28 de septiembre de 2009

Prestigiosos 60 años



El mítico sello Prestige cumple 60 años.
Fundado por un entonces visionario jóven de 20 años llamado Bob Weinstock, que lo guió desde sus comienzos (1949) hasta 1971 cuando fuera vendido a Fantasy records, comenzó llamándose "New Jazz", porque esa era la intención: registrar la música de nuevos exponentes de la escena jazzística de entonces.
Para celebrarlo... algo para escuchar y algo para leer. Lo mejor que pasó por sus filas se recopila en "The Prestige Records Story", un álbum cuádruple que recoge grabaciones de músicos que en algún momento, aunque sólo fuera de pasada, imprimieron su sello en una de las más prestigiosas marcas de jazz: Miles Davis, John Coltrane o Eric Dolphy.
Cuatro discos para repasar grandes momentos de notables artistas como los nombrados y también de Sony Rollins, el Modern Jazz Quartet, Kenny Burrell, Dexter Gordon… la nómina es estelar y extensa. Las tendencias musicales van desde el primer registro del 11 de Noviembre de 1949, los tres minutos del cool de Lee Konitz de “Subconcious-lee”, hasta la guitarra setentera de Pat Martino. Con John Coltrane y Red Garland, por ejemplo, aparece lo mejor del hard bop.
Hay para todos los gustos.



Para mirar, leer, mirar, leer... Concord Music Group y Rare Cool Staff han editado "Prestige Records: The Album Cover Collection", un lujoso libro en edición limitada.
El libro contiene las mejores y algunas de las más raras cubiertas de los Lp's producidos a lo largo de la historia de Prestige, con un texto introductorio del crítico Ira Gitler que escribió las notas para muchos de los primeros y bien conocidos discos del sello y que todavía hoy continúa colaborando con las remasterizaciones de la Rudy Van Gelder Series editadas por Concord. Además, el libro contiene un CD con música exclusiva de los archivos Prestige.



Queda claro que el sello Prestige, hoy integrado en Concord Music Group, siempre ha sido sinónimo de vanguardia.
Cada vez que pienso en Prestige, me viene a la mente una mirada y número... el 7105, que en los registros del sello corresponde al primer disco como líder de John Coltrane.
Acompañaron a Trane, ese 31 de Mayo de 1957: Johnnie Splawn en trompeta, Sahib Shihab en saxo barítono, Red Garland y Mal Waldron al piano, Paul Chambers en contrabajo y Albert Heath en batería
Aquí, la mítica portada en sepia y, contraviniendo mi propia norma de ilustrar el disco con la
música de su primer corte, la toma 3 del mismo, como para confirmar que el tiempo ha pasado... provechosamente... "Time Was"



27 de septiembre de 2009

A manera de presentación



Cuando alguien escribe algo hermoso se nos pueden ocurrir dos cosas: pensar egoístamente: "¡¿cómo no se me ocurrió?!", o alegrarnos porque alguien lo haya escrito.
En mi caso, soy de los de la segunda opción.
Así que a manera de presentación, nada mejor que esta brillante definición de los que fuimos condenados a amar el jazz.
Mientras leen, hagan "play" en el reproductor. Como banda de sonido, cantará el pájaro responsable de haber ingresado a éste mundo sin salida.



UN UNIVERSO CAMBIANTE
Eduardo Hojman
Barcelona Jazz Bar
http://barcelonajazzbar.blogspot.com

Con el porte melancólico y orgulloso de los que se reconocen como una especie en extinción, los fanáticos del jazz circulan por los mundos de la música como quien cumple una misión en la vida. Es fácil reconocerlos: clasifican sus discos ­que poseen en cantidades abrumadoras­ en orden alfabético y cronológico, tienen muchos libros sobre el tema, que leen con perenne desacuerdo, disparan como si tal cosa clasificaciones y subcategorías como hard bop, new cool, post bop y swing nouveau, que suenan como sortilegios masónicos a oídos ajenos. Muchos de ellos podrían pasar los temibles exámenes de reconocer músicos con los ojos vendados, discuten entre sí por un «quítame de allí esas secciones de vientos» y otorgan a ciertos títulos de jazz el inasible honor de marcar períodos de su vida, como los describe Carlos Sampayo en Memorias de un ladrón de discos.

Algunos de ellos, en una actitud romántica e indefendible, afirmarán que el vinilo suena mejor que los compact-discs; otros juran por A Kind of Blue de Miles Davis o por algún que otro salto al vacío de Charlie Parker. Los ofenden las diatribas neotradicionalistas de Wynton Marsalis, y, por lo general, el combustible que alimenta sus acaloradas disputas sobre tal o cuál estilo es el inconmensurable placer de predicar a los conversos. Saben que están condenados a desaparecer: por un lado, el bombardeo de información inútil y accesible hace innecesarios a estos cultores de la sabiduría oral y personal; por otro, siempre han sufrido de la incomprensión de cónyuges, compañeros y otros seres cercanos, que atacan con saña su obsesiva, cuasi religiosa pero finalmente inocente, búsqueda del placer.

Hay algo de noble y quijotesco en todo eso: el jazz, con sus takes irrepetibles y su constante movimiento, es un terreno movedizo y cambiante. Los fanáticos del jazz lo saben, y se enfrentan día a día con un imposible borgiano: hacer un mapa nuevo de un universo que nunca es el mismo.