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7 jul 2012

Un poeta frente a los 'pánzer' | Jacinto Antón

Los escenarios norteafricanos de la II Guerra Mundial están llenos de gente interesante: Rommel y Montgomery, sin ir más lejos, por no hablar de Von Stauffenberg, que se dejó allí medio cuerpo; Ramcke, el jefe de los paracaidistas de la brigada Afrika; el alado as Hans Marseille, Stirling, creador de los comandos del SAS; Bagnold, el rey de las dunas y las patrullas del desierto, o, claro, el conde Almásy, el escurridizo y romántico merodeador de las arenas. Pero ninguno de ellos escribía como Keith Douglas.

8 may 2012

Enrique Lihn, suma de curiosidades | Alvaro Matus

En pocos artistas el rechazo a lo establecido y el deseo incesante de jugar se conjugan con tanta fuerza como en Enrique Lihn. A contrapelo del mesianismo de Neruda y del cálculo de Parra, el autor de La pieza oscura desarrolló una obra múltiple que sigue contagiando a las nuevas generaciones. Ahora mismo, junto a la publicación de La aparición de la virgen y otros poemas políticos, se está desarrollando una muestra en la biblioteca de la Universidad Diego Portales que da cuenta de su faceta como poeta, dibujante, narrador, actor y crítico ya no sólo de arte y literatura, sino que de “crítico de la vida”, como apuntara Germán Marín.

11 abr 2012

Belleza sin ley | Juan Goytisolo


1. NO HAY REDES PARA EL FLUJO DE LA LITERATURA
La historia de la literatura europea se estudia generalmente en función de unos ciclos abstractos que los profesionales en el tema explican mediante el recurso a unos sustantivos sonoros transmitidos de generación en generación: Prerrenacimiento, Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Simbolismo, Modernismo y toda una serie de derivados de éste, términos fruto de una abstracción que deja de lado el análisis concreto de los escritores encapsulados en ellos. La fórmula es muy cómoda para los profesores de instituto y autores de manuales de divulgación, pero no alcanza a explicar la singularidad de las obras que hoy apreciamos en razón de su modernidad atemporal. ¿Cómo encajar La Celestina de Fernando de Rojas o Gargantúa y Pantagruel de Rabelais en los esquemas renacentistas? La lista de excepciones cuyas obras se inscriben en tierra de nadie, extramuros de unos conceptos altisonantes pero reductivos, sería interminable. En verdad, abarcaría a casi todos los autores que me interesan.

2 ene 2012

Colonos | Alejandro Zambra

No conozco a un mejor contador de historias que Leonardo Sanhueza. Pensé esto por primera vez en un momento muy temprano de nuestra amistad, al calor de largas conversaciones, hace una porrada de años. De más está decir que eran reuniones generosamente regadas y que, a cierta hora de la noche, para la mayoría de nosotros era imposible mantener siquiera el simulacro de un diálogo, con excepción de Leonardo, quien asombrosamente conservaba la lucidez, de manera que entre el humo y el alcohol persistía el encanto de la conversación, aunque uno de los interlocutores, casi siempre yo, apuntara solamente unos monosílabos ladeados, casi horizontales.

Algunos años después ese aspecto hasta entonces privado de la personalidad de Sanhueza emergió en las crónicas que empezó a escribir en la página de Cultura de Las Ultimas Noticias. Colonos, el libro de poemas que acaba de publicar, a mi parecer marca el encuentro entre el poeta y el cronista, que no estaban necesariamente separados, pero que aquí son uno y el mismo. Lo primero que recordé cuando leí Colonos fue esa desencantada conferencia en que Borges lamenta que la palabra poeta haya sido dividida en dos: que ahora el que canta y el que cuenta, el que expresa sentimientos y el que les da una perspectiva, sean dos sujetos casi irreconciliables. Entiendo que hace 10 años Leonardo concibió el proyecto del que Colonos es el primer resultado visible, y que alude a la épica, o parte de un deseo de restitución similar al que manifestaba Borges en aquella conferencia: volver a narrar y a cantar, y en este caso nada menos que el origen.

3 dic 2011

Los versos de los poetas no son poesía | Rafael Gumucio

Defensor de la claridad y el humor frente a la trascendencia engolada de gran parte de la lírica, Nicanor Parra acaba de publicar, a los 94 años, el primer tomo de sus obras completas. Allí se puede rastrear la prehistoria del gran maestro de la antipoesía, un autor irreductible que, más que en los libros, ha encontrado lo poético en las canciones, los telegramas, los chistes y los periódicos.

Nicanor Parra, después de resistirse toda una vida, ha decidido a los 94 años dejar que publiquen sus obras completas. El primer tomo de ella circula ya en librerías, convertido en Chile en un best seller en que ejércitos de adolescentes y no tantos gastan sus últimos ahorros. El antipoeta le ha agregado al título de sus obras completas un "algo más" que lo refleja por entero. Lo incompleto es la base misma del credo poético de Nicanor Parra. Para éste siempre hay algo más, que él llama "las variables ocultas", es decir, la X y la Y, que una y otra vez están dispuestas a sabotear por entero las ecuaciones con que queremos comprender el mundo.

El Cervantes vindica el humor antipoético | Carlos Franz

Hará unos diez años me llamó Parra por teléfono, desde Las Cruces, su refugio en la costa central de Chile. Me habló con esa voz alargada suya, donde siempre acecha una ironía. «Habrás notaaaaado que yo soy el único poeta chileno sin seudónimo», me dijo (aludiendo a Neruda, a Mistral, a De Rokha, y hasta a Vicente Huidobro, cuyo nombre no era exactamente ese). «Lo que paaaasa», continuó, «es que un antipoeta no puede inventarse un seudónimo. Necesita encontrar un nombre real que esté vacante, para ocupaaaaaarlo. ¿Me entiendes? ¡Y por fin lo encontré! De ahora en adelante mi seudónimo será... Neftalí Reyes». Y Parra se quedó callado, al otro lado de la línea, acechando mi reacción. Porque «Neftalí Reyes» fue el sonoro nombre verdadero que Neruda inexplicablemente abandonó cuando decidió ponerse un nombre de pluma. ¡Sólo a Nicanor se le podía ocurrir «ocuparlo»! Paladeado mi asombro, Parra agregó: «Mi próximo libro lo firmaré como Neftalí Reyes. Y abajo, entre paréntesis y tarjado, dirá: ex Nicanor Parra».

1 dic 2011

Canonizador | Entrevista a Harold Bloom por Winston Manrique Sabogal (El País)

Hay que mantener a raya la muerte de la imaginación!", pide Harold Bloom, que calla y cierra los ojos el tiempo suficiente para parecer un busto de mármol blanco de algún sabio griego de cabellos revueltos.

La frase suspendida recobra vida con voz grave y cansada: "Una de lasmaneras es que el crítico se acerque a un libro a través de la confrontación con las cosas directamente.

Debe ver lo bueno que es el autor. Y no hablo de los escritores menores sino de los grandes, comoDante, Shakespeare y Cervantes. Saber de qué están históricamente envueltos, cuál es el proceso; pero tiene que sentarse en el mismo sitio del escritor para conocerlo, y cuando lo lea debe leerlo como a un amigo cercano…". Y Bloom vuelve a suspender la idea un instante hasta encontrar las palabras: "Esa literatura, la canónica, que parece agonizar, es fundamental conocerla si queremos aprender a oír, a ver, a pensar… A sentir...".

19 ago 2011

Entrevista al escritor Pascal Quignard | Cristián Warnken

Pascal Quignard fue un gran editor de Gallimard, mítica casa editorial francesa. Un día abandonó el mundo citadino y se autoexilió de París para escribir unos libros que escapan a los límites de los géneros literarios. Es músico y autor de Tous les matins du monde y La Haine de la musique. En este diálogo reflexiona sobre sus grandes pasiones: la música, el silencio, Dios, la naturaleza y el lenguaje. 


Vea la entrevista completa en este link: http://www.otrocanal.cl/?video=606

Entrevista al cineasta Raúl Ruiz | Cristián Warnken

En esta hora de diálogo, el cineasta Raúl Ruiz cuenta una historia escuchada cuando niño, desmenuza la “recta provincia” (Chile), da claves para “perderse” en sus películas y para entender y no entender su país de orígen, y relata su experiencia con la “décima” y la poesía.



Vea la entrevista completa en este link: http://www.otrocanal.cl/?video=500

2 jul 2011

Gracias, Federico Sánchez | Claudio Magris

La escritura -la verdadera escritura, que de uno u otro modo mira siempre a la cara a la Medusa- es como el rostro de Jano, bifronte: mira a la vida y, con igual necesidad, a la muerte. Son muy pocos los escritores que, como Jorge Semprún, obligan a ajustar cuentas con esta descarnada verdad. La escritura sustrae del oscuro, obtuso y necesario impulso de vivir en cualquier caso, aunque se haya pasado a través del infierno del lager. La escritura, ha dicho Semprún en un diálogo con Elie Wiesel, "me encierra en la muerte asfixiándome"; lo envuelve de nuevo en aquel "extraño olor" a carne quemada que salía de la chimenea de Buchenwald. Ese olor es la muerte, que Jorge Semprún ha afrontado y atravesado con indomable coraje por amor a la libertad de todos. Para continuar viviendo, quien ha regresado tiene también en parte que olvidarlo; tiene que actuar, pensar, amar, luchar como si aquel hedor no se hubiese quedado para siempre en su sentido del olfato, como si su mirada no conservase para siempre las imágenes del horror del lager. Pero ese impávido combatiente por la humanidad que es Semprún solo puede continuar viviendo si continúa hablando también en nombre de quien, a diferencia de él, no ha regresado del infierno del lager y no puede hablar: "No puedo vivir si no me hago cargo de esa muerte a través de la escritura, pero la escritura me impide literalmente vivir".

30 abr 2011

Entrevista a Gonzalo Rojas, poeta chileno | Agustín Scarpelli (Revista Ñ)

Ese viaje estuvo signado por dos casualidades. En apenas tres días de estadía me encontré, en una esquina cualquiera, con la única persona que conocía (ese conocer que amerita un encuentro) en todo Santiago de Chile, y a quien le había escrito un e-mail hacía apenas diez minutos después de tres años sin hacerlo. La segunda persona con la que me encontré era un desconocido. Pero ¿cómo encontrar a un desconocido o, en todo caso, qué es lo que se encuentra en un desconocido? El hombre acababa de arribar al acogedor Hotel Olry y estaba asistido por un joven que parecía tenerle más cariño que respeto. Nos separaba el cristal de la ventana interna que divide el lobby del restaurante y, por su pequeña estatura, ni siquiera podía verlo de cuerpo entero. Sólo la nuca, una papada en la nuca; podía escucharse, además, el eco de una voz ronca y jovial que atravesaba el vidrio con dificultad. Era perceptible, además, cierta parsimonia en sus movimientos.

26 ago 2010

Totalitarismo poético | Joaquín Trujillo


El incomparable Vladimir Mayakovsky dijo alguna que la poesía akmeísta rusa —en particular la de Gumiliov, Ajmátova, Mandelstam o Sologub— estaba destinada a desaparecer, a constituir un residuo de época, un desperdicio histórico. Para él, la poesía que valía la pena, aquella que dictaminaba y otorgaba un sentido nuevo a lo por-venir, era aquella por cuyo influjo un momento histórico se cristalizaba perpetuo e inmodificable, y era precisamente la suya y la del grupo del cual él formaba parte, la poesía que heredaría dicha categoría absoluta, no porque Mayakovsky fuese un oportunista, ávido de reivindicar para sí y su gente la memoria de quienes en el futuro recordarían la poesía de los hijos del decembrismo decimonónico —la generación cuya participación fue clave para la revolución de 1905 y la del 17— sino porque Mayakovsky tenía una convicción acaso totalitaria que más tarde tuvo que como a un monstruo en su vientre engendrado, descubrir horrorizado, y que lo llevó, en gran medida, a detestarse a sí mismo. Era aquel monstruo el que inspiraba los pabellones y  piezas de museo o las categorías periodificadoras en el arte. Ese monstruo significaba todo lo que el futurismo ruso había odiado por cuanto aniquilaba la posibilidad ahora del futuro siempre abierto y amenazante. Mayakovsky no vio en su momento que el futuro —como sí vería T. S. Eliot— podía ser metafísicamente hablando, según cómo se le percibiera, una siniestra proyección del pasado, pero —a diferencia de este último— aquél carecía de tradición, de espacios imprevisibles, pluralidad, de un mundo para los perdedores, las alternativas y los caminos que pareciendo insignificantes, se revelaban luego fundamentales, aunque jamás totales.

Los poetas akmeistas —que eran marginales respecto de las corrientes imperantes— fueron marginados por el poder de los soviets, y peor aún, por el de los propios poetas de la marginalidad futurista rusa. Cuando Stalin, queriendo deshacerse de Mandelstam, llamó por teléfono a Pasternak para preguntarle por la calidad literaria de ese autor de un epigrama contra él, Pasternak contestó, en plenas purgas, que el poeta debe ser respetado y dignificado por haber tenido el atrevimiento de haber creído ser poeta. Lo demás es otro tema.


En su interesante ensayo
Políticas de la amistad, Jacques Derrida ha visto con lucidez la importancia urgente de mantener el concepto de lo “por-venir” más allá de todo concepto, allí donde ninguna voz totalizadora pueda decir: he aquí, ahora, lo que aún no está aquí.

Joaquín Trujillo
Poeta
Abogado de la Universidad de Chile