Título: Ana
Autor: Roberto Santiago
Editorial: Planeta, 2017
Páginas: 864.
Sinopsis.
Años atrás, Ana Tramel fue una brillante penalista a la que se disputaban los mejores despachos. Un oscuro suceso en su pasado cambió su vida y ahora pasa sus días entre recursos administrativos en un mediocre bufete, ahogándose en un vaso de whisky.
Pero su vida da un vuelco cuando su hermano Alejandro, con el que no habla desde hace cinco años, la llama angustiado. Ha sido detenido por el asesinato del director del Casino Gran Castilla.
Ana pide ayuda a su jefa y vieja amiga, Concha. Necesita la estructura y recursos del despacho para llevar adelante una defensa en la que tiene prácticamente todo en contra. Acompañada de un peculiar equipo (un viejo investigador, una abogada novel y un becario ludópata) se enfrentará a las grandes empresas del juego.
Ana, un thriller absorbente protagonizado por una mujer inteligente pero acabada, brillante pero autodestructiva, única.
Impresión personal.
La verdad es que no me gustaría nada parecerme a Ana. Ni siquiera creo que me gustara que me representara si necesitara un abogado para cualquier litigio personal que tuviera. ¿cómo se puede llegar a ser buena en algo con tantas adicciones, manías, inestabilidades, contradicciones? Sinceramente, lo único que admiro de esta nuestra protagonista es su tesón, su fuerza para levantarse una y otra vez aunque le hayan roto todos los huesos del cuerpo o haya visto la luz al final del camino. Seguramente, no, seguro, yo me hubiera rendido antes. Vamos yo y cualquier persona normal. Pero es que Ana no es una persona normal. Ni ella ni la historia/s que nos relata Roberto Santiago en este libraco de más de 800 páginas, ni tampoco el mundo policial ni el criminal que nos dibuja están al alcance de cualquiera de nosotros. Por desgracia, este mundo de juego, apuestas, deudas y mafias criminales están muy cerca de muchas personas que andan enganchadas sin remedio y sin manera de salir de todo ello de la misma manera en que se describe en la novela.
Ana es una abogada venida a menos que se encarga de gestionar multas de tráfico en un bufete regentado por su amiga de carrera, Concha, que es la única que le aguanta sus múltiples adicciones y le perdona cada metedura de pata con una paciencia encomiable. Con este panorama vital, tras el suicidio de su único hermano en un calabozo de Robredo, intenta demostrar por todos los medios, incluso los imposibles, que siendo su hermano un ludópata diagnosticado y en tratamiento, las industria del juego (la mafia del juego, realmente) y sus responsables directos incitan a los ludópatas a seguir jugando, a enmarañarse en sus redes con cada vez más deudas de juego, amenazando a sus familias e incitándoles a que se quiten del medio cuando ya no les son de utilidad y les plantean más problemas que ayuda como ganchos haciendo que tras el suicidio de éstos, sean sus familias las que asuman sus deudas de por vida. Desde luego si su hermano Ale era un ludópata, Ana precisamente no es un ejemplo en que apoyarse ya que es adicta al alcohol, a los tranquilizantes, si son mezclados aún mejor, falsifica recetas contínuamente y además se acuesta con el primero que le llama la atención en cualquier momento, incluso a costa de malograr cualquier caso que lleve entre manos. Lo cierto es que en la novela Ana lo llena todo. Nada sería lo mismo sin ella porque todo el entramado gira alrededor de ella, de su comportamiento y de la incertidumbre continua que te provoca una persona que no sabes nunca por donde te va a salir. Cuando sospechas que va a triunfar con una estrategia previamente acordada, te la encuentras de pronto en una situación inesperada que ella misma ha provocado e improvisado. O al menos eso mismo te hace pensar ella. Porque lo cierto es que Ana nos engaña a todos y a todas. A sus enemigos, al juez y a las juezas, a sus clientes, a la guardia civil y, desde luego, a todos los culpables sin excepción. Y a nosotros, los lectores. Creo que la única persona que la ve venir, que la observa con sabiduría y que comparte con ella el conocimiento es su investigador de cabecera, Eme. Con él no hace falta bulos ni fingimiento. Son socios con intereses económicos claros, un intercambio limpio que no deja espacio a las interpretaciones morales, seguramente porque ambos comprenden los defectos del otro y no se censuran. Me ha gustado mucho Eme. Creo que es el único personaje que me daba algo de paz en toda la lectura. Paz y tranquilidad. Porque lo de Ana es siempre un sinvivir con una persona que nunca sabes por donde va a salir. La inteligencia puesta a disposición de su propia estrategia aunque a ella le cueste la misma vida.
Junto a Ana, todo un elenco de personajes secundarios que la rodean pero que no le hacen ninguna sombra. Casi todos perdedores también. Su cuñada Helena es su cliente directo tras la muerte de su hermano; su amiga Concha, en proceso de separación de un marido maltratador y, por tanto, con un caso paralelo; sus inexpertos compañeros de bufete. Todos, a pesar de estar en su mismo bando, intentan engañarla, traicionar lo acordado en un principio cuando las cosas se ponen cada vez más feas, abandonarla en los momentos más duros y actuar a su espalda. En definitiva, rendirse, algo imposible para la protagonista principal. Por el otro lado, la mafia del juego, la que regenta uno de los negocios más lucrativos del país, también para el Estado con el cobro de sus cuantiosos impuestos, que lo defiende, consiente su publicidad y mira hacia otro lado ante las crecientes cifras de ludópatas existentes en la actualidad. Mientras la economía crezca, el fin justifica los medios. De ese lado, tenemos al Casino Gran Castilla, a Santoja, principal acusado, un tipo deleznable que todo lo soluciona con dinero, a Moncada, guardia civil con doble papel. En fin, todo un elenco de personajes que giran alrededor de la abogada y ninguno de ellos, salvo Eme, le facilita la tarea, ya de por sí complicada y aparentemente, imposible.
Y la trama no tiene desperdicio si te gustan los thriller jurídicos. Alguien podría pensar que en tantas páginas, una serie de asuntos judiciales donde los abogados suelen tener tanta verborrea pudiera resultar aburrido. Pero lo cierto es que la parte en que se desarrollan los diferentes pasos (instrucción y juicio en si) no se hacen para nada largos o aburridos porque los propios personajes, sobre todo, Ana, con sus múltiples improvisaciones, aunque sean sólo pensadas, animan mucho esa parte llena de comentarios y diálogos que pudieran resultar tediosos. El resto, son las vivencias de Ana junto con las investigaciones que han de realizar para poder presentar pruebas en el propio juicio. Y dado el carácter de la protagonista y su situación financiera, la verdad es que no se hace nada aburrida.
La verdad es que lo que el autor refleja en el libro sobre el mundo del juego, la ludopatía y cómo se mueven los hilos y a qué niveles es para ponerle a una los pelos de punta. Como en otros muchos campos, la droga, la prostitución, la trata de personas, el mercado de órganos y otros muchos, el dinero manda por encima de las personas y el Estado, conocedor de todo ello, hace oídos sordos y mira para otro lado, mientras el negocio le reporte beneficios cuantiosos como es el caso. El Estado, que se supone que está para salvaguardar los intereses de sus ciudadanos, es el primero que consiente que se atente sobre la vida de los mismos, incluso aunque sean menores de edad. Es como para echarse a temblar con todo esto y con todo lo que vemos a nuestro alrededor.
No me extiendo más. Sólo os digo que si tenéis oportunidad leáis esta novela. Está genialmente documentada sobre el mundo de la justicia en nuestro país, el mundo del juego y sus males y, sobre todo, porque conoceréis a la nueva quijote española llamada Ana, que consigue vencer a los molinos, a pesar de tantas cosas en su contra, las peores las que provienen de ella misma. Un personaje relevante para una novela que no lo es menos.