«Los años nos alejan de la infancia sin
llevarnos forzosamente a la madurez. Uno de los pocos méritos que admiro en un
autor como Gombrowicz es haber insistido, hasta lo grotesco, en el destino
inmaduro del hombre. La madurez es una impostura inventada por los adultos para
justificar sus torpezas y procurarle una base legal a su autoridad. El espectáculo
que ofrece la historia Antigua y actual es siempre el espectáculo de un juego
cruel, irracional, imprevisible, ininterrumpido. Es falso, pues, decir que los niños
imitan los juegos de los grandes: son los grandes los que plagian, repiten y
amplifican, en escala planetaria, los juegos de niños.»
Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas