Copio –con el permiso presunto de Clarín– la columna de hoy de Gonzalo Abascal sobre la entrevista de Pablo Duggan a Cristina Fernández de Kirchner del jueves pasado. Me parece una visión interesante, además de una cabal defensa de la libertad de expresión, pero sobre todo de la independencia de cualquier medio para tomar partido. Las negritas y bastardillas son del original.
Viva Cristina en C5N (y en TN si ella quiere)
La charla de la Vicepresidenta con Duggan como una buena señal. En la vereda opuesta, las críticas y los pedidos de censura a Trump en CNN.
La vicepresidenta Cristina Kirchner, la figura política más polarizante de los últimos 15 años, conversó el jueves pasado con Pablo Duggan durante una hora y media en C5N. El hecho no parece extraordinario. Sin embargo, quizás lo haya sido.
La participación fue comentada antes, durante y después de Duro de domar, el ciclo que la recibió con los brazos abiertos. Se comentó el papel de mero partenaire de Duggan, sin una mínima intención de preguntar con rigor periodístico, se habló del encantamiento de los panelistas con la vice en el saludo final (a pesar de que ella les negó la posibilidad de preguntar), y también se analizó el rating: casi 11 puntos hacia las diez y media de la noche, cifra que ubicó al programa como lo más visto del día, incluso por arriba de la televisión abierta. Éxito total.
Se dijo todo eso y no se dijo más.
A nadie se le ocurrió objetar el derecho de Cristina Kirchner a decir lo que quisiera decir, nadie pensó que eso atentaría contra la democracia (a pesar de que volvió a cuestionar a la Corte Suprema, uno de los poderes democráticos, y habló de su proscripción, que no es tal) ni se juzgó a C5N por ofrecerle la comodidad de una hora y media de total complacencia. Todo el mundo asumió que el canal, con su oficialismo sin matices, ofrecía la garantía que Cristina requería.
¿Y qué tiene esto de excepcional?
Dos semanas atrás, Donald Trump, ex presidente de los Estados Unidos y casi seguro futuro candidato del partido Republicano, fue entrevistado en la CNN.
La aparición provocó definiciones de tono dramático de muchos medios norteamericanos, en desacuerdo con posibilitar la palabra al ex presidente.
- “Es difícil ver la utilidad para los Estados Unidos del espectáculo de mentiras que se emitió en CNN el miércoles por la noche”.
- “La entrevista abierta con Donald Trump en CNN fue un desastre. Si la cadena planea cubrir así la próxima campaña presidencial, su director debería renunciar ya mismo”.
- "Trump seguramente lo consideró una gran noche. La CNN como empresa, también. Pero fue un desastre de principio a fin”.
Hasta Christiane Amanpour, legendaria corresponsal en el extranjero de CNN, disparó: “Quizá deberíamos volver a los directores de periódicos y jefes de televisión de los años 50, que al final se negaron a permitir que el macartismo entrara en sus páginas”.
Casi la única voz disidente fue, como es obvio, la del director de CNN, Chris Licht, que según The New York Times, dijo: “No tienen por qué gustarles las respuestas del ex presidente. Pero no pueden decir que no las recibimos”.
Aunque el formato (la nota se realizó con una tribuna dominada por votantes de Trump) pueda ser cuestionable, el reproche a la decisión de darle espacio al ex presidente se parece mucho a un reclamo de censura. Y confirma un nivel de polarización que desconoce reglas básicas de la democracia, entre ellas la de la libertad de expresión, incluso de los malos presidentes y hasta de los corruptos.
¿Qué pasaría si Cristina Kirchner fuera entrevistada en TN? Posiblemente muchas cosas, pero resulta difícil pensar que alguien razonablemente pudiera juzgar al canal por eso. Podría criticarse la entrevista (sería un tema menor), pero no el derecho a invitarla, y de la audiencia a escucharla.
En un país agobiado de problemas, es alentador que Cristina, Macri y quien sea hablen en donde quieran cuando los inviten. Y que a nadie se le ocurra pensar que la solución al desacuerdo es la prohibición de la palabra.