«Quizá el rasgo más nítido de toda colección sea éste: en ella, lo que se busca es un encierro, una protección, un "ensoñadero": uno de esos lugares que -como el museo, la biblioteca, el gabinete o el poema- permiten albergar descubrimientos, rarezas, piezas únicas, es decir, presuntas huellas de una experiencia auténtica. He aquí un escenario proclive a la acumulación y la privacidad, simultáneamente adicto a lo infinitamente minúsculo y a lo infinitamente inasible, con que el yo cuantifica su deseo, lo ordena, manipula y carga de sentido. Digamos que ese espacio -por grande o cívico que sea- le sirve, como un Arca de Noé personalizada, para desplegar los enigmas del cuerpo y la memoria, es decir, un mundo anterior, siempre ligado a la infancia y los juegos.»
María Negroni, a l’article La enciclopedia mágica de Walter Benjamin (La Nación, 10.1.2009)