueños de la cultura
han destruido lo que amé y dado rostro al enemigo
pero minuto a minuto recuerdo
que no debe quebrantarse el frente interno
aunque ya ese frente sólo sean
mi memoria y mi soledad

(de Regreso a la patria, Libros de Tierra Firme, 1989 –recopilado en La ley tu ley, Adriana Hidalgo editora, 2000)
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char