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viernes, 8 de noviembre de 2024

Jeff Bezos tenía razón

La elección que terminó el martes pasado en los Estados Unidos ha dejado varias consecuencias que me parece interesante revisar desde el periodismo.

1. En plena campaña el dueño del Washington Post decide que ese periódico no va a apoyar a ningún candidato porque entiende que los periodistas están hablando de ellos mismos y no de lo que a la gente le interesa. La decisión sorprende porque el WaPo siempre apoyó a los candidatos demócratas y provoca críticas y protestas de periodistas como Martin Baron, antiguo Director del periódico, que calificó de cobardía la actitud de Jeff Bezos. Visto después de la elección, Marshall McLuhan diría que Bezos es el Michael Faraday de nuestra era, porque vio lo que los periodistas no ven, y lo vio por no estar encasillado en las categorías endogámicas y escoradas hacia el falso progresismo de la profesión y de la industria.

2. Muchos –diría que casi todos– los periodistas y sus medios apoyaron a Kamala Harris, pero atacando a Donald Trump, de quien dijeron que es fascista, populista, nazi, antidemocrático, monstruo, criminal... Les subo estas portadas, anteriores a la elección, como botones de muestra:





Era bastante evidente que la inmensa mayoría del ecosistema periodístico estaba en contra de Donald Trump, pero también se ve que tenían la esperanza de que se podía evitar lo que resultó inevitable. Lo loco es que fueran progresistas y pensaran que podían cambiar la elección con lo que aparecía en sus medios anticuados. Y también es loco que pongan el grito en el cielo cuando Trump los insulta.

Su Majestad The New York Times dio la noticia del triunfo de Trump recordando en la bajada del título principal que el nuevo presidente es un forajido y un criminal.


3. La elección ni siquiera fue ajustada. Cuando esto escribo, Donald Trump aventaja por 295 a 226 electores a Kamala Harris; el Partido Republicano se quedó con la mayoría del Senado y está a punto de hacerlo también con la Cámara de Representantes. El mapa de todo el país –condado por condado– se tiñó del color republicano. 


4. Fuera de todo análisis político, no cabe duda de que Jeff Bezos tenía razón. Los periodistas están muy lejos de la realidad, con una agenda endogámica que no es la de la mayoría de la gente. Escriben y dicen lo que a ellos les gusta o les gustaría que ocurriera y no lo que pasa de verdad. Es la tiranía de la noticia deseada de las elites pseudoprogresistas, que tenían de rehenes a las verdaderas mayorías, esas que no salen a la calle a manifestarse, pero gracias a las redes sociales pueden alzar su voz de otro modo. Son muchísimos más –con una diferencia de 10.000 o 100.000 a 1– que los que van a las plazas con pancartas ajadas y tambores desfondados, para aparecer en las fotos de los periódicos o detrás de los micrófonos de los movileros, y para colmo son siempre los mismos.

5. Es el gran problema del periodismo de nuestro tiempo, que en esta casa hemos denunciado hasta el cansancio. Está encerrado en su propia burbuja, dándonos consejos como si fuéramos tan imbéciles que les creemos. Mientras la agenda del periodismo y los medios no sea la de la gente, las audiencias no responderán. Y lamento comunicarles que no tienen resto para cambiar porque los medios del futuro ya son de otros.

Bonus track, ahora sí, con análisis político

Fue la política la que contagió de endogamia autorreferencial al periodismo y lo alejó de las preocupaciones reales de la gente. Y a su vez, fue el periodismo el que contagió a la política con su falso progresismo, su equilibrio mentiroso, su centralidad trucha... Esa moderación bienpensante se repitió en los gobiernos de nuestros países cada vez que ganaron las elecciones las alianzas dizque de centro debido a los fracasos del socialismo del siglo XXI. Pero el centro moderado y gradualista (duranbarbista) no sirvió para ahuyentar al socialismo. Al revés: sirvió para que volviera recargado, menos moderado, más cínico y autoritario, y capaz de cualquier cosa para mantenerse en el poder, hasta de asociarse con el crimen organizado.

La novedad de Donald Trump, Javier Milei, Nayib Bukele, Viktor Orbán o Giorgia Meloni –cada uno con su realidad y su estilo– es que a las izquierdas ya no se las enfrenta desde ese centro acomplejado sino desde la derecha sin complejos, que los que la van de moderados se empeñan en prefijar con ultra y extrema, cuando no adjetivar como fascista sin ninguna vergüenza.

¿Se entiende ahora por qué los líderes de la nueva derecha hablan pestes de los periodistas y de los medios?

miércoles, 14 de febrero de 2024

Repensar la relación con las audiencias

Me pasan, ya traducido al castellano, este ensayo aparecido en The New Yorker el 10 de febrero. Lo he retocado un poco y todavía está en proceso. No he podido leerlo en inglés porque he agotado mis entradas al New Yorker

¿Están los medios preparados para un evento de extinción?

Los anuncios son escasos, el tráfico social y de búsqueda está muriendo y los lectores están agotados. El futuro requerirá repensar la relación de la prensa con su audiencia.

Por Clare Malon

Mi primer trabajo en los medios fue como asistente en The American Prospect , una pequeña revista política de Washington DC, que ofrecía un punto de apoyo prometedor en el periodismo. Ayudé con el pedido de impresión, envié cheques a los emisores (después de recibir muchos correos electrónicos preguntando cortésmente: ¿Dónde está mi dinero?) y dirigí el programa de pasantías. Esta última responsabilidad me brindó una pequeña alegría: cada dos semanas, un periodista respetado venía a la oficina para almorzar en nuestra sala de conferencias, dándole a nuestro grupo más reciente de veinteañeros la oportunidad de pedir consejos prácticos sobre cómo hacerlo. Un hombre nos dijo que adoptáramos una especie de adicción al trabajo juvenil, antes de que los niños y las familias nos agobiaran. Un periodista de investigación nos imploró que presentáramos nuestros impuestos y mantuviéramos nuestra vida personal en orden; nunca demos a los ricos y poderosos una excusa para socavar nuestro periodismo. Pero quizás el consejo más memorable fue el de un escritor que no se andaba con rodeos 
al final de su carrera. ¿Quieres triunfar en el periodismo? preguntó, y se contestó: cásate con alguien que tenga dinero. Nos reímos. No lo hizo.
He pensado mucho en ese consejo durante el año pasado. Un informe que rastreó los despidos en la industria en 2023 registró 2.681 en medios de comunicación audiovisuales, impresos y digitales. NBC News, Vox Media, Vice News, Business Insider, Spotify, theSkimm, FiveThirtyEight, The Athletic y Condé Nast (el editor del New Yorker) realizaron despidos importantes. BuzzFeed News cerró, al igual que Gawker. El Washington Post, que perdió alrededor de cien millones de dólares el año pasado, ofreció rescisiones a 240 empleados. Tan solo en el primer mes de 2024, Condé Nast despidió a una cantidad significativa del personal de Pitchfork y fusionó el medio con GQ; Los Angeles Times despidió al menos a 115 trabajadores. Time Magazine redujo el 15 % de su personal editorial representado por el sindicato; el Wall Street Journal recortó puestos en su oficina del DC; y Sports Illustrated, que había estado capeando un escándalo por publicar historias generadas por IA, también despidió a gran parte de su personal. Un periodista canceló recientemente una llamada telefónica conmigo y escribió: "He decidido llevar oficialmente mi carrera en una dirección diferente". No había mucho que pudiera decir para contrarrestar esa conclusión; era perfectamente lógico.

“Editores, prepárense, será un viaje salvaje”, escribió Matthew Goldstein, consultor de medios, en un boletín de enero. "Veo un evento potencial a nivel de extinción en el futuro". Algunas de las fuerzas citadas por Goldstein ya eran bien conocidas: los consumidores están agotados por las noticias y los sitios de redes sociales han dejado de promover artículos noticiosos. Pero Goldstein también señaló el lanzamiento de Google de la búsqueda integrada por IA, que responde a las consultas de los usuarios dentro de la interfaz de Google, en lugar de remitirlas a sitios web externos, como un factor importante en esta próxima extinción. Según un análisis reciente del Wall Street Journal, Google genera cerca del 40 % del tráfico en los medios digitales. Las marcas con un fuerte tráfico en la página de inicio probablemente se verán menos afectadas, escribió Goldstein: lugares como Yahoo, el Wall Street Journal, el New York Times, el Daily Mail, CNN, el Washington Post y Fox News. Pero los sitios web que no se escriben con tanta frecuencia en los navegadores necesitan "contemplar medidas drásticas, posiblemente reduciendo a la mitad sus carteras de marcas".

Lo que surgirá tras la extinción masiva, escribió recientemente Brian Morrissey, otro analista de medios, en su boletín informativo The Rebooting es “una industria diferente, más ágil y disminuida, que a menudo sirve como operación de fachada para otras empresas”, como como eventos, comercio electrónico y contenido patrocinado. De hecho, me dijo, lo que estamos presenciando es nada menos que el fin de la era de los medios de comunicación. "Esta es una reacción tardía a la propia internet comercial", afirmó. "No sé si se podría haber hecho algo diferente".

Durante las primeras tres décadas de publicación digital, los medios informativos se remodelaron constantemente para mantenerse al día. Los blogs y la agregación, ninguno de los cuales implicaba mucho gasto en términos de informes originales, rápidamente se convirtieron en la estrategia para buscar noticias en internet. Jugar al juego de optimización de motores de búsqueda (competir para obtener un artículo en la primera página de resultados de Google) aseguró que su sitio web obtuviera visitas a la página. Y las visitas a las páginas eran lo que importaba: eran una nueva forma de vender publicidad. Gawker, que se lanzó en 2002, tenía una tabla de clasificación en la oficina que mostraba qué escritor tenía la historia con mayor tráfico; las bonificaciones estaban vinculadas a las vistas. Pero el crecimiento exponencial de internet sólo depreció el valor de los clics. En 2008, Gawker obtenía la mitad de los ingresos por página de lo que ganaba en 2004. El modelo, escribió el periodista financiero Felix Salmon en 2010, “se parecía cada vez más a una carrera hacia el fondo, donde los editores intentan desesperadamente todos los trucos del mundo para aumentar sus páginas vistas e impresiones de anuncios, solo para compensar el hecho de que sus ingresos por página son muy pequeños. Los resultados (sensacionalismo, obscenidad y presentaciones de diapositivas) sólo sirven para erosionar aún más el valor de los sitios a los ojos de los anunciantes”.

Sin embargo, los medios digitales continuaron persiguiendo el tráfico. BuzzFeed fue uno de los sitios que definió la industria, adaptando el contenido para que se volviera viral en varios gigantes de las redes sociales, como Facebook, Twitter y YouTube. En 2011, el sitio lanzó BuzzFeed News, una apuesta por un mayor prestigio que, en cierto sentido, funcionó: una década después, el sitio ganó un premio Pulitzer. Pero las historias de BuzzFeed News, como la mayoría del contenido de BuzzFeed, estaban disponibles de forma gratuita. Cuando la firma del capitalista de riesgo Marc Andreessen le dio a BuzzFeed una inyección de cincuenta millones de dólares en 2014, le dijo a la compañía que se preocupara por el crecimiento, no por los ingresos. Pero ceder la distribución a empresas tecnológicas externas aceleró gran parte de la caída de la industria. "Incluso cuando Buzzfeed llegó a más y más personas en plataformas como YouTube y Snapchat, el tráfico parecía estar perdiendo valor al mismo ritmo", escribió Ben Smith, ex editor en jefe de BuzzFeed News, en su libro de 2023, Traffic: "En lo que respecta al tráfico, había demasiado y Facebook y Google eran demasiado buenos vendiendo el suyo directamente a los anunciantes".
 
En abril pasado, Jonah Peretti, uno de los cofundadores de BuzzFeed, cerró BuzzFeed News y publicó un memorando sobre el camino a seguir para su empresa y otras similares, incluido el HuffPost, del que todavía es propietario. “La gran mayoría de la gente querrá cada vez más que las plataformas de redes sociales les proporcionen un escape donde puedan encontrar entretenimiento, alegría y diversión”, escribió Peretti. "Esto impulsará el regreso a las páginas de inicio de noticias seleccionadas editorialmente como HuffPost, Drudge y CNN.com". El tráfico directo a sitios con audiencias y reputaciones sólidas sería el futuro. 
Y, sin embargo, unas semanas más tarde, Jimmy Finkelstein, el antiguo propietario de The Hill, lanzó un nuevo sitio con publicidad, The Messenger. La idea era crear una alternativa a los principales medios de comunicación nacionales que Finkelstein, de 64 años, consideraba cada vez más partidistas. "Recuerdo una época en la que te sentabas frente al televisor, cuando yo era niño con mi familia, y todos veíamos 60 Minutes juntos", le dijo al Times. “Esos días ya pasaron y el hecho es que quiero ayudar a recuperarlos”. El sitio contrató a cientos de periodistas y prometió cubrir deportes, política y entretenimiento. Los ejecutivos dijeron que esperaban cien millones de visitantes mensuales y generar cien millones de dólares al año, principalmente a través de publicidad. El esfuerzo duró menos de un año; Finkelstein disolvió abruptamente The Messenger en enero, eliminó el sitio web y dejó a sus empleados sin indemnización ni atención médica. La terrible experiencia demostró la pobreza de ideas de los medios sobre cómo sobrevivir sin una publicidad sólida; En los últimos dos años se han observado caídas constantes en los ingresos por publicidad en toda la industria, incluso cuando las empresas de tecnología se recuperaron en cierta medida. "Nadie que supiera algo pensaría que se puede ganar dinero con el tráfico y alcanzar los estúpidos números que él publicó", dijo Jim VandeHei, cofundador de Axios y Politico, al sitio de noticias Puck después. “Me enojé en el momento en que me enteré de esta tonta idea. Fue negligencia empresarial y crueldad humana a una escala épica”.

La presidencia de Donald Trump fue una bendición para algunos medios de comunicación, en particular el Times y el Washington Post, que estaban inmersos en una carrera para conseguir las primicias más explosivas. El Times ganó cinco millones de suscriptores digitales durante los cuatro años de mandato de Trump, y el Post ganó dos millones. Mientras el presidente arremetía contra los medios y los niveles de confianza en la industria se desplomaban (las encuestas muestran que alrededor de dos tercios del país ahora tienen poca o ninguna confianza en los medios), estas cifras eran señales de esperanza. Pero el “golpe de Trump” resultó ser un respiro momentáneo de un declive sostenido e inevitable. En 2021, el primer año de la presidencia de Joe Biden, el Post, propiedad de Jeff Bezos, perdió unos trescientos mil suscriptores. Los Angeles Times, propiedad del multimillonario Patrick Soon-Shiong, informó de un aumento de suscriptores digitales en el verano de 2023, pero le faltaba alrededor de medio millón del objetivo declarado de Soon-Shiong de un millón de suscriptores digitales; el periódico despidió a 74 empleados ese verano, un preludio a los recortes más profundos de este enero.

Podría decirse que muchos de los factores que han obstaculizado a los medios nacionales han devastado las redacciones locales durante décadas. El Times lanzó su sitio web en 1996, prometiendo “ampliar el alcance del periódico y crear nuevas oportunidades editoriales y comerciales en los medios electrónicos”. Como parte de ese esfuerzo, un “filtro bien pensado e imparcial”, con “una función de búsqueda potente pero fácil de usar”, ampliaría sus ofertas de clasificados en todo el país. Para entonces, Craigslist había comenzado a hacerse cargo de los ingresos por anuncios clasificados de los periódicos; a mediados del siglo XXI, los periódicos estaban perdiendo dinero en una internet donde la información era cada vez más gratuita y los anuncios se habían trasladado a otros lugares. El Times perdió 543 millones de dólares en 2006. Un par de años más tarde, la empresa pidió prestado unos 225 millones de dólares para su edificio recientemente terminado en Times Square. Sólo después de lanzar un muro de pago, en 2011 encontró el camino de regreso a la prosperidad. Pero los periódicos que atienden a mercados más pequeños nunca se recuperaron: entre 2005 y 2024, cerraron aproximadamente tres mil periódicos en Estados Unidos. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los periódicos perdieron más de cuarenta mil empleados durante el mismo período. Actualmente, 204 condados de Estados Unidos no tienen noticias locales (las áreas de alta pobreza son las más afectadas) y, para finales de este año, se espera que Estados Unidos haya perdido un tercio de sus periódicos. Mientras tanto, el fundador de Craigslist, Craig Newmark, financia ahora una escuela de periodismo que recientemente anunció su intención de ofrecer matrícula gratuita, una medida que recuerda el impulso del fabricante de explosivos Alfred Nobel de financiar un premio de la paz.

Muchos teorizaron que la disminución de las noticias locales fue parte de la razón por la que Trump, con su campaña plagada de desinformación, pudo ganar terreno para empezar. (Alguna evidencia sugiere que, a medida que los consumidores dependen de los medios nacionales, su polarización política aumenta). Pero lugares como el Washington Post y Los Angeles Times ahora enfrentan crisis similares: ¿Cómo ganará dinero un periódico en 2024? Las personas que buscan responder a esa pregunta invariablemente recurren al New York Times. A finales del año pasado, mientras decenas de periodistas recibían sus cartas de despido, el periódico anunció que había superado los diez millones de suscriptores en total.

Además de publicar constantemente muy buen periodismo, el Times tiene una sólida aplicación de cocina, una serie de juegos populares y el sitio de reseñas de productos Wirecutter. No es tanto un periódico como una marca de estilo de vida digital. Tanto el Washington Post como Los Angeles Times se han esforzado por ampliar su oferta no informativa: el Post reforzó su sección de salud y el LA Times se inclinó hacia la cobertura gastronómica y las guías de entretenimiento de la ciudad. Pero, incluso cuando los medios han intentado complementar la cobertura de noticias con otras ofertas, se han enfrentado a un nuevo dilema: las suscripciones a noticias (la gran esperanza de los medios) ahora compiten directamente con las de entretenimiento. El Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo publicó un informe en 2023 que encontró que los encuestados a menudo sopesaban la renovación de sus suscripciones de noticias con los servicios de transmisión digital. "Tenemos Disney+, Hulu, Netflix, Amazon Prime, actualmente HBO Max y Spotify, Kocowa y BritBox", dijo un encuestado. “Solía tener The Washington Post, pero se volvió demasiado caro tener todas las suscripciones”. Otro dijo que las noticias eran “tan importantes como cualquier otra cosa, pero si tuviera que eliminar una, primero pensaría en eliminar mi suscripción a noticias antes que cualquier otra”.

Los problemas de la televisión por cable son igualmente graves, pero con algunas variaciones: el paquete de cable está muriendo gracias al negocio del streaming online. En un mundo con menos decodificadores de cable, CNN probablemente necesitará encontrar la manera de convertir su sitio Web, que cuenta con un gran tráfico, en un atractivo centro de noticias. Mark Thompson, nuevo director ejecutivo y editor en jefe de CNN, escribió un extenso memorando al personal en enero, describiendo el giro de la compañía hacia productos y suscripciones digitales. "Necesitamos recuperar algo de la arrogancia y la innovación de la CNN en sus inicios", escribió. "Es hora de una nueva revolución". Al mismo tiempo, dijo al Wall Street Journal: “Ni siquiera estoy seguro de que la suscripción sea el camino correcto para CNN. Pero sí creo que debemos empezar a experimentar y explorar en un sentido más amplio las relaciones directas con el consumidor y, potencialmente, las relaciones de pago directas con el consumidor”. ¿No es exactamente un modelo de suscripción, pero tampoco un modelo de suscripción?

El nuevo editor y director ejecutivo del Washington Post, Will Lewis, se mostró más claramente bajista con respecto a las suscripciones cuando recientemente se sentó con Semafor. “Ese modelo basado en suscripción ahora está decayendo y luego entrará en un período de declive más significativo”, dijo. “Hay pruebas muy positivas de cómo se puede acceder a las noticias y pagarlas de formas más innovadoras. Hay pases de un día que tienen éxito, hay pases de una semana, hay modelos como The Guardian donde puedes hacer donaciones. Así que hay toda una nueva generación de conceptos de usuarios de pago. Estoy muy emocionado por eso. Creo que es la sala de redacción 3.0”.

Pero el hecho de que el Times parezca haber perfeccionado una formulación que combina estilo de vida con noticias también significa que es más difícil para otros medios ganar ventaja con los lectores. Hay algunos nichos inteligentes. Politico, Axios y Punchbowl, por ejemplo, atienden las necesidades de audiencias internas, con costosos componentes de suscripción dirigidos a empresas dispuestas a pagar la factura de sus empleados. Informar bien las noticias ya no es, por sí solo, una propuesta de negocio rentable, lo cual es una lástima dado que es un año electoral y uno de los candidatos de los partidos principales enfrenta cargos federales por interferir en una elección. “El New York Times es la gran esperanza pero, en cierto modo, también es el villano”, dijo Morrissey, el analista de medios. "Hay algunos casos de éxito en las suscripciones, pero la realidad es que muy pocas publicaciones pueden lograr que más del 5 % de las personas se suscriban".
Entre las bases, no hay una idea clara de cómo será realmente la próxima era de los medios, además de tener menos periodistas. "Toda esta mierda está muriendo", publicó el escritor Jack Crosbie en su Substack en enero. “Existe un lugar donde puedes trabajar ahora mismo con cualquier tipo de seguridad laboral y es The New York Times y eso es sólo porque tienen un montón de recetas en una pequeña aplicación de cocina muy bien codificada a la que puedes suscribirte y también porque tus padres están enganchados a Wordle”. 
Los despidos en el LA Times parecieron poner el problema de relieve. "No estamos en crisis", dijo Soon-Shiong, el propietario del periódico, después de despedir a más de cien empleados. "Tenemos un plan real". El sindicato del periódico emitió una respuesta directa, calificando los recortes como “el fruto de años de estrategia mediocre” y condenó la falta de dirección clara del periódico: “Nuestro dueño ha dicho públicamente que tiene un plan para seguir adelante pero no lo ha compartido con nadie”. de nosotros." Un ex ejecutivo de Los Angeles Times con el que hablé se hizo eco de esa opinión: “Patrick nunca se unió ni realizó una revisión comercial estructurada con el equipo ejecutivo ni compartió con nosotros un plan operativo o estratégico anual o trimestral”. Un portavoz del LA Times escribió en un comunicado que Soon-Shiong se ha reunido “regularmente” con el equipo ejecutivo senior y que es el equipo el que tiene “la tarea de los planes estratégicos y operativos para el negocio”.

En Condé Nast, noventa y cuatro empleados sindicalizados están en una lista de despidos, técnicamente todavía empleados mientras el sindicato intenta hacer trueques para salvar puestos de trabajo y aumentar las indemnizaciones por despido; en enero, aproximadamente 400 de sus trabajadores sindicalizados abandonaron sus trabajos durante un día. Unos años antes, la compañía había contratado a Agnes Chu, ex ejecutiva de Disney, para ayudar a expandir su oferta de video y orientar su propiedad intelectual hacia proyectos de servicios de transmisión. Pero la compañía tuvo dificultades para encontrar una estrategia comercial sostenible, particularmente porque los consumidores gravitaron hacia videos cortos en TikTok, que no son particularmente monetizables. Chu dejó la empresa el pasado mes de octubre. Según un correo electrónico que el director general de Condé Nast, Roger Lynch, escribió en noviembre, la empresa se está centrando ahora en las suscripciones y el comercio electrónico como parte de un plan para duplicar los ingresos de los consumidores.

Semejante estrategia refleja un cambio fundamental en los medios: son principalmente los consumidores, no los anuncios, quienes tendrán que pagar por los servicios que ofrecen los medios. Incluso las fuentes de ingresos suplementarias, como conciertos, festivales literarios y charlas políticas, requieren un público especializado y dedicado que esté ansioso por interactuar con sus marcas favoritas fuera de la pantalla. Pitchfork tenía tanta audiencia, lo que fue parte de lo que hizo que la decisión de Condé Nast fuera tan sorprendente para algunos. Semafor informó que la medida era parte de una estrategia de reducción de costos, y que la compañía cree que Pitchfork “simplemente no ganó suficiente dinero en unos 18 meses”, tuiteó Ryan Broderick (que escribe un boletín sobre internet) tras la noticia de Pitchfork "todo lo que sabemos sobre el consumo de medios de la Generación Z apunta a que es más específico".

Una escuela de pensamiento sostiene que los medios deberían centrarse en gran medida en mejorar la experiencia de usuario de sus suscriptores actuales. Hacer que la página de inicio de un sitio sea más personalizada es un ejemplo. El ex ejecutivo de LA Times lo comparó con lo que Netflix hace por sus clientes; los medios podrían ayudar a la gente a examinar montones de historias y encontrar aquellas que más les interesen. Por supuesto, ese tipo de mayor discreción algorítmica haría sonar las alarmas periodísticas, particularmente en los periódicos, donde el juicio editorial sobre lo que hace la portada o cada página es fundamental para la cultura de la redacción. El Times ha presionado recientemente para que se publiquen artículos más breves, cuyo objetivo es “encontrarse con nuestros lectores dondequiera que estén ” (al igual que, presumiblemente, su cobertura continua, similar a un blog, de los principales acontecimientos). Estos formatos también simplifican un poco el producto. Por otra parte, no hace mucho tiempo que los periodistas que leían anuncios en podcasts eran un territorio inexplorado. Las normas cambian, especialmente cuando los negocios van mal. "Netflix gasta mil millones de dólares en I+D", me dijo el ex ejecutivo, principalmente en científicos de datos, ingenieros y diseñadores que ayudan a los usuarios a descubrir contenido que les encantarán. Es posible que las redacciones también necesiten abordar el problema de una manera más metódica y tecnológica.

Lo que nos lleva de nuevo al espectro de la IA. Grandes modelos de lenguajes han rastreado los vastos archivos de sitios y se han entrenado no sólo en la información reportada sino también en el trabajo original de los críticos y las opiniones concisas de los blogueros. La agregación ya se puede automatizar fácilmente. La IA pronto podría escribir una reseña de película decente o una pieza de ficción convincente, y animar gráficos complementarios a bajo costo para un segmento de noticias de televisión; ya puede realizar un trabajo pasajero en muchas de estas tareas. Pero la IA no podrá informar una primicia. Los informes siguen teniendo un valor singular si los medios pueden encontrar la manera correcta de exprimirlos.

Mientras tanto, los medios de comunicación buscan que las empresas de inteligencia artificial les paguen por su periodismo. A fines del año pasado, el New York Times demandó a OpenAI y Microsoft por infracción de derechos de autor, argumentando que al periódico se le debían "miles de millones de dólares en daños legales y reales" por "copia y uso ilegal de las obras excepcionalmente valiosas del Times". Antes de demandar a OpenAI, el Times estuvo en conversaciones con la empresa para obtener la licencia del contenido del periódico. Medios como Associated Press y Axel Springer (la empresa matriz de Politico y Business Insider) ya han cerrado acuerdos de este tipo. Según se informa, el acuerdo con Axel Springer valía “decenas de millones” de euros, pero The Information informó que OpenAI había estado ofreciendo a algunas empresas tan solo un millón de dólares al año para licenciar contenido.

El periodismo requiere una mezcla peculiar de escepticismo y seriedad; Después de todo, como periodistas, nos consideramos parte integral del funcionamiento de la sociedad civil, incluso si no le agradamos a gran parte de la sociedad. Esto genera una mezcla divertida de pugilismo y mojigatería que, francamente, puede resultar un poco desagradable. Hablando recientemente sobre el tema “La impresión está muerta. (¡Larga vida a Print!)”, Tina Brown, ex editora de The New Yorker y Vanity Fair, comparó a los miembros de la prensa británica con sus homólogos estadounidenses. “Lo ven como un trabajo”, dijo sobre sus compatriotas británicos. "No lo ven como un llamado sagrado, y creo que hay algo que decir al respecto".

Los modelos de negocio que sustentarán al periodismo en el futuro no serán perfectos. Dejarán fuera a las personas que más necesitan noticias de buena calidad. Probablemente atenderán a hombres mayores y más ricos que (por ahora) constituyen el grupo demográfico con más probabilidades de pagar por las noticias. Habrá idiotez y habilitación de idiotas ricos. Pero también habrá nuevas generaciones de periodistas dispuestos a lanzarse a una industria inestable porque creen que vale la pena, si no particularmente remunerativo, explicar el mundo que los rodea. La mojigatería que Brown desprecia ciertamente existe, pero probablemente sea necesario un poco de buen espíritu para informar sobre la América contemporánea. Incluso si la experiencia pasada ha enseñado a los periodistas que el cambio es a menudo una fuerza destructiva, la crisis está aquí y necesita soluciones si queremos seguir recomendando, con la conciencia tranquila, que jóvenes talentos prometedores se unan a las filas de los medios.

Muchos periodistas que trabajan hoy en día sólo han sido parte de una cultura de decadencia. Cuatro meses después de mi primer trabajo en The American Prospect, tuvo una crisis de recaudación de fondos y estuvo a punto de cerrar. GQ envió a un escritor para que hiciera una crónica de la escena en una de nuestras reuniones de personal, donde el editor en jefe habló sobre nuestros beneficios de atención médica posteriores al despido. "Hay murmullos de agradecimiento, si no de emoción, de 'asombro', por parte del grupo de veinteañeros en su mayoría", informó GQ . Doce años después, todavía parece que todos estamos tratando de escapar de los recortes. Un cambio de ritmo estaría bien. Hasta entonces, bastará con un poco de esperanza: la periodista que había llevado su carrera “en una dirección diferente” reprogramó nuestra llamada. ♦️

miércoles, 19 de abril de 2023

Como los discos de vinilo

Les paso, sin permiso, este delicioso artículo de Tim de Lisle que aparece en The New Statesman (Londres) de hoy.


It started when I was seven. I had just fallen in love with football and, like all the best love affairs, this one faced obstacles.

My parents were not football fans. At home, near Paddington station in London, we had just gathered around the black-and-white telly to see a man on the moon, but I was far more excited by a man in the mud. George Best’s magic knocked me sideways and made me a Manchester United supporter.

In 1969 football took place at 3pm on Saturdays, plus a few midweek evenings, with only one English club game televised live in the whole season (the Cup final). I wasn’t allowed to stay up for the evening games; even Match of the Day, on a Saturday night, was way past my bedtime. I wrote an angry letter to the BBC, asking them to repeat it in the morning; they replied with a polite but firm no. That left The Big Match on ITV, which lit up grey Sunday afternoons. In the wide acres of the rest of the week, there was only one place to go: the papers.

Here my parents redeemed themselves. They had the Times and the Daily Mail delivered – both, in those distant days, broadsheets. They would read them over breakfast, but before that I had them to myself. I would wake at six, dash downstairs in the dark, sit on the doormat and soak up the sport.

The football was easy to find in the Mail, splashed on the back. It was harder to track down in the Times, then edited by William Rees-Mogg, father of the less tolerable Jacob. There were only two sports pages, squeezed inside and often shunted around, but they were worth it when you got there. Every report ended with the team sheets, where the Times made me smile with its stuffiness. England had two superstars then, both called Bobby: they were invariably listed as R Moore and R Charlton.

The midweek match reports had a special magnetism. I was allowed to listen to the first half on the radio, tucked up in bed, but never knew the final score until I reached the doormat the next morning. I was dead impressed that the papers could get the story of the whole game written and printed and delivered by the time I woke up.

And so a habit formed that has lasted half a century. Packed off to boarding school at eight, I was thrilled to find that you were allowed to order a paper of your own. I went for the Daily Express before migrating to the Mail. The paper was black and white, but during my boarding-school days it was a splash of colour – like getting a letter from home, an event.

My dream was to play for England, but at ten it became clear that this was a long shot. I needed a dream B. Aha, I thought, I can be a football writer and still go to the big games.

As time went on, my football enthusiasm waxed and waned, sometimes eclipsed by cricket or music or life. The greatest love of all turned out to be journalism. Internships had yet to be invented, so I started freelancing for magazines at 16. I kept on writing at university, mainly for Smash Hits, and joined the National Union of Journalists, then an essential step on the road to Fleet Street.

When I was 23, the Daily Telegraph, which had become a gerontocracy under Bill Deedes, was being rejuvenated by Max Hastings. He would hire anyone as long as they were under 25 and offered me a job as the cub reporter on “Peterborough”, the Telegraph’s genteel gossip column. I have been writing for the papers ever since.

When I moved to the newsroom, the Peterborough crew gave me a framed cartoon that depicted our boss. “Now that Tim’s gone,” he was saying, “we can cancel the papers.” Even among other newsprint junkies, I was a noted addict. My writing has always sprung from my reading, all that pulp turning to compost. My brother Charlie and our sister Rosie became journalists, too, and the flat we shared was a forest of print. Those inky pages were where you learnt the language and picked up the tricks of the trade. Poring over them was both a pleasure in itself and a ritual to get the day rolling. “The morning paper,” said the philosopher Georg Wilhelm Friedrich Hegel, “is the realist’s morning prayer.” Give us this day our daily read.

That prayer was being said by half the population:in 1987 Britain’s 11 national dailies sold 15 million copies every day. As each copy averaged just over two readers, more people were reading a paper than had ever watched the most popular soap (EastEnders, which reached 30 million in 1986). In 2023 there are ten national dailies and their total sales are estimated at 4 million, or 5 million if you count the Metro, which is free. This is an estimate because several papers, including the Telegraph, the Times, the Guardian and the Sun, no longer publish their sales. Most of the others are in freefall: in the ABC figures for January, more than half the nationals were down 18 per cent year on year. Even the mighty Daily Mail had slid below 800,000. (Full disclosure: these days I write for the Mail on Sunday about music and for the Guardian about sport. One role is print-first, the other web-first. I also have a Substack called United Writing.)

Journalism itself, for all the bad press it gets, is alive and clicking. The news may well be bigger than ever, now that Apple has become an aggregator and reaches even more people than the BBC news website. The papers, though, are slipping through our fingers. The Mirror, which sold 5 million copies a day in the mid-Sixties, is down to 277,550, having lost 17 buyers out of every 18 it had then. To subscribe to a paper is to be part of an endangered species.

I still take two papers a day, three on Sundays. Every morning, a dog walker without the dog, I head for the last newsagent left in my corner of North London and chat to him about the football. I pick up the Guardian (for the writing) and the Times (for the sport, transformed since Rees-Mogg’s time). I devour them over breakfast and enjoy them as much as ever. Even without my subscriber’s discount, they are good value compared with a coffee, a pint, or even a paperback.

Last autumn I started teaching journalism at Goldsmiths, University of London. On Thursday mornings I take a feature-writing class with five third-year undergraduates on the History and Journalism course. They are bright and committed and never ever come in with a paper under their arm, not even the Metro. Once I gently suggested that it might be a good idea to buy a weekend paper and settle down with it. One student, talented enough to have appeared in the nationals already, looked incredulous. “Where,” he asked, “do you even buy them?”

The students are working on a 4,000-word feature that forms part of their finals. They are encouraged to find independent experts to interview. For this piece, I talk to three: a media correspondent, an academic and an analyst.

Will Turvill is associate editor of the Press Gazette, once a weekly trade mag, now a lively website owned by the same group as the New Statesman. He’s boyish, friendly, but blunt. So, Will, is print doomed? “For newspapers, yes I think it is,” he says. “I’m in an office covering the media and we don’t even take much notice of the print circulation figures. They’re in terminal decline now, or at least rapid decline. The newspapers have better stories to tell about how they’re doing online or with their apps.”

I wonder if he still takes a print paper himself. “At the weekend, the Times and Sunday Times –but not as often as ten years ago.” Surely the dailies still land with a thud in the Press Gazette office? “No. During the week I use services like PressReader to flick through newspapers digitally, then I go to the newspaper websites to read stories in depth. I read the FT and the Times apps, they’re really good. The Times is particularly good because it’s like a newspaper.” A twinge of irony there.

“I’m 32 and I don’t think any friends of my age buy newspapers during the week,” Turvill says. “Some do on the weekend. Reading a paper on the screen is not as fun. And there’s a bit of prestige in having a print edition. It’s notable that the Independent [which went out of print in 2016] produces a front page for social media. Newspaper front pages are quite nice to look at, aren’t they? They’re a historical document. I did wonder, when the Queen passed away, whether that might come to be seen as the last time that printed papers had an impact.”

For the view from academe, I consult Professor Rasmus Kleis Nielsen, a 42-year-old Dane who runs the Reuters Institute for the Study of Journalism at Oxford. He looms on my laptop with neatly brushed hair and clear-headed views. So, Rasmus, are newspapers doomed? “I think first of all you have to separate it out into two things – the newspaper as news organisation and the newspaper as printed edition,” he says. “It’s an infelicity of the English language that the word ‘newspaper’ covers both, where in other languages there are usually two different terms.

“Print has been dead for a long time for many people,” he continues. “Print is still somewhat important for a minority of the population over 65, and it does mean something to those old enough to have grown up with it, the over-45s. But even among the older group it’s a minority. It’s a niche medium that serves a small and shrinking audience well.” Ouch.

“Younger people are engaging with digital news, but the way they use it is quite different. Sitting down with a single source of news for 30 minutes is exceedingly rare. Most people use a variety of sources – their phone, the radio, email newsletters. Society has changed and there are fewer men who have no other responsibilities at home.” Another ouch.

Does Nielsen get a paper himself? “I haven’t bought a print edition since before the pandemic.”

The third wise man is Douglas McCabe, CEO and director of publishing at Enders Analysis, a media research consultancy. He’s an eloquent Scot of 55 who has spent 15 years examining the press. “When I started,” he says, “there were lots of people like me. Banks had newspaper analysts – that would be absurd now.”

So, Douglas, are newspapers doomed? “Yes and no,” he says. “Of course print newspapers as an industrial-scale phenomenon are nearly over. The length of that final runway is the only real debate, and publishers should do what they can to extend it.

“On the other hand, the idea and existence of the newspaper will not entirely disappear, perhaps ever. The vinyl album is maybe the obvious metaphor. At some point in the future, we will see that print newspapers, and also magazines, are expensive, inconvenient, impractical, beautifully designed, cherished products that do a specific job better than any other manifestation of their content.

“That job relates to layout, browsing, serendipity: 45 minutes at the kitchen table or on the sofa, coffee in hand. Such a product is an elegant expression of an editor’s (and perhaps a proprietor’s) vision and curation – an experience that is very hard for a utility designed for smartphone scrolling to recreate.

McCabe argues that, in 2030 and 2040, many successful news brands will prize some version of this product, not just because it is a hangover from the print era, but because it’s a solution with a loyal, multi-generational audience. But readers getting their hands on it might be the trickiest part. “The tripwire will not be demand, it will be the cost of supply. As sales fall, the unit cost of distribution will start to explode, and publishing companies have zero retail skills. They’ve no agility, because they’ve never had to think about it for 200 years. All that stuff was outsourced to WH Smith.”

When I mention the generation gap and the Gen Y aversion to paying for news, McCabe begs to differ. “When young people don’t buy online news it’s because of their life stage, not because they won’t pay for stuff online – my generation didn’t buy newspapers when we were young. This current generation understands the need to pay for quality online content more than my generation, not less.”

Does McCabe buy a paper? “I quite religiously get the FT Weekend. I just don’t have time to look at physical newspapers during the week. In the office, you’d see the odd one, to remind ourselves about things like layout and volume of advertising. And in our research we look at what is lost in the online world – the serendipity.”

It’s not dark yet, as Bob Dylan said, but it’s getting there. Longing for a light at the end of the tunnel, I ask the experts if any papers are bucking the trend. Two mention the same names: the Aberdeen Press & Journal and the Dundee Courier, both owned by DC Thomson, the family firm best known for publishing the Beano. In the UK sales chart for regional dailies, the P&J is No 1, the Courier No 3. It is clearly time to get on a train.

At the station in Dundee I pay £1.55 for a copy of the Courier. It’s direct but classy, sensible rather than sensational, and decidedly local. To get to its office you just walk into town, rather than heading for an industrial estate on the outskirts. The city centre is a set of civic edifices: the museum, the high school, the university and the Courier, a handsome red-brick building that glows in the faint winter sun.

The editor, David Clegg, comes down to reception to find me, wearing ripped jeans and a maroon shirt. He’s 40 and comes from Belfast, where he got the bug as a paperboy, delivering the Belfast Telegraph. He joined the Courier as a young reporter, then moved to the Daily Record in Glasgow, becoming Political Journalist of the Year at the Scottish Press Awards in 2014, 2015, 2017 and 2018; in 2018, he was also named Journalist of the Year for his scoop about the former First Minister, Alex Salmond, facing allegations of sexual assault. In 2019 Clegg returned to the Courier as editor.

When I ask why the printed paper is still big in Dundee, it turns out the story is not quite as it seems. “I have to say that the brief for the job was explicitly to lead a digital transformation,” Clegg tells me. “In the last few years we’ve completely reorganised the newsroom, invested a lot in digital skills, digital training, and products on the website. Almost everyone who creates content produces it with digital in mind, and then there’s a team who turns that into a newspaper, whereas before it was the other way round. The Courier is a very profitable print product, but the future of news is digital. The way I think about it is that the print paper is a runway, to get a self-sustaining digital product off the ground. We have a bit of a longer runway than some.”

Many local papers have websites that are free to read and clotted with adverts. The Courier and the P&J have swum against the tide, ditching the ads and charging a tidy £5.99 a week. “We’ve hit 25,000 digital subscribers for the two papers together,” Clegg says, “and some of them pay extra for the e-paper.”

He talks me through today’s Courier, which has separate editions for Fife and Perth, even though they’re only 20 miles away. The splash is an interview with a 12-year-old girl from Fife who is speaking out about being bullied, prompted by a Courier campaign. That’s brave, I say. “Very.”

The obituaries are further forward than in most papers, national politics further back. “I’m interested in what people will pay for, which in general is higher-quality stuff, like court reports. We’re back in every court in our patch.”

Clegg uses the web, with its limitless space, to provide extra services like posting school menus. “What you do find, however, is that no matter what team it is – the health team, the schools team, obituaries in particular – the people they’ve been dealing with will always ask, ‘When’s it going to be in the paper?’ That still has a level of cachet.”

Next morning I’m in Aberdeen, buying the Press and Journal for £1.65 and reading it over breakfast at Pret. Like the Courier, it radiates decency. The splash is from the courts: “Cruel thief robbed OAP as she waited for ambulance”. It’s an archetypal story, except that the thief was a woman.

The P&J’s office sits in the city centre, a sleek modern building surrounded by stately greyness. The editor, Frank O’Donnell, shows me the view from the roof terrace. “That,” he says with a laugh, pointing at the council next door, “is the second-biggest granite building in the world.” The P&J has a few superlatives of its own. As well as being the best-selling regional daily in Britain, it’s also the oldest. Founded in 1748, it had just celebrated its 275th birthday – and its first win as newspaper of the year at the Scottish Press Awards.

O’Donnell, a youthful 52, grew up in Edinburgh and he too was a paperboy, delivering the Scotsman and the Evening News. His parents didn’t take a newspaper, but “a friend’s parents did the crossword and opened the paper out and got me interested”. A football writer at first, then a general reporter, he went all the way from delivering the Scotsman to editing it. In 2019 he was poached by the P&J, which is a smaller name but a bigger paper, selling 26,746 copies a day to The Scotsman’s 8,762.

The Scotsman has a much larger audience, digitally,” O’Donnell says. “Thirty per cent of its page views come from overseas – it’s got that name. The P&J is much more of a regional paper, and they wanted to invest in developing a proper digital subscription. We’ve taken all the adverts off the site and really tried to change the content. I’d spent my whole career on the back foot, and here I saw an opportunity to leave the title in a stronger position than it was when I entered it.”

O’Donnell is more traditionally dressed than Clegg, but behind the collar and tie is an amiable revolutionary. He doesn’t have an office himself, which means he is always among his staff. His conference room has no chairs and no doors, just three open doorways. “Stand-up, so you’ve got more energy and anyone can join. Three entrances, so if something happens and you want to know more you can give someone a shout.” Later he adds: “Leading is about empowering.”

The newsroom is full of plants and scoreboards, listing not just the most-read stories but those most likely to send the reader to the subs page. The aim is 75,000 digital subs in three years between the two papers, and they’re on target. “I’m very invested in making these titles work,” O’Donnell says, “but I’m also very invested in making journalism work. I don’t want us to win and everyone else to lose. If we can provide a path for other titles to follow, that’s very powerful.”

The editors I’ve known have included the good, the bad, the ugly and the barely there. I leave Scotland feeling that Clegg and O’Donnell are two of the best, both genial and effective, and each employing over 100 journalists while so many local papers are dying the death of a thousand cuts.

Reports of the newspaper’s death can be exaggerated. Its fans cling to the hope that it might, as McCabe suggests, be like the vinyl album – now back from oblivion and outselling the CD. Or, better still, like the cinema, which plummeted from 1.65 billion tickets sold in the UK in 1946 to just 54 million in 1984, then bounced back to a steady 150-170 million (before the pandemic).

Print still spells prestige, as Turvill says. You never hear anybody saying they want to see their name online. The front page may have fewer readers than the home page, but it has more impact. When the papers land on Twitter, around 10pm, they make waves. And print remains memorable, finishable, keepable: it’s not easy to frame a home page.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

El futuro del periodismo es el de nuestros bisabuelos

Les comparto mi intervención en el webinar organizado por la Sociedad Interamericana de la Prensa en el mes de junio de este año en el que no pasó nada (fue grabado el 29 de abril).

miércoles, 1 de julio de 2020

Mario Pergolini y Jorge Lanata sobre los medios de hoy

Son cerebros que funcionan muy rápido y también muy creativos. Creo que vale la pena dejar esta conversación de ayer en el estudio de Radio Mitre (Lanata estaba desde su casa por Zoom).

domingo, 29 de marzo de 2020

El virus y la aceleración digital


Mientras sus dueños nos encuentran para meternos en el campo de concentración de los que se friegan en los derechos de autor, subo este artículo de Jorge Carrión publicado en The New York Times. Me parece en general interesante y bien adecuado a los momentos que vivimos. Tenga en cuenta que también se va a acelerar, y a gran velocidad, el cambio en los medios.
La biología está acelerando la digitalización del mundo 
El coronavirus está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos y de las grandes empresas tecnológicas (de Google a Netflix). La revolución está siendo completada por una pandemia. 
BARCELONA — Somos un matrimonio con dos hijos pequeños y nuestra rutina durante el encierro podría resumirse así. Después de desayunar, consultamos el Google Drive del colegio para ver las actividades educativas que realizaremos durante el día. La sesión de gimnasia la hacemos mirando tutoriales de YouTube. Los dibujos animados los encontramos en Netflix o en Movistar+; las series y las películas, sobre todo en HBO y Filmin. Mi pareja y yo nos turnamos para impartir clases a través de Zoom. Con la familia y los amigos nos comunicamos —y nos cuidamos— gracias a WhatsApp. 
La paradoja es evidente: la biología —y no la tecnología— está acelerando la digitalización del mundo. Un virus que afecta a los cuerpos y que se transmite cara a cara o por la superficie de los objetos está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos. Un fenómeno biológico nos está hundiendo en la virtualidad. Si al ritmo del año pasado la transición digital se hubiera completado —digamos— en treinta o cuarenta años, es muy probable que tras la pandemia ese plazo se reduzca drásticamente. 
En La estructura de las revoluciones científicas, el filósofo de la ciencia Thomas S. Kuhn afirmó que las crisis son prerrequisitos de las revoluciones y distinguió entre el cambio acumulativo y el revolucionario. Nunca antes en la historia de la humanidad había ocurrido una pandemia de contagio tan vertiginoso. Es probable que la acumulación exponencial de conocimiento complejo durante estos meses en los campos de la biotecnología, la informática, la robótica, la estadística, la ingeniería de sistemas o de datos complete en un tiempo récord la revolución tecnológica que ya estábamos viviendo. 
Cuando las emergencias sanitaria, funeraria y psicológica terminen, en plena crisis económica, deberemos evaluar cómo hemos modificado nuestra relación con el mundo físico y con el virtual. Y recordar que también un virus informático podría paralizar la realidad. Porque en un futuro más o menos próximo la inteligencia artificial sufrirá sus propias epidemias. 
Aunque no sabemos ni qué pasará mañana, podemos proseguir con ese ejercicio de imaginación. Si la crisis no acaba paralizando también la industria y la investigación tecnológicas, la descomunal inyección de dinero y de macrodatos que le está proporcionando a empresas como Google, Amazon, Facebook o Netflix va a impulsar todavía más el desarrollo de la inteligencia algorítmica. Y es verosímil pensar que, cuando hagamos un balance colectivo de la gestión de una epidemia que la informática detectó antes que la Organización Mundial de la Salud, no será extraño que se decida dar más poder de decisión a las máquinas. Mientras tanto, se habrá incrementado exponencialmente nuestra dependencia de las interfaces.

Dos son los catalizadores de esa inesperada y vertiginosa aceleración de nuestra dimensión digital. La economía, por un lado, porque la cuarentena ha amenazado la subsistencia de innumerables empresas de entretenimiento, cultura, turismo o moda, al tiempo que ha supuesto la llegada de un enorme capital a las plataformas tecnológicas. El fin de semana pasado, en España, el consumo de contenidos en Movistar+ creció un 47 por ciento con respecto al anterior y cada uno de ambos días los usuarios superaron los 42 millones de horas en la plataforma. Durante la emergencia ha crecido en este país un 80 por ciento el tráfico en internet. 
En relación directa y por el otro lado, la sociología está impulsando también la digitalización. Durante el encierro, los niños se están acostumbrando a recibir información y conocimiento a través de las computadoras; se está monitorizando a través del móvil la temperatura o la geolocalización de los afectados por el virus; los abuelos están descargando incluso las aplicaciones a las que eran reticentes; todo el mundo se ha familiarizado con Skype, Google Hangouts o FaceTime; y hasta millones de fanáticos del deporte —ante la suspensión mundial de los campeonatos— se han empezado a aficionar a las competiciones de deportes electrónicos. 
Los beneficios económicos y las nuevas costumbres convergen en la memoria emocional de cada uno de nosotros. La facturación de las corporaciones tecnológicas no es solo monetaria, también es sentimental. Seremos cientos de millones quienes anclaremos para siempre nuestro recuerdo de la cuarentena en los vídeos, películas, series, canciones, mensajes de texto, fotos o videoconferencias que vivimos a través de media docena de gigantescas empresas de logística digital.

En estos momentos los modelos de gestión con éxito de la epidemia son, sobre todo, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán. Comparten el uso de aplicaciones de seguimiento de los ciudadanos que han estado en zonas de contagio o que padecen la enfermedad. China ha comprobado durante las últimas semanas que su sistema de reconocimiento facial no es efectivo en situaciones de uso masivo de mascarillas, de modo que ya debe de estar perfeccionando herramientas de identificación a partir de los ojos y la frente. Mientras tanto el mundo se prepara para implementar nuevas estrategias de biocontrol. Cuando esta pesadilla termine, es muy plausible que no solo se haya alejado de la esfera de nuestros hábitos y afectos la relación con los libros en papel, con las clases presenciales, con el trabajo en la oficina o con los espectáculos en vivo y en directo, sino que también estemos mucho más cerca de que los gobiernos accedan a nuestras coordenadas y a nuestro ADN, o que deleguen parte de sus decisiones en inteligencias artificiales.

¿Quién está más capacitado para gestionar una pandemia, la OMS, la ONU y los gobiernos nacionales o un macrosistema algorítmico? Supongo que la respuesta es, de momento, ni uno ni el otro: un diálogo entre la política, los expertos y la supercomputadoras. Pero está claro que estamos acelerando hacia lo que los teóricos de la inteligencia artificial han llamado el éxtasis computacional: ese momento en que la inteligencia algorítmica trascenderá la humanidad. El empujón, inesperado, lo está dando el COVID-19, tal vez porque, aunque su naturaleza sea biológica, es metafóricamente el primer virus cyborg. Se propaga con la misma facilidad por los cuerpos que por las pantallas. Y está revolucionando las dos dimensiones que constituyen nuestra frágil realidad.
Jorge Carrión (@jorgecarrion21) es escritor y crítico cultural. Es autor de la trilogía de ficción Los muertos, Los huérfanos y Los turistas. Su libro más reciente es Contra Amazon.

viernes, 12 de julio de 2019

Jeff Jarvis puede ser un farsante


Buena entrevista de Jordi Pérez Colomé a Jeff Jarvis en El País

La macana es ser el Cleveland Plain Dealer...
Nos engañamos si creemos que (los muros de pago) son la salvación. Siempre esperamos al próximo mesías: tabletas, publicidad programática, muros de pago. Acabo de ver un estudio del Instituto Reuters de Oxford y han encontrado que la mitad de los pagos de suscripciones digitales van a tres marcas: New York Times, Washington Post y Wall Street Journal. Así que si eres el Cleveland Plain Dealer, va a ser un reto salir adelante: no tienes la misma audiencia ni alcance, la misma conversión lector-suscriptor, no puedes cobrar lo mismo, vas a perder más suscriptores porque no eres tan valioso. Los muros no te salvarán.
Pero lo bueno está aquí:
Tenemos un rol diferente. Ya no es solo producir contenido. Hay que pensar qué hacer con la sociedad. Mi consejo es ser valientes y probar nuevas ideas locas.
Necesitamos ampliar la definición de comunidad. Cuando les pregunto a mis alumnos de periodismo social en Nueva York de qué comunidades son miembros, empiezan con obviedades: vivo en Queens, soy estudiante. Entonces alguien en la clase dice: 'Tengo problemas de salud mental'. Boom, cambia la discusión. Hay otro que lo dice y, de repente, hay una conexión. Es una pequeña comunidad. Tenemos que ampliar el concepto de comunidad más allá de lo obvio de la geografía y la demografía. Una comunidad no son los millennials, sino propietarios de gatos o los padres jóvenes. No hay muchas noticias nuevas sobre la caca de bebé o los pañales, pero por qué no podemos ofrecerles un mapa de tu ciudad accesible para carritos.

lunes, 8 de julio de 2019

Adiós a Don Draper


Buen artículo de El País sobre la inversión publicitaria. Léalo si puede en el link que le paso (si no, siempre puede entrar de incógnito). 

Por las dudas y para que le quede bien claro, le recuerdo que los tiempos de Don Draper y los Mad Men no van a volver. Eso quiere decir que el periodismo debe mantenerse por sus propios contenidos y que las audiencias no quieren pagar por contenidos que no usan.

lunes, 22 de octubre de 2018

Resucitó El Diario de Paraná


Solo diez días estuvo fuera de circulación El Diario de Paraná (la capital de la provincia de Entre Ríos, en la Argentina). Todavía no sé cuáles fueron esos días, pero tengo que corregir la información de este post. La fuente es Nahuel Caputto, que ayer me anunciaba que hoy vuelve a la web, después de varios meses de estar caído, cosa que ha ocurrido efectivamente.

El Diario es propiedad –ahora indiscutida– de Nahuel Caputto como accionista mayoritario (72%) y de la familia Etchevehere, los antiguos dueños, liderados ahora por Leonor Barbero de Etchevehere, la viuda de Luis (Zahorí) y madre del actual Secretario de Agroindustria de la Nación.

Nahuel Caputto también tiene la mayoría accionaria del diario El Litoral de Santa Fé, del que se ha apartado por completo la familia fundadora de los Vittori. Son accionistas minoritarios otros integrantes de la familia Caputto. Cuando El Litoral cumplió 100 años, el pasado 8 de agosto, ya Caputto tenía el control del diario.

El Litoral y El Diario en manos de Nahuel Caputto están anticipando el futuro inmediato de la industria en la Argentina. Desde la consolidación de la propiedad en un solo propietario, El Diario de Paraná se imprime en la planta de El Litoral de Santa Fe, a media hora corta de distancia si se viaja por el túnel que une las dos ciudades por debajo del río Paraná. La planta de El Litoral tiene sobrada capacidad para imprimir esos dos diarios y otros cinco para distribuir en las dos ciudades. Hay que recordar que, aunque tiene una edición matutina, la mayor cantidad de ejemplares que vende El Litoral se imprime y circula por la tarde en Santa Fe; El Diario, en cambio, circula a la mañana en Paraná.

miércoles, 22 de agosto de 2018

El futuro del papel es el papel


Lo hemos dicho muchas veces en esta casa: el periódico tiene su propio futuro, igual que la radio, el cine, la TV o la cuchara. Y también tienen su propio futuro internet y las redes sociales. Es lo que rescato de esta clase de Iris Chyi, que se me antoja mucho caldo de cerebro y poca experiencia en la industria. Le paso la reseña del sitio de ADEPA y la de La Nación.

martes, 12 de junio de 2018

El periódico del futuro puede ser el del pasado


Termina pasando siempre en el eterno corsi e ricorsi de la historia: se pondrán de moda los nuevos periódicos que son... como los viejos periódicos. Les paso el link a la página de la Región 11 de la SND.

martes, 20 de febrero de 2018

Una era de servicios personalizados


Aquí está el informe completo sobre tendencias y predicciones en periodismo, medios y tecnologías relacionadas con la industria del Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford. El autor es Nic Newman. Copio el sumario y los puntos principales, pero le voy avisando que no hay ninguna novedad:

Executive Summary 
This will be a critical year for technology companies as they fight a rising tide of criticism about their impact on society – and on the journalism industry. Platforms will be increasingly wary of the reputational damage that often comes with news, while many publishers will be trying to break their dependence on platforms. 2018 will also see a renewed focus on data – as the ability to collect, process, and use it effectively proves a key differentiator. Media companies will be actively moving customers from the ‘anonymous to the known’ so they can develop more loyal relationships and prepare for an era of more personalised services.
In our Survey of 194 Leading Editors, CEOs, and Digital Leaders
  • Almost half of publishers (44%) say they are more worried about the power and influence of platforms than this time last year. Only 7% are less worried. Publishers feel more negatively towards Facebook and Snapchat than they do about Twitter and Google.
  • Despite this, publishers also blame themselves for their ongoing difficulties. The biggest barriers to success, they say, are not tech platforms but internal factors (36%) such as resistance to change and inability to innovate.
  • Almost half of publishers (44%) see subscriptions as a very important source of digital revenue in 2018 – more than digital display advertising (38%) and branded and sponsored content (39%). Expect more audio in 2018: 58% of publishers say they’ll be focusing on podcasts, with the same proportion looking at content for voice activated-speakers.
  • Almost three-quarters (72%) are planning to actively experiment with artificial intelligence (AI) to support better content recommendations and to drive greater production efficiency (e.g. ‘robo-journalism’).
More Specific Predictions
  • Investigations into misinformation and the role of platforms intensify, but lead to little concrete action in most countries beyond new rules for election-based advertising.
  • Facebook or Google will be regularly accused of censorship this year after protectively removing content, which they feel might leave them open to fines. Fact-checking, news literacy, and transparency initiatives fail to stem the tide of misinformation and low trust.
  • Publishers force users to sign-in/register for websites and apps – as well as investing heavily in data – to help deliver more personalised content and messaging.
  • For the traditional media, we’ll see a growing gap between big brands successfully managing digital transition and the rest (that are struggling).
  • More publishers pivot to subscription (or other forms of reader revenue) as digital display advertising declines in importance.
  • A number of publishers pivot away from video (… and back to text).
  • In social media, we’ll see a further move to messaging platforms and conversational interfaces.
In Technology
  • Voice driven assistants emerge as the next big disrupter in technology with Amazon strengthening its hold in the home.
  • AR capable phones start to unlock the possibilities of 3D and immersive mobile storytelling.
  • We’ll be doing less typing on our phones this year as visual search becomes more important.
  • New smart wearables include ear buds that handle instant translation and glasses that talk (and hear).
  • China and India become a key focus for digital growth with innovations around payment, online identity, and artificial intelligence.

jueves, 4 de enero de 2018

VR + AI + AR = la próxima cosa

La tecnología es lo de menos para el periodismo. Dice Sumaiya Oma que todas ellas son una amenaza y una oportunidad... bueno, como siempre. El artículo apareció el 1 de enero en el sitio de INMA (International News Media Association) y fue traducido –algo corregí– para el sitio de la SIP (Sociedad Interamericana de la Prensa).

Cinco tecnologías que catapultarán a la industria de los medios

Por Sumaiya Oma / Fundadora de Hashtag Our Stories 
El año 2020 está a solo tres años de distancia, y las tecnologías se están alineando para una tormenta perfecta que podría hacer o deshacer a las empresas de medios establecidas.
El video en vivo, la Realidad Virtual, la Inteligencia Artificial y la Realidad Aumentada hasta ahora han sido palabras de moda a la hora de hablar sobre la "próxima gran cosa". Como productos independientes, ninguno de ellos ha sido la solución mágica. Pero en la intersección de todas estas tecnologías están surgiendo nuevos formatos y plataformas de narración de historias que cambiarán fundamentalmente la forma en que publicamos. 
Aunque no hay una sola cosa que cambie la cara de los medios, varias tecnologías ya están teniendo un impacto drástico. 
Estoy terminando de realizar, en solo tres meses, una gira a través de 25 países, por salas de redacción y empresas de tecnología. He visto medios de comunicación que pivotan sobre el video y continúan fomentando las estrategias del "móvil primero". Ambas estrategias son importantes hoy. Pero es posible que nos estemos preparando para un futuro que no existirá mañana, porque los gigantes tecnológicos ya están planificando un mundo post-móvil, impulsado por la Inteligencia Artificial o la Realidad Aumentada.

Ya se están probando o están implementando cinco tecnologías principales en las que usted, como editor, debería actuar.

  • Resolución 4K (4.000 pixels): Vemos que Apple TV ya ofrece 4K en transmisiones en vivo, y 8K puede estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo, los canales de televisión todavía están pasando de transmisiones estándar a transmisiones de alta definición. 
  • 5G (Quinta generación de redes móviles): Desde California hasta partes de China, ya se están probando velocidades de datos celulares 5G. Y 5G significa que el sueño de "Internet de las cosas" finalmente puede realizarse, donde todo los dispositivos que usamos, desde el horno microonda hasta la televisión, está conectado a la red en tiempo real.
  • AI (Inteligencia Artificial): Los representantes de Google siguen hablando de AI e interactúan con la tecnología usando solo su voz. Para la sala de redacción, esto significa que todas las tareas que se pueden automatizar en la sala de redacción se automatizarán. Ya estamos viendo informes básicos de negocios y deportes compilados por la agregación algorítmica de los datos correctos. Y ya estamos experimentando con la edición de video automatizada. 
  • AR (Realidad Aumentada): Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, anunció recientemente que cree que todos llevaremos gafas AR en los próximos años. Claro, Google Glass no fue un éxito para el consumidor, y mi esposo se siente como la única persona que aún se pone la cámara portátil Snapchat Spectacles. Pero es casi seguro que hay un futuro en el que estaremos usando pantallas y cámaras, y nuestro punto de acceso será la tecnología AR. Y, si no lo ha visto, consulte Facebook Spaces como un ejemplo de dónde se unen el video en vivo, la realidad virtual y las redes sociales. 
  • Blockchain: Quizás la mayor irrupción tecnológica de todas sea el posible nuevo backend de Internet que se está desarrollando: la blockchain. En todas partes, en todas las industrias, en todo el mundo, desde la banca hasta la educación y la gobernanza, la descentralización está dominando el cambio. Bitcoin es solo el poster de un nuevo orden mundial de Internet. Desde la verificación y la confirmación de datos hasta los pagos de persona a persona y diversos flujos de ingresos, en ninguna parte la tecnología blockchain tendrá un impacto mayor que el del periodismo.
La historia siempre nos ha dado los bloques de construcción en preparación para el futuro. Ninguna de las tecnología anteriores ha sido una panacea que ha movido fundamentalmente a los medios de comunicación. Pero juntas marcan el comienzo de un nuevo orden mundial de medios digitales.

Al principio, muchas tecnologías y plataformas no parecerán ideales para el periodismo. Pero recuerde que cada nueva plataforma de redes sociales que se presenta a menudo encuentra su primera aplicación comercial en los medios noticiosos. Snapchat tiene la sección Discover de los editores y Facebook está experimentando con la pestaña Watch. YouTube tiene un jardín amurallado de YouTube Red para contenido Premium.

Por lo tanto, cualquier producto nuevo puede ser visto como una oportunidad o una amenaza; una oportunidad de encontrar nuevos mercados, ingresos, audiencias y formas de contar historias, utilizando tecnologías nuevas y creativas, o una amenaza para su negocio existente.

Va el original:

5 technologies catapulting the media industry into the future

The year 2020 is just three years away, and technologies are aligning for a perfect storm that could either make or break established media houses.

Live video, Virtual Reality, Artificial Intelligence, and Augmented Reality have all been buzzwords of the “next big thing.” As standalone products, none of these have been the silver bullet. But at the intersection of all these technologies, new storytelling formats and platforms are emerging that will fundamentally shift the way we publish.

I’m on the tail end of a 25-country tour across newsrooms and tech companies over just three months. I’ve seen a media pivoting to video and continuing to foster “mobile first” strategies. Both of these are important today. But we may be preparing for a future that won’t exist tomorrow, because the world’s tech giants are already planning for a post-mobile, AI-first, AR-driven world.

Five major technologies are already either being tested or are now fully implemented that you need to be acting on.
  • 4K: We see Apple TV already offering 4K live-streaming, and 8K may be around the corner. Yet broadcasters are still transitioning from standard to high-definition transmissions.
  • 5G: From California to parts of China, 5G cellular data speeds are already being tested. And 5G means the “Internet of Things” dream may finally be realised — where everything is connected to the network in real-time.  
  • AI: Google representatives keep talking about AI and interacting with technology using just your voice. For the newsroom, this means every task that can be automated in the newsroom will be automated. We’re already seeing basic business and sports reports compiled by algorithmic aggregation of the right data. And we’re already experimenting with automated video editing.  
  • AR: Mark Zuckerberg, CEO of Facebook, recently announced he believes we will be wearing AR glasses within the next few years. Sure, Google Glass wasn’t a consumer hit, and my husband feels like the only person who still dons the wearable camera Snapchat Spectacles. But there’s almost certainly a future where we do wear screens and cameras, and our access point to technology is AR. And, if you haven’t seen it, check out Facebook Spaces as an example of where live video, VR, and social media all come together.  
  • Blockchain: Perhaps the biggest disruption of them all is going to be the possible new backend of the Internet being developed: the blockchain. Everywhere, in every industry, all over the world, from banking to education and governance, decentralisation is dominating change today. Bitcoin is just the poster child of a new Internet world order. From fact checking and verification to peer-to-peer payments and diverse revenue streams, nowhere will the “distributed ledger” have a greater impact than on journalism. 
History has always given us building blocks in preparation for the future. None of the above have been a golden goose that fundamentally moved the media forward. But together they usher in a new world order of digital media.

At first, many technologies and platforms won’t seem ideally suited to journalism. But remember that every new social media platform to come about often finds its first commercial application in the news space. Snapchat has the Discover section of publishers and Facebook is experimenting with the Watch tab. YouTube has a walled garden of YouTube Red for Premium content.

So, any new product can either be seen as an opportunity or a threat — an opportunity to find new markets, revenue, audiences, and ways of telling stories, using new and creative technologies, or a threat to your existing business.