Con el permiso presunto, esta vez de Clarín y de John Carlin, subo la nota que aparece hoy en la página 33 del diario.
Cada país tiene la prensa que se merece
Los norcoreanos presentan las noticias de manera más mediatizada que nosotros, admitió un ejecutivo de Fox News.
Interesante dilema al que se enfrenta un periodista cuando decir la verdad le puede costar su empleo. ¿Qué hacer? ¿Premiar la honestidad o la cuenta bancaria? ¿La inmortal reputación o la pasajera fama?
No me refiero a periodistas en países tiranos. Si te ganas la vida en un medio ruso, chino, o iraní el precio de contar las cosas como son no es perder el sueldo, es perder la libertad o la vida. La alternativa a la mentira es el martirio.
El dilema del periodista en los países libres es menos dramático. No es una cuestión de vida o muerte, es de elegir entre integridad o cinismo, como nos acaba de demostrar el canal de noticias de mayor audiencia en Estados Unidos, Fox News.
A lo largo de los últimos siete años Fox News ha sido para Donald Trump lo que todos los canales de televisión rusa son hoy para Vladímir Putin. Uno siempre había sospechado que los reporteros y presentadores de la Fox eran gente más o menos cuerda, consciente, en el fondo, de que su querido líder habitaba una realidad alternativa. La noticia es que la sospecha se ha confirmado. Gracias a que Estados Unidos sigue siendo un país en el que la ley funciona, la hipocresía de Fox News ha quedado al desnudo.
Básicamente, se ha demostrado que las principales figuras de la Fox, sin excluir a su dueño Rupert Murdoch, sabían desde el primer momento que el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 había sido legítimo. Pero esto no impidió que, una vez frente a las cámaras, siguieran la consigna de Trump e insistieran que hubo fraude. En privado decían que las acusaciones eran un disparate; en público las alentaban con indignada convicción.
El gran error táctico de la Fox fue repetir la calumnia trumpista de que Dominion, la empresa de las máquinas de recuento de votos, fue cómplice del supuesto fraude. Dominion respondió reclamando 1.600 millones de dólares por difamación y, aunque el juicio aún no ha comenzado, ya ha salido a la luz una avalancha de información sobre los procesos internos de la empresa de la familia Murdoch.
Los abogados de Dominion han obtenido acceso a comunicaciones privadas entre los presentadores estrella, productores y ejecutivos de Fox News que expresan un desdén colectivo por las teorías conspirativas de Trump, describiéndolas, entre otras cosas, como “alucinantemente chifladas”, “mierda absoluta” y “totalmente ajenas a la realidad”. “Los norcoreanos presentan las noticias de una manera más matizada que nosotros”, comentó una noche un alto ejecutivo de Fox News.
El presentador Tucker Carlson, más famoso en Estados Unidos que Brad Pitt y cien veces más influyente, supo desde el comienzo que los apologistas del fraude electoral mentían. Pero cuando los entrevistaba en directo aparentaba tomarles en serio. “Odio esta mierda”, confesó en un mensaje. Pero no dejó de propagarla.
Carlson -un ídolo del Kremlin, por cierto– entró en la dinámica que George Orwell bautizó como “doble pensamiento”. Se burlaba de las mentiras de Trump en conversaciones con sus compañeros pero denunciaba a los pocos valientes entre ellos que durante un tiempo dijeron lo que realmente pensaban en televisión. Carlson llegó a caer en la infamia de pedir el despido de una reportera que había tenido la audacia de decir en el aire lo que él sabía que era verdad, que las acusaciones contra Dominion no tenían ningún fundamento.
“Esta loca está dañando la empresa,” escribió Carlson en un mensaje. “Nuestro valor en la bolsa está cayendo. Esto no es broma.” He aquí la cuestión, como el propio Rupert Murdoch reconoció en una declaración jurada que se vio obligado a dar el mes pasado.
El magnate admitió que nunca se creyó la broma de las alegaciones de fraude electoral pero explicó que “Trump tenía muchos seguidores y probablemente muchos son espectadores de la Fox, por lo que habría sido estúpido” contar la verdad. Los pocos casos que hubo de dicha “estupidez”, como el de la a reportera cuya cabeza Carlson pidió, tuvieron un impacto negativo en las audiencias de Fox News. Un mes después de las elecciones de 2020 se detectó una fuga a canales de noticias más pequeños pero más fanáticos en su vocación trumpista. Carlson y compañía respondieron cerrando filas a –precisamente– la norcoreana.
“Navegar” las aguas entre la verdad y “la locura” resultó ser “muy difícil” para la Fox, reconoció Murdoch. Un miembro del consejo directivo de la empresa, el ex congresista republicano Paul Ryan, escribió un mensaje interno en el que pidió que Fox News denunciara “la perversa farsa” y las mentiras de Trump con contundencia. No se le hizo caso. Murdoch, optó por “la locura”, con un consiguiente repunte de audiencia y del valor de su empresa en Wall Street.
En cuanto al daño que el propio Murdoch entendió que Trump y Fox habían causado a la credibilidad de la democracia estadounidense, su actitud fue “¿qué le vamos a hacer?” La plata es lo primero.
Esta historia servirá, me temo, para confirmar los prejuicios de aquellos que consideran que los periodistas estamos vendidos al dinero o al poder. No tan rápido. El escándalo de Fox News no es típico. En cuatro décadas en los medios nunca me he topado con nada peor. Dicho esto, soy consciente de pecados de omisión, de medios que no cuentan, o dan poco peso, a información que pondría en peligro la fidelidad de su público. Pero este es, precisamente, el tema.
El público. Algunos tendremos más responsabilidad que otros pero aquí no se absuelve nadie. El consumidor de noticias, como Murdoch señala, es cómplice de lo que dice o escribe el periodista. Demos gracias, al menos, de que en democracias como Estados Unidos uno puede elegir entre medios con diferentes puntos de vista. En Rusia todos los medios sin excepción son tan cínicos, hipócritas y mentirosos como Fox News. Cada país tiene la prensa que se merece.