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9 oct 2011

Torretti, Cordua | Joaquín Trujillo

La primera lectura filosófica de Roberto Torretti fue un segundo tomo de La decadencia de occidente de Spengler, que había en su casa. Tenía entonces 15 años. Antes, a los 3, había aprendido a leer por sí solo. Mientras, en el fundo de su padre ubicado en el Valle de Aconcagua, una niña, Carla Cordua, devoraba novelas de vaqueros, esas aventuras de los huasos del Lejano Oeste, y leía periódicos de punta a cabo.

Carla Cordua estudió filosofía en el antiguo Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, hasta donde llegó Torretti, quien por esos tiempos cursaba tercer año de Derecho en la misma casa de estudios. Juan Gómez Millas había rescatado a Erwin Rüsch de los cerros de Valparaíso donde estaba cercado por una colonia alemana hostil y al profesor polaco Bogumil Jasinowski, sabios europeos que se quedaron a enseñar en Chile y a través de quienes Torretti y Cordua  pudieron ponerse en contacto con la alta cultura europea viva. Estos casos en la historia de Chile no han sido pocos, tampoco abundantes. Ocurrió, por ejemplo, a mediados del siglo XIX con Louis Antoine Vendel-Heyl -cercano a Saint-Simon-, quien habiendo naufragado en las costas de Chile, fue arrastrado a Santiago, por el informado Andrés Bello, lugar donde unos alumnos miserables del Instituto Nacional, los hermanos Amunátegui, pudieron nutrirse de sus conocimientos grecolatinos hasta el hartazgo.

14 mar 2011

Gusticia | Joaquín Trujillo

Este fragmento se encontró inacabado entre sus papeles;
el autor no tuvo tiempo de darle la última mano;
pero los primeros pensamientos de los grandes maestros
merecen ser conservados para la posteridad,
como los esbozos de los grandes pintores.
ENCICLOPEDIA (1757), TOMO VII*



Gusto y Justicia han sido entendido(a)s a veces conjunta y a veces separadamente. Separada, cuando la experiencia estética ha sido considerada una cuestión muy personal, una mera experiencia, lo que comúnmente se llama “una cuestión de gustos”, y, entonces, el examen de “justicia” no es admitido; es tenido  por extraño, pretencioso e incluso violento a propósito de la posición única e irrepetible, esa perspectiva tan válida como muchas otras que saturan el universo de los pareceres. No tiene sentido juzgar en esta versión al objeto ni al gusto más allá del mero gusto.

Conjuntamente se entiende a la Justicia y al Gusto, en cambio, cuando lo que se llama “el buen gusto” es considerado, en justicia, precisamente un asunto de justicia por cuanto a través de un juicio estético juzgamos el gusto propio o el ajeno, o bien, por medio de la sofisticación de ese gusto logramos un consenso del gusto, el cual es apreciado como un verdadero universo en el que todas sus perspectivas se han puesto finalmente de acuerdo.