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jueves, 29 de noviembre de 2018

Un dios exacto

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)


Niebla en las montañas cerca del mar en ChukotkaVasily Knyazev

De Imitatione Christi]
Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña,
no por figuras y voces trasmitida, sino así como es.


Lo público: un desgastado lustre marcial y recoleto,
largos pasillos vidriados con vidrio opaco,
las firmes vetas de capas de pintura superpuestas,
olor a cloro, ruda limpieza.
Es el antiguo edificio del parque Chacabuco bajo una neblina
casi lechosa alta,
en cuyos vestuarios suenan voces, gallos, pitos, carrasperas,
un acento bronco de vez en cuando
de las voces adolescentes.
Después, la pelota bien lanzada, el golpe
certero del bate: un dios exacto.

La enumeración era el discurso de los rapsodas,
nos dijo el buen profesor Mattarollo.
Pruébalo.
Enhebra tus cuentas.
Sólo unos días volverán del mar.

De Mar de Chukotka (Ediciones del Dock2018).

lunes, 8 de octubre de 2018

Un dios exacto

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)



[De Imitatione Christi]

Bienaventurado aquel a quien la verdad por sí misma enseña,
no por figuras y voces trasmitida, sino así como es.



Lo público: un desgastado lustre marcial y recoleto,
largos pasillos vidriados con vidrio opaco,
las firmes vetas de capas de pintura superpuestas,
olor a cloro, ruda limpieza.
Es el antiguo edificio del parque Chacabuco bajo una neblina
casi lechosa alta,
en cuyos vestuarios suenan voces, gallos, pitos, carrasperas,
un acento bronco de vez en cuando
de las voces adolescentes.
Después, la pelota bien lanzada, el golpe
certero del bate: un dios exacto.

La enumeración era el discurso de los rapsodas,
nos dijo el buen profesor Mattarollo.
Pruébalo.
Enhebra tus cuentas.
Sólo unos días volverán del mar.

De Mar de Chukotka (Ediciones del DocK, 2018)

miércoles, 27 de junio de 2018

Lo que cae en él se va sin él

Jorge Aulicino
(Buenos Aires, Argentina, 1949)


20

No está entregando nada, sino que todo se lo
lleva a su manera. Lo arrastra por el fondo sin
tocarlo. Lo que cae en él se va sin él. Va por
su cuenta -no sabemos en realidad si va o
se queda-, se mueve en un vaivén de orilla a orilla
el río y la corriente se abre paso en el medio.
Por el fondo deben ir muchas cosas, hay un
pueblo que está debajo del río. ¿Quién podría
pensar en el "núcleo de la realidad" mientras
ve el río? No parece haber un núcleo de nada,
parece que todo es expansión y sobrevuelo.

    La densidad del río
supo abrumar a hombres de espaldas más probadas,
porque es una densidad que se entrega, que no se
cierra. Del hondo que éramos, de la solidez del
viejo mundo que lo recorrió en barcos de tablas
pesadas -el antiguo mundo de los Austria-,
no hay huella. En realidad parecía haber mucho más
de nosotros en las maderas oscuras, venidas
de ciudades con casas de mortero y piedra, de
puertos de piedra y agua pesada como el aceite.

    La jauría de los humanos las habitaba,
y allá todo olía, como en las bodegas,
a humo, a ropa, a lo que en general llamamos cuerpo.

    Nadie, o pocos, imaginaron estos ríos.
Irreales y que propagan sin embargo
la cautivante materia en expansión,
una irrealidad en la que los golpes
de martillos y de pistones se pierden,
pero nos golpea la cara como
flecos sueltos, como pedazos de una tela,
alas o restos de un pensamiento que vivió,
que estaba vivo como un pez, que nos golpeaba.

De El río, inédito.
Foto: Río Paraná, Argentina. Tomada de ced.agro.uba.ar


jueves, 31 de mayo de 2018

Las formas no son infinitas

Jorge Aulicino
(Buenos Aires, Argentina, 1949)


Tomo café
¿Estoy preso de mi dolor
o miro un papel de diario en el balcón?
¿Estoy muerto y miro absorto lo intrascendente?
¿O estoy preso en mi papel y miro mi dolor?
**
La realidad increada
el hombre convierte el caballo en ganso en pez espada
la sombra de su mano

las formas no son infinitas:
la casualidad está sujeta
sólo la cabeza puede naufragar
en una idea llevada hasta el fin

lo cual sería suicidio por alegría:
el hombre convertido por fin en otra cosa
semejante a la nada

y en el aire a pesar de todo
un aire de feliz melancolía

De Estación Finlandia. Poemas reunidos 1974-2011
Bajo la luna, 2012.
Imagen: Diario El PaísBeatriz, Dante Alighieri y Jorge Aulicino, por Ombú.

lunes, 21 de mayo de 2018

Los muertos fueron dejados a los grandes pájaros

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)



Detalle de la Batalla de Curupaytí, por Cándido López
8
Cosas sobre el río, un birrete, el de Garibaldi.
Muertos del Paraguay, diminutas cañoneras
fantasma. Cuando en realidad el sonido de los 
disparos debe haber sido amortiguado por la
amplitud del agua, hasta convertirse en el de un
yesquero, unas bengalas, ramas secas quebradas.
El azul y el rojo tiñeron los espejos de
los juncales, de las cañas, tejieron un agua
de finas hilaturas de colores extraños.
Los muertos fueron dejados a los grandes pájaros.
Ve cómo el río no es sino un dudoso titán
que sólo despierta en invierno, cuando se cree
sus malos sueños y se extiende para alcanzar
los árboles marrones y las casas. Mirá
el olor que trae de putrefacción, pero se
diría cansado, que luego deja en las casas
un reconocible aire cargado de humedad
y de tabaco. De las frazadas muy usadas se
diría viene este aire en las pobres casas de
ladrillo pelado, hierro oxidado las verjas.
Y, con todo, el limonero y sus soles amargos,
y esas breñas en los jardines, y esas flores que
no sabemos que son, arremolinadas, escasas,
color del vino que queda en el fondo de los vasos,
como barro casi espeso, el barro rojizo
que el río amasa con disgusto, que tira
a empujones entre las islas, para que el agua lo
lleve al mar y se abran, lejos,
los ojos de los muertos.
De El río, inédito

martes, 27 de febrero de 2018

El agua es límpida como el soplo del viento

Cesare Pavese 
(Santo Stefano Belbo, Italia, 1908-Turín, Italia, 1950)



El tiempo pasa

Aquel viejo astuto una vez, sentado en la hierba,
esperaba que el hijo volviese con el pollo
mal acogotado, y le daba dos cachetazos. Por el camino
–caminaba al alba sobre aquellas colinas
le explicaba que el pollo se acogota con la uña
–entre los dedos– del pulgar, sin ruido.
En el crepúsculo fresco marchaban bajo las plantas
repletas de fruta y el muchacho llevaba
sobre el hombro un zapallo amarillento. El viejo decía
que en los campos los víveres son de quien los precisa,
tanto es así que bajo techo no crecen. Mirar bien
alrededor, primero, y después elegir con calma la uva más negra
y sentarse a la sombra y no moverse hasta que uno está lleno.

Hay quien come pollo en la ciudad. Por las calles
no se encuentran los pollos. Se encuentra al vejestorio
–todo lo que queda del otro viejo astuto
que, sentado en una esquina, mira a los que pasan
y, cuando quieren, le tiran dos monedas. No abre la boca
el vejete: decir cualquier cosa da sed,
y en la ciudad no se encuentran barriles que derramen,
ni en octubre ni nunca. Está el mostrador del cantinero
que tiene hedor a mosto, especialmente de noche.

En otoño, de noche, el viejo camina
pero no tiene más zapallo, y las puertas humosas
de las cantinas arrojan borrachos que barbotean solos.
Es una gente que bebe solamente de noche
(desde la mañana piensan en eso) y luego se emborracha.
El vejestorio, de joven, bebía tranquilo;
ahora, sólo de husmear le baila la barba:
hasta que le planta el bastón entre los pies a un ebrio
que cae a tierra. Lo ayuda a alzarse, le vacía los bolsillos,
(a veces al ebrio le sobra alguna cosa),
y a los dos los tiran afuera de la taberna humosa,
incluido él, que canta, que riñe,
y que quiere el zapallo y tenderse bajo la vid.
*
Il tempo passa

Quel vecchione, una volta, seduto sull' erba, / spettava che il figlio tornase col pollo / mal strozzato, e gli dava due schiaffi. Per strada / -camminavano all' alba su quelle colline- / gli spiegava che il pollo si strozza con l' unghia / -tra le dita- del police, senza rumore. / Nel crepuscolo fresco marciavan sotto le piante / imbottiti di frutta e il ragazzo portava / sulle spalle una zucca giallastra. Il vecchione diceva / che la roba nei campi è di che ne ha bisogno / tant' è vero che al chiuso non viene. Guardarsi d' attorno / bene prima, e poi scegliere calmi la vite più nera / e sedersele all' ombra e non muovere che si è pieni. // C' è chi mangia dei polli in città. Per le vie / no si trovano i polli. Si trova il vecchiotto /-tutto ciò ch' è rimasto dell' altro vecchione- / che, seduto su un angolo, guarda i passanti / che, si vuole, gli getta due soldi. Non apre la bocca / il vecchiotto: a dir sempre una cosa, vien sete, / e in città non si trova le botti che versano / nè in ottobre nè mai. C' è la griglia dell' oste / che sa puzzo di mosto, specialmente la notte. / Nell' autunno, di notte, il vecchiotto cammina, / ma non ha più la zucca, e le porte fumose / delle tampe dàn fuori ubriachi che cianciano soli. / E una gente che beve soltanto di notte / (dal mattino ci pensa) e così si ubriaca. / Il vecchiotto, ragazzo, beveva tranquilo; / ora, solo annunsando, gli balla la barba: / fin que ficca il bastone tra i piedi a uno sbronzo / che va in terra. Lo aiuta a rialzarsi, gli vuota le tasche/ (qualche volta allo sbronzo è avanzato qualcosa) / e alle due lo buttano fuori anche lui / dalla tampa fumosa, che canta, che sgrida / e che vuole la zucca e distendersi sotto la vite.
(Fuente: Cesare Pavese, Poesie, Mondadori, 1969)
**

Salobre y de tierra
es tu mirada. Un día
chorreabas agua de mar.
Hubo plantas
a tu lado, cálidas,
saben todavía de ti.
El agave, la adelfa.
Encierras todo en los ojos.
Salobres y de tierra
son tus venas, tu aliento.

Baba de viento cálido,
sombras del verano 
todo encierras en ti.
Eres la voz ronca
de la campana, el grito
de la perdiz escondida,
la tibieza de la piedra.
El campo es fatiga,
el campo es dolor.
A la noche el gesto
del campesino calla.
Eres la gran fatiga
y la noche que sacia.

Como la roca, la hierba,
como tierra, eres cerrada:
bates contra el mar.
No hay palabra
que pueda poseerte
o contener. Recibes
como la tierra los golpes,
de ellos haces vida, aliento
que acaricia, silencio.
Eres reseca, como el mar,
como el fruto de un escollo,
y no dices palabra
y ninguno te habla.

15 de noviembre del ‘45
*
Di salmastro e di terra
è il tuo sguardo. Un giorno
hai stillato di mare.
Ci sono state piante
al tuo fianco, calde,
sanno ancora di te.
L’agave e l’oleandro.
Tutto chiudi negli occhi.
Di salmastro e di terra
hai le vene, il fiato.

Bava di vento caldo,
ombre di solleone 
tutto chiudi in te.
Sei la voce roca
della campagna, il grido
della quaglia nascosta,
il tepore del sasso.
La campagna è fatica,
la campagna è dolore.
Con la notte il gesto
del contadino tace.
Sei la grande fatica
e la notte che sazia.

Come la roccia e l’erba,
come terra, sei chiusa;
ti sbatti contro il mare.
La parola non c’è
che ti può possedere
o fermare. Cogli
come la terra gli urti,
e ne fai vita, fiato
che carezza, silenzio.
Sei riarsa come il mare,
come un frutto di scoglio,
e non dici parole
e nessuno ti parla.

15 novembre 1945.

(Fuente: Cesare Pavese, Poesie, Mondadori, 1969) 
**
Los gatos lo sabrán

Aún caerá la lluvia
sobre dulces empedrados,
una lluvia ligera
como un hálito o un paso.
Aún la brisa y el alba
florecerán ligeras
como bajo tu paso,
y tú regresarás.
Entre flores y alféizares,
los gatos lo sabrán.

Llegarán otros días,
llegarán otras voces.
Sonreirás sola.
Los gatos lo sabrán.
Oirás viejas palabras,
vanas y cansadas
como vestidos usados
de las fiestas pasadas.

Tú también harás gestos.
Responderás palabras;
rostro de primavera,
tú también harás gestos.

Los gatos lo sabrán,
rostro de primavera,
y la lluvia ligera,
el alba de jacinto,
que el corazón lacera
de quien no te espera,
son la triste sonrisa
que tú sonríes sola,
Llegarán otros días,
voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera.
**
Simplicidad

El hombre solo -que ha estado en prisión- regresa a la prisión
cada vez que muerde un pedazo de pan.
En prisión soñaba con las liebres que escapan
sobre el manto invernal. En la niebla de invierno
el hombre vive entre muros de calles, bebiendo
agua fría y mordiendo un pedazo de pan.

Uno cree que después renace la vida,
que la respiración se calma, que regresa el invierno
con la fragancia del vino en la cálida hostería,
y el buen fuego, la cuadra y las cenas. Uno cree,
mientras está adentro, uno cree. Se sale una noche,
y las liebres las cazaron y las comen al calor
los otros, alegres. Hay que mirarlos desde el vidrio.

El hombre solo se atreve y entra para beber un vaso,
cuando ya se está helando, y contempla su vino:
el color humoso, el sabor pesado.
Muerde un pedazo de pan, que sabía a liebre
en prisión, pero ahora no tiene sabor a pan
ni a nada. Y el vino no sabe más que a niebla.

El hombre solo piensa en esos campos, contento
de saberlos ya arados. En el salón desierto,
en voz baja, prueba a cantar. Vuelve a ver,
a lo largo del terraplén, el penacho de las zarzas despojadas,
que en agosto fue verde. Le da un silbido a la perra.*
Y aparece la liebre y ya no tienen frío.

Nota del traductor: El vocablo cagna (perra) sería la metáfora de una prostituta. En mi opinión, lo mismo se podría decir de lepri (liebre).
(Fuente: Cesare Pavese, Poesie, Mondadori, 1969.)
**
De Trabajar cansa / Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García, Ediciones del Dock, Cartografías, Buenos aires 2018
Traducción: Jorge Aulicino

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Escriba del vacío de una testa

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)

[Dite]

El mal del mundo no es Satán.
Lo maneja con una inteligencia humana
aprendida en el Cielo, pero no es él.
Deberíamos inquirir sobre sus desafíos,
pero también sobre sus charlas con Dios
en el metrobús, en ese cafecito con sillas
plegables bajo un toldo, donde esta mañana
lloraba una enfermera.
***
[AHAB]

¿Qué hiciste de tu vida, muchacho?
Me has seguido sin que te ofreciera nada
excepto un moneda clavada al mástil
y un rito. Sabías que la vida,
contrariamente a lo que afirman en las tabernas puritanas
no pasa la cuenta, no reclama:
todo está sujeto a las mareas de tu libre hacerte o destruirte.
Por eso he preferido el demonio,
así sea un demonio blanco en mares cálidos.
Como si hasta allí hubiese navegado el ártico
y nosotros detrás.
Lo he dicho: percibí su blancura como una injuria,
como un muro detrás del cual puede no haber nada,
pero qué importa.
La nada que ocultaba no era el objetivo: el objeto era
el propio límite blanco.
Quise destruirlo con mi mano, yo que hubiese golpeado
el rostro de Dios si se interponía.
No el gozne, no la grieta: el golpe.
Y atado al arpón por el hilo de algún nervio,
soñé deshielos, despeñaderos, la catástrofe como política.

Mas no resultó, tú, el que se deja llamar Ismael,
estabas ahí para dar fe,
escriba del vacío de una testa
y de una cicatriz real,
desde la ceja a la femoral.
***
[Aristóteles]

Un cálculo infinitesimal es siempre un cálculo.
Destilado a través de una red capilar
de pensamiento, de alambiques dorados,
construye un pensamiento que es una ciudad.
Y la ciudad es pensamiento y cálculo:
una cuarta parte herreros y artesanos,
un octavo comerciantes,
dos cuartas partes magistrados y soldados;
muy poco, pero decisivo porcentaje
de filósofos y aedos, porque es este el alimento
del líquido amniótico que nos contendrá cívicamente
y en el que nos moveremos como peces.
Es, en efecto y de esta guisa, útero la ciudad.
Nunca así seremos extranjeros.
Tolle, legge. Cf. Política: muchacho,
con diez mil a lo sumo
el dispositivo del Estado funcionará
como un sistema de pesas y poleas.

Preveo, sí, el barro del Támesis, los cadáveres del Destripador,
-un destripador aristotélico, si cabe, un lector de Política-,
las favelas de Río de Janeiro, las Fábricas de Muerte del Reich,
los telares animistas del Sudeste Asiático, los decapitados
en la frontera de México... Para, stop.
En medio de ello, también Marx verá sus esferas,
su aparato delicado que se desarma
y arma sin perder aceite ni agua,
y es, aun de sangre manchado, ecuánime:
bitácora en el helado norte, en la caótica selva eslava.

De Mar de Chukotka (e-book), Edit. Op.cit, 2017.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿Verdad, Bonturo?

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)



¿Se imagina si un diario pudiera titular "Se abrió el séptimo sello"? Sería el acabose. La Biblia en vivo y en directo. El triunfo del mal y de la banalidad. Tiene razón, Bonturo, estoy dramatizando. Ah, ¿usted piensa que eso va a ocurrir? ¿Qué es eso de huevos a la canasta? Déjese de embromar, hombre. Ponga un bife en todo caso, siempre salva del apuro.
Cacho Veldevere, "Dio en llamar", Ediciones Se Ladeaba, Se Ladeaba, Campana, 2016
**                                                          
Extraño es el link o enlace, Bonturo. Es como una tierra prometida: clic, y cambia el panorama. Quiero decir: no hay tal tierra, sino su promesa en el link, que precisamente significa enlace o vínculo o ligazón, que podríamos, exagerando un poco, traducir como religión. Sí, sé que las más de las veces
no hay satisfacción, hay falsificación, lo que había de prometedor se esfuma, la tierra prometida es otra operación de comercio o promoción. En ese caso, el link es máscara, engaño. ¿Pero qué? ¿No es el modo en que avanza el mundo,
de engaño en engaño? Desconfíe, pero sanamente, Bonturo.
“Sermones y patrañas”, Casa Editora No Murió ni Fue Guerrero, Berisso, 2007
**
Hay una cantidad de gente que es como el viejo Vizcacha, Bonturo: se entretiene en escarbar y hacer marcas con el dedo. Sí, también. Tiene razón: cuando se pone en pedo, lo comienza a aconsejar. Lo peor es que son muchos los que viven en estado de ebriedad, aunque nunca toman. Y me deprimí un poco, sí. Bueno, le voy a aceptar ese vacío. Sin chimichurri, como para decir cené.
Cacho Veldevere, "El post-gauchesco y la incidencia del vino común de mesa en la definición del carácter nacional", Ediciones Volví a la Mugre de Vivir Tirao, Cachirulo, 2016
**
Bonturo, disculpeme que le diga, el horóscopo ya no es serio... "Haga ejercicio" me salió como diez veces este año. ¿Qué es? ¿Una profecía o una prescripción médica? ¿Qué se hizo de los nigromantes, de sus presagios, del buen Tiresias, de Delfos? ¿Están arreglados con los gimnasios, dice usted? ¡Ha caído el último reducto! ¡También los magos se prendieron en el afano! No, no se me va a caer la espumad... Tenía razón, se me cayó...

Cacho Veldevere, "Yo la vi que se venía en falsa escuadra", Ediciones Tenía que Pasar, Uritorco, 2016
**
¿Qué pensaría usted si lo viera al curita Magaldi bailando cumbia en el patio de la parroquia, Bonturo. Ah, ¿vio? Bueno, pero si se puede escuchar a Bach en lo que llaman ringtone... Eso es... ¿vio cuando suena el teléfono? Eso. Sí, no, no es que Bach hizo música para teléfonos, a lo que voy es a que no sería extraño verlo al curita bailando cumbia. Porque es un cura popular lo digo, y ahora está de moda lo popular entre los no tan pobres. Si, creo que eso es más serio que una excomunión, como diría el párroco. No sé, debe serlo. No todo lo negro es serio, no. Mire, esa morcilla a mí me parece feliz.
Cacho Veldevere, "Del dodecafonismo al bombón asesino", Ediciones Portero Suba y Dígale, Las Martinetas, 2016
**
¿Oyó hablar de la micro-militancia, Bonturo? No, sé que usted no estuvo en la unión de choferes, pero me refería a otra cosa. Suponga que usted quiere hacer micro-militancia contra el tabaco. Entonces, cuando lo detiene el semáforo peatonal, si alguno a su alrededor está fumando, usted finge tos. Si, lo mejor posible, no hace falta ser actor. O simula tropezar y vocifera "¿nunca va arreglar las baldosas el lord mayor?" Si, yo soy micromilitante. En los cafés y casas de bebidas si alguien levanta el tono yo hablo más alto. Aunque sea solo, sí. O le digo al mozo "mire saque ese programa porque soy enemigo acérrimo de los que gritan sin ton ni son". Soy implacable en eso. ¿Cómo micro-militancia positiva? Pero, ¿cómo voy a salir a proclamar en la esquina "qué bien cocina Bonturo"? Qué personaje es usted. Póngale un poco de ajo, sí.
Cacho Veldevere, "No nos moverán", Ediciones Hay que Ser Babieca, Las Flores, 2016
**
Acabo de leer en una revista que está de moda poner frases en inglés en almohadones, muebles, paredes, restos de cajones de embalaje usados como mesas. Y qué sé yo lo que dicen, Bonturo, ¿usted se cree que soy políglota? Son frases para alentarse en la vida. Sí, un poco me entristece. No sea bestia, ¿quiere? ¿Cómo va a escribir en la barra "agarrate, Catalina"? Sí, lo veo un poco ordinario. No, no, "grab yourself, Caty" tampoco me parece correcto. Traiga la pasta y olvídese de los cartelitos.
Cacho Veldevere, "El flaneur de los cien barrios porteños", Ediciones Coronada su Sien, Chacras de Coria, 2016
**
Muchos años usé en el descifrar por qué no me gusta la ensalada de tomates, Bonturo. Ahora lo sé: porque no es ensalada. ¿Cómo voy a estar contento? No sé qué hacer con esa información. ¿Cree que puede ser material de discusión en la BBC? Bueno, es que se me olvida el nombre de la red social ésa. ¡Ah, no me diga! ¿También el curita está allí?
Cacho Veldevere, "Cartas a Walter Benjamin que nunca fueron respondidas", Ediciones Canté sin Saber Cantar, General Pirán, 2016
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Me compré el pasamontañas y estoy presto a iniciar acciones por la independencia del barrio de Almagro, Bonturo. ¿Usted dice que aquí también habitaban originarios? Bueno, pueden darles Palermo Soho. Sí, seguro, Bonturo, esa gente es muy solidaria. Llegado al caso, quizá no tanto, tiene razón. Podría ser Caballito, entonces. ¿Tampoco? No, con Boedo no queremos conflicto. Será entonces la independencia de este solar de usted. Claro, es cierto, esto ya lo tiene. ¿Cúanto cree que me darán por el pasamontañas en la feria americana de aquí a la vuelta?
Cacho Veldevere, "La cuestión nacional: su esencia", Ediciones Si se Calla el Cantor, Loma de la Lata, 2016
**
Nuestra vecina la Clota estaba escandalizada porque, según sus palabras, la degeneradez avanza. Acaba de ver ella a un señor amasándole la nalga a su novia en la popular heladería de la otra cuadra. ¿Usted qué piensa, Bonturo? Yo creo que el mundo está entre la crispación y el relax. ¿Me pregunta si está bien o mal? Ni una cosa ni la otra. Y qué quiere que le diga... Me llevan los vientos de cambio.
Cacho Veldevere, "A un tris de la Tercera Guerra", Ediciones Agarrame que lo Mato, Coronel Moldes, 2016
**
¿Cree usted que lo que se escribe antes de un pero tiene escaso valor o ninguno, Bonturo? Entonces tenga en cuenta lo que le voy a decir: el jamón era bueno, pero estaba un poco pasado. Ah, vio, ah vio...
Cacho Veldevere, "El peso inconmensurable del adversativo". Ediciones La Matraca Bajo el Poncho, El Sosneado, 2016
**
Leo en una revista cultural de gran tiraje: "artista antisistema que es leyenda global". ¿Cómo se puede ser artista antisistema y al mismo tiempo global, Bonturo? Lo explica el hecho de que esto se diga en el parágrafo o marbete, no sé cómo se llama, en la tapa de una revista cultural de gran tiraje. Piénselo mientras prepara esas franciscanas croquetas de arroz, por especial pedido del amigo Fevrier. No, no le agregue jarrete, zancarrón ni osobuco, déjelas así, crocantes.
Cacho Veldevere, "Tiro al segno", Ediciones Más Conocido que la Ruda, Baigorrita, 2016
**
¿Vio la gente que dice "por lo menos lo intentaste"? ¿No es como decir "lo que vale es la intención"? El gran poeta andaluz en realidad escribió "volverán las buenas intenciones", pero lo censuraron. ¿Cómo quién, Bonturo? El capitalismo. Bueno, es cierto, en España mucho capitalismo no había, pero la culpa la tiene el capitalismo. Y la sienten otros. No me haga hablar, no me haga hablar. Traiga las croquetas de carne, traiga.
Cacho Veldevere, "El renegado Kautsky y otros poemas", Ediciones Una Lágrima Embozada, Arroyo Las Animas, 2016
**
La cuestión admite dos enfoques, quizá tres. A lo mejor cuatro. Quién le dice cinco. Pero la cuestión es si la cuestión vale la pena, Bonturo. No me diga que hay muchas formas de cortar la escarola. Sí, dos le admito. Bueno, también tres. Así mirado, incluso cuatro.
Cacho Veldevere, "Contame tu condena", Ediciones No Seás Ganso, El Socorro, 2016
**
¿Usted no sabe lo que es la prognosis, Bonturo? No me mire con cara de sotreta, no voy a decirle que es una pregunta retórica, como ahora se estila. ¿Vio cómo van pasando las modas? Antes todos hablábamos de prognosis y nos entendíamos. Ya sé que usted no. Y aunque no se use la palabra me gusta la gente que dice "se viene..." y agregue ahí lo que quiera. Deje que adivine: está friendo la clásica milanesa con perejil.
Cacho Veldevere, "Fijas y martingalas", Ediciones Mañana Será otro Día, Apeadero Speratti, 2016
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Claro que hay gente que tiene problemas con su cabeza, Bonturo, mire lo que me dice. También. También es cierto que no se dan cuenta. ¿Eso lo maravilla? Entiendo, pero ése es su principal problema, ¿no? Ah, ¿cómo que el tuco va sin queso rallado? Usted quiere subvertir nuestro tradicional modo de vida.
Cacho Veldevere, "Le ruego cierre al salir", Ediciones Caí en la Cuenta, Cañada Rosquín, 2016
**
El problema no es que los hombres sean perversos, porque también son angélicos... el problema, Bonturo, se lo diré, es que la destrucción que causan está superando, de lejos, el bien que procuran. Incluso, corrompen el ya hecho. La abstracción superadora llamada política, un gran invento de la humanidad para controlarse, mire un poco lo que es, mire un poco. Ya sé que no va a salir a mirar a la calle, y lo bien que hace, siga concentrado en los ravioles a la espingarda. Es un gran invento suyo, ése. Si lo bauticé, yo, pero el secreto de la salsa se lo llevará a la tumba usted. A la tumba o a Uzbekistán, adonde vaya, quiero decir... 
Cacho Veldevere, "La música de las viejas sartenes", Ediciones Es Todo Todo Tan Fugaz, El Arañado, 2016
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Por un lado están los que ven mal si uno no "complejiza", Bonturo. Por el otro, los que reprochan la palabra difícil o complejización, en nombre de los intereses populares. El problema es que a veces son las mismas personas, como si cambiara el tiempo. Ah épocas de la torta frita en grasa. No me mire así: era parte de la "comida sencilla", como la milanesa, el bife ancho, la berenjena en escabeche. Ah... usted todavía cree que...
Cacho Veldevere, "Simple, como todo lo genial", Ediciones Verduleros Unidos, Ascochinga, 2016
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Imagine el siguiente diálogo, Bonturo:
"-Apenas puedo trepar la escalera, Julieta.
"-¿Comisteis de nuevo empanadas salteñas, amado mío?"
¿Verdad que es inconcebible? Esto nos demuestra cuán lejos está la cocina de la vida real. Y usted insiste con que el aceite de oliva no hace daño...
Cacho Veldevere, "Exégesis del amor pasión y otros ítemes del romanticismo", Ediciones Si te Agarro te Mato, Isidro Casanova, 2016
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Intemperie y economía son casi la misma cosa, Bonturo. Y... piense un poco, no se quedan quietas, todo es variación, cambio, ciclos, pero ciclos irregulares, inestables... Se nos hiela la testa o nos sudan las manos y la gran tempestad nunca se produce, la inminencia del bien o del mal es lo permanente. No hay refugio en ella. Menos mal que tenemos una mesa y el chorizo colorado, ¿o no? Cierre la banderola, hágame el favor, que refresca.
Cacho Veldevere, "Genealogía del repollo", Ediciones El Chiflete, Frías, 2016
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¿Se imagina si un diario pudiera titular "Se abrió el séptimo sello"? Sería el acabose. La Biblia en vivo y en directo. El triunfo del mal y de la banalidad. Tiene razón, Bonturo, estoy dramatizando. Ah, ¿usted piensa que eso va a ocurrir? ¿Qué es eso de huevos a la canasta? Déjese de embromar, hombre. Ponga un bife en todo caso, siempre salva del apuro.
Cacho Veldevere, "Dio en llamar", Ediciones Se Ladeaba, Se Ladeaba, Campana, 2016

Antología personal de ¿Verdad Bonturo? de Cacho Velvedere, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2017.
Nota bene: extraídos del facebook del autor. No todos figuran en el libro. 

jueves, 23 de noviembre de 2017

¿Vieron el barco?, preguntamos

Jorge Aulicino

(Buenos Aires, Argentina, 1949)

Sin novedad
a Guillermo Boido


Hace años no hay noticias del barco ballenero
En los boliches de la costa
acariciando los pechos de nailon de las putas
escuchamos el ruido de la lluvia
sus cascabeles fúnebres
su cubilete que suena
como los huesos de la muerte


Los que vienen del mar
tienen brazos tristes de viejos trapecistas
¿Vieron el barco?, preguntamos
Ustedes vienen del mar
¿vieron nuestro barco ballenero?
No nos dejen morir
a varios ya se nos cayeron los dedos


Los que vienen del mar tienen nucas azules
perdieron la piel en algún puerto
matan a las mujeres
después de amarlas en silencio
se emborrachan y mueren a las tres de la tarde

No saben nada del barco ballenero.




De Vuelo bajo, Ediciones El Escarabajo de Oro, Buenos Aires, 1974.
en Estación Finlandia, Poemas reunidos 1974-2011, Bajo la luna, Poesía, Buenos Aires, 2012.

jueves, 15 de junio de 2017

Algo que gotea en un gran lugar vacío

Jorge Aulicino

(Buenos Aires, Argentina, 1949)

[Morse]

Juan Ramón Jiménez, ya no miras a la cara,
el jardín, las fresas, el sol
son tu mundo: habichuelas frescas
en la mesa pulida de la cocina.
Mas tu canon es tu indumentaria.
El traje, la corbata, la barba recortada.
-Todo esto ha estallado en este mundo.
El corte inglés, la ingle inflamada,
son a la vez el interior y el exterior de un cuerpo
que recorre orbes entremezclados,
esferas que se disuelven unas en otras,
calles en las que el crimen no es ya
                               turbio ni enigmático.
La fractura, expuesta.
El locus violento, claro.
La moda, diversas epifanías sonoras
en las que
   se oyen a la vez
la Lacrimosa del Réquiem mozartiano, un bolero agonizante,
repiqueteos indescifrables, un tam-tam, pasos
   perdidos y
algo que gotea en un gran lugar vacío:
como en un mundo, un baño abandonado-.

(inédito)
**
La importancia de llamarse Severo

Mi vida está llena de sombra, mi querido.
Dejo los zapatos debajo de la cama.

El camino imperial. Escolios,  Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Dios es una política

Jorge Aulicino 
(Buenos Aires, Argentina, 1949)





Dios es una política.
Los pájaros hacen ruido cerca de la ventana,
vuelan sobre el cemento que clarea.
No das imagen a esos sonidos, pero sabés
allá fuera
en alguna parte los techos se confunden,
no se sabe dónde empieza o termina la propiedad,
y los pájaros cotorrean, chistan, arrullan, caminan sobre vigas
y cornisas, vuelan sobre el cemento que clarea.
La cara pálida de sueño, débil de deseo,
que asomara ahora a una terraza fresca
sería la cara de un dios.
**
[Una pipa africana]

Oscura pero tórrida,
sin dejo de la luz meridiana,
hecha de un material llamado meerschaum
que significa espuma de mar,
pero extraído lejos de la costa
a golpe de pico, y ahora negro y marrón;
trabajo humano condensado:
a la vez industria y lejanía,
labrada luego por artesanos que dibujaran ciempiés,
hojas de banano o helechos
en un sueño oscuro poblado de retumbes.

Una que es como se muestra:
objeto y apariencia.
**

Y aun eso: "respiramos y dejamos de respirar"
no es sino una admirable mezquita
o una base antártica del futuro con todos
sus ventanales encendidos;
pues las palabras son esa heroica construcción;
pues aun para decir que somos solo carne de venado
necesitamos palabras,
necesitás palabras para renunciar a lo vivo,
para internarte en el hielo,
para no ser, igualmente, necesitás palabras.

Para decir el aura de las palabras
que nos engrandece de nosotros mismos
necesitamos palabras.

Y es cierto que podríamos quedarnos con el aura
sin intentar decir. Cerrar el postigo,
dormir esta noche.


De Mar de Chukotka, inédito.
Imagen tomada del blog de Griselda García.

domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Lo ves, capitán? Más cerca de las máquinas el hombre se hace lobo

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)




Las palabras muerte o angustia de las que provienen los versos
no concurren a ellos, no los hacen mejores. Y de ellos están tan lejos
como esa casa pintada por Dora Carrington
al pie de una montaña entre los árboles mágicos.

No por allí hay entrada.
Es sólo la llegada.

Luego, dirás blandiendo el adjetivo imprevisto, la asociación,
el nexo imaginativo, que las olas rompen junto a la prisión marina
desde la que el convicto tiene, al menos, la visión lunar.
***
No importa que ya no oiga el crujido de las naves

No importa que ya no oiga el crujido de las naves
en Bristol, una serenata nocturna, un eco de cierta eternidad:
he aprendido sobre balandras, asaltos a cielo abierto, golpes de mar
que nos quitan el alma, y a diferenciar el bergantín de la goleta.

¿Lo ves, capitán? Más cerca de las máquinas el hombre se hace lobo.

Enfoca el bauprés hacia el combate. La tripulación está contigo
porque en verdad no está con nadie.

Pronto llegará la revolución del pistón.
Nuestros cielos de oro serán piezas de museo.
Y la aventura llamará de nuevo. Nos buscarán en el fondo del mar,
y el hueso de tu hombro señalará campos de marsopas, a lo más.


De Corredores en el parque, Barnacle, Buenos Aires, 2016.
Imagen: Tomada de es.paperblog.com

jueves, 11 de agosto de 2016

La musa, la única que canta: sin empuñar el instrumento canta en él

JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)




La consistencia de la musa es la de los fantasmas corredores
en el parque; la musa pierde la consistencia al ritmo
de la disolución de los fantasmas; la musa necesita los cuerpos;
necesita desafiar la continencia y la pertinencia de los cuerpos
y encender ciudades en ellos como en un mapa aéreo.
La musa necesita el recorrido eléctrico de los pensamientos,
la inmaterialidad que hará materiales las trasmisiones incorpóreas;
aquello que se da del uno al otro; aquello que produce breve convulsión,
la catatonia pasajera: “Canta, oh Musa, la cólera del Pélida
Aquiles” que sembró males llevado por Amor; esto es, trasmisión
de La musa, la única que canta: sin empuñar el instrumento canta en él,
legitima las transacciones, aun las comerciales; pone arrobo en la tez,
cristaliza el negocio, facilita la circulación de los humores.

Ahora pierde consistencia, se han blindado las ciudades, no las asedian.
Corre por un parque entre plátanos, pinos, fresno y sauce.
Ejercita el lento circular de lo inmaterial, como río, entre hombres que querrían
ser inmortales. Sólo para correr y tomar jugo de naranja.
***
Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso

Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso,
como Daredevil, el superhéroe inválido: no serían las voces sino
del dolor, de la ambición, de la villanía, del crimen, de los despachos
y de los galpones, de las construcciones y los entierros:
no serían las voces ni los sonidos -taladros, sirenas, disparos- de una
civilización que se extingue.

Te basta con las voces y los sonidos del pasillo. Son los mismos.
El don sería oír los pasos de una lagartija en tu cuarto.
Podrías decir entonces que oís el corazón del universo,
su din-don, su campana, su mecanismo racional o carnívoro.
Todo lo que sube en cambio al cielo es de la obra, la marcha,
la estridente sinfonía en un vacío donde no ululan los vientos
ni cazan los murciélagos.

De Corredores en el parque, Barnacle, Buenos Aires, 2016.

viernes, 9 de octubre de 2015

No necesito los anchos campos para oír la soledad poblada

JORGE AULICINO
Tomada de clarin.com

(Buenos Aires, Argentina, 1949)










La firmeza de la soledad en los manubrios

No necesito los anchos campos para oír la soledad poblada –
oír o ver, oler o palpar, un sentido debe dar cuenta de esto.
Estás parada ahí,
tras un sillón, en un estrecho espacio, de espaldas a una ventana
de vidrios esmerilados–
no puedo evitar un escalofrío a lo Poe, pero recuerdo,
y el recuerdo hace tu sombra más amable.
La diafanidad de los campos y los espectros tienen un raro vínculo.

Sustancial es esta ancha soledad en las motocicletas estacionadas sobre la vereda.
Tarde de diciembre, 2013. Buenos Aires.
Sustancial en el agobio que siente hasta el sol estrellado
contra un cielo de celeste ardiente.

El desierto de gentes recorrido, de beduinos, de motociclistas sin raíces,
pero cuyas raíces portan el lejano partir de una embarcación cualquiera,
una chalupa guerrera, un barco al pairo, un petrolero.
Raíces imantadas de desierto y de soledad y de palabras
que se recuerdan, que mitigan, que ahondan a la vez, el fantasma.

Nadie escribe en estas paredes Viva mi madre. Nadie escribe la verdad.



El Cairo, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char